La guerra, después de la guerra

18/03/2004
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El gobierno norteamericano declaró terminada la guerra de Iraq hace exactamente un año, tiempo que ya dura la ocupación del país por las tropas lideradas por Estados Unidos. Desde entonces murieron dos veces más soldados norteamericanos que durante el tiempo de la guerra -según los criterios de los estrategas de EE.UU.-, el mundo está más inseguro sin Sadam Hussein en el poder, su aliado Aznar acaba de caer, derrotado por las mentiras sobre la lucha "contra el terrorismo", y el propio Bush ve amenazada su reelección. Se trató, en la segunda guerra de Iraq, de la aplicación más coherente y consecuente de la nueva estrategia político-militar de EE.UU., formulada en el segundo semestre de 2002, que reivindica para ese país el derecho de utilizar todos los medios para mantener su superioridad militar, así como el derecho de actuar como "policía del mundo", al teorizar la necesidad de un nuevo "poder imperial", que imponga orden en regiones y países del mundo incapaces de autogobernarse, en el marco de lo que reivindica también el derecho de "guerras preventivas", que prevengan ataques "terroristas". Se militarizan los conflictos, que pasan a ser tratados por medio de la fuerza, simultáneamente al retiro de cualquier acuerdo internacional por parte de EE.UU. -como quedó claro en su decisión unilateral de atacar a Iraq, incluso sin apoyo de la ONU-, porque ataques preventivos y unilaterales solo son posibles con el uso de la fuerza y no de un imposible consenso en torno a una doctrina legitimadora de la superioridad militar norteamericana. El carácter "preventivo" de la guerra de Iraq ni siquiera se confirmó, porque las "armas de destrucción masiva" no fueron encontradas, el argumento pasó a ser el de que "el mundo está más seguro sin Sadam". Hoy los mismos dirigentes son obligados a reconocer que elaboraron informes con el fin de imponer la necesidad de una guerra que era perfectamente evitable. Pero ella proyectó a Bush y a Blair como cabezas de la "guerra contra el terrorismo" a escala mundial y forzó a sus aliados a adaptarse a esa prioridad estratégica norteamericana. Las guerras, sin embargo, no acaban cuando los que se consideran vencedores así lo decretan, porque les conviene. La guerra regular terminó, EE.UU. triunfó, pero tiene enormes dificultades para imponer su "paz". El país, ya dividido en términos religiosos y políticos, quedó todavía más con la presencia de las fuerzas de ocupación. Si no hay formas alternativas que pudieran reunificar Iraq, tampoco parece haber coalición suficiente de fuerzas para estabilizar la ocupación. De ahí que el país se desangra, con una resistencia activa, que golpea no solamente a militares de ocupación, sino también a los que ella considera colaboradores de esas fuerzas, así como a la población en general, como para probar que el orden no puede reinar en un Iraq ocupado. Terror en Madrid Los atentados de Madrid, dos años y medio después de los de Nueva York y Washington, pueden estar demostrando que finalmente los grupos islámicos están preparados para golpear otros blancos frágiles -ciudades de países como España, Italia e Inglaterra-, por la participación de sus gobiernos en la guerra y ocupación de Iraq. Serían blancos fáciles, pero facilitarían la misión norteamericana de comprometer a esos aliados con su política de privilegiar el "combate al terrorismo". Sin embargo el resultado electoral de España, castigando a Aznar y su partido de la "nueva derecha", el Partido Popular (PP), por la mentira, por la tentativa de instrumentalización de los atentados para obtener ganancias electorales y por dejar a la población del país vulnerable por el apoyo incondicional a Bush, llevó a la caída de uno de los gobiernos más estrechamente aliados de EE.UU. y puede indicar una dirección peligrosa para los que estrechen todavía más sus alianzas con Washington. Los atentados de Madrid pueden significar un debilitamiento o un fortalecimiento de la nueva candidatura de Bush. El se debilita, en la medida en que se constata que el mundo es más vulnerable que hace dos años y medio a los ataques terroristas y que los aliados de Bush, como Aznar, tienen dificultades para mantenerse en el poder, cuando se comprometen fuertemente con la estrategia belicista de los Estados Unidos. Pero Bush se puede fortalecer, en tanto se tome a los atentados como confirmación del riesgo que Al Qaeda representa para todo el mundo y de la necesidad de privilegiar la "guerra contra el terrorismo", lo que favorece la reelección en el plano interno. Desafíos para la izquierda Ese cuadro plantea un duro desafío para los que luchamos por "otro mundo posible". Los fundamentalistas islámicos retoman su ofensiva para polarizar contra el poder imperial norteamericano, buscando ocupar el lugar central de resistencia, dándole un carácter religioso e imponiendo métodos de terror. La resistencia iraquí, de mucho valor como expresión de la forma de resistencia contra la ocupación de su país, extiende cada vez más sus atentados, afectando ahora no solamente a soldados extranjeros, sino a acusados de colaboración y, más que eso, de forma indiscriminada, haciendo acciones que involucran a la sociedad civil, buscando demostrar que EE.UU. no es capaz de garantizar el orden interno. Los que luchamos por la resolución pacífica y negociada de los conflictos mundiales y locales tenemos que ser capaces de proponer no solamente una política de democratización de las relaciones políticas mundiales, sino también un plan de paz para Iraq y otras zonas de mayor conflicto hoy en el mundo. Tenemos que saber demostrar que otra vía, que no es la del terror de lado y lado, es posible, necesaria y urgente. Las guerras actualmente tienen en los pueblos desarmados sus víctimas principales, de la misma forma que los atentados terroristas. Ellas representan el triunfo de los más fuertes, que se valen de los recursos que lograron acumular para transformarlos en fuerza técnica y militar para oprimir a los pueblos y a las naciones que no se someten a sus designios. La línea de acción de EE.UU., de militarizar los conflictos, es la de tratar de imponer su superioridad material sobre los otros, haciendo de ella el instrumento esencial de su dominación. La hegemonía norteamericana en el mundo, un año después del fin oficial de la guerra en Iraq, ¿está en crisis? ¿Cuáles son los elementos de fuerza y de debilidad en la construcción de una hegemonía alternativa? Estas son cuestiones fundamentales para nuestra lucha hoy. Cualquier sobrestimación o subestimación de la fuerza de cada uno de los campos nos alejara de la correlación real de fuerzas existente en el mundo y nos dejará indispuestos para enfrentar los desafíos presentes y futuros. Fuerza de los valores americanos Hoy la mayor fuerza de EE.UU. en el mundo no está en su superioridad militar. Vietnam y Cuba ya demostraron que ella puede ser vencida. La superioridad norteamericana, responsable por su hegemonía mundial, está en la fuerza de su ideología, de los valores cotidianos que propagan por el mundo, en la forma de vida que fabrican, practican y exportan hacia todos los rincones del planeta. En eso reside su fuerza mayor. Con la desaparición del "campo socialista", EE.UU. prácticamente ocupa solito el espacio de las formas de vida en sociedad en el mundo de hoy. El contrapunto viene de formas de organización social más atrasadas, como las del fundamentalismo islámico, conservadoras, religiosas, represivas. Hasta China se deja influenciar por las formas de vida norteamericanas, después de haber pasado siglos cerrada en su cultura y forma de vida. Se Apoya no solamente en la crisis del socialismo, sino también en una maquinaria publicitaria e informativa mundial, con una poderosa capacidad de influencia en todo el mundo. La economía de EE.UU., aunque no tenga hoy el ímpetu que tuvo hace algunas décadas, es más fuerte comparada con las otras –la soviética desapareció, la japonesa y la alemana se debilitaron-, constituyéndose en la locomotora de la economía mundial, aunque con graves debilidades y dependiendo mucho del mundo exterior. Pero prácticamente todos los otros países también dependen de la economía norteamericana. No debemos sobrestimar la fuerza de EE.UU., pero tampoco creer que se trata de un "tigre de papel", que tiene "dominación sin hegemonía", esto es, que tiene el poder por la fuerza. Estas son versiones simplistas, que no dan cuenta de la fuerza del enemigo y, al subestimarlo, no se puede acumular la fuerza suficiente para derrotarlo. Esto aconteció en el pasado reciente, con las versiones del tipo "el mundo camina al socialismo", como si los destinos de la humanidad caminasen independientemente de la capacidad de organización, de conciencia y de lucha de los hombres y mujeres concretamente existentes. Tenemos que dar combate en todos los frentes, pero privilegiando la movilización popular, la conciencia y la creación y formas de vida alternativas, que configuren el tipo de sociedad que queremos. La lucha contra la hegemonía norteamericana es así una lucha global –económica, política, militar, ideológica-, por la construcción de un tipo de mundo alternativo. La fuerza de EE.UU. queda más clara ante la debilidad de las otras fuerzas, muchas de ellas con divergencias secundarias con Washington - como los países europeos y Japón, por ejemplo- o porque predican formas retrógradas de vida -como los fundamentalistas islámicos- . De ahí el desafío de retomar nuestra lucha, a partir del día 20 de este mes, para apropiarnos de la lucha antiimperialista, con banderas de paz, de solidaridad, de humanismo –aquellas que caracterizan nuestra lucha por "otro mundo posible". Esta es nuestra guerra, la guerra por la paz y por la fraternidad entre los pueblos, por la igualdad y por la justicia. * Emir Sader es profesor de la Universidad de São Paulo (USP) y de la Universidad del Estado de Río de Janeiro (Uerj). Publicado en Jornal "Brasil de Fato" 17 de marzo.
https://www.alainet.org/fr/node/109610?language=es
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