Ética y reforma política

28/11/2007
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  • Opinión
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La ‘ética’ neoliberal se reduce a las virtudes privadas de los individuos. Ignora la visión de institucionalidad ética. De tal modo refuerza la actitud paralizante del moralismo, reduciéndola a la ilusoria perfección individual. Ahora bien, si la sociedad está estructurada, la ética es imprescindible para que se configure el mundo histórico. Exige por tanto una teoría política normativa de las instituciones que rigen la sociedad.

No basta con hablar de ética en la política. La crítica a las instituciones generadoras de injusticias y negadoras de derechos exige una ética de la política. Abrir espacios para la creación de nuevos derechos. Las instituciones deben garantizar la justicia distributiva -el reparto de los bienes a que todos tienen derecho- y la justicia participativa: la presencia de todos (democracia) en el poder que decide los rumbos de la sociedad.

El gran desafío ético de hoy es cómo crear instituciones capaces de asegurar derechos universales. Pues ello supone una ruptura con la actual visión posmoderna, neoliberal, de fragmentación del mundo y exacerbación egolátrica, individualista.

Aunque el ser humano tenga defectos de fábrica y plazo de caducidad, lo que el Génesis llama ‘pecado original’, debe instaurarse una institucionalidad política capaz de asegurar derechos e impedir amenazas a la libertad y a la naturaleza. Eso implica suscitar una nueva cultura inhibidora de tales amenazas, tal como sucede hoy respecto a la esclavitud, aunque ésta todavía sea practicada.

¿De dónde sacar valores éticos que sean universalmente aceptados? ¿Cómo llevaríamos a las personas a preguntarse por criterios y valores? Hans Küng sugiere que una base ética mínima se podría buscar en las grandes tradiciones religiosas. Sería la manera de pasar de éticas regionales a una ética planetaria. Pero ¿cómo aplicarla al campo político? ¿Cambiando primero la sociedad o las personas? ¿El huevo o la gallina?

Es inútil dar un paso atrás y fijarse en la utopía del control del Estado como precondición para transformar la sociedad. Antes es necesario transformar la sociedad a través de conquistas de los movimientos sociales, y de gestos y símbolos que acentúen las raíces antipopulares del modelo neoliberal. Combinar las contradicciones de prácticas cotidianas (progresivo empobrecimiento de la clase media, desempleo, aumento en el consumo de drogas, degradación del medio ambiente, prejuicios y discriminaciones) con grandes estrategias políticas.

Es una concesión a la lógica autoritaria admitir que el Estado sea el único lugar en que reside el poder. Éste se ensancha a través de la sociedad civil, los movimientos populares, las ONGs, el mundo del arte y la cultura, que originan nuevos modos de pensar, de sentir y de actuar, y modifican valores y representaciones ideológicas, inclusive religiosas.

“No queremos conquistar el mundo, sino hacerlo nuevo”, proclaman los zapatistas. Hoy día la lucha no es sólo de una clase contra otra, sino de toda la sociedad contra un modelo perverso que hace de la acumulación privada de la riqueza la única razón de vivir. La lucha es de la humanización contra la deshumanización, de la solidaridad contra la alienación, de la vida contra la muerte.

La crisis de la izquierda no proviene sólo de la caída del muro de Berlín. Es también teórica y práctica. Teórica: de quien enfrenta el desafío de construir un socialismo sin estalinismo, dogmatismo, sacralización de líderes y de estructuras políticas. Y práctica: de quien sabe que no hay salida sin retomar el trabajo de base, reinventar la estructura sindical, reactivar el movimiento estudiantil, incluir en su agenda las cuestiones indígenas, étnicas, sexuales y ecológicas.

En este mundo desesperanzado sólo la imaginación y la creatividad son capaces de librar a la juventud de la inercia, a la clase media del desaliento, a los excluidos del sufrido conformismo. Todo ello requiere una ideología que rescate la ética humanista del socialismo de inspiración cristiana y abandone toda interpretación escolástica de la realidad. Especialmente toda actitud que, en nombre del combate al viejo orden, haga actuar a la izquierda miméticamente al incensar vanidades, apegarse a funciones de poder, ceder a la corrupción, reforzar la antropofagia de grupos y tendencias que se satisfacen en morderse unos a otros.

El polo de referencia de todos cuantos pretenden alcanzar ‘otro mundo posible’, en torno al cual necesitan unirse, es solamente uno: los derechos de los pobres. (Traducción de J.L. Burguet)

- Frei Betto es escritor, autor de “Esa escuela llamada vida”, junto con Paulo Freire y Ricardo Kotscho, entre otros libros.
https://www.alainet.org/fr/node/124464
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