Foro de Malí
Construyendo consensos
09/04/2007
- Opinión
La realización del Foro Mundial por la Soberanía Alimentaria, que tuvo lugar en Malí, África, constituyó un hito importante tanto para la articulación entre redes internacionales y movimientos sociales que comparten el objetivo común de esa reivindicación, como para establecer un concepto colectivo mucho más amplio que el que teníamos hasta ahora.
Los problemas del hambre y de la pobreza en el campo, la falta de mercados para productos agrícolas de los campesinos, han quedado más en evidencia y se han multiplicado en los últimos 30 años, como consecuencia de la revolución verde y del capitalismo en su fase neoliberal. En el Foro dimos un gran paso adelante, bajo el punto de vista teórico y político.
En efecto, este proceso de unidad contribuyó para construir un concepto más amplio sobre este tema. Antes existía una concepción genérica de la soberanía alimentaria como derecho de los pueblos a producir sus propios alimentos. Ahora añadimos que es también un deber, porque toda población que desea ser libre y autónoma tiene la obligación de producir sus propios alimentos. Por lo tanto, es más que un derecho, es una determinación, una condición política. Por ello, nosotros pasamos a aplicar este concepto a todos los espacios territoriales: países, regiones, ciudades y comunidades rurales.
Otro avance fue el entendimiento de que la soberanía alimentaria solamente será posible si se produce en paralelo con la soberanía política de los pueblos. Éstos necesitan tener condiciones políticas para ejercer la autonomía en sus territorios y frente al Estado, para que éste pueda aplicar políticas que permitan la autonomía en la producción de alimentos.
Por último, avanzamos en el concepto de la necesidad de utilizar técnicas agrícolas que respeten el medioambiente, que sean agro-ecológicas; es decir, que aumenten la productividad y autonomía de la agricultura alimentaria pero de una forma sostenible, preservando la naturaleza para las futuras generaciones y produciendo alimentos saludables.
Nuestros adversarios
En el plano político, aún cuando no hubo consensos en ciertos temas, avanzamos en el debate para caracterizar a los enemigos que impiden la soberanía alimentaria. Identificamos que, dentro del neoliberalismo, unas 20 empresas transnacionales son las que controlan toda la cadena de producción alimenticia: semillas, herbicidas, comercio agrícola, agroindustrias y comercio internacional. En Malí hubo acuerdo de que estas empresas son nuestras principales adversarias. Eso no estaba presente en los debates de nuestras reuniones anteriores.
Asimismo, se estableció que también los gobiernos neoliberales son un obstáculo, porque buscan promover y aplicar políticas que interesan sólo al capital internacional, con el consiguiente abandono de las políticas públicas de protección a la agricultura, dejando todo para el mercado, o sea, bajo control de las empresas transnacionales.
Pero si bien llegamos a un consenso y avanzamos mucho en esta caracterización, no sucedió lo mismo respecto a las tácticas políticas. Entre los movimientos campesinos, de pastores, de pescadores hay una opinión mayoritaria de que tenemos que combatir este sistema; pero algunas redes ambientalistas y ONGs identifican como solución al problema de la soberanía alimentaria, sólo las pequeñas iniciativas localizadas, asistencialistas, o un tal comercio justo. Eso puede resolver el problema de comunidades o de pequeños productores, pero no permite combatir el sistema en sí, que genera tanta injusticia y desigualdad. Felizmente la amplia mayoría de las redes de ambientalistas y científicos que estuvieron en Malí, también piensa como los movimientos campesinos.
Por otra parte, vimos que es necesario incorporar como un principio de nuestra lucha la definición de que los alimentos no pueden ser una mercancía; los alimentos deben ser un derecho de todas las personas. Un segundo principio es la lucha contra la privatización del agua en tanto un bien de la naturaleza que no puede ser propiedad privada de nadie. En este sentido, alentamos a que los movimientos campesinos y los movimientos que resisten a la privatización del agua en diversos lugares del mundo comiencen a coordinar sus respectivas luchas con una definición común: el cuestionamiento a que todo sea mercancía u objeto de lucro en el sistema capitalista.
