Entrevista con Naomi Klein

El neoliberalismo venera la crisis

26/11/2008
  • Español
  • English
  • Français
  • Deutsch
  • Português
  • Opinión
-A +A

“Esta noche, gracias a lo que hicimos este día, en esta elección, en este momento de definiciones, el cambio ha llegado a Estados Unidos”, expresó Barack Obama en su primer discurso como presidente electo.  “Cambio” –junto a “esperanza”- fue la palabra clave en el manejo de su campaña.  Pero como en ese país subsiste la regla no escrita, pero efectiva, según la cual “el poder da sabiduría”, el “cambio”, por lo pronto, parece que quedará entre paréntesis.

Por una parte, debido a que la administración Bush en sus ocho años de gobierno se ha encargado de montar un entramado legal para que sus políticas no puedan ser modificadas muy fácilmente; pero también -y sobre todo- porque el nuevo mandatario para conformar su gobierno se ha inclinado al stablishment, convocando a figuras que fueron actores directos o indirectos en la definición de políticas que derivaron en la crisis para tratar de salir de ella, con retoques a las recetas anteriormente preescritas.

De hecho, el escenario y telón de fondo está marcado por la crisis.  Un momento que, si no hay voluntad política en contra, puede ser capitalizado una vez más para imponer políticas de shock, destinadas a enriquecer aún más a quienes generaron la crisis del mercado, las grandes corporaciones.  Tal es el planteamiento de la periodista canadiense Naomi Klein, autora precisamente del libro La Doctrina del Shock, publicado el año pasado, fruto de un estudio de cuatro años.

Revelaciones

En La Doctrina del Shock, Klein revisa de manera meticulosa la tendencia del capitalismo neoliberal para aprovechar los momentos de crisis y desastre para introducir medidas de ajuste económico –a menudo acompañadas de otras formas de shock nada metafóricas (incluyendo la represión y la tortura).  Pero además pone en tela de juicio el mito de que
el mercado libre global habría triunfado democráticamente y que el capitalismo sin restricciones va de la mano con la democracia, demostrando que, al contrario, ese capitalismo utiliza sistemáticamente la violencia, las técnicas de shock y el terrorismo contra los individuos y las sociedades.

“El libro
documenta cuidadosamente un poderoso consenso que existe en los círculos económicos neoliberales de que la crisis ha sido necesaria en cada etapa”, señaló Klein en una entrevista con ALAI, un par de meses atrás.  Cuestión que, a su juicio, “no es suficientemente entendida en los sectores críticos y contestatarios.  Cuando estuvimos protestando fuera del FMI y del Banco Mundial en Washington en 2001, por ejemplo; fue un debate muy tecnocrático y este hecho desalentó una lectura popular de todos esos estudios que se habían realizado: el de Dani Rodick de la Universidad de Harvard sobre el Banco Mundial, el de John Williamson sobre la relación entre las crisis profundas y la imposición del Consenso de Washington, que concluye que nunca ha habido un solo país en desarrollo que haya aceptado el Consenso de Washington sin una crisis".

"En realidad, para quienes nos oponemos al Consenso de Washington esto es muy revelador, porque el mensaje publicitario ha sido que los mercados libres y los pueblos libres van de la mano, que estas reformas económicas forman parte de la democratización, son parte de la liberación.  Por lo tanto, es muy revelador que su enorme impopularidad fuera reconocida y entendida, incluso en las más altas esferas del poder de la teoría neoliberal, ya sea por Milton Friedman o John Williamson, quien justamente acuñó la expresión Consenso de Washington y en su libro habla de forjar una pseudo-crisis, atizar una crisis de la hiperinflación en Brasil para poder cosechar los efectos beneficiosos de la reforma.  Eso es realmente revelador”, afirma Klein.

Tras reconocer que desde la derecha su libro es considerado como una teoría de la conspiración, precisa que se trata de “una forma de evitar tener que enfrentar la investigación, porque todas las afirmaciones que hago se basan en documentos internos, de tecnócratas, del neoliberalismo.  Aunque de hecho el que hayamos desarrollado esta investigación nos hace más vulnerables a las teorías de la conspiración”.

A su juicio, "después del 11 de septiembre, lo que alimentaba las teorías de la conspiración fue el hecho de que la administración Bush tenía sus políticas listas.  Tenía la Ley Patriota lista, la privatización en lo militar.  De modo que de allí quedaba un paso pequeño a imaginar que ellos pudieron haberlo hecho.  Lo que yo argumento es: no, ellos veneran la crisis.  Y han comprendido, durante los últimos treinta y cinco años, que la ideología del neoliberalismo es incompatible con tiempos normales, con la realidad sin crisis.  Así, con cada crisis, el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial se han adelantado sistemáticamente para imponer su ideología.  De esta manera, explotar el 11 de septiembre para fines tanto políticos como económicos era una cuestión intuitiva para las personas que se encontraban en las altas esferas de la administración Bush.  No porque lo causaron, sino porque entienden esta doctrina.  Y nosotros también debemos comprenderla".

