Cartel del Norte del Valle, tras la hegemonía armada en Medellín
29/11/2007
- Opinión
Una guerra de alta tensión vienen librando desde hace varios meses hombres del Cartel del Norte del Valle y de la llamada “Oficina de Envigado” por el control de la capital antioqueña y de algunas regiones del departamento que le facilitarían las operaciones del narcotráfico.
Poco se habla de esta confrontación armada en la que se involucró desde hace varios meses Wilber Varela, alias Jabón, el reconocido narcotraficante del Valle del Cauca, hoy prófugo de la justicia, y quien busca hacerse al control de Medellín, desde donde pretende nutrir sus ejércitos privados y controlar buena parte de los negocios ilícitos alrededor de la producción, comercialización y exportación de cocaína.
Fuentes cercanas a esta confrontación armada, que se libra en las calles de diversos sectores de Medellín y algunos municipios del área metropolitana, le manifestaron a la Agencia de Prensa IPC su preocupación, pues consideran que es una nueva guerra urbana cuyas consecuencias son difíciles de predecir.
Este tipo de conflictos entre mafiosos de Antioquia y del Valle ha sido una constante en la historia del narcotráfico colombiano. Sus antecedentes más cruentos se remontan a finales de la década del 80 y comienzos de la del 90, cuando Pablo Escobar y sus aliados se enfrentaron a los hermanos Rodríguez Orejuela, lo que produjo una cadena de atentados dinamiteros que estremeció la ciudad y dejó cientos de víctimas.
Pero hoy, las estrategias son más sofisticadas y ya no se atenta de manera indiscriminada. Las acciones se focalizan en aquellas personas o grupos que se quieren atraer y se esgrime un argumento sencillo: la plata o la muerte.
“Desde hace rato hay una propuesta grande de Jabón (Wilber Varela) porque quieren entrar duro a Medellín. Un contacto que tengo allá me dijo que había mucha plata, muchas armas y mucha gente. Me habló de por lo menos 200 hombres armados que ya están haciendo su trabajo. Muchas bandas no saben qué hacer ni a qué patrón rendirle cuentas”, explicó una fuente curtida en las guerras entre narcotraficantes en Medellín que vive en la clandestinidad.
El aparato militar del Norte del Valle está siendo contratado con diversos combos y bandas sicariales de la ciudad, que se suman a grupos armados ilegales que se están asentando en diversas comunas de la ciudad, entre ellas la comuna 13 y el corregimiento San Cristóbal, y conformados por gente venida de diversas regiones del país.
La oposición armada por parte de la “Oficina de Envigado” la viene dando la banda conocida como La Unión-Calatrava, que hoy ostenta el mayor poderío sicarial del Valle de Aburrá, bajo el mando de Carlos Mario Aguilar, alias Rogelio, quien usurpó el mando de Diego Fernando Murillo Bejarano, alias don Berna, ex comandante de las Autodefensas Unidas de Colombia (Auc) recluido en la cárcel de máxima seguridad de Cómbita, Boyacá, y hoy sin mayor poder en la capital antioqueña.
En esta confrontación armada, alias Rogelio ya perdió a dos de sus hombres claves. Uno de ellos es Aldemar Alexander Noreña López, conocido con el alias de El Cuñado, asesinado en la clínica El Rosario del barrio El Poblado, el sábado 27 de octubre a donde llegó herido tras un atentado en su contra ocurrido en Itagüí el miércoles 24 de octubre. Un menor de 15 años, el mismo que lo atacó la primera vez, fue el encargado de rematarlo en el centro asistencial. Al fugarse, fue abatido por los propios compañeros que lo llevaron hasta el lugar del crimen con el propósito de eliminar testigos y evidencias.
Ambos crímenes tendrían conexión con otro perpetrado al amanecer del sábado 17 de noviembre en el barrio San Pablo, nororiente de la ciudad, en el que perdió la vida Fray Martín Zapata Castaño, un desmovilizado del bloque Héroes de Granada que tenía el papel de coordinador social de la Corporación Democracia en la Comuna N. 1 de Medellín. Al parecer, varios de los hombres que estaban bajo su coordinación ejecutaron a alias El Cuñado, lo que hizo suponer a quienes ordenaron su muerte que Zapata Castaño estaría en la nómina del cartel del Norte del Valle, lo que aún no es claro.
