Seducción en el Caribe

Ecos de la V Cumbre de las Américas

03/05/2009
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La glamorosa presencia de Barack Obama en el cónclave de Trinidad y Tobago resultó más importante que los anuncios de fondo.

Isaac Asimov contaba en una de sus narraciones la historia de un político a quien subrepticiamente se le habían grabado sus dichos de tres días de negociaciones para someterlos a un análisis de “lógica de símbolos”.

Lo curioso de la historia es que el científico responsable del estudio, luego de muchas horas de duro trabajo, había terminado firmando una hoja en blanco como resultado final de sus esfuerzos. El mensaje era claro: después de tres días de hablar, ese político excepcional nada significativo había dicho, lo había hecho sin que ningún oyente se diera cuenta y había dejado a todos felices y conformes. No había cambios. Todo seguía igual.

Es verdad que la anécdota -extraída de la Ciencia Ficción- presenta un caso extremo muy difícil de reproducir en la realidad. Es casi imposible que alguien hable de un tema durante tres días sin decir nada y, más aún, que nadie se percate de ello. Siempre se termina por decir algo que -eso sí sucede- aparece sujeto a diferentes interpretaciones.

Después de la V Cumbre de las Américas oficiada en Trinidad y Tobago resulta difícil no relacionar al personaje del relato de Asimov con la actuación que allí le cupo al Presidente de Estados Unidos Barack Obama.

Es indiscutible que el líder estadounidense sedujo a todos. Acaparó los aplausos en la ceremonia inaugural; cientos en las calles portaban su rostro en las camisetas y sus palabras fueron escuchadas con atención primero e interpretadas con los mejores augurios después.

Algo similar había pasado en Londres, en ocasión de la reunión G-20, cuando la figura de Barack Obama encandiló los ojos del mundo de forma tal que nadie se percató de que el reemplazo del dólar como moneda internacional de cambio había quedado fuera de la agenda.

Si empezamos por el final debe concederse que la presencia, actitudes y palabras de Obama dejaron satisfechos a todos los asistentes a la Cumbre de Puerto España. La “Obamamanía” que se insinuaba en las calles contagió a los líderes de los países asistentes, que saludaron sus intervenciones con un marcado optimismo. La “Obamamanía” inexplicablemente y una vez más, materializó los mejores deseos del imaginario colectivo.

Sin embargo, un análisis del discurso global del líder estadounidense deja margen para las dudas.
Contextos
Se puede afirmar que la asunción al poder de Barack Obama no marca un antes y un después para los problemas de Estados Unidos. (Ver: “Caos en la Aldea Global”.APM 04/04/2009)

La crisis no parece detenerse; la “guerra contra el terrorismo” está estancada y el narcotráfico cada día es más flagelo. Washington sigue necesitando de recursos naturales foráneos y el bloqueo de Cuba permanece intacto. Pese a que la hegemonía del dólar como moneda internacional está en discusión, Estados Unidos sigue siendo el país capitalista inventor de la doctrina del “Destino Manifiesto”.

Ya no es posible utilizar el potencial militar para invadir y servirse libremente de las riquezas del invadido o para presionar y amedrentar opositores. No es posible porque -después de las “armas químicas de Saddam”- se acabaron las excusas creíbles. Tampoco hay ya dinero para financiar aventuras bélicas y cada vez es más difícil encontrar socios que acompañen las mismas.

Y más aún. Fracasado el intento de imponer el ALCA. Sin resultados positivos demostrables para los países que se animaron a la firma de los “tratados bilaterales” que sucedieron esa frustrada iniciativa; con la seguridad de que en los lugares dónde se implementó la ayuda antinarcotráfico de Washington solo se logró favorecer su crecimiento; en un marco donde el descrédito de organizaciones supranacionales funcionales a Estados Unidos como la OEA, la ONU y el FMI fuerzan el nacimiento de UNASUR, ALBA o Banco del Sur. El “cambio” -que Obama publicita desde tiempos de campaña electoral- se hace imprescindible para que Washington conserve su hegemonía.

Pero ese “cambio” debe entenderse como aquel que se realiza para que todo siga igual fronteras adentro. Si no es posible disciplinar al “patio trasero” con alguna de las múltiples versiones de la “Política del Garrote”, será necesario hacerlo mediante otras armas que se disfrazan en el diálogo con un personaje cosméticamente creíble: Barack Obama.
Apostillas de la Cumbre y marcas en el discurso
Ya antes del inicio se adivinaba un panorama nada halagüeño para el mandatario estadounidense: el presidente de Nicaragua, Daniel Ortega había movilizado al ALBA agitando un borrador de declaración final, en dónde el bloqueo de Cuba estaba ausente y la velada represalia de no firmar el documento crecía con fuerza.

De nada sirvió el intento del secretario de Estado estadounidense adjunto para América Latina, Thomas Shannon para tratar de cambiar el foco de la reunión. Shannon había afirmado que en la Cumbre de las Américas, "la crisis económica sería el problema líder".

Y es que para Estados Unidos y para la OEA (organizadores del encuentro) resultaba sumamente incómodo que el tema del bloqueo monopolizara los debates en reemplazo de explorar –a favor de Washington- nuevas formas de acceso a los recursos naturales latinoamericanos.

