Un debate fuera de tiempo
Globalización o burguesía nacional
08/10/2003
- Opinión
El presidente argentino Néstor Kirchner fue el encargado de instalar el tema en
el escenario político: la necesidad de una burguesía nacional para hacer
posible un proyecto de país. No, no estamos en los sesenta; mucho peor, medio
siglo parece haber pasado en vano.
"Es fundamental que el capital nacional participe de un proceso de
reconstrucción de la sociedad. Es imposible un proyecto de país si no
consolidamos una burguesía nacional." La frase pertenece a Kirchner; la
pronunció el lunes 29 de setiembre durante un acto con los banqueros
"nacionales", quienes firmaron un préstamo al gobierno por unos 150 millones de
dólares para financiar obras públicas.
Tres meses atrás, el presidente de la Unión Industrial Argntina (UIA), Alberto
Alvarez Gaiani, pareció marchar en la misma dirección: "Hay una necesidad de
burguesía nacional. Una país queda parado con más fuerza cuando en la mesa
donde se toman decisiones hay dueños de las empresas más importantes del país.
Acá nadie nos va a poner un peso y por mucho tiempo". Sin embargo, el titutal
de la UIA no se hizo ilusiones acerca de un supuesto despegue económico del
país. "Con la gravísima crisis que hemos sufrido y la inserción global de la
estructura de negocios de Argentina, hoy no hay posibilidad de volver a un
modelo económico como el de los años setenta".(1)
Cuarenta años después de los debates políticos y teóricos que atravesaron
América Latina acerca del papel que podrían jugar las burguesías nacionales en
el desarrollo y la superación de la dependencia, el tema vuelve a instalarse
gracias a los triunfos electorales de Kirchner y Luiz Inácio Lula da Silva.
Pero esta vez la cuestión de las burguesías nacionales se presenta más bien
como la comedia de aquella inconclusa polémica.
Agonía sin vuelta atrás.
El economista egipcio Samir Amin, consultado en Argentina acerca del "proyecto"
de Kirchner, señaló que no creía que esa perspectiva fuera realista. "Ya no hay
más burguesía nacional", exclamó. Como sistema mundial, el capitalismo, dijo,
es "polarizante por naturaleza". Criticó una visión simplista que consiste en
creer que "los centros, las periferias y las distintas formaciones sociales que
participan del sistema mundial no son simplemente 'formaciones desigualmente
desarrolladas' sino que son formaciones interdependientes en esta desigualdad".
Fue más lejos. Dijo que el último proyecto de burguesía nacional en Argentina
fue el de Perón, y que quizá hoy en los únicos países donde pueda existir una
burguesía nacional sea en los ex socialistas, en particular Rusia y, sobre
todo, China.(2)
Línea más, línea menos, es el mismo razonamiento que sostiene Immanuel
Wallerstein: "En cuanto a la posibilidad de desarrollo nacional dentro del
marco de la economía-mundo capitalista, sencillamente es imposible que todos
los estados lo hagan. El proceso de acumulación de capital requiere un sistema
jerárquico en el que la plusvalía se distribuye en forma desigual, tanto en el
espacio como entre las clases".(3) Concluye que, históricamente, el desarrollo
capitalista generó y requiere una creciente polarización socioeconómica de la
población y, a su vez, espacial y demográfica.
En este punto parece conveniente echar una mirada atrás. Las burguesías
nacionales surgieron como parte de procesos signados por el desarrollo nacional
y los estados benefactores. O sea, soberanía e identidad nacional, sufragio y
redistribución de la renta. Estos aspectos formaron parte del proyecto de
integración de las llamadas "clases peligrosas", y sólo fue posible gracias a
una coyuntural combinación de dificultades en los países del centro (a raíz de
la Segunda Guerra Mundial), y de la potente emergencia de nuevos actores en los
escenarios mundial y local: los movimientos de liberación nacional en África y
Asia y el movimiento obrero y campesino en América Latina. De hecho, en este
continente los procesos de "desarrollo nacional" fueron en buena medida hijos
de poderosos levantamientos populares, como el 17 de octubre de 1945 en
Argentina y la revolución de 1952 en Bolivia, entre los más destacados.