Un investigador judicial explicó que la muerte de alias El Cuñado es una “baja” grave para Rogelio, “pierde a un hombre importante que le manejaba sus negocios en el municipio de Itagüí y el sur del Valle de Aburrá, y además era uno de los enlaces con la banda La Unión-Calatrava”. Agregó que esta lucha territorial no está dejando muchos muertos, “pero sí asesinatos claves, de personas importantes dentro de la “Oficina de Envigado” para debilitarla. Lo que se sabe es que Varela está a la caza de Rogelio, para hacerse al control del Valle de Aburrá”.
El otro hombre de confianza muerto fue Alejandro Ávila Nizo, asesinado por sicarios el 28 de agosto de este año en el Centro Comercial Automotriz. Conocido con los alias de Bolívar o Bananini, este hombre era funcionario de la Fiscalía General de la Nación y estaba desde hacía más de diez años al servicio de Mario Nicolás Cadavid, Fiscal Delegado ante los Tribunales de Medellín y de Antioquia, primero como escolta y al momento de su muerte como notificador.
“De alias Bananini hemos podido establecer que era un hombre de confianza de Rogelio en los entramados judiciales, por ello es una pérdida importante en esta guerra entre mafiosos”, señalaron investigadores judiciales.
En respaldo a las acciones de los hombres de Varela estaría Hugo Albeiro Quintero Restrepo, gerente de Bellanita de Transportes y hoy fuera del país por razones de seguridad, quien se habría asociado al cartel del Norte del Valle en represalia por viejas rencillas entre facciones paramilitares que datan de comienzos del año 2000, cuando el bloque Cacique Nutibara inició el exterminio del bloque Metro, grupo apoyado por el empresario transportador. Rencillas que se agravaron con la muerte de Gustavo Upegui, ocurrida el 2 de julio de 2006, con la cual nunca estuvo de acuerdo, y por el atentado sufrido en su contra en octubre de ese mismo año, al parecer perpetrado por paramilitares molestos por su rechazo a la muerte de Upegui.
¿Qué hay en juego?
Quienes conocen el mundo delincuencial en Medellín y el área metropolitana advierten que la disputa territorial que se libra en la capital antioqueña y en los municipios del sur del Valle de Aburrá tiene como objetivo controlar rutas regionales de narcotráfico y zonas productoras de coca en el departamento.
“El que controla Envigado, controla buena parte de las operaciones del narcotráfico en el departamento. Mire un detalle: todas las cabezas del Bajo Cauca viven en Envigado. Allá está la familia de Cuco Vanoy (ex comandante paramilitar del bloque Mineros de las Auc recluido hoy en la cárcel de máxima seguridad de Itagüí). La gente que le maneja sus laboratorios en La Caucana, corregimiento del municipio de Tarazá, también vive en Envigado, y hacen parte de la “Oficina”. Hasta don Berna tiene cultivos ilícitos en el Bajo Cauca, también bajo el cuidado de gente que, tradicionalmente, ha vivido en Envigado. Si Varela entra allí toda esa gente va a tener que entregar cultivos y laboratorios”, explicó la fuente.
¿Por qué es importante el Bajo Cauca? Son varias las características de esta región antioqueña que atrae a los narcotraficantes: se está cultivando bastante hoja de coca de muy buena calidad, la tierra produce rápido y la mano de obra es barata y muy eficiente. Además, su ubicación estratégica permite trasladar la coca, ya procesada, por vía aérea a la Costa Atlántica, desde donde sale para diferentes destinos en el exterior.
“También es importante controlar Envigado porque desde allí se maneja buena parte del Urabá antioqueño, que junto con el Bajo Cauca, son las dos zonas más productoras de coca y las de más fácil salida de la mercancía y entrada de armas y medios logísticos”, dijo la fuente.
La disputa entre el cartel del Norte del Valle y la “Oficina de Envigado” se ha trasladado a regiones como Urabá, donde, según versiones de ex combatientes de las Auc, estarían enfrentándose facciones de Los Rastrojos, banda criminal al servicio de alias Jabón, y de las Águilas Negras, considerados grupos emergentes afines al paramilitarismo y surgidos en diversas regiones del país luego del proceso de desmovilización.
