Estudiar la Independencia es divertido?
26/07/2009
- Opinión
En vez de una fiesta boba, el Bicentenario debe ser la ocasión para entender de dónde venimos. El proceso de Independencia tuvo cosas admirables, censurables, apasionantes, enigmáticas, profundas, controversiales y otras poco conocidas, que están pidiendo nuevas interpretaciones.
¡La historia es aburrida!
Con el uso de un giro de aquellos que usaban los profesores en la universidad colonial podrían formularse la pregunta del modo siguiente: de si a la cuestión de la enseñanza de la independencia conviene la aplicación del atributo divertida. La respuesta escolástica se abría con la enunciación de la manera como se resolvía el asunto según Aristóteles, Santo Tomás y otras autoridades. No continuaré por los caminos del peripato y de manera menos grave le contaré a los lectores la razón del título de estas notas.
En estos tiempos de conmemoraciones y celebraciones bicentenarias es frecuente que a los historiadores acudan los asesores de instituciones educativas o periodistas interesados en diseñar programas de divulgación en torno a la Independencia. De manera invariable quienes demandan el consejo suelen contar que a ellos les enseñaron una historia que les resultaba en extremo aburrida y que quisieran por su parte contarles a los niños una historia divertida. Ya en este punto me ha surgido la pregunta de porqué los destinatarios, al menos los mencionados, son los niños. ¿Por qué no todos: niños, adolescentes, adultos, hombres y mujeres?
Ante estas aclaraciones he dado por responder con una indicación: sería más pertinente dirigirse a recreacionistas o a ese tipo de personas que animan piñatas y primeras comuniones. Seguramente me han hecho caso, dado que no se ha repetido la invitación. Si se va un poco mas allá de estas divagaciones livianas, se encontrará que predomina una atmósfera de frivolidad con respecto a las conmemoraciones sobre la independencia.
La independencia admirable
He pensado en palabras que podrían ofrecer una imagen dinámica sobre la historia y que sugieren maneras no aburridas pero pertinentes para enseñar y hablar de la Independencia. Por ejemplo, la Independencia de Hispanoamérica es admirable.
De hecho los contemporáneos llamaron “campaña admirable” a una serie de acciones militares dirigidas por Bolívar que se inició con el manifiesto de Cartagena de Diciembre de 1812 y que incluiría al menos dos campañas memorables, la del Magdalena iniciada en Tenerife y la de Cúcuta a comienzos de 1813, que condujeron a la ofensiva por restaurar la república en la Capitanía General de Venezuela.
Admirable llamó Bolívar, quizá con menos razón, al congreso que él mismo convocara y que inició sus sesiones en Bogotá el 2 de Enero de 1830. Es decir, en el año en que se consumó la disolución de la gran Colombia y se produjo la muerte del Libertador.
Pero son admirables muchas de las acciones humanas tanto individuales como colectivas que hilvanan la historia de la independencia hispanoamericana. El calificativo resulta adecuado en relación con el paso de los Andes que inician los ejércitos de Bolívar y Santander a mediados de 1819 en Tame. Ya una hazaña similar había consumado el ejército de Los Andes dirigido por San Martín en Enero de 1817 en el Sur del continente.
Admiración es el sentimiento que refleja la descripción que hace el General Pablo Morillo, el Pacificador, cuando se refiere a la acción y la disposición de combate de gente anónima, cuyos nombres no figurarán ni en los textos ni en los mármoles pero que harían posible la caída del imperio español en América. Dice así de los jinetes llaneros: “… el paso de los ríos, cañones y pantanos que tanto entorpece y fatiga nuestras tropas, es para ellos un objeto de diversión y placer. Los llaneros se arrojan a caballo, desde la barranca del rio, con la silla en la cabeza y la lanza en la boca, y pasan dos o tres mil caballos en un cuarto de hora como si pasasen por un ancho puente sin temor de ahogarse y perder el armamento ni la ropa”.[1]
Narrativa apasionante
La lectura de la novela Lanzas Coloradas del escritor venezolano Arturo Uslar Pietri es apasionante. El lector disfruta de la prosa viva de un gran narrador, como de su maestría en la construcción de los personajes. Sin embargo el dramatismo de la acción es apenas el reflejo del alucinante encadenamiento de hechos, escenarios y gentes en el proceso de Independencia que es el tema del libro.