Pero las burguesías nacionales no hubieran podido existir sin el marco
protector de los estados. Sus proyectos se erigieron en base a la alianza entre
las burguesías industriales, las clases trabajadoras y los aparatos estatales,
tres actores interesados en el desarrollo por sustitución de importaciones.
Durante un tiempo, la alianza funcionó, pese a la amenaza que significó la
expansión de las economías del centro luego de la guerra. Pero esa alianza se
vino abajo cuando los obreros industriales presionaron por sus demandas y
resistieron la disciplina fabril hasta neutralizarla. De esa manera, la
insurgencia obrera forzó a los llamados "capitales nacionales" a tejer alianzas
con el capital internacional, que fue la forma de salvaguardar sus intereses
trasladando y trenzando inversiones con el sector financiero.
Globalización.
Podemos leer la mundialización en curso como la opción hecha por el capital de
"darse a la fuga ante su incapacidad de subordinar al trabajo". La llamada
"fuga territorial" del capital (sinónimo de globalización o mundialización) es
la búsqueda de mayor movilidad para eludir la creciente insubordinación del
trabajo; punto de vista que se apoya en valorar la crisis como "expresión del
poder del trabajo".(4) En este aspecto coinciden buena parte de los
especialistas de izquierda.
Pero es también la mirada que, de forma creciente, están realizando los
movimientos sociales. El neozapatismo, por ejemplo, sostiene que la
globalización ha sido traumática para toda la humanidad, pero más aun para las
elites que detentan el poder. "La mundialización del mundo en tiempo y espacio
es, para el poder, algo que no acaba de ser digerido. Los 'otros' ya no están
en 'otra' parte, sino en todas partes y a todas horas. Y para el poder el
'otro' es una amenaza", dice el subcomandante Marcos. En cuanto al proceso que
vivimos, hace una doble lectura: por un lado sostiene que los estados
nacionales viven un tiempo agónico (aspecto en el que también coinciden, con
matices, todos los analistas), y, por otro, asegura que "mientras se construye
el gobierno supranacional", el poder "se refugia de nuevo en un Estado
nacional que desfallece".(5)
En este punto entra a tallar la propuesta de Kirchner de "crear" una burguesía
nacional. En el fondo se trata del mismo proceso que llevó a Kirchner, a Hugo
Chávez y a Lula, al gobierno. La insurgencia popular o, dicho de forma más
elegante, la democratización de las sociedades (tanto su realidad como la
creciente demanda social de más democracia en todos los terrenos), fue lo que
minó a las burguesías nacionales, y debilita a los estados. Kirchner es tan
hijo del 19 y 29 de diciembre de 2001 como Chávez lo es del Caracazo de 1989 y
Lula de una década y media de luchas populares. Por eso la necesidad de
"refugiarse" en los estados, como apuntan los zapatistas, espacios con los que
las elites no pueden dejar de contar para cumplir la meta principal de todo
administrador serio: desactivar la protesta, neutralizar a los movimientos.
Los límites de cualquier propuesta de proyecto nacional no están en donde
Kirchner señala. En efecto, no es la falta de una burguesía nacional lo que ha
minado a las naciones periféricas sino los tres aspectos que trajeron la crisis
actual: la extranjerización y financierización de las economías y las elites,
la debilidad de los estados y los movimientos populares. En Argentina, un
informe reciente del Instituto de Estudios y Formación de la Central de los
Trabajadores Argentinos apunta que los grupos económicos triunfadores de la
crisis de 2001 (frente al FMI, los acreedores externos y el sector financiero),
son los "conglomerados extranjeros y fracciones trasnacionalizadas del capital
local ligadas a la exportación".(6) Lo que indica que el relevo al menemismo
no será nada parecido al sueño de Kirchner.
