Escoge la escuela

25/04/2008
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No dejes que tu cocinera, señora del sabor y del arte del saber -lo que tiene que ver con la mesa-, se mantenga como perenne analfabeta. Escoge la escuela.

¿Te acuerdas de ese joven que se aposta junto a la señal roja que te corta el tránsito de la vida? ¿Y de aquel acróbata simpático que hace bailar sobre su cabeza media docena de bolas o de jarras? No les des limosna, ábreles los horizontes, aplácales su hambre de humanidad. Escoge la escuela.

Si empleas a un joven por cuyo trabajo tú obtienes bienestar, no dejes que esté tan ocupado hasta el punto de impedirle leer, mejorar su cultura y su preparación intelectual. Escoge la escuela.

No te entregues a la ociosidad inútil de tu jubilación, con tu tiempo absorto por programas televisivos de mero esparcimiento, dejando que transcurran los días para apresarte en la vejez, como si las hojas caídas en el otoño ya no retornaran con el vigor de la primavera. Escoge la escuela.

Si enfrentas la tremenda duda de cómo vas a presentarte ante los más jóvenes, sin la certeza de que los vas a agradar, invierte en su futuro, no les des cosas materiales sino matrículas. Escoge la escuela.

Evita que tu mente se entorpezca por falta de uso o por el uso rutinario de tus ocupaciones habituales. Amplía tu visión, aprende un idioma o a tocar un instrumento musical, matricúlate en un curso de trabajos manuales o de cerámica. Escoge la escuela.

Por todos lados hay cursos que van más allá de los currículos convencionales, desde la culinaria al bordado, ikebana y yoga, natación y tai-chi; cursos por Internet y por televisión, por correspondencia o con manuales de autotidactismo. Escoge la escuela.
Si encuentras un adolescente en el medio rural, precozmente dedicado a un trabajo diario, sin otra cultura que la derivada de sus quehaceres y de la convivencia con los guardianes de la memoria local, ayúdalo a aprender que el mundo es más ancho que su aldea. Escoge la escuela.

Todos tenemos algo que aprender y que enseñar. No guardes para ti tus conocimientos, tus habilidades, tantas informaciones que fomentan tu autoestima. Socialízalos, divúlgalos, comparte tu saber con el prójimo. Escoge la escuela.

Si tienes tiempo libre y puedes trabajar como voluntario, ayudando a niños en sus tareas escolares, entrenando a jóvenes en sus habilidades profesionales, entreteniendo a enfermos con tus historias y lecturas; no dejes enterrados tus talentos. Escoge la escuela.

Si frecuentas o tienes contacto con una escuela, trata de lograr que dialogue con otra escuela, que intercambien conocimientos y experiencias, alumnos y profesores, volviéndose escuelas hermanas. Teje entre ellas una red solidaria. Escoge la escuela.

Tienes que saber que todos los niños y jóvenes envueltos en el mundo de la criminalidad están fuera de la escuela; y que muchos de ellos son trabajadores precoces, desprovistos de infancia y de juventud, de derechos laborales y de un salario justo. Por el bien de una nación saludable, de la ciudadanía plena, escoge la escuela.

Al escoger la escuela lucha para que todos tengan acceso a ella, y que la enseñanza sea repartida gratuitamente, como los rayos del sol. Empéñate para que la escuela sea de calidad, los profesores bien preparados y remunerados, las instalaciones limpias y adecuadas, los recursos suficientes, los equipos actualizados. Pero escoge la escuela.

No se hace ciudadanía sin escolaridad, ni democracia sin cultura centrada en los derechos humanos y en la práctica intransigente de la justicia. No se perfecciona lo humano sin ética y valores infinitos enraizados en la subjetividad. Escoge la escuela.

La escuela no siempre consiste en una construcción repartida en salas de clases, repletas de alumnos debidamente matriculados. También se monta una escuela en la tienda indígena o en la lona de un asentamiento, en el patio de una casa o en un salón de la iglesia, en el garaje de al lado o en un cine prestado para dar clases por las mañanas. Escoge la escuela.

Enfermedades endémicas, como el dengue, la fiebre amarilla o la leismaniasis, serían fácilmente evitadas si las personas tuvieran suficiente educación para cuidar de la higiene propia y del ambiente en que viven, de los trastes que manejan y de los alimentos que consumen. Escoge la escuela.

Y al escoger la escuela no permitas que en torno a ella los políticos inflen sus discursos demagógicos. Exígeles -son nuestros servidores públicos- compromisos efectivos y firmados, de modo que la educación, de calidad y para todos, sea considerada prioridad en este país. Al votar escoge candidatos comprobadamente empeñados en transformar al Brasil en una inmensa escuela volcada hacia el fortalecimiento de la ciudadanía y al mejoramiento de la democracia.

- Frei Betto es escritor, autor de “Esa escuela llamada vida”, junto con Paulo Freire y Ricardo Kotscho, entre otros libros.

Traducción de J.L.Burguet
https://www.alainet.org/fr/node/127204
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