La resistencia al shock

La periodista canadiense reconoce que estas políticas se han aplicado de forma muy diferente en distintas partes del mundo, pero que no es sorprendente que sea en América Latina donde están surgiendo ahora alternativas que demuestran ya una capacidad de resistencia al shock, siendo que en esta región éste fuera aplicado con la mayor saña en las últimas décadas.  Una expresión de este giro se puede apreciar en el hecho que las tremendas campañas orquestadas para explotar el miedo no han sido capaces de evitar que la gente elija gobiernos progresistas y de izquierda.

Para Klein, entre los factores que permiten esta capacidad de resistencia cuenta tanto la tradición de organización e identidad, como la existencia de movimientos descentralizados y en red; y por el lado de los gobiernos, la mayor independencia respecto a las instituciones de Washington.  Reconoce también que "en muchos aspectos, América Latina tiene ahora más margen de maniobra de lo que ha tenido en muchas décadas, simplemente porque la atención de Estados Unidos ha estado en otra parte.  Entonces ha habido espacio para confrontar el miedo, trascenderlo y sobreponerse.  Pero, obviamente, la excepción es Colombia, donde los shocks son diarios y sigue estando bajo una cultura de miedo y de manera aún muy integrada con la maquinaria militar estadounidense".

Colombia no se incluye entre los casos estudiados en la Doctrina del Shock.  Sin embargo, la autora considera que ese país muestra “la cara del neoliberalismo de hoy.  Permanentemente aclamada por la administración Bush como el país ideal, Colombia vive un conflicto de baja intensidad que pone en combate principalmente a fuerzas privadas, empresas mercenarias privadas como DynCorp.  No es una guerra frontal, sino la guerra con sordina, lo suficiente como para poder proceder con la extracción de recursos, junto con una cultura de miedo que realmente desmoviliza a la gente.  Y la idea sería extender este paradigma a Bolivia y Ecuador, aunque no creo que eso suceda".

Al abordar el creciente desgaste de la ideología neoliberal, Klein sostiene que “el neoliberalismo entra en crisis cuando existen alternativas que no se quedan en las propuestas, sino que se las implementa consecuentemente.  Es preciso tener presente que se trata de una ideología que requiere el crecimiento, crecimiento constante, para poder continuar, y cuando sí entra en crisis es cuando se le niega ese oxígeno o droga del crecimiento.  Por lo tanto, no es la ideología que sustenta el neoliberalismo, a pesar de que es parte de él; las ideas sí cuentan para esta campaña ideológica y las ideas están en crisis y eso es algo que necesitamos entender en la izquierda.  Que se trate de la economía del goteo, o de la sociedad de propietarios, o de la promesa de que la privatización iba a traer mayor eficiencia, ya casi da vergüenza sostener todos estos principios fundamentales de la campaña neoliberal.  En la era post-Halliburton / Blackwater, la guerra de Iraq, Nueva Orleans... el gobierno de Bush destruyó la noción de que la privatización es eficaz, incluso en los Estados Unidos.  Por lo tanto, el hecho de que las ideas están en crisis sí es importante, pero no creo que esto de por sí conlleve a poner fin al neoliberalismo.  Eso sucederá cuando en la práctica se cuestione al neoliberalismo con políticas alternativas".

De hecho, acota, “hay un rechazo global al neoliberalismo que es muy diferente en diversas partes del mundo: en algunos lugares, asume una forma fascista.  En otras partes del mundo es profundamente democrático, en otras hay sólo la crítica, pero sin alternativas.  Por lo tanto, creo que podemos hablar de una crítica al neoliberalismo que es mundial, pero no podemos decir que exista un movimiento mundial.  Después del 11 de septiembre se disipó ese movimiento de movimientos que convergían en varios puntos, para dar paso a nucleamientos de carácter más regional, incluso en algunos lugares tuvo un retroceso real.  En todo caso, el desafío pasa por la construcción de alternativas pues el neoliberalismo extendió la idea de que no hay alternativa posible a su proyecto, al punto que las ideas progresistas pasaron a ser consideradas como fracasadas”.

“Creo que en América Latina es algo diferente, por la violencia tan descarada que se utilizó para derrocar a los gobiernos populistas y de izquierda.  Cuando estuve en Chile, me entrevistaron periodistas de la derecha, que me decían que el gobierno de Allende estaba en crisis económica y que todas sus políticas habían fracasado y que por esa razón ocurrió el golpe, borrando el hecho de que en realidad hubo una sistemática campaña de sabotaje contra el gobierno de Allende y una acción concertada para obstruir la economía.  Pero no, creo que los latinoamericanos saben que sus ideas no fracasaron, sino que fueron violentamente truncadas.  Entonces hay más confianza en las propias ideas y en el derecho histórico de que éstas afloren para ser puestas a prueba de nuevo.  De esta manera, Evo Morales puede organizar una campaña popular en torno a la nacionalización, lo cual sería muy difícil en América del Norte, porque esta palabra está muy estigmatizada, mientras que en Bolivia todavía tiene connotaciones muy positivas, y el debate allí es más bien sobre si las nacionalizaciones de Morales ‘son reales, o si sólo está diciendo que son nacionalizaciones’”, afirma la autora de La Doctrina del Shock.

https://www.alainet.org/fr/node/134343
S'abonner à America Latina en Movimiento - RSS