¿Réquiem por la paz?

31/08/2003
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El Coronel Lucio Gutiérrez, en su condición de candidato de "los de abajo" a las presidenciales del 2002, exhibió la tesis de la neutralidad frente al conflicto armado que flagela a la vecina Colombia desde hace medio siglo. No obstante, una vez instalado en Carondelet, a través de una zigzagueante, frívola y obsecuente diplomacia, ha conducido al país a un creciente involucramiento en esa deshumanizada confrontación de suerte que de no mediar la resistencia nacional nos encontraríamos en el punto de no retorno. Su visita a Estados Unidos marcó el viraje. En la ocasión, luego de dialogar con George W. Bush declaró: "Debemos apoyar, todos, de manera protagónica a Alvaro Uribe". Del verbo a la acción, en plena austeridad fondomonetarista y pese a tener a la economía "encorsetada" a la dolarización, dispuso una descomunal alza del presupuesto de Defensa (ulteriormente ajustada por el Congreso), incorporó al servicio a más de 1.100 reservistas, anunció un aumento del 10 por ciento en la nómina castrense, elevó de 6 mil a 9.500 los efectivos emplazados en las provincias fronterizas, unificó el mando para operaciones de interdicción naval y aérea desde la Base de Manta, constituyó una zona especial de 10 km en la frontera norte, permitió que militares y diplomáticos usaítas inspeccionen las guarniciones castrenses, habría aceptado la ampliación de la Base de Manta y, según denuncia reciente, tiene en carpeta la entrega de la isla Baltra a los norteamericanos. Asimismo, Gutiérrez Borbúa ofreció una mediación no solicitada que nadie tomó en serio y, al tenor de las instrucciones de Uribe, en la última Cumbre de Río emplazó al secretario general de las Naciones Unidas para que presione, a través de un ultimátum, la rendición de las FARC. La prueba mayor del alineamiento del Ecuador con la guerra total dispuesta por el eje Washington-Bogotá se concretó el pasado 22 de agosto, con motivo de la visita de Uribe Vélez a nuestra capital. En la oportunidad, el mandatario paisa, arrogante después de asegurar con Donald Rumsfeld, jefe del Pentágono, un incremento de la ayuda militar a su gobierno, no solo que entusiasmó al oficialismo anfitrión con una explicación subjetiva de la violencia en Colombia (un choque entre "buenos" y "malos"), sino que comprometió al régimen ecuatoriano a instrumentar rigurosos controles en la frontera común (virtualmente abandonada desde el lado colombiano) y a participar en operativos "yunque" enfilados contra las FARC y el ELN. Sumisamente, el Coronel no solo que suscribió tales demandas sino que llamó a los ecuatorianos a "culparse" por su tardía inclusión en la guerra de la oligarquía colombiana. ¡Cosas verás. Sancho! En compensación por las citadas tareas, el ex colaborador de Pablo Escobar se comprometió a admitir salvaguardias comerciales que solicite el Ecuador. ¡Una guerra a cambio de migajas mercantiles! De cumplirse el acuerdo firmado, la regionalización del conflicto prevista por el Plan Colombia desde los tiempos de Bill Clinton y Andrés Pastrana habrá comenzado a cristalizar desde el eslabón más débil y castigado de los Andes. Quito, septiembre del 2003 * René Báez. Profesor de la Universidad Católica del Ecuador
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