Lo que heredará Salazar
La prolongación de esta nueva confrontación entre carteles se convertirá en uno de los mayores retos para la próxima administración municipal, que estará en manos de un conocedor de la violencia urbana: Alonso Salazar.
Sus políticas de convivencia, en concordancia con las autoridades policiales y militares, tendrán que aportar herramientas claves para sostener la tendencia a la baja de la criminalidad en la ciudad, que en los últimos tres años ha representado disminuciones significativas, pues la tasa de homicidios de 98,2 por cada cien mil habitantes en 2004 pasó a 29,4 en 2006. Se calcula que para el 2007 será aún menor.
Los resultados logrados hasta ahora están ligados a tres aspectos esencialmente: las estrategias diseñadas por la administración del alcalde Sergio Fajardo, la desmovilización de las Auc que operaban en el Valle del Aburrá y la hegemonía que durante buen tiempo mantuvo el paramilitar Diego Fernando Murillo Bejarano, alias don Berna, ex comandante de los bloques Cacique Nutibara y Héroes de Granada.
“El problema de Salazar es que encontrará una ciudad con diversas organizaciones delincuenciales disputándose el control territorial. Al alcalde Fajardo le tocó negociar con un sólo grupo, el de don Berna, pero ahora son varios los que aparecen en las calles, y controlarlos será muy difícil. El problema en Medellín es que ya no hay una jerarquía ilegal, la ciudad se está llenando de disidencias delincuenciales y así será muy complejo mantener el orden”, expuso un analista que pidió la reserva del nombre.
De avanzar esta guerra, uno de los efectos más lesivos para Medellín recaería sobre el proceso de desmovilización de las Auc, que beneficia a cerca de 4.000 reinsertados. El flujo de grandes sumas de dinero provenientes del narcotráfico pondrían en riesgo la efectividad de este proceso, considerado uno de los más exitosos del país. Incluso, la actividad de los integrantes de la Misión de Apoyo al Proceso de Paz (Mapp) de la OEA correría riesgos, pues ellos constantemente se movilizan en diversos sectores barriales de la ciudad.
De hecho, la Mapp-OEA, en su décimo informe de seguimiento al proceso de reinserción de los paramilitares emitido el 31 de octubre pasado, expresó sus inquietudes con respecto a Medellín: “Preocupa a la Misión la información relacionada con la influencia que tiene el narcotráfico sobre esta red criminal y su intención de tener una mayor presencia en esta urbe, así como el impacto que este fenómeno pueda tener en los espacios de participación comunitaria”.
Fuentes allegadas la Alcaldía de Medellín que insistieron en solicitar la reserva de la identidad, reconocieron la incursión de la gente del cartel del Norte del Valle y admitieron que no ha tenido mayores efectos “porque han encontrado resistencia en los muchachos desmovilizados. Esperamos que la convicción de estos jóvenes en la paz sea mayor a la de la ambición”.
Las autoridades en Medellín ya tienen pruebas sobre hombres del Cartel del Norte del Valle “comprando” a desmovilizados que integraron los bloques Cacique Nutibara y Héroes de Granada de las Autodefensas Unidas de Colombia (Auc). “El problema es que algunos desmovilizados no le están “copiando” a sus jefes de la Corporación Democracia, lo que agrava la situación, pues de alguna manera esta organización mantenía el orden entre ellos. Ahora no es tan clara su autoridad”, indicó un líder barrial de la zona nororiental.
En los barrios hay tensión por la presencia de grandes sumas de dinero, armas y “trabajo”. Entre la delincuencia hay también inquietudes porque ahora no es claro quién es “el patrón”, una figura que históricamente ha cohesionado a las bandas y los combos, y que ha regulado sus acciones ilegales. En el pasado fue el narcotraficante Pablo Escobar; luego se impuso el paramilitar Diego Fernando Murillo Bejarano, alias don Berna, quien perdió el poder con Carlos Mario Aguilar, alias Rogelio, hoy perseguido por el cartel del Norte del Valle, cuyas pretensiones de convertirse en el poder hegemónico en Medellín está reconfigurando el poder delincuencial en las calles de la ciudad.