Profundos cambios sociales
Es frecuente encontrar el reclamo, en principio razonable, de que la historia no puede ser el recuento de batallas ni la enumeración de héroes militares. Para la historia militar es imprescindible para entender la independencia y no está reñida con la historia social o institucional. Los ejércitos libertadores- tanto el dirigido por Bolívar como el encabezado por San Martín- constituyeron el más eficaz instrumento del quiebre de la sociedad del antiguo régimen, rígidamente jerarquizada en estamentos, castas, culturas. Los esclavos que tomaron parte en esos ejércitos no retornarían a la esclavitud. Los mestizos y mulatos que se hicieron oficiales por sus méritos no admitirían que sus funciones invariables se redujeran a las de ser pulperos, artesanos o pequeños agricultores. Incluso, los negros que fueron movilizados por el canario Boves en apoyo de Fernando VII no retornarían a la condición social anterior. El feroz caudillo, sin saberlo trabajó al servicio de lo que Hegel llamaba la necesidad histórica objetiva.
Los enigmas
Diversos momentos de la Independencia resultan enigmáticos o desconcertantes. Es el caso de la obsesión de Bolívar por concentrar su campaña militar sobre el norte de Venezuela desde mediados de 1817 hasta mediados de 1818. Por largos meses el Libertador mantuvo su idea de entrar triunfante en Caracas. Importantes derrotas militares no resultaron suficientes para disuadirlo de ese empeño, sino hasta Agosto de 1818, cuando de manera genial proyecta reabrir la guerra en la Nueva Granada.
En Agosto de este año Bolívar sin vacilar nombra a Santander jefe de un ejército que no existía. No se sabe cómo el héroe neogranadino logró entenderse con caudillos dispersos y tener listos para comienzos de 1819 dos batallones en Casanare. El historiador Quintero Sarabia en su documentada obra anota que Santander llevó junto con el flamante nombramiento de Bolívar dos elementos en el arsenal de argumentos para tratar con los llaneros: mil fusiles y treinta quintales de pólvora[2] .
No menos enigmática ecuentran los biógrafos de Morillo su obsesión a la altura de 1817 por la reconquista de la Isla de Margarita, cuando los escenarios más importantes de la guerra se estaban ubicando en el continente. Desconcertante resulta la decisión del Pacificador de reembarcar las tropas rumbo a tierra firme el 17 de Agosto de 1817, cuando estaba a punto de lograr, con una victoria final, el control total de la isla por cuyo dominio se había empecinado hasta la temeridad.
¡La controversia, siempre!
No son pocos los momentos en el largo proceso de Independencia que resultan controvertibles. La guerra a muerte declarada por Bolívar en el decreto del 15 de Junio de 1813 señala un aspecto de la terrible confrontación, que seguramente no resulta fácil de explicar para quienes buscan ofrecer versiones edificantes o divertidas de la historia. Desde luego hace falta construir explicaciones que ubiquen en su momento este recurso extremo por convertir la contienda civil en guerra entre naciones. Un maestro advertido encontrará una oportunidad excepcional para introducir a sus alumnos en la reflexión sobre la historia del derecho de gentes y el proceso de la protección de los no combatientes en la historia moderna y contemporánea.
Actuaciones censurables
Las guerras abundan también en hechos condenables. Desde la óptica de la “Historia Patria” no resulta difícil contar y condenar las atrocidades de la reconquista de Morillo o las crueldades de Boves, pero es difícil asumir las de los patriotas. Desde la misma óptica puede presentarse, con detalle y sin objeción, la abominable orden de Morillo para arrasar completamente una aldea con sus habitantes, casas y cultivos, pero seguramente parecerá embarazoso explicar la decisión de Santander de condenar a muerte al general Barreiro y a otros prisioneros de guerra después de la Batalla de Boyacá en agosto de 1819, o encontrar motivos de justificación para la acción mezquina de Bolívar de arrestar y dejar en manos del enemigo realista al Precursor Miranda en 1812. Información y valoración sobre estos hechos se encuentran el la rigurosa biografía de John Lynch sobre Bolívar [3].
