Solidaridad engañosa

03/11/2006
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  • Opinión
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Se extiende la moda de organizar maratones televisivos o radiofónicos para recaudar fondos con destino a los pobres del llamado Tercer Mundo. Utilizan a personas con alguna fama en esos más que discutibles “maratones de solidaridad”. Se sirven de llamadas telefónicas que cuestan dinero o de donativos de oyentes que no han encontrado otros medios más que ese espectáculo para cooperar en proyectos de auténtica ayuda al desarrollo. Todo se convierte en una mascarada que revuelve las tripas porque siempre encuentran a organizaciones dispuestas a aceptar ese dinero como si el fin justificara los medios. No entendemos que un diario de prestigio haya puesto en marcha un “Sorteo Solidario con UNICEF”. Cada día sortean un Mercedes y cada semana un loft. Para participar tienes que enviar un SMS o hacer una llamada telefónica. ¿Cree alguien que quienes llaman piensan en la meritoria labor de UNICEF con la infancia o se prestan a ese montaje publicitario del diario para conseguir un Mercedes o un loft? Si alguien quiere ayudar a los marginados no puede pretender que le den nada a cambio. Se sirven de Organizaciones de la Sociedad Civil animadas por la generosidad de un voluntariado social comprometido y que no quieren convertirse en cómplices de un sistema injusto e inhumano. Esto ni es serio ni es el camino adecuado.

La razón de ser de una auténtica Asociación Humanitaria es el servicio a los más pobres, la búsqueda de las causas de la injusticia para denunciarlas y aportar propuestas alternativas que procuren un desarrollo endógeno, sostenible, equilibrado y global. Los voluntarios que nutren las filas de las ONG actúan movidos por la pasión de la justicia que viene a sumarse a sus capacidades profesionales. Y no al revés, como sucede con no pocos yuppies de la cooperación que se han lanzado a ese “yacimiento de empleo” al que ellos denominan con desparpajo “tercer sector”.

Ya nos tienen catalogados para aprovecharse de tanta generosidad en aras de lavar su imagen corporativa. Falta grandeza en esa actividad de marketing pedestre. Pero junto a esos arrivistas y a compañías de imagen y de marketing solidario, existen millones de personas que de forma generosa, continua, responsable y coordinada prestan una ayuda impagable en la acción de las organizaciones humanitarias.

Las auténticas ONG que no dependen de partidos políticos o de grupos de presión, aportan su colaboración para restaurar el tejido social herido por un modelo de desarrollo inhumano, para reparar las injusticias, para devolver parte de lo mucho que se ha saqueado, para caminar al lado de los explotados por nuestro sistema colonizador y pretendidamente “civilizador” y para cooperar en una actitud de igualdad y de sinergia.

Para denunciar los abusos están los medios de comunicación, las universidades y los foros sociales, y mejor aún para participar y cooperar antes de que haya que denunciar y lamentarse. Pero de ahí a criticar la labor de tantos millones de voluntarios sociales como si necesitaran a los desheredados como soporte o “lavaconciencias”, va un inmenso trecho que algunos, injustamente se atreven a propagar. Hay quien llega a criticar que las ONG tengan profesionales contratados para organizar los proyectos y los servicios. ¿Cree alguien que la continuidad, la eficacia y el buen hacer se pueden garantizar sólo con voluntarios?

Las ONG independientes están en el punto de mira de las oligarquías financieras. Cuando los bancos se ocupan de dar limosna a los pobres y las transnacionales financian programas de organizaciones, mediante escandalosas campañas publicitarias, hay que echarse a temblar. Como sucede con campañas humanitarias financiadas por productores de tabaco, de alcohol o de productos contaminantes y cancerígenos. ¿Por qué los grandes no dejan en paz a las ONG? ¿Por qué no mejoran sus condiciones laborales, sus pensiones, la calidad de sus productos, el pago justo por las materias primas que arrancan del expoliado sur?

Las ONG tampoco son la pantalla de relaciones públicas con la que los gobiernos pretenden lavar su imagen financiando interesados "proyectos de desarrollo" en países cuyas economías esquilman con inversiones que los despojan de futuro. Que la justicia presida sus transacciones comerciales, sus inversiones y la utilización de su mano de obra en las empresas deslocalizadas que proliferan en los países empobrecidos para aprovecharse de su falta de reglamentación social.

Se necesitan muchas más ONG que acudan como la sangre a los labios de las heridas, para aliviar y cicatrizar. Es falaz y torticera la afirmación de que hay demasiadas ONG. ¿También sobran los voluntarios? Mientras las ONG se autofinancien con recursos propios, aportados por sus asociados, serán necesarias en la medida en que haya estructuras de injusticia. Las que no puedan ser autónomas deben desaparecer, si sobreviven con la financiación oficial de sus proyectos se prostituirán. La verdadera libertad se apoya en la autonomía y en la solidaridad, no en la beneficencia ni en la enajenación de sí mismo y de la capacidad de crítica para aportar propuestas imaginativas.

Las auténticas ONG forman parte del tejido social y se miden por sus servicios, no por su poder. Les debe mover la pasión de la justicia. Seamos coherentes. Su grandeza estriba en saberse responsables solidarios y no en ir a la cabeza de algaradas manifestaciones o a participar en viscerales maratones de solidaridad. Como se acercan vientos de descrédito, es preciso organizar la resistencia para hacer realidad nuestra esperanza.

- José Carlos García Fajardo es profesor de Pensamiento Político y Social (UCM).
Director del CCS.

Fuente: Centro de Colaboraciones Solidarias (CCS), España.

www.solidarios.org.es
https://www.alainet.org/fr/node/118020
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