- Agencia de Prensa IPC, Medellín - Colombia. www.ipc.org.co
Poco se habla de esta confrontación armada en la que se involucró desde hace varios meses Wilber Varela, alias Jabón, el reconocido narcotraficante del Valle del Cauca, hoy prófugo de la justicia, y quien busca hacerse al control de Medellín, desde donde pretende nutrir sus ejércitos privados y controlar buena parte de los negocios ilícitos alrededor de la producción, comercialización y exportación de cocaína.
Fuentes cercanas a esta confrontación armada, que se libra en las calles de diversos sectores de Medellín y algunos municipios del área metropolitana, le manifestaron a la Agencia de Prensa IPC su preocupación, pues consideran que es una nueva guerra urbana cuyas consecuencias son difíciles de predecir.
Este tipo de conflictos entre mafiosos de Antioquia y del Valle ha sido una constante en la historia del narcotráfico colombiano. Sus antecedentes más cruentos se remontan a finales de la década del 80 y comienzos de la del 90, cuando Pablo Escobar y sus aliados se enfrentaron a los hermanos Rodríguez Orejuela, lo que produjo una cadena de atentados dinamiteros que estremeció la ciudad y dejó cientos de víctimas.
Pero hoy, las estrategias son más sofisticadas y ya no se atenta de manera indiscriminada. Las acciones se focalizan en aquellas personas o grupos que se quieren atraer y se esgrime un argumento sencillo: la plata o la muerte.
“Desde hace rato hay una propuesta grande de Jabón (Wilber Varela) porque quieren entrar duro a Medellín. Un contacto que tengo allá me dijo que había mucha plata, muchas armas y mucha gente. Me habló de por lo menos 200 hombres armados que ya están haciendo su trabajo. Muchas bandas no saben qué hacer ni a qué patrón rendirle cuentas”, explicó una fuente curtida en las guerras entre narcotraficantes en Medellín que vive en la clandestinidad.
El aparato militar del Norte del Valle está siendo contratado con diversos combos y bandas sicariales de la ciudad, que se suman a grupos armados ilegales que se están asentando en diversas comunas de la ciudad, entre ellas la comuna 13 y el corregimiento San Cristóbal, y conformados por gente venida de diversas regiones del país.
La oposición armada por parte de la “Oficina de Envigado” la viene dando la banda conocida como La Unión-Calatrava, que hoy ostenta el mayor poderío sicarial del Valle de Aburrá, bajo el mando de Carlos Mario Aguilar, alias Rogelio, quien usurpó el mando de Diego Fernando Murillo Bejarano, alias don Berna, ex comandante de las Autodefensas Unidas de Colombia (Auc) recluido en la cárcel de máxima seguridad de Cómbita, Boyacá, y hoy sin mayor poder en la capital antioqueña.
En esta confrontación armada, alias Rogelio ya perdió a dos de sus hombres claves. Uno de ellos es Aldemar Alexander Noreña López, conocido con el alias de El Cuñado, asesinado en la clínica El Rosario del barrio El Poblado, el sábado 27 de octubre a donde llegó herido tras un atentado en su contra ocurrido en Itagüí el miércoles 24 de octubre. Un menor de 15 años, el mismo que lo atacó la primera vez, fue el encargado de rematarlo en el centro asistencial. Al fugarse, fue abatido por los propios compañeros que lo llevaron hasta el lugar del crimen con el propósito de eliminar testigos y evidencias.
Ambos crímenes tendrían conexión con otro perpetrado al amanecer del sábado 17 de noviembre en el barrio San Pablo, nororiente de la ciudad, en el que perdió la vida Fray Martín Zapata Castaño, un desmovilizado del bloque Héroes de Granada que tenía el papel de coordinador social de la Corporación Democracia en la Comuna N. 1 de Medellín. Al parecer, varios de los hombres que estaban bajo su coordinación ejecutaron a alias El Cuñado, lo que hizo suponer a quienes ordenaron su muerte que Zapata Castaño estaría en la nómina del cartel del Norte del Valle, lo que aún no es claro.
