Más ancianos que niños

27/09/2007
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Dentro de cualquier anciano hay un joven que se pregunta con pasmo qué ha sucedido, cómo se le ha ido la vida sin la conciencia de haber sido vivida plenamente. En una sociedad en la que hay 600 millones de personas mayores de 65 años, con unas previsiones de llegar a dos mil millones antes de cincuenta años, es preciso reflexionar sobre sus condiciones y su calidad de vida, porque una cosa es envejecer y otra distinta crecer y madurar. El grupo de población que más crece es el de las personas mayores. La medicina, la higiene, la alimentación y los avances de las tecnologías genéticas, alargan la vida. Pero el reto es convertir esos últimos años en fuente de felicidad y no en una lenta agonía. La tecnología y la organización social pueden ayudar en este desafío.

Dos informes de la OCDE y de la ONU han insistido en las implicaciones socioeconómicas de este envejecimiento creciente Dos informes de la OCDE y de la ONU han insistido estos días en las implicaciones socioeconómicas del envejecimiento creciente de la población mundial. Las personas con más de 60 años, representarán en 2050 el 32% de la población global, superando por primera vez en la historia a la población infantil. En 25 años, la población mundial de mayores de 65 años se habrá triplicado. España no sólo no queda al margen, sino que será de los países con más personas de edad: a mediados de este siglo, según la OCDE, un 35% de sus habitantes tendrán más de 65 años, la mayor proporción después de la de Japón y Corea. En 2005, esa proporción de españoles era del 16,8%.

No se trata de añadir años a la vida sino vida a los años. La experiencia de quienes frecuentan a personas mayores que viven solas, no tanto a las que conviven con sus familias y se saben queridas y necesarias, es la sensación de soledad impuesta y no asumida, de ir desviviéndose al constatar cada día una nueva avería, una dificultad, una pérdida de elasticidad y de autonomía que los van deteriorando y convierte a quienes podrían ser fuentes de experiencia y de sabiduría en seres que procuran pasar desapercibidos, hasta hacerse casi invisibles para el resto de la sociedad y hasta de la familia. No quieren estorbar y se hacen a un lado, tratan de echar una mano pero desconfían de la torpeza de sus dedos, de la debilidad de sus manos, de verter el agua. Por eso se ocupan de los niños que los quieren y con los que juegan y ambos se saben felices porque no se juzgan ni se exigen ni se miden, sólo se ríen en complicidad establecida desde el corazón y la ternura. Si queréis aniquilar a un viejo separadlo de los niños.

Ciertos hábitos de vida previenen la dependencia y el declive de facultades, entre ellos, mantenerse en activo ocupacional y socialmente, seguir una dieta variada y equilibrada o practicar ejercicio físico, que no sólo aporta una ventaja sobre la salud física sino que también beneficia a los procesos mentales. Los hábitos a evitar también son una forma de prevención. Es fumar, consumir alcohol en exceso o vivir situaciones de estrés de forma continua. Cien centenarios españoles (80 mujeres y 20 hombres) revelan los secretos de su longevidad: Consumir comidas caseras elaboradas con productos naturales y comer con tranquilidad. Estar al aire libre y practicar ejercicio físico. Ejercitar la mente. Tener siempre una actitud abierta y positiva. Buscar soluciones y superar las dificultades. Estar a gusto con uno mismo y tener, al menos, una ilusión. Cuidar las relaciones con los demás. Disfrutar de las pequeñas grandes cosas para “engancharse” a la vida... y todo con moderación. ¿Para qué las prisas, si todo llega?

La sociedad de consumo dice que tienes que tener para que te acepten, no para que te respeten y te acojan como persona valiosa y fundamental en la sociedad. Está asumido que, al dejar de producir, hay que aparcar a las personas mayores, para que no molesten, para que dejen su puesto a los más jóvenes, para que se ocupen de sus dolencias y de sus goteras. Por eso proliferan lo que yo llamo “aparcamientos de los improductivos”, sin reparar en que las personas mayores, en todas las culturas que han contribuido al auténtico progreso de la humanidad, han sido respetadas y veneradas. En todo el Oriente, en África y en Ibero América, a los ancianos se les ofrece el mejor asiento y los bocados más tiernos, se les consulta, se les escucha en silencio, se les facilitan las cosas para que sus vidas maduren en paz y con sosiego del que se beneficia toda la comunidad. Porque las personas mayores son el bien más preciado de la gran familia que compone una sociedad bien estructurada.

José Carlos García Fajardo
Profesor Emérito de la Universidad Complutense de Madrid (UCM)
Director del CCS

Fuente: Centro de Colaboraciones Solidarias (CCS), España.
 ccs@solidarios.org.es 

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