El mundo no es de los ricos
27/06/2010
- Opinión
“Todos ven lo que aparentas; pocos advierten lo que eres”: Nicolás Maquiavelo (1469-1527).
Reunión del G-8 o el G-20. Las cumbres, ocurridas este fin de semana en Canadá, simultáneas de los países más ricos y de los no tanto, pero que empujan para serlo. Aunque no lo logren porque siempre imponen condiciones los más desarrollados. Pero con ellos, como dicta el refrán: “tan malo el pinto como el colorado”. Tantas promesas como palabras. Tantos proyectos como líderes o presidentes en cuestión. Porque en el fondo ningún país asume compromisos reales, más allá de sus intereses propios.
Los países ricos hablan de liberalización del comercio de sus economías. Pero lo que en el fondo les interesa es que los demás países —en “desarrollo”, porque los del Tercer Mundo ya no existen, según el grito de la moda del presidente del Banco Mundial Robert, Zoellick, porque “han desaparecido” (de la clasificación, aunque no en los hechos)— sean quienes abran sus aduanas a las mercancías de sus empresas trasnacionales.
Se presume que en el fondo está a discusión entre los países del G-8, la vigencia del neokeynesianismo. Si hay mayor inversión por parte del Estado para agilizar a sus economías —lo que incluye una visión del Estado de Bienestar, aunque no compartida por todos los líderes— y así escapar de las condiciones perversas y profundas de la crisis financiera actual, o de plano cae en el olvido. El caso es que el tema está vigente. Y la teoría también.
La presunta coordinación entre los países del G-8 para arremeter juntos en contra de las condiciones de desastre en el que los metió el sector financiero de los Estados Unidos —las crisis bancarias, especulativas y bursátiles se riegan como pólvora en este mundo globalizado, donde éste es el mercado más desarrollado pero al mismo tiempo el más peligroso—, no apunta en sentido de avanzada sino en el estilo más retrógrada de adopción de políticas restrictivas.
Basta decir por ahora que, ya antes la cumbre extraordinaria convocada en Washington los días 14 y 15 de noviembre de 2008, bajo la intencionalidad de “rediseñar el sistema financiero mundial”, en grave decadencia por el elevado riesgo de las hipotecas subprime estadounidenses no pasaron de la mesa de negociaciones. No obstante el presidente Barack Obama ha avanzado solo en imponer mecanismos de control al sistema altamente especulativo, como veremos más abajo.
Pero las políticas restrictivas adoptadas por Alemania, bajo la dirigencia de su presidenta Ