No pasa nada!
28/09/2008
- Opinión
¡No pasa nada y tampoco hacen nada! -podría ser el complemento de la frase tan trillada- que una y otra vez que vivimos en México crisis económica se nos manda decir por todo tipo de medios de comunicación. Esa es la clásica respuesta del gobierno en turno cuando por todos lados se avizoran señales de descomposición económica -crisis- para nuestro país y en el mundo. Así pasó después de veintidós años de estabilidad monetaria y crecimiento sostenido -al final del periodo de Luis Echeverría (1970-1976)- cuando el pesó fue devaluado; además, se inició una de las más largas y profundas crisis económicas que hasta la fecha le ha tocado vivir a las generaciones de ciudadanos contemporáneos. Junto a ello vivimos las constantes tensiones entre los grupos empresariales y el gobierno. La actitud de los empresarios se orientó a la formación de Consejo Coordinador Empresarial para la defensa de sus intereses frente al Estado.
¡No pasa nada! nos siguió diciendo el gobierno, pero poco después, en 1982, el Presidente López Portillo nacionalizó la Banca , en medio del “resurgimiento” de una crisis económica generalizada, provocada por la caída de los precios internacionales del petróleo, la devaluación del peso, el incremento de las tasas de interés y donde -según José Guadalupe Vargas Hernández- “el país se declaró en suspensión de pagos” (V. “La transición Económica y Política del Estado Mexicano en el umbral del Siglo XXI: del Estado Empresario al Estado de Empresarios, veneno, 2001” ). En México no pasa nada, pero “la crisis de nunca acabar” azota a nuestra generación desde 1976, 1982, 1987 y 1994-1995, 2002, ahora en el 2008 y quien sabe cuando acabe. Estas crisis económicas se volvieron repetitivas -en el menor de los casos- han resurgido como consecuencia de los desbarajustes económicos que trae aparejados la crisis económica inmobiliaria de los Estados Unidos de Norteamérica.
En México no iba a pasar nada, pero después de cada crisis se vieron cambios económicos profundos que lo único que han acrecentado es la desigualdad social: alta inflación, déficit en la balanza de pagos, devaluación, fuga de capitales, desempleo galopante y declinante poder adquisitivo. Para “palearlas” el gobierno mexicano aplicó disciplinadamente las recetas que tanto el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial y el Banco Interamericano de Desarrollo han exigido: reorganización económica, apertura del mercado nacional, eliminación de barreras comerciales, eliminación de controles de precios y subsidios, privatización de las empresas públicas propiedad del Estado que implicó la transferencia de las mismas a determinados grupos financieros que sostenían y sostienen vínculos “patrimonialistas” con la “tecnoburocracia”, reducciones al gasto de las políticas sociales, libre cambio de la moneda, así como amplias reformas políticas y una cierta modernización administrativa. Todo para adelgazar al Estado de Bienestar y para ir dejando atrás el modelo de sustitución de importaciones.
En México nunca pasa nada, pero “la crisis de 1994- 1995” administrada por Zedillo dejó una herencia de deuda que asciende a más de dos billones de pesos (dos millones de millones de pesos) en deuda pública que todos los contribuyentes pagamos con nuestros impuestos. No obstante ha habido crecimiento económico, pero, la distribución de la riqueza en el país es prácticamente inexistente, de burla. Entre mayores ingresos se generan, más se agranda la brecha entre muy ricos y muy pobres. La crisis del 94 (error de diciembre) produjo el empobrecimiento más atroz de la población de menores recursos económicos. La pobreza pasó de un porcentaje de 36-38 por ciento a uno de 45-47 por ciento según resultados de la Encuesta Nacional de Ingreso Gasto en los Hogares elaborada por el INEGI.
En México no pasa nada, pero nadie explica cómo es que con el predominio político indiscutible de los intereses de la gran empresa combinados con los extraordinariamente altos precios del petróleo en los últimos ocho años -y que acabaron las reservas del pozo petrolero Cantarell a un ritmo de casi tres millones de barriles extraídos diariamente- ¿Cómo explicar que la economía siga teniendo un comportamiento de crisis? Por su parte el gobierno del Presidente Calderón pronostica que el crecimiento esperado del PIB será de un mísero 2.4 por ciento, la tasa más baja de crecimiento en los últimos cinco años.. Pero no pasa nada, nos dicen, sólo que seguimos tan estancados como en el último cuarto de siglo. Por eso es que llama la atención que aquí en México no pasa nada y no pasará, pero desde el 17 de marzo pasado, en rueda de prensa, durante una reunión de la “OCDE”, el director ejecutivo del Fondo Monetario Internacional (FMI), Dominique Strauss-Kahn afirmó que la situación de la economía mundial es cada vez más seria y se extiende cada vez más a un mayor número de naciones, pese a las medidas para contrarrestar una crisis (…) estamos en medio de una crisis financiera, que tendrá implicaciones económicas significativas para muchos países…” pero aquí en México, según los responsables de la economía nacional estamos mejor preparados que en el pasado y “no pasará nada”, así que no se asusten, que nada va a pasar, como en el pasado. ¿Y usted, cómo la ve?