En Brasil, el economista de izquierda Cesar Benjamin sostiene que ha quedado
aplazada la hipótesis de una crisis que conduzca a una moratoria de los pagos a
los acreedores y que ya no es necesario volver a firmar un acuerdo con el FMI.
Brasil está ante un nuevo estadio en las relaciones con el Fondo, que se
caracteriza porque ya "no son más necesarias las presiones de fuera hacia
adentro". Por el contrario, "las condiciones tradicionales, impuestas por el
Fondo, ya fueron completamente internalizadas, expresándose ahora en leyes
brasileñas y coincidiendo con opciones internas de política económica". Asesor
de los sin tierra, Ben jamin concluye que "el programa de ajuste estructural
del FMI pasó a ser cosa nuestra", o sea, "pagaremos de cualquier forma los
costos de la política del FMI pues ya internalizamos esa decisión". (7) Ambos
análisis tienen un punto en común: como consecuencia de los cambios sucedidos
en las respectivas sociedades, y en el mundo, en el último medio siglo, no
existen ya elites nacionales. Más aun: puede inferirse que si Brasil llegó a
ser la octava potencia industrial del mundo es precisamente porque es el
campeón mundial de la desigualdad. La democratización de las sociedades conduce
inevitablemente a crisis económicas.
Por último, la clave parece estar una vez más en los movimientos. El gobierno
de Lula empezó a firmar convenios con organismos del Movimiento de los Sin
Tierra (MST), que es cada vez más dependiente del apoyo estatal. Desde el mes
de junio, dos instituciones del MST (la confederación de cooperativas, CONCRAB,
y la asociación de cooperación agrícola, ANCA), se vieron beneficiadas por
varios convenios para cursos de capacitación y alfabetización de jóvenes y
adultos. Sólo este convenio, firmado con el Ministerio de Educación, le reportó
al MST algo más de un millón de dólares, en tanto la CONCRAB se benefició sólo
en agosto con unos 600 mil dólares.(8) En Argentina, en tanto, las
subvenciones estatales a los desocupados han conseguido "desestructurar" la
protesta social, como aseguran desde la Casa Rosada. Éste parece el punto clave
y la única razón por la que las elites argentinas mantienen su apoyo a
Kirchner.
¿Se está avanzado mucho o poco en la domesticación de los movimientos? Los
sectores más organizados y militantes, ironía de la vida, suelen ser los más
fáciles de neutralizar o cooptar. Falta saber cómo reaccionarán los 44 millones
de brasileños que no tienen más que un dólar por día para comer, o la mitad de
los argentinos que viven bajo la línea de pobreza. En todo caso, los planes en
curso, sumados a la simpatía y popularidad de los presidentes Lula y Kirchner,
no parecen suficientes como para revertir la tendencia de larga duración hacia
la democratización de las sociedades o, si se prefiere, de insubordinación de
los trabajadores.
Notas:
1. Clarín, 26 de mayo de 2003.
2. Gabriela Roffinelli y Néstor Kohan, entrevista a Samir Amin, "He sido y sigo
siendo comunista", en www.rebelion.org
3. Immanuel Wallerstein, Después del liberalismo, Siglo XXI, México, 1996, pág
169.
4. John Holloway, Marxismo , Estado y capital, Tierra del Fuego, Buenos Aires,
1994.
5. Subcomandante Marcos, "El nuevo mundo", en www.revistarebeldia.org
6. "El desmantelamiento del modelo neoliberal y la construcción de una
alternativa", en www.cta.org.ar
7. Cesar Benjamin, "As relaçoes do Brasil com o FMI", en www.outrobrasil.net
8. O Estado de São Paulo, 5 de octubre de 2003.
https://www.alainet.org/fr/node/108526
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