EL “dulce fascismo” del TLC

18/01/2006
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En La cuarta vía al poder (Abya Yala, Quito, 2000), Heinz Dieterich provee algunas claves para comprender la lógica del Plan Colombia y del Tratado de “Libre Comercio” andino- estadounidense. Y por extensión, de la actual encrucijada ecuatoriana. En el citado libro, explica el capitalismo como un sistema basado en la “destrucción creativa”, concepto que describe el proceso por el cual la tecnología existente es desplazada por tecnologías más productivas. La “destrucción creativa” constituiría la causa íntima del terrorismo de Estado, perversión sistémica que únicamente puede ser neutralizada mediante el diseño y ejecución de proyectos genuinamente nacionales y democráticos. La lógica del terrorismo de Estado Dieterich explica su teoría con un argumento de gran espesor histórico: “Para apropiarse de los terrenos de los araucanos en el sur de América, la oligarquía argentina empleó la operación de ´limpieza étnica´, conocida como ´Operación Desierto´, a finales del siglo XIX; con el mismo fin –y para tener esclavos para el trabajo en su proyecto neoliberal exportador en Yucatán- el dictador mexicano Porfirio Díaz asoló las tierras de los Yaquis en el norte; los puritanos anglosajones hicieron lo mismo desde su llegada a América del Norte, asestando el último golpe de destrucción a los Dakota, los Apaches, los Cheyenne, etc., en las campañas de exterminio de l865 a l890, y Adolfo Hitler utilizó la misma lógica y política en los territorios europeos conquistados de l939 a l945”. La dominación contemporánea de América Latina aporta con múltiples pruebas a la interpretación del investigador alemán-latinoamericano. En los años 60 y 70 del siglo pasado, el desafío al poder de Estados Unidos en la región, localizado en el Cono Sur -es decir, Chile, Argentina, Uruguay y Bolivia-, fue respondido por Washington apoyando a dictaduras terroristas para neutralizar a las fuerzas nacionalistas y populares, e inaugurar la aplicación en el continente de políticas promonopólicas (ulteriormente bautizadas como neoliberales); es decir, orientadas a la desprotección de los recursos naturales y de la fuerza laboral de esas naciones. En la década de los 80, cuando América Central se convierte en la pieza central de la resistencia al poder estadounidense, acontece algo similar. Washington enfrenta el reto de la revolución sandinista y de las guerrillas populares de El Salvador y Guatemala a través de la militarización, la guerra de desgaste y la organización de grupos armados de extrema derecha (paramilitares). La estrategia imperial dio sus frutos con el establecimiento de regímenes clientelares y la cooptación de dirigentes y grupos insurgentes. El costo se estima en más de 200 mil muertos en Guatemala, 75 mil en El Salvador y 50 mil en Nicaragua. El Triángulo Radical Desde fines de los 90, el terrorismo estatal se desplaza al norte de Sudamérica: Colombia, Venezuela y Ecuador. ¿Cuáles las razones? James Petras –coautor del libro Colombia de Vietnam al Amazonas (FICA, Bogotá, 2002)- explica los motivos de Estados Unidos del siguiente modo: “En Colombia, las fuerzas combinadas de la guerrilla controlan o tienen influencia sobre una amplia banda de territorio al sur de Bogotá hacia la frontera ecuatoriana, en el noroeste hacia Panamá y en varios bolsillos hacia el este y el oeste de la capital, además de unidades de milicia urbana. Paralelamente al movimiento guerrillero, las movilizaciones de campesinos y sindicatos convocaron huelgas generales que sacuden al régimen de Pastrana. En Venezuela el liderazgo de Hugo Chávez gana varias elecciones, reforma las instituciones del Estado y toma una posición independiente en política externa –llevando a que la OPEP aumente el precio del petróleo, desarrollando lazos con Irak, extendiendo lazos diplomáticos y comerciales con Cuba, etc… En Ecuador un poderoso movimiento indígena-campesino (CONAIE) en unión con oficiales militares de bajo rango y con sindicalistas, tumba al régimen neoliberal de Jamil Mahuad en enero del 2000”. Tiempo después, en abril del 2005, vastas movilizaciones policlasistas en la capital ecuatoriana desalojan de Carondelet al cipayo Lucio Gutiérrez, instalando en su lugar a Alfredo Palacio, cuyo primer canciller, Antonio Parra, despliega una decorosa gestión de cara al eje Washington-Bogotá: negativa a firmar la inmunidad para diplomáticos, soldados y mercenarios norteamericanos por crímenes que pudieran cometer en estas latitudes; denuncia del rol de “yunque” asignado al país por el Plan Colombia/Plan Patriota; declara la neutralidad frente al conflicto armado que flagela al vecino norteño; rechaza las presiones diplomáticas de George W. Bush y Álvaro Uribe para que el Ecuador catalogue como “terroristas” a las FARC; impugna las fumigaciones fronterizas con glifosato ordenadas por la Casa de Nariño. Este orden de acontecimientos