Un investigador judicial explicó que la muerte de alias El Cuñado es una “baja” grave para Rogelio, “pierde a un hombre importante que le manejaba sus negocios en el municipio de Itagüí y el sur del Valle de Aburrá, y además era uno de los enlaces con la banda La Unión-Calatrava”. Agregó que esta lucha territorial no está dejando muchos muertos, “pero sí asesinatos claves, de personas importantes dentro de la “Oficina de Envigado” para debilitarla. Lo que se sabe es que Varela está a la caza de Rogelio, para hacerse al control del Valle de Aburrá”.
El otro hombre de confianza muerto fue Alejandro Ávila Nizo, asesinado por sicarios el 28 de agosto de este año en el Centro Comercial Automotriz. Conocido con los alias de Bolívar o Bananini, este hombre era funcionario de la Fiscalía General de la Nación y estaba desde hacía más de diez años al servicio de Mario Nicolás Cadavid, Fiscal Delegado ante los Tribunales de Medellín y de Antioquia, primero como escolta y al momento de su muerte como notificador.
“De alias Bananini hemos podido establecer que era un hombre de confianza de Rogelio en los entramados judiciales, por ello es una pérdida importante en esta guerra entre mafiosos”, señalaron investigadores judiciales.
En respaldo a las acciones de los hombres de Varela estaría Hugo Albeiro Quintero Restrepo, gerente de Bellanita de Transportes y hoy fuera del país por razones de seguridad, quien se habría asociado al cartel del Norte del Valle en represalia por viejas rencillas entre facciones paramilitares que datan de comienzos del año 2000, cuando el bloque Cacique Nutibara inició el exterminio del bloque Metro, grupo apoyado por el empresario transportador. Rencillas que se agravaron con la muerte de Gustavo Upegui, ocurrida el 2 de julio de 2006, con la cual nunca estuvo de acuerdo, y por el atentado sufrido en su contra en octubre de ese mismo año, al parecer perpetrado por paramilitares molestos por su rechazo a la muerte de Upegui.
¿Qué hay en juego?
Quienes conocen el mundo delincuencial en Medellín y el área metropolitana advierten que la disputa territorial que se libra en la capital antioqueña y en los municipios del sur del Valle de Aburrá tiene como objetivo controlar rutas regionales de narcotráfico y zonas productoras de coca en el departamento.
“El que controla Envigado, controla buena parte de las operaciones del narcotráfico en el departamento. Mire un detalle: todas las cabezas del Bajo Cauca viven en Envigado. Allá está la familia de Cuco Vanoy (ex comandante paramilitar del bloque Mineros de las Auc recluido hoy en la cárcel de máxima seguridad de Itagüí). La gente que le maneja sus laboratorios en La Caucana, corregimiento del municipio de Tarazá, también vive en Envigado, y hacen parte de la “Oficina”. Hasta don Berna tiene cultivos ilícitos en el Bajo Cauca, también bajo el cuidado de gente que, tradicionalmente, ha vivido en Envigado. Si Varela entra allí toda esa gente va a tener que entregar cultivos y laboratorios”, explicó la fuente.
¿Por qué es importante el Bajo Cauca? Son varias las características de esta región antioqueña que atrae a los narcotraficantes: se está cultivando bastante hoja de coca de muy buena calidad, la tierra produce rápido y la mano de obra es barata y muy eficiente. Además, su ubicación estratégica permite trasladar la coca, ya procesada, por vía aérea a la Costa Atlántica, desde donde sale para diferentes destinos en el exterior.
“También es importante controlar Envigado porque desde allí se maneja buena parte del Urabá antioqueño, que junto con el Bajo Cauca, son las dos zonas más productoras de coca y las de más fácil salida de la mercancía y entrada de armas y medios logísticos”, dijo la fuente.
La disputa entre el cartel del Norte del Valle y la “Oficina de Envigado” se ha trasladado a regiones como Urabá, donde, según versiones de ex combatientes de las Auc, estarían enfrentándose facciones de Los Rastrojos, banda criminal al servicio de alias Jabón, y de las Águilas Negras, considerados grupos emergentes afines al paramilitarismo y surgidos en diversas regiones del país luego del proceso de desmovilización.