Esto no quiere decir que nos oponemos al comercio de productos agrícolas, sino que éste no puede basarse en la ganancia sino en la necesidad de los pueblos. En ese sentido, por ejemplo, se enmarca la lucha campesina contra las negociaciones de la Organización Mundial del Comercio (OMC) y, en general contra el Fondo Monetario Internacional, Banco Mundial y organismos afines, porque no representan los intereses de los pueblos. Nosotros tenemos que luchar por un nuevo orden internacional.
Nuevos temas
Durante el Foro también estuvieron presentes, aunque no se les trató en profundidad, temas nuevos que van a marcar la agenda de los próximos años, tal el caso de los desastres ambientales que se están produciendo cada vez con mayor frecuencia, como consecuencia del calentamiento global y el cambio climático.
Otro tema considerado fue el de los biocombustibles y el impacto sobre nuestros países, particularmente de aquellos que estarán a merced de las acciones de las transnacionales, como es el caso de México, Argentina y Brasil; en estos países, las transnacionales tienen la capacidad operativa de transformar grandes áreas productivas para la producción de biocombustibles. De hecho consideramos que es más apropiado hablar de “agrocombustibles” o agroenergía para referirnos a los combustibles energéticos hechos a partir de vegetales y de productos agrícolas.
En esta materia, se reconoció además la necesidad de promover el debate sobre una nueva matriz energética para los transportes, que son los mayores consumidores de petróleo y, consecuentemente, los mayores causantes de la contaminación. Esta discusión es fundamental, pues de nada sirve discutir cómo producir alcohol más barato, si la industria automovilística continúa fabricando esa gran cantidad de coches, aunque sean movidos por alcohol: en el fondo, la cuestión pasa por encarar ese sistema de transporte individual actualmente prevaleciente. Entonces, acogemos favorablemente la producción de energía a partir de productos agrícolas, pero con la condición de que eso no sustituya la producción de alimentos y que no utilice productos alimentarios como, por ejemplo, la soya o el maíz.
Si bien es importante tener energía renovable, como el agrocombustible, que puede ser cultivada todos los años, es igualmente fundamental que esta producción sea sostenible. El agronegocio puede producir soya, caña, maní, algodón para energía, pero lo hará de forma insostenible, basada en el herbicida y en el monocultivo. Aspectos que traen consecuencias perversas para el medio ambiente, para la migración, para el mundo campesino e incluso para el calentamiento global.
Participación latinoamericana
Las organizaciones de América Latina tuvieron una presencia importante en el Foro. A ello contribuyó el hecho de que tenemos una unidad muy importante entre movimientos sociales, y entre estos y otros sectores y redes; por ejemplo, existe una buena articulación entre los movimientos que integran la Vía Campesina y los de la Marcha Mundial de Mujeres y otros sectores. En Asia también se registra un nivel de unidad muy bueno.
El gran reto que tenemos es África, porque es un continente que ha sido tan despojado, robado, criminalizado y explotado, que sufre todas las maldiciones del capitalismo y del imperialismo. En ese continente, casi no existe organización popular y las que existen son de carácter localizado, en parte por la tradición tribal y también por la influencia de ciertas ONGs europeas que surgen con ideas colonizadoras, que poco contribuyen a la auto-organización de los movimientos africanos.
Esa gran presencia latinoamericana en Malí repercutió en los debates y reflexiones, y de manera general, todos aprendimos con el intercambio, ya que salimos con conocimientos que no teníamos, y con compromisos para impulsar acciones comunes.
Proyecto político común
El tema de la soberanía alimentaria, a pesar de estar presente en el pensamiento filosófico de casi todas las corrientes políticas e ideológicas (por ejemplo en la obra de José Martí y de Mariátegui), por lo general no ha logrado encontrar piso en la izquierda; que sigue sin asumirla como una bandera política importante. Es una tarea pendiente.
Cabe acotar que en nuestro continente estamos viviendo un nuevo período cuya caracterización todavía resulta muy compleja, pero se ve la necesidad de la unión de todas las fuerzas populares y los sectores representados en los gobiernos progresistas y de izquierda para construir un proyecto político común, de liberación del pueblo. La izquierda social contemporánea desarrolló la idea de que los movimientos sociales deben mantenerse autónomos de los partidos y de los gobiernos. Creo que esa autonomía debe ser preservada y que es una condición de supervivencia de las organizaciones sociales. La autonomía permite que los movimientos tengan una relación independiente con gobiernos, sea de presión o de diálogo, dependiendo de la situación de cada país; pero esto no niega la necesidad de impulsar la unidad.
