Irán: La testaruda historia
05/04/2006
- Opinión
El gobierno de George W. Bush impuso en el Consejo de Seguridad de la ONU un ultimátum de 30 días para que Irán cumpla las exigencias del Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA), incluyendo el cese del enriquecimiento de uranio. El próximo paso en el plan estadounidense es aplicar sanciones a Teherán. “Si en 30 días no acontece nada, entonces el Consejo de Seguridad está listo para actuar”, amenazó el ultra halcón John Bolton, representante de Estados Unidos ante el ente internacional. La medida implica un grave paso en la escalada contra la antigua Persia, a la que Washington apunta como objetivo militar principal en la nueva versión de la Estrategia de Seguridad Nacional, acusándola de fomentar el terrorismo y de querer fabricar armas nucleares. Cualquier semejanza con los desacreditados alegatos previos a la invasión de Irak no es pura coincidencia.
Irán tiene un programa nuclear en marcha desde hace tres décadas con el propósito declarado de producir energía eléctrica y no existe una sola prueba de que lo haya orientado hacia la producción de armas. Así lo confirma el informe presentado en noviembre de 2004 por Mohammed el Baradei, jefe del OIEA, quien señaló que el país mesooriental “cumplía sustantivamente” no sólo con el Tratado de No Proliferación Nuclear (TNP), del que es firmante desde 1970, sino con el “protocolo adicional” adoptado tras negociaciones con la Unión Europea mediante el cual se comprometía a no enriquecer uranio, a aceptar intensivas inspecciones del OIEA y a proporcionar información sobre su programa nuclear, todo ello en términos a los que no obliga el TNP. Irán ha dado evidentes muestras de buena voluntad en el trato con el OIEA y en esa tesitura ha sido amplia e intensamente monitoreado por este hasta hace unos meses. Cumplió cabalmente con el protocolo adicional hasta que se hizo evidente el carácter nada constructivo y de imposición que tomaban las negociaciones con el grupo de los tres de la Unión Europea: Gran Bretaña, Francia y Alemania. Teherán, con razón, exige garantías sobre el suministro de uranio enriquecido o el derecho a producirlo por sí mismo.
Lo que hay tras estas negociaciones es la intención de crear el clima sicológico internacional propicio y el pretexto para justificar una intervención militar contra Teherán imputándole el no cumplimiento de las enormes exigencias que Washington ha impuesto, primero en el OIEA y ahora en el Consejo de Seguridad, las que no están previstas en el TNP. Curiosamente, Francia y Alemania, que en un principio se opusieron al ataque contra Irak, aunque más tarde lo convalidaron en una bochornosa resolución del Consejo de Seguridad, se han enrolado frenéticamente en el proyecto estadounidense que conduce a la guerra contra Teherán. Es obvio que el propósito de las potencias europeas es no quedar fuera del reparto de los ricos yacimientos de hidrocarburos de Irán después de una eventual ocupación de este por una coalición capitaneada por Washington.
La gran verdad es que muchos de los firmantes del TNP no cumplen con sus normas, comenzando por Estados Unidos, y que esta y otras potencias nucleares hacen de la vista gorda ante arsenales atómicos como los de Israel, India y Pakistán. Es el clásico doble rasero en la política exterior estadounidense, llevada hasta extremos inauditos por el gobierno fascista de Bush. Queda muy claro que la alharaca mediática yanqui y europea sobre el programa nuclear iraní no es más que un instrumento ominoso para conseguir objetivos de conquista y rapiña.
Lo que yace en el fondo de esta crisis –creada ex profeso- es el encono de Estados Unidos con el Irán posterior al derrocamiento del Sha Reza Pahlevi, que de ser el gendarme estadounidense en la región del Golfo Pérsico pasó a adoptar una política exterior independiente, en función de la cual se integró al Movimiento de Países No Alineados, se convirtió en un miembro destacado de la OPEP y ha hecho serios esfuerzos por mejorar sus relaciones con los países vecinos, como Rusia e India, y por desarrollar el comercio con China, Japón y varios países europeos, importantes importadores de hidrocarburos iraníes.
El peligro de una guerra nuclear contra Irán crece. Léase la historia desde el golpe de Estado de la CIA contra el presidente Mosaddeq hasta la agresión, con aliento y armamento químico estadounidense, de Bagdad contra Teherán y se comprobará que es Washington quien siempre ha sido el agresor del pueblo iraní.
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