<I>And the winner is</I>: Pescanova
03/08/2007
- Opinión
Desde estas líneas quisiera proponer a los directores de The Economist o The Financial Times el reconocimiento a la trayectoria empresarial de la firma española Pescanova. Muchos son los premios que se otorgan hoy en día, pero, que yo conozca, no existe ninguno especializado en laurear a las empresas y corporaciones que mejor saben sacar rendimiento a los principios neoliberales que rigen en el mundo, a saber: maximizar por encima de todo los beneficios, competir sin límites ni protección, universalización del intercambio comercial y liquidación de las culturas autóctonas. Pescanova, con todas las dificultades que supone abrirse camino desde una economía fuera del G8, es decir, fuera de la liga de los galácticos, ha empleado las mejores tácticas para merecerse el premio en cuestión y ponerse a la altura de cracks como Nestlé, Monsanto o Exxon, en un sector tan poco puntero como es la pesca. Doble mérito.
Destaca su capacidad para obtener acceso a ayudas públicas que financian -en ocasiones cerca del 100 por ciento- sus inversiones en Chile, Portugal o Namibia, esgrimiendo argumentos de favorecer el desarrollo de las zonas donde implanta nuevas piscifactorías o explota nuevos caladeros. Con estas ayudas, además de reducir costos propios, se le hace fácil deslocalizar muchas de sus plantas a países donde las condiciones laborales y medioambientales son muy frágiles, asegurando así cumplir con el precepto número uno: maximizar sus beneficios.
En septiembre de 2006 Pescanova absorbió al grupo francés Seabel SAS, propietario de la firma Krustanord, líder en el mercado galo de langostinos. En este último año Pescanova compró una de las empresas de mayor producción de langostinos de cultivo en Mozambique, y en junio hizo lo mismo con la más importante empresa estadunidense de este crustáceo, pasando a ser la propietaria de sus plantas en países como el de ustedes, señores lectores, México, y también en Guatemala, Honduras y Nicaragua, entre otros. En breve todo este esfuerzo de Pescanova alcanzará su objetivo o precepto número dos: competir sin límites. Pescanova será sin duda el rey del langostino en un exquisito ejercicio de concentración empresarial.
El tercer hito a reconocer es su enorme facilidad para generar intercambios comerciales con brillantes beneficios económicos para sus accionistas. Sólo hablando de merluzas, y que nadie se ofenda, Pescanova, mediante una empresa mixta que tiene capital local, captura casi todas las merluzas que se pescan en Namibia, y sin descuidarse ninguna, todas viajan hacia Europa y Estados Unidos. Sin abordar los efectos ecológicos y sociales que el libre mercado provoca, y que los cánones neoliberales prohíben contabilizar, este trasiego de merluzas es uno de los responsables de la crisis de los pescadores de la especie en Galicia, España, precisamente donde se encuentra la sede central de Pescanova, que los está obligando a desprenderse del producto que pescan este verano. Las merluzas atlánticas (las propias de Galicia) pican, pero los precios han caído en picada.
Historias similares ocurren en el sur de Chile, donde Pescanova puede hacer gala de haber transformado el paisaje y la cultura de esas regiones. La pesca artesanal de merluzas y la recogida de moluscos tiene que dejar paso a la imponente presencia de la industria del salmón de cultivo para la exportación. Es decir, se han construido entre los fiordos balsas-jaula para la cría y engorda de salmón, se potencia la presencia de la pesca de arrastre en alta mar para sustraer el mayor número posible de peces tipo anchoas y sardinas, que procesados en industrias harineras dispersas por la costa alimentarán a los salmones, para finalmente ser procesados en frías fábricas por mujeres en precarias condiciones laborales.
Un premio de estas características debería ser entregado por Johnny Depp, interpretando al legendario Jack Sparrow de Piratas del Caribe. Yo sería el primero en felicitar a Pescanova, y propondría otros candidatos para futuros galardones. Todos ellos, los nuevos amos del mundo, que han usurpado la soberanía de los pueblos para decidir sus fuentes de alimentación, agrediendo sin piedad a los bienes naturales y comunes. Al abordaje.
Destaca su capacidad para obtener acceso a ayudas públicas que financian -en ocasiones cerca del 100 por ciento- sus inversiones en Chile, Portugal o Namibia, esgrimiendo argumentos de favorecer el desarrollo de las zonas donde implanta nuevas piscifactorías o explota nuevos caladeros. Con estas ayudas, además de reducir costos propios, se le hace fácil deslocalizar muchas de sus plantas a países donde las condiciones laborales y medioambientales son muy frágiles, asegurando así cumplir con el precepto número uno: maximizar sus beneficios.
En septiembre de 2006 Pescanova absorbió al grupo francés Seabel SAS, propietario de la firma Krustanord, líder en el mercado galo de langostinos. En este último año Pescanova compró una de las empresas de mayor producción de langostinos de cultivo en Mozambique, y en junio hizo lo mismo con la más importante empresa estadunidense de este crustáceo, pasando a ser la propietaria de sus plantas en países como el de ustedes, señores lectores, México, y también en Guatemala, Honduras y Nicaragua, entre otros. En breve todo este esfuerzo de Pescanova alcanzará su objetivo o precepto número dos: competir sin límites. Pescanova será sin duda el rey del langostino en un exquisito ejercicio de concentración empresarial.
El tercer hito a reconocer es su enorme facilidad para generar intercambios comerciales con brillantes beneficios económicos para sus accionistas. Sólo hablando de merluzas, y que nadie se ofenda, Pescanova, mediante una empresa mixta que tiene capital local, captura casi todas las merluzas que se pescan en Namibia, y sin descuidarse ninguna, todas viajan hacia Europa y Estados Unidos. Sin abordar los efectos ecológicos y sociales que el libre mercado provoca, y que los cánones neoliberales prohíben contabilizar, este trasiego de merluzas es uno de los responsables de la crisis de los pescadores de la especie en Galicia, España, precisamente donde se encuentra la sede central de Pescanova, que los está obligando a desprenderse del producto que pescan este verano. Las merluzas atlánticas (las propias de Galicia) pican, pero los precios han caído en picada.
Historias similares ocurren en el sur de Chile, donde Pescanova puede hacer gala de haber transformado el paisaje y la cultura de esas regiones. La pesca artesanal de merluzas y la recogida de moluscos tiene que dejar paso a la imponente presencia de la industria del salmón de cultivo para la exportación. Es decir, se han construido entre los fiordos balsas-jaula para la cría y engorda de salmón, se potencia la presencia de la pesca de arrastre en alta mar para sustraer el mayor número posible de peces tipo anchoas y sardinas, que procesados en industrias harineras dispersas por la costa alimentarán a los salmones, para finalmente ser procesados en frías fábricas por mujeres en precarias condiciones laborales.
Un premio de estas características debería ser entregado por Johnny Depp, interpretando al legendario Jack Sparrow de Piratas del Caribe. Yo sería el primero en felicitar a Pescanova, y propondría otros candidatos para futuros galardones. Todos ellos, los nuevos amos del mundo, que han usurpado la soberanía de los pueblos para decidir sus fuentes de alimentación, agrediendo sin piedad a los bienes naturales y comunes. Al abordaje.
- Gustavo Duch Guillot es director de Veterinarios sin Fronteras (España)
http://www.veterinariossinfronteras.org
https://www.alainet.org/fr/node/122547?language=en
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