Los impactos del precio del petróleo en la agricultura y en los alimentos
11/03/2008
- Opinión
Desde mayo de 2004, cuando la cotización por barril superó 40 dólares, el mercado mundial del petróleo viene registrando una curva ascendente en los precios. Son diversos los factores que han incidido en esa cabalgata que el 19 de febrero pasado sobrepasó los 100 dólares. En la década de los setenta del siglo pasado la tasa de crecimiento de la demanda empezó a ser mayor que la del incremento de las reservas probadas y, a partir de allí, los países miembros de la OPEP han ejercido un control de la oferta mundial. En la actualidad el consumo sigue recibiendo las presiones de Estados Unidos y China los cuales para 2020 responderán por más de la mitad del incremento de las necesidades de crudo.
Las reservas mundiales se estiman en 1,04 billones de barriles y el gasto diario en 85 millones. En 1975, la relación entre las existencias totales y la producción global anual era de cerca de 35 años de petróleo disponible mientras para el primer quinquenio del siglo XXI apenas ha subido a 40. La explotación principal se hace ahora sobre yacimientos de mayor costo para la extracción de crudo y eso hace inducir que precios inferiores a 50 dólares por barril no se verán con facilidad. El crecimiento económico de los últimos años que impulsó el consumo, agregado a que los contratos a futuros se tornan apetitosos en los mercados financieros y a que en la oferta hay un oligopolio en casi todas las operaciones petrolíferas, formó un mercado donde toda alza en la demanda se traduce en mayores precios. Hay que notar que este y otros bienes básicos han ajustado su valor frente al dólar, el que tan sólo entre enero y septiembre de 2007 se devaluó un 9,5% frente a las principales monedas.
¿Cómo influye esto en la agricultura y en el precio de los alimentos? En primer lugar, la incidencia sobre los costos de producción, especialmente en los insumos agroquímicos basados en petróleo, ha sido calamitosa. La urea vio subir el valor internacional de una tonelada entre enero de 2002 a enero de 2007 de cerca de 100 dólares a 250. En el “cinturón del maíz” en Estados Unidos, entre abril de 2003 y abril de 2007, el precio pagado por los productores por una tonelada de anhídrido de amonio alzó de 368 dólares a 536 y por una de sulfato de amonio de 194 a 269, la urea casi duplicó su importe desde 255 dólares a más de 450.
En Colombia, en productos como la papa, donde estos compuestos constituyen proporción importante del costo total, la influencia es inmensa y en parte por ello los tubérculos son los alimentos que más están pesando en la inflación. En el café, pese a los altos precios internacionales, lo percibido por una carga ($520.000 en promedio) no alcanza a comprar ni 350 kilogramos de fertilizante (triple 15) cuando en 2001 se adquirían más de 500. Una paradoja, que devela la falaz “bonanza cafetera” publicitada por algunos. Si se suma que en la distribución y venta de agroquímicos también manda un cartel, la catástrofe agropecuaria se ve inevitable.
También los precios de otros insumos fundados en Nitrógeno, Fósforo y Potasio andan por las nubes. Un panorama de la FAO hacia 2011/12 deja ver que el balance entre la oferta y la demanda, debido a la ampliación de la segunda, no será muy positivo y con déficit para algunos compuestos en ciertas zonas del mundo. La suba en los fletes debido al combustible, a la capacidad limitada del transporte y a la congestión portuaria fue entre noviembre de 2006 y noviembre de 2007 para cereales y oleaginosas, de un 154%. ¿Compensan las alzas en los productos el aumento de todos estos costos? Si bien el bushel (igual a 25,4 kilos) de maíz, entre 2005 y 2007, incrementó de 2 a 4 dólares, el de trigo de 3 a 9 y el de soya de 6 a 10, la ecuación al final es negativa para los productores y dado que el nuevo destino de un mayor porcentaje de los géneros mencionados y de otros más, se ha volcado, merced a los mismos altos precios del petróleo, a la elaboración de agrocombustibles, la situación del consumidor final se agravará. Hacia allí se volcará la inflación que está despuntando con la crisis económica actual, una buena forma para imponerle su pago a los más débiles.