Sin poder contener la enorme presión por Cuba que desde el ALBA y el Mercosur se estaba ejerciendo, Obama realizó un gesto de mínima para intentar entrar con buen pié al cónclave: levantó las restricciones para visitar Cuba y las que impedían el envío de remesas a la isla. Si no se podía cambiar el eje, al menos había que eludir la incomodidad de tratarlo. Para la administración estadounidense “la pelota quedaba en campo de La Habana”, desde dónde debía partir una respuesta conciliadora a la altura de su gesto.

Resulta interesante la opinión al respecto del veterano diplomático estadounidense Wayne Smith, asesor de asuntos cubanos de las administraciones Kennedy, Carter y Reagan: “Los gestos de Obama no son realistas (…) Las sanciones en esta historia son de Estados Unidos contra Cuba y no al revés. Si conozco un poco a los cubanos, sé que no aceptarán condiciones por tan poco; nunca lo hicieron por nadie y menos lo harán por Washington”.

Wayne es un convencido que los “cambios” que involucran a Cuba no se producirán con la facilidad que parecen requerir y suponer los demás líderes latinoamericanos.

Salvado temporalmente el escollo cubano, Obama precisó en su discurso inaugural que “no era su intención revisar el pasado, sino mirar el futuro”. Frase muy fuerte que no fue lo suficientemente criticada por los medios hegemónicos, a quienes parece convenir más el aliento a una figura cuasi mesiánica del mandatario estadounidense.

Sin embargo, correspondió al presidente de Bolivia, Evo Morales discrepar con la lógica amnésica de Washington. Para Morales es imposible mirar al futuro sin tener en cuenta el pasado que hoy nos constituye: “gracias a nuestros antepasados estamos dónde estamos”, sentenció.

No evocar el pasado es olvidar las intervenciones en Centroamérica y el Caribe e ignorar las injerencias que incidieron en la historia de Sudamérica. Sin recordar los errores es imposible evitar su repetición en el futuro.

El presidente de Venezuela, Hugo Chávez fue más sutil: le regaló al mandatario estadounidense un ejemplar de “Las venas abiertas de América Latina”, ensayo de Eduardo Galeano que es considerado como una excelente síntesis de los males que se abatieron históricamente al Sur del Río Grande. Si “de eso no se habla”, al menos conviene leerlo.

El intento de Obama por forzar la exclusión del pasado en las conversaciones tuvo su reafirmación más adelante con otra poderosa definición, que pasó diplomáticamente desapercibida a pesar de que hubiera merecido réplica o al menos alguna observación: “Latinoamérica debería dejar de culpar a Estados Unidos por todos sus males”.

No menos trascendente fue el tratamiento que el presidente de Estados Unidos pretende dar a las relaciones entre los gobiernos postulándolas más allá de la ideología.

La importancia del concepto no es una cuestión menor: ¿cómo se deja de lado la ideología siendo que esta impregna todos los actos de los seres humanos? Detrás de las palabras del mandatario estadounidense se encontraría la utopía de un Universo aséptico, con leyes no discutibles y aplicables a todos, que sobrepasaría al discurso común y que obviamente es el discurso capitalista.

Y es que en los hechos, la administración Obama se encuentra diplomáticamente arrinconada por su pasado y para mantener la hegemonía regional no tiene otro camino que adaptarse e interactuar con nuevos gobiernos “ligados al socialismo”.

Para la analista estadounidense-venezolana Eva Golinger, Washington se siente más cómodo con gobiernos al estilo Lula Da Silva o Cristina Fernández y busca una forma menos traumática de que Ecuador, Bolivia y Venezuela no sigan consolidando gobiernos de matriz socialista revolucionaria.

En base a ese criterio, Golinger sostiene que Estados Unidos habría afrontado la cumbre “con un discurso lleno de flores y esperanzas para vender una imagen de reconciliación”. Si no se puede invadir; si no se puede influir, entonces como amigos hagamos que todo siga igual.

Sin embargo, detrás del clima de cordialidad y de buenas intenciones con que desde Estados Unidos se maquilló la Cumbre, algunas voces en contrario empiezan a escucharse luego de su finalización.

Tal es el caso de Daniel Ortega, presidente de Nicaragua, quién no vaciló en denunciar censura sobre las deliberaciones que, según el mandatario, “se sostuvieron a espaldas de los pueblos”, y agregó que al emperador Obama no le quedó más remedio que escuchar los reclamos por Cuba.

¿Qué diría el científico ficticio de Asimov si debiera analizar los dichos de la V Cumbre de las Américas?

Probablemente que abundaron los detalles cosméticos de la diplomacia: apretones de manos, sonrisas, fotos, deseos de buenas intenciones y hasta un exceso de pleitesía hacia el nuevo líder estadounidense, pero también que en lo concreto inmediato nada hubo que justifique las sobredimensionadas expectativas con aires de “nueva era” que los medios han difundido. Después de todo, no hubo consenso final que coronara la reunión.

En resumen, Obama habló de distintos temas en Puerto España, sin instalar grandes cambios ni soluciones para los problemas que aquejan al continente y proponiendo una agenda poco ligada a las exigencias que los mandatarios latinoamericanos habían previsto previamente

Así, de regreso a la obra de Asimov, si bien el análisis del discurso de Barack Obama no ha dejado una hoja en blanco como resultado final, tampoco es fácil hallar razones de peso para explicar porqué todo el mundo se fue tan contento de Trinidad y Tobago.

- APM | Agencia Periodística del Mercosur | www.prensamercosur.com.ar
Facultad de Periodismo y Comunicación Social. Universidad Nacional de La Plata.


https://www.alainet.org/fr/node/133579

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