- João Pedro Stedile es dirigente del Movimientos de los Trabajadores sin Tierra de Brasil -MST- y de la Vía Campesina.
Los problemas del hambre y de la pobreza en el campo, la falta de mercados para productos agrícolas de los campesinos, han quedado más en evidencia y se han multiplicado en los últimos 30 años, como consecuencia de la revolución verde y del capitalismo en su fase neoliberal. En el Foro dimos un gran paso adelante, bajo el punto de vista teórico y político.
En efecto, este proceso de unidad contribuyó para construir un concepto más amplio sobre este tema. Antes existía una concepción genérica de la soberanía alimentaria como derecho de los pueblos a producir sus propios alimentos. Ahora añadimos que es también un deber, porque toda población que desea ser libre y autónoma tiene la obligación de producir sus propios alimentos. Por lo tanto, es más que un derecho, es una determinación, una condición política. Por ello, nosotros pasamos a aplicar este concepto a todos los espacios territoriales: países, regiones, ciudades y comunidades rurales.
Otro avance fue el entendimiento de que la soberanía alimentaria solamente será posible si se produce en paralelo con la soberanía política de los pueblos. Éstos necesitan tener condiciones políticas para ejercer la autonomía en sus territorios y frente al Estado, para que éste pueda aplicar políticas que permitan la autonomía en la producción de alimentos.
Por último, avanzamos en el concepto de la necesidad de utilizar técnicas agrícolas que respeten el medioambiente, que sean agro-ecológicas; es decir, que aumenten la productividad y autonomía de la agricultura alimentaria pero de una forma sostenible, preservando la naturaleza para las futuras generaciones y produciendo alimentos saludables.
Nuestros adversarios
En el plano político, aún cuando no hubo consensos en ciertos temas, avanzamos en el debate para caracterizar a los enemigos que impiden la soberanía alimentaria. Identificamos que, dentro del neoliberalismo, unas 20 empresas transnacionales son las que controlan toda la cadena de producción alimenticia: semillas, herbicidas, comercio agrícola, agroindustrias y comercio internacional. En Malí hubo acuerdo de que estas empresas son nuestras principales adversarias. Eso no estaba presente en los debates de nuestras reuniones anteriores.
Asimismo, se estableció que también los gobiernos neoliberales son un obstáculo, porque buscan promover y aplicar políticas que interesan sólo al capital internacional, con el consiguiente abandono de las políticas públicas de protección a la agricultura, dejando todo para el mercado, o sea, bajo control de las empresas transnacionales.
Pero si bien llegamos a un consenso y avanzamos mucho en esta caracterización, no sucedió lo mismo respecto a las tácticas políticas. Entre los movimientos campesinos, de pastores, de pescadores hay una opinión mayoritaria de que tenemos que combatir este sistema; pero algunas redes ambientalistas y ONGs identifican como solución al problema de la soberanía alimentaria, sólo las pequeñas iniciativas localizadas, asistencialistas, o un tal comercio justo. Eso puede resolver el problema de comunidades o de pequeños productores, pero no permite combatir el sistema en sí, que genera tanta injusticia y desigualdad. Felizmente la amplia mayoría de las redes de ambientalistas y científicos que estuvieron en Malí, también piensa como los movimientos campesinos.
Por otra parte, vimos que es necesario incorporar como un principio de nuestra lucha la definición de que los alimentos no pueden ser una mercancía; los alimentos deben ser un derecho de todas las personas. Un segundo principio es la lucha contra la privatización del agua en tanto un bien de la naturaleza que no puede ser propiedad privada de nadie. En este sentido, alentamos a que los movimientos campesinos y los movimientos que resisten a la privatización del agua en diversos lugares del mundo comiencen a coordinar sus respectivas luchas con una definición común: el cuestionamiento a que todo sea mercancía u objeto de lucro en el sistema capitalista.
Esto no quiere decir que nos oponemos al comercio de productos agrícolas, sino que éste no puede basarse en la ganancia sino en la necesidad de los pueblos. En ese sentido, por ejemplo, se enmarca la lucha campesina contra las negociaciones de la Organización Mundial del Comercio (OMC) y, en general contra el Fondo Monetario Internacional, Banco Mundial y organismos afines, porque no representan los intereses de los pueblos. Nosotros tenemos que luchar por un nuevo orden internacional.