Una historia, varias historias
La independencia Hispanoamericana se presenta como un desafiante reto descriptivo e interpretativo. Son diversos los escenarios en los que transcurre el proceso de la Independencia. Si bien las luchas coinciden en el tiempo y tienen el referente común de la crisis y caída del imperio español, las diversas unidades, los llamados Reinos, viven el proceso con intensidades diferentes. Nueva España, la Capitanía General de Guatemala, el Virreinato de la Nueva Granada, el Virreinato del Perú y la Audiencia de Charcas, el virreinato del Río de la Plata, representan cada uno un inmenso conjunto geosocial diferenciado y complejo. Abarcarlos en una narrativa única y construir explicaciones validas vinculadas orgánicamente a la descripción y sus diversos momentos, es un desafío al cual la historiografía no ha respondido hasta ahora de manera convincente. Es una cita de conocimiento y honor en primer lugar para los historiadores latinoamericanos.
Desde los pueblos indígenas
Hay aspectos que han despertado agitadas controversias pero que con ocasión del Bicentenario se han mantenido bajo cierta sordina. Es el caso del análisis sobre la actuación de los indígenas durante la Independencia y de su impacto para los mismos durante la era republicana posterior. Las actitudes de las masas indígenas no fueron unívocas. En la Nueva Granada fue empecinada la lucha de los indígenas contra los ejércitos patriotas en la Provincia de Pasto, pero más al sur del continente los indígenas sostuvieron viva la guerra contra las fuerzas realistas en el Alto Perú después de las derrotas sufridas entre 1813 y 1814 por el Ejército del Norte comandado por el general Belgrano[4]. Los resultados de la Independencia tendieron a ser desfavorables para los intereses indígenas. Es comprensible que hoy las organizaciones indígenas no se sientan inclinadas a “celebrar” el Bicentenario, pero su concurso resulta imprescindible para comprender en su conjunto lo que fue el proceso de caída del Imperio español y las condiciones en que se inició el camino de los estados que surgieron de aquella coyuntura histórica extraordinaria.
Por narrativas e interpretaciones nuevas
Los paradigmas interpretativos dominantes se han construido a partir de momentos específicos. Las explicaciones en clave nacional se han inspirado en el estadio final de la independencia, el correspondiente a la configuración de los estados-nación. El modelo interpretativo aún hegemónico - correspondiente a la interpretación de Francois-Xavier Guerra [5] - se construyó a partir de los dos años que él considera decisivos. 1808-1809, y de los acontecimientos que en esa breve duración se precipitaron en la Península a raíz de la invasión napoleónica. Por su parte, el historiador Jorge Chiaramonte al impugnar la interpretación de la Emancipación en clave nacional tiende a cierta reducción de la independencia al período juntista de la misma.
En tiempos de la globalización la relación siempre insoslayable entre actualidad y pasado histórico está remitiendo a trabajos de amplia escala sobre la Independencia hispanoamericana que impliquen una mirada continental que a su vez permita insertarla en el sistema histórico “de coordenadas Atlántico“, sin perder de vista su especificidad y su significación como sujeto autónomo de la historia moderna. Esa nueva elaboración narrativa e interpretativa debe incorporar las mutaciones económicas, los relatos del proceso militar, las transformaciones socio- étnicas y los aspectos político ideológicos.
Responsabilidad de los intelectuales
Hace falta aludir al hecho de que la gente ocupada con las Ciencias Sociales y los intelectuales en general tienen la obligación social y cultural de darle densidad al tratamiento de temas y problemas que de una u otra forma están instalados en la conciencia pública. Si tales enfoques con sustento académico serio no concurren en el debate público, la Independencia quedará al arbitrio de las visones manipuladas desde el poder apoyadas por los empresarios del espectáculo.
El profesor Medófilo Medina es Miembro de la Comisión de Honor del Bicentenario de Colombia.
Notas de pie de página
[1] Carta de Morillo al ministro de la Guerra, Calabozo, 22 de Diciembre de 1817. Citada por Gonzalo N Quintero Sarabia, Pablo Morillo general de dos mundos, Editorial Planeta, Bogotá, 2005, Pág. 356.
[2] Op. Cit..
[3]Simón Bolívar, Madrid, Crítica, 2006.
[4] Norberto Galazo, Seamos libres y lo demás no importa nada. Vida de San Martín, Ed. Colihue, Buenos Aires 2007, pág. 119-120.
[5] Guerra Francois-Xavier, Modernidad e Independencia. Ensayos sobre las revoluciones hispánicas, Madrid, 1992
https://www.alainet.org/fr/node/135356
Del mismo autor
Clasificado en
Clasificado en:
