La corrupción y la nueva aristocracia china
04/10/2006
- Opinión
¿Cuál es el verdadero debate? ¿Corrupción o moralidad? Todo el mundo es consciente en China de que la corrupción es uno de los engranajes clave que permiten el funcionamiento del sistema. Hoy existe mucha corrupción, pero ese, con ser importante, no es el debate central.
La corrupción, ese magma que aflora en el cese de Chen Liangyu, jefe del Partido en Shanghai, es el espejo en el que se reflejan otras tensiones mucho más profundas e importantes.
Unas apuntan al pasado, y otras al futuro. Las primeras nos remontan al nacimiento de la propia China, cuando Qin Shihuan, el primer emperador, promovió la burocracia para dar un giro a la conformación de las lealtades.
El problema del poder central era siempre el mismo: cómo eliminar los linajes locales, las aristocracias que siempre ansiaban controlarlo todo y que podían destruir el Estado en beneficio de sus intereses de grupo.
En las manifestaciones de hoy de corrupción y abuso de poder, Beijing se enfrenta a un problema similar que afecta a la arquitectura política e institucional del poder chino.
El segundo aspecto afecta a la burocracia y su futuro. Si convenimos en que el PCCh actual es una especie de actualización de aquella burocracia, resulta esencial salvaguardar su moralidad y eficiencia, virtudes que constituyen auténticos pilares de la estabilidad social. El discurso puede sonar a antiguo, pero no lo es tanto si nos atenemos a los mensajes habituales de Hu Jintao, presidente de China,quien pone el énfasis en la prosperidad común, la armonía, o en un código de conducta más propio de la tradición confuciana que de la moral comunista.
Con el cese de Chen Liangyu en Shanghai y mil medidas más adoptadas en los últimos meses, Hu quiere someter a los linajes locales, a los clanes o nuevas aristocracias, reforzando su base de poder y el papel del Partido Comunista de China (PCCh), sin más lealtad de sus 70,8 millones de militantes que la debida a las propias estructuras internas y no a los nuevos grupos de presión que han emergido como consecuencia de la reforma y que cada día son más poderosos, tanto que, pedazo a pedazo, podrían «comprar» el Partido.
La dificultad estriba en que la estructura social está cambiando. En un país donde 85 millones de personas no saben leer, otros 150 millones, el 11,5% de la población, están instalados en el sector privado, gestionan un billón de euros y pagan un tercio de los impuestos. Por eso, el PCCh tiene cada vez más dificultad para controlar el poder. Una hipotética alianza entre poderes económicos locales podría transformar de raíz la política china.
- Xulio Ríos es director del IGADI (Instituto Gallego de Análisis y Documentación Internacional)
Fuente: Agencia de Información Solidaria
http://www.infosolidaria.org
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https://www.alainet.org/fr/node/117421
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