El derecho a emigrar y a escoger un domicilio
01/09/2005
- Opinión
En la frontera sur de la Unión Europea se están produciendo asaltos de
centenares de inmigrantes a la vez a las vallas metálicas y con sistemas de
protección electrónica. El debate se ha abierto porque ahora ya ha habido
víctimas mortales entre los asaltantes.
Es cierto que el derecho a la vida está por encima de cualquier otro derecho
como el de propiedad o el de soberanía sobre un territorio. Pero lo que
caracteriza a un Estado de derecho es que existan y se apliquen unas reglas de
juego refrendadas por la mayoría en sus textos constitucionales. Las fronteras
son una realidad y a las fuerzas de seguridad corresponde defenderlas por los
medios adecuados. Si se exceden, deberán rendir cuentas pero también los
inmigrantes tienen que conocer que una de las razones del atractivo que ejerce
sobre ellos la vida en Europa se debe al respeto de un orden establecido, a
unas leyes, a unos impuestos, a la igualdad de derechos para todos, a la no-
discriminación por causa de género o de religión o de opción sexual, a la
obligación general de asistir a la escuela, a la supremacía de la ley sobre la
fuerza y un largo etcétera recogido en la Declaración de Derechos Humanos.
Si en los países democráticos de Occidente rigiese la Ley de la selva no
merecerían la pena los esfuerzos que muchas personas hacen por venir a
trabajar, a vivir y a convertirse en ciudadanos de estos países.
Las mafias que los engañan y los explotan, tanto al sur del Mediterráneo como
en la frontera de México con EEUU, deben ser perseguidas y castigadas con todo
rigor por los organismos correspondientes de los países de salida y de los de
acogida.
Al mismo tiempo, deberán funcionar comisiones mixtas para estudiar las causas
que mueven a millones de seres a ejercer el derecho natural a emigrar y a
escoger un domicilio para vivir con la dignidad que corresponde a todos los
seres humanos por el hecho de serlo.
Si en el país de origen existieran condiciones de vida justas nadie se
arriesgaría a emigrar. Las personas emigran por necesidad, por un puesto de
trabajo remunerado con justicia, por unas condiciones de vida dignas para el
trabajador y para sus familiares. Nadie emigra por placer.
Tanto en México como en Marruecos y en los países subsaharianos existen
situaciones económico-sociales manifiestamente mejorables cuando no
radicalmente injustas. Para transformar esas realidades deberán aplicarse no
sólo los países directamente implicados sino aquellos a los que después se
dirigen los inmigrantes. Por eso, la Unión Europea tiene la obligación
irrenunciable de implicarse en la resolución del problema de la inmigración.
Para ello, en toda Europa tenemos que reconocer que necesitamos a los
inmigrantes para sobrevivir y poder mantener nuestras conquista sociales.
Sería imposible mantener nuestro nivel de vida, nuestro desarrollo político y
económico sin la ayuda eficaz de esos más de dos millones de inmigrantes que
necesitamos cada año, de acuerdo con los informes más solventes de la ONU y de
otros organismos internacionales.
La curva demográfica en los países miembros de la UE lleva más de una década
estancada y no cesa de descender. La razón es obvia: el mayor nivel de vida y
el acceso de las mujeres a la educación y a los puestos de trabajo que les
corresponden, que como mínimo son iguales a los de los hombres, han retrasado
en casi diez años la fecha de nacimiento de los hijos, por lo que, las mujeres
en la Unión Europea tiene uno o dos hijos a partir de los treinta años.
En la frontera de México con EEUU se están produciendo muertes y situaciones
inhumanas. En la frontera de España con Marruecos se ha producido un asalto
por unos trescientos inmigrantes subsaharianos a la doble valla metálica,
coronada con alambre de espino, que separa ambos países y que se han
incrementado desde que España, urgida por la Comisión Europea, pretendió
blindar este tradicional paso de entrada de inmigrantes con barreras y puntos
de observación visual diurna y nocturna a lo largo de los 12 kilómetros del
perímetro fronterizo. Lo nuevo es el carácter organizado del asalto; su
ejecución simultánea en diversos puntos del perímetro vallado; el uso de
decenas de escaleras de mano y, sobre todo, el hecho desgraciado y lamentable
de la muerte de un inmigrante en circunstancias todavía no aclaradas.
En la prensa se reconoce que este hecho pone de manifiesto que ninguna barrera,
por sofisticada que sea, hará desistir a los inmigrantes que buscan una vida
mejor en Europa. La Europa fortaleza que algunos defienden es una fantasía
peligrosa. Los derechos políticos y sociales de los europeos a vivir con
arreglo a sus ordenamientos jurídicos chocan de plano con el derecho de los
habitantes de esos países a percibir la retribución debida por las materias
primas que, en un 70%, Europa extrae de sus tierras. Es urgente reconocer que
necesitamos esa fuerza de trabajo sin la cual no podemos sobrevivir ni
mantener la Seguridad Social ni garantizar el cobro de las pensiones por una
población en proceso de envejecimiento imparable: antes de una década en
Europa las personas mayores de 60 años superarán a las menores de 20 años si
no lo remedian los inmigrantes con su riqueza en hijos y en aportaciones que
favorezcan un mestizaje vital y fecundo.
- José Carlos García Fajardo es profesor de Pensamiento Político y Social
(UCM). Director del Centro de Colaboraciones Solidarias (CCS).
fajardo@ccinf.ucm.es
https://www.alainet.org/fr/node/112873?language=en
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