Nuevos temas
Durante el Foro también estuvieron presentes, aunque no se les trató en profundidad, temas nuevos que van a marcar la agenda de los próximos años, tal el caso de los desastres ambientales que se están produciendo cada vez con mayor frecuencia, como consecuencia del calentamiento global y el cambio climático.
Otro tema considerado fue el de los biocombustibles y el impacto sobre nuestros países, particularmente de aquellos que estarán a merced de las acciones de las transnacionales, como es el caso de México, Argentina y Brasil; en estos países, las transnacionales tienen la capacidad operativa de transformar grandes áreas productivas para la producción de biocombustibles. De hecho consideramos que es más apropiado hablar de “agrocombustibles” o agroenergía para referirnos a los combustibles energéticos hechos a partir de vegetales y de productos agrícolas.
En esta materia, se reconoció además la necesidad de promover el debate sobre una nueva matriz energética para los transportes, que son los mayores consumidores de petróleo y, consecuentemente, los mayores causantes de la contaminación. Esta discusión es fundamental, pues de nada sirve discutir cómo producir alcohol más barato, si la industria automovilística continúa fabricando esa gran cantidad de coches, aunque sean movidos por alcohol: en el fondo, la cuestión pasa por encarar ese sistema de transporte individual actualmente prevaleciente. Entonces, acogemos favorablemente la producción de energía a partir de productos agrícolas, pero con la condición de que eso no sustituya la producción de alimentos y que no utilice productos alimentarios como, por ejemplo, la soya o el maíz.
Si bien es importante tener energía renovable, como el agrocombustible, que puede ser cultivada todos los años, es igualmente fundamental que esta producción sea sostenible. El agronegocio puede producir soya, caña, maní, algodón para energía, pero lo hará de forma insostenible, basada en el herbicida y en el monocultivo. Aspectos que traen consecuencias perversas para el medio ambiente, para la migración, para el mundo campesino e incluso para el calentamiento global.
Participación latinoamericana
Las organizaciones de América Latina tuvieron una presencia importante en el Foro. A ello contribuyó el hecho de que tenemos una unidad muy importante entre movimientos sociales, y entre estos y otros sectores y redes; por ejemplo, existe una buena articulación entre los movimientos que integran la Vía Campesina y los de la Marcha Mundial de Mujeres y otros sectores. En Asia también se registra un nivel de unidad muy bueno.
El gran reto que tenemos es África, porque es un continente que ha sido tan despojado, robado, criminalizado y explotado, que sufre todas las maldiciones del capitalismo y del imperialismo. En ese continente, casi no existe organización popular y las que existen son de carácter localizado, en parte por la tradición tribal y también por la influencia de ciertas ONGs europeas que surgen con ideas colonizadoras, que poco contribuyen a la auto-organización de los movimientos africanos.
Esa gran presencia latinoamericana en Malí repercutió en los debates y reflexiones, y de manera general, todos aprendimos con el intercambio, ya que salimos con conocimientos que no teníamos, y con compromisos para impulsar acciones comunes.
Proyecto político común
El tema de la soberanía alimentaria, a pesar de estar presente en el pensamiento filosófico de casi todas las corrientes políticas e ideológicas (por ejemplo en la obra de José Martí y de Mariátegui), por lo general no ha logrado encontrar piso en la izquierda; que sigue sin asumirla como una bandera política importante. Es una tarea pendiente.
Cabe acotar que en nuestro continente estamos viviendo un nuevo período cuya caracterización todavía resulta muy compleja, pero se ve la necesidad de la unión de todas las fuerzas populares y los sectores representados en los gobiernos progresistas y de izquierda para construir un proyecto político común, de liberación del pueblo. La izquierda social contemporánea desarrolló la idea de que los movimientos sociales deben mantenerse autónomos de los partidos y de los gobiernos. Creo que esa autonomía debe ser preservada y que es una condición de supervivencia de las organizaciones sociales. La autonomía permite que los movimientos tengan una relación independiente con gobiernos, sea de presión o de diálogo, dependiendo de la situación de cada país; pero esto no niega la necesidad de impulsar la unidad.
- João Pedro Stedile es dirigente del Movimientos de los Trabajadores sin Tierra de Brasil -MST- y de la Vía Campesina.
https://www.alainet.org/fr/node/126240?language=en
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