- Francisco Velasco Zapata es politólogo. Presidente de Parlamento Ciudadano A. C.
¡No pasa nada! nos siguió diciendo el gobierno, pero poco después, en 1982, el Presidente López Portillo nacionalizó la Banca , en medio del “resurgimiento” de una crisis económica generalizada, provocada por la caída de los precios internacionales del petróleo, la devaluación del peso, el incremento de las tasas de interés y donde -según José Guadalupe Vargas Hernández- “el país se declaró en suspensión de pagos” (V. “La transición Económica y Política del Estado Mexicano en el umbral del Siglo XXI: del Estado Empresario al Estado de Empresarios, veneno, 2001” ). En México no pasa nada, pero “la crisis de nunca acabar” azota a nuestra generación desde 1976, 1982, 1987 y 1994-1995, 2002, ahora en el 2008 y quien sabe cuando acabe. Estas crisis económicas se volvieron repetitivas -en el menor de los casos- han resurgido como consecuencia de los desbarajustes económicos que trae aparejados la crisis económica inmobiliaria de los Estados Unidos de Norteamérica.
En México no iba a pasar nada, pero después de cada crisis se vieron cambios económicos profundos que lo único que han acrecentado es la desigualdad social: alta inflación, déficit en la balanza de pagos, devaluación, fuga de capitales, desempleo galopante y declinante poder adquisitivo. Para “palearlas” el gobierno mexicano aplicó disciplinadamente las recetas que tanto el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial y el Banco Interamericano de Desarrollo han exigido: reorganización económica, apertura del mercado nacional, eliminación de barreras comerciales, eliminación de controles de precios y subsidios, privatización de las empresas públicas propiedad del Estado que implicó la transferencia de las mismas a determinados grupos financieros que sostenían y sostienen vínculos “patrimonialistas” con la “tecnoburocracia”, reducciones al gasto de las políticas sociales, libre cambio de la moneda, así como amplias reformas políticas y una cierta modernización administrativa. Todo para adelgazar al Estado de Bienestar y para ir dejando atrás el modelo de sustitución de importaciones.
En México nunca pasa nada, pero “la crisis de 1994- 1995” administrada por Zedillo dejó una herencia de deuda que asciende a más de dos billones de pesos (dos millones de millones de pesos) en deuda pública que todos los contribuyentes pagamos con nuestros impuestos. No obstante ha habido crecimiento económico, pero, la distribución de la riqueza en el país es prácticamente inexistente, de burla. Entre mayores ingresos se generan, más se agranda la brecha entre muy ricos y muy pobres. La crisis del 94 (error de diciembre) produjo el empobrecimiento más atroz de la población de menores recursos económicos. La pobreza pasó de un porcentaje de 36-38 por ciento a uno de 45-47 por ciento según resultados de la Encuesta Nacional de Ingreso Gasto en los Hogares elaborada por el INEGI.
En México no pasa nada, pero nadie explica cómo es que con el predominio político indiscutible de los intereses de la gran empresa combinados con los extraordinariamente altos precios del petróleo en los últimos ocho años -y que acabaron las reservas del pozo petrolero Cantarell a un ritmo de casi tres millones de barriles extraídos diariamente- ¿Cómo explicar que la economía siga teniendo un comportamiento de crisis? Por su parte el gobierno del Presidente Calderón pronostica que el crecimiento esperado del PIB será de un mísero 2.4 por ciento, la tasa más baja de crecimiento en los últimos cinco años.. Pero no pasa nada, nos dicen, sólo que seguimos tan estancados como en el último cuarto de siglo. Por eso es que llama la atención que aquí en México no pasa nada y no pasará, pero desde el 17 de marzo pasado, en rueda de prensa, durante una reunión de la “OCDE”, el director ejecutivo del Fondo Monetario Internacional (FMI), Dominique Strauss-Kahn afirmó que la situación de la economía mundial es cada vez más seria y se extiende cada vez más a un mayor número de naciones, pese a las medidas para contrarrestar una crisis (…) estamos en medio de una crisis financiera, que tendrá implicaciones económicas significativas para muchos países…” pero aquí en México, según los responsables de la economía nacional estamos mejor preparados que en el pasado y “no pasará nada”, así que no se asusten, que nada va a pasar, como en el pasado. ¿Y usted, cómo la ve?
- Francisco Velasco Zapata es politólogo. Presidente de Parlamento Ciudadano A. C.
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