Lo que heredará Salazar
La prolongación de esta nueva confrontación entre carteles se convertirá en uno de los mayores retos para la próxima administración municipal, que estará en manos de un conocedor de la violencia urbana: Alonso Salazar.
Sus políticas de convivencia, en concordancia con las autoridades policiales y militares, tendrán que aportar herramientas claves para sostener la tendencia a la baja de la criminalidad en la ciudad, que en los últimos tres años ha representado disminuciones significativas, pues la tasa de homicidios de 98,2 por cada cien mil habitantes en 2004 pasó a 29,4 en 2006. Se calcula que para el 2007 será aún menor.
Los resultados logrados hasta ahora están ligados a tres aspectos esencialmente: las estrategias diseñadas por la administración del alcalde Sergio Fajardo, la desmovilización de las Auc que operaban en el Valle del Aburrá y la hegemonía que durante buen tiempo mantuvo el paramilitar Diego Fernando Murillo Bejarano, alias don Berna, ex comandante de los bloques Cacique Nutibara y Héroes de Granada.
“El problema de Salazar es que encontrará una ciudad con diversas organizaciones delincuenciales disputándose el control territorial. Al alcalde Fajardo le tocó negociar con un sólo grupo, el de don Berna, pero ahora son varios los que aparecen en las calles, y controlarlos será muy difícil. El problema en Medellín es que ya no hay una jerarquía ilegal, la ciudad se está llenando de disidencias delincuenciales y así será muy complejo mantener el orden”, expuso un analista que pidió la reserva del nombre.
De avanzar esta guerra, uno de los efectos más lesivos para Medellín recaería sobre el proceso de desmovilización de las Auc, que beneficia a cerca de 4.000 reinsertados. El flujo de grandes sumas de dinero provenientes del narcotráfico pondrían en riesgo la efectividad de este proceso, considerado uno de los más exitosos del país. Incluso, la actividad de los integrantes de la Misión de Apoyo al Proceso de Paz (Mapp) de la OEA correría riesgos, pues ellos constantemente se movilizan en diversos sectores barriales de la ciudad.
De hecho, la Mapp-OEA, en su décimo informe de seguimiento al proceso de reinserción de los paramilitares emitido el 31 de octubre pasado, expresó sus inquietudes con respecto a Medellín: “Preocupa a la Misión la información relacionada con la influencia que tiene el narcotráfico sobre esta red criminal y su intención de tener una mayor presencia en esta urbe, así como el impacto que este fenómeno pueda tener en los espacios de participación comunitaria”.
Fuentes allegadas la Alcaldía de Medellín que insistieron en solicitar la reserva de la identidad, reconocieron la incursión de la gente del cartel del Norte del Valle y admitieron que no ha tenido mayores efectos “porque han encontrado resistencia en los muchachos desmovilizados. Esperamos que la convicción de estos jóvenes en la paz sea mayor a la de la ambición”.
Las autoridades en Medellín ya tienen pruebas sobre hombres del Cartel del Norte del Valle “comprando” a desmovilizados que integraron los bloques Cacique Nutibara y Héroes de Granada de las Autodefensas Unidas de Colombia (Auc). “El problema es que algunos desmovilizados no le están “copiando” a sus jefes de la Corporación Democracia, lo que agrava la situación, pues de alguna manera esta organización mantenía el orden entre ellos. Ahora no es tan clara su autoridad”, indicó un líder barrial de la zona nororiental.
En los barrios hay tensión por la presencia de grandes sumas de dinero, armas y “trabajo”. Entre la delincuencia hay también inquietudes porque ahora no es claro quién es “el patrón”, una figura que históricamente ha cohesionado a las bandas y los combos, y que ha regulado sus acciones ilegales. En el pasado fue el narcotraficante Pablo Escobar; luego se impuso el paramilitar Diego Fernando Murillo Bejarano, alias don Berna, quien perdió el poder con Carlos Mario Aguilar, alias Rogelio, hoy perseguido por el cartel del Norte del Valle, cuyas pretensiones de convertirse en el poder hegemónico en Medellín está reconfigurando el poder delincuencial en las calles de la ciudad.
- Agencia de Prensa IPC, Medellín - Colombia. www.ipc.org.co
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