ha llevado a que el Gran Hermano tipifique a los ex países grancolombianos como el “Triángulo Radical”; es decir, como infuncionales a la globalización corporativa. A últimas fechas, las preocupaciones de Washington han tendido a exacerbarse por cuanto la resistencia de los disidentes andinos –organizaciones de derechos humanos, indígenas, ecologistas, insurgencia armada- continúa bloqueando su acceso al petróleo, minerales, agua y diversidad biogenética de la hoya amazónica, así como por la creciente popularidad de la Alternativa Bolivariana para las Américas (ALBA), una imaginativa propuesta de integración que viene impulsando la Venezuela chavista que relativiza las sacrosantas “leyes” del mercado. El malestar de la Casa Blanca estaría alcanzando niveles paranoicos debido a la victoria electoral del aymara Evo Morales en Bolivia, al ascenso en las encuestas del nacionalista Ollanta Humala en Perú y al colapso del Estado oligárquico en el Ecuador, sucesos que podrían derivar en el aislamiento de la narcodemocracia uribista a escala subregional y sudamericana. Las bazas del imperio ¿Cómo neutralizar a los heteróclitos actores sociales que se oponen a la ofensiva recolonizadora de Washington y Wall Street? La administración de Bush ha decidido profundizar su geoestratégica a través de dos tácticas mutuamente complementarias. La primera, consistente en internacionalizar la guerra civil colombiana so pretexto de combatir al “narcoterrerrismo” y los “populismos radicales”, término este último con el cual los teóricos del Pentágono identifican a los regímenes nacionalistas y populares de América Latina. En este marco se inscriben los preparativos para invadir a la rebelde Venezuela, proyecto sustentado en la flamante doctrina de las “guerras asimétricas” y abonado recientemente con las declaraciones del secretario de Defensa, Donald Rumsfeld, quien comparó al comandante Chávez con Hitler, y del premier inglés Tony Blair que denunció al régimen del país llanero por un supuesto “irrespeto a las reglas de la comunidad internacional”. En esa misma línea de diseminación del conflicto armado que contrapone a la oligarquía “paisa” con los campesinos colombianos se tiene que ubicar a las flagrantes, recurrentes y (al parecer) consentidas violaciones de la soberanía territorial ecuatoriana planificadas por Washington y Bogotá en los últimos meses, a título de castigo a Quito por su presunto colaboracionismo con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC). Tales incidentes -cuyo objetivo lateral habría sido levantar la popularidad electoral de Uribe, resquebrajada por el descubrimiento de más nexos con el paramilitarismo- acaban de zanjarse con afectuosas palmadas en la espalda al canciller Francisco Carrión y al ministro ecuatoriano de Defensa, Oswaldo Jarrín, por parte de Carolina Barco y el general Bantz Craddock, jefe del Comando Sur..., así como con la llegada de una misión técnica de las Naciones Unidas encargada de informar sobre los efectos nocivos de los agrotóxicos empleados en las fumigaciones fronterizas! ¿Hasta cuando la candorosidad diplomático-militar prevalecerá en el Ecuador? La segunda táctica se relaciona con las presiones para que Colombia y Ecuador firmen el TLC con Estados Unidos (el Perú de Toledo lo hizo a fines del 2005 y Venezuela se automarginó del panamericanismo desde los tiempos del ALCA). Para el caso de nuestro vecino norteño, tales presiones constituyen un simulacro, puesto que el ex gobernador de Antioquia anticipó que firmaría el acuerdo “llueva, truene o relampaguee”, aunque ello signifique una mayor polarización socioeconómica de la hermana República y la consiguiente perpetuación de la lucha fratricida. Alrededor del propio TLC, y pese a que Carondelet se ha colocado también en ese ámbito a la cola de Uribe, el caso ecuatoriano aparece menos previsible. “TLC firmado, Palacio derrocado” Y no es que el sucesor de Gutiérrez se haya mostrado renuente a suscribir el TLC de marras. Por el contrario, después de purgar de su gabinete al ala nacionalista “forajida”, ha denotado verdadera ansiedad por el plan “anexionista” de los halcones washingtonianos (“por tratarse de un requisito para la inserción del país en la economía mundial”, soslayando que ese es un proceso iniciado hace medio milenio). No obstante esa voluntad, diversos factores le han impedido hasta ahora plasmar ese propósito, a despecho de la obsesión de las cúpulas empresariales especialmente guayaquileñas y del vergonzante respaldo al TLC provisto por la partidocracia burguesa comandada en el Congreso por el Partido Social Cristiano y la “Izquierda” Democrática. Acaso los principales obstáculos hayan sido los siguientes: La demora en resolverse una demanda de caducidad planteada en contra de la estadounidense Occidental Petroleum Company –la tristemente famosa OXY- por el procurador del Estado, José María Borja, y el ex presidente de PETROECUADOR, Carlos Pareja, por una treintena de incumplimientos contractuales y especialmente por una cesión no autorizada de derechos a la canadiense ENCANA. A propósito de este litigio, la embajadora Linda Jewell anticipó que no habría TLC si previamente no se dictaba un fallo favorable a la petrolera yanqui. Para cumplir con ese mandato, Palacio y su ministro de Energía, Iván Rodríguez, juez en la controversia, no se han dado abasto en hacer tabla rasa de la legislación nacional, contando con el apoyo logístico de la conocida corte de leguleyos y escribas vendepatrias. Pese a ello, la resolución favorable a la OXY, que le permitiría a la compañía continuar como la principal beneficiaria de la riqueza petrolera ecuatoriana, no ha terminado de “cocinarse” y ha debido enfrentar iracundas protestas ciudadanas que han asociado el “caso OXY” a la “Venta de la bandera”, un bochornoso episodio de fines del siglo XIX que hirió largamente el civismo de los ecuatorianos. De otro lado, la firma del TLC ha debido enfrentar a una opinión pública cada vez más informada, pese a la campaña proestadounidense de los grandes medios. Según últimos sondeos, dos de cada tres ecuatorianos se oponen a ese eventual convenio. En este mayoritario alineamiento de la población en contra del TLC (Tratado de Líderes Criminales, conforme a la crítica grafitera) mucho tendrían que ver denuncias recientes sobre la deleznable conducta del equipo negociador que preside Manuel Chiriboga. Juana Ramos, especialista en propiedad intelectual, en un comentario titulado “Por un plato de lentejas” (ALAI, enero 11/2006), destapó una constelación de acciones de lesa patria, incluso bajo el supuesto –no admitido por nuestra parte- que convenía entrar a las “negociaciones” del Tratado. “Abocados al cierre de las negociaciones del TLC, vemos con estupor que la tónica del equipo negociador ha sido el engaño; las famosas líneas rojas que marcaron al inicio son hoy simplemente bandas elásticas que se acomodan a las necesidades del discurso (oficial) y a la presión irracional de sectores empresariales cuyo objetivo es firmar el Tratado y no lograr una negociación conveniente para el país. Súbitamente conocimos que no solamente se ponía en riesgo la salud pública, la seguridad alimentaria, la educación, la producción agrícola, prósperas industrias locales, nuestro derecho a tener una política de deuda externa razonable, sino inclusive nuestro derecho soberano sobre el mar territorial. Efectivamente... el TLC pone en tela de duda el derecho soberano del Ecuador sobre las 200 millas marinas. Nos preguntamos, ¿cuál es el interés de EE. UU. para que el Ecuador suscriba la Convención Internacional sobre Derechos del Mar? Pues, la respuesta es muy simple: el TLC otorga inmunidad soberana a los buques de guerra y otros de servicio público para que estos no estén sujetos a las obligaciones que la Convención establece para la preservación y evitar la contaminación en el medio marino, facultando a estas naves a no requerir permiso del Estado ribereño para verter productos contaminantes en el mar y a hundir unilateralmente otros barcos; es decir, se pretende legalizar prácticas hasta ahora ilegítimas. En propiedad intelectual el engaño es igual de burdo y ha trastrocado la naturaleza misma de la propiedad intelectual... Todo esto estamos entregando a cambio de insignificantes 37 millones de dólares correspondientes a las exoneraciones arancelarias que otorgaría EE. UU. a las exportaciones no petroleras provenientes del Ecuador...”. De su lado, Vinicio Baquero, presidente del Conejo de Educación Superior (CONESUP) y miembro del equipo ecuatoriano, remataba una carta pública dirigida a Chiriboga con el siguiente párrafo: “La divulgación falsa de supuestos incidentes con negociadores estadounidenses talvez se deba a que ciertos miembros de nuestra delegación, principalmente a quienes reclamé por su actuación, se consideren adscritos a nuestra contraparte”. (Tintají, primera quincena de febrero del 2006) Final y esencialmente, sin embargo, la antidemocrática decisión de Pa-Lucio de sellar el TLC liquidacionista haya que imputar al miedo. Y es que, a partir de noviembre, el frágil y pequeñoburgués inquilino de Carondelet ha debido enfrentar a una ola de resistencia al neocolonialismo crecientemente nutrida por indígenas y campesinos de todas las regiones, empresarios medianos y pequeños, artesanos, sindicalistas, mujeres, estudiantes, ONGs humanitarias y ambientalistas, partidos de izquierda, intelectuales, desocupados, niños de la calle... movilizados, en muchos casos intuitivamente, contra el lento pero inexorable genocidio que se “barrunta” en el horizonte. ¿Podrán la traición y el “dulce fascismo” doblegar al Ecuador profundo? - René Báez, Premio Nacional de Economía. Miembro de Ecuador Decide y de la International Writers Association.
https://www.alainet.org/fr/node/114387?language=es
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