En Malawi, en África, las autoridades emitieron cupones de subsidio para los insumos a fin de favorecer a campesinos, agricultores y a los hogares. En Colombia, que ve crecer su dependencia alimenticia hasta importar 8 millones de toneladas agrícolas y agroindustriales, un récord batido en 2007, el ministro de Agricultura, Andrés F. Arias, se dedica a hacer licitaciones para entregar más tierra barata a unos pocos. Como Nerón mientras Roma se incendiaba.
Fuente: La Tarde, Pereira, marzo 11 de 2008
Las reservas mundiales se estiman en 1,04 billones de barriles y el gasto diario en 85 millones. En 1975, la relación entre las existencias totales y la producción global anual era de cerca de 35 años de petróleo disponible mientras para el primer quinquenio del siglo XXI apenas ha subido a 40. La explotación principal se hace ahora sobre yacimientos de mayor costo para la extracción de crudo y eso hace inducir que precios inferiores a 50 dólares por barril no se verán con facilidad. El crecimiento económico de los últimos años que impulsó el consumo, agregado a que los contratos a futuros se tornan apetitosos en los mercados financieros y a que en la oferta hay un oligopolio en casi todas las operaciones petrolíferas, formó un mercado donde toda alza en la demanda se traduce en mayores precios. Hay que notar que este y otros bienes básicos han ajustado su valor frente al dólar, el que tan sólo entre enero y septiembre de 2007 se devaluó un 9,5% frente a las principales monedas.
¿Cómo influye esto en la agricultura y en el precio de los alimentos? En primer lugar, la incidencia sobre los costos de producción, especialmente en los insumos agroquímicos basados en petróleo, ha sido calamitosa. La urea vio subir el valor internacional de una tonelada entre enero de 2002 a enero de 2007 de cerca de 100 dólares a 250. En el “cinturón del maíz” en Estados Unidos, entre abril de 2003 y abril de 2007, el precio pagado por los productores por una tonelada de anhídrido de amonio alzó de 368 dólares a 536 y por una de sulfato de amonio de 194 a 269, la urea casi duplicó su importe desde 255 dólares a más de 450.
En Colombia, en productos como la papa, donde estos compuestos constituyen proporción importante del costo total, la influencia es inmensa y en parte por ello los tubérculos son los alimentos que más están pesando en la inflación. En el café, pese a los altos precios internacionales, lo percibido por una carga ($520.000 en promedio) no alcanza a comprar ni 350 kilogramos de fertilizante (triple 15) cuando en 2001 se adquirían más de 500. Una paradoja, que devela la falaz “bonanza cafetera” publicitada por algunos. Si se suma que en la distribución y venta de agroquímicos también manda un cartel, la catástrofe agropecuaria se ve inevitable.
También los precios de otros insumos fundados en Nitrógeno, Fósforo y Potasio andan por las nubes. Un panorama de la FAO hacia 2011/12 deja ver que el balance entre la oferta y la demanda, debido a la ampliación de la segunda, no será muy positivo y con déficit para algunos compuestos en ciertas zonas del mundo. La suba en los fletes debido al combustible, a la capacidad limitada del transporte y a la congestión portuaria fue entre noviembre de 2006 y noviembre de 2007 para cereales y oleaginosas, de un 154%. ¿Compensan las alzas en los productos el aumento de todos estos costos? Si bien el bushel (igual a 25,4 kilos) de maíz, entre 2005 y 2007, incrementó de 2 a 4 dólares, el de trigo de 3 a 9 y el de soya de 6 a 10, la ecuación al final es negativa para los productores y dado que el nuevo destino de un mayor porcentaje de los géneros mencionados y de otros más, se ha volcado, merced a los mismos altos precios del petróleo, a la elaboración de agrocombustibles, la situación del consumidor final se agravará. Hacia allí se volcará la inflación que está despuntando con la crisis económica actual, una buena forma para imponerle su pago a los más débiles.
En Malawi, en África, las autoridades emitieron cupones de subsidio para los insumos a fin de favorecer a campesinos, agricultores y a los hogares. En Colombia, que ve crecer su dependencia alimenticia hasta importar 8 millones de toneladas agrícolas y agroindustriales, un récord batido en 2007, el ministro de Agricultura, Andrés F. Arias, se dedica a hacer licitaciones para entregar más tierra barata a unos pocos. Como Nerón mientras Roma se incendiaba.
Fuente: La Tarde, Pereira, marzo 11 de 2008
https://www.alainet.org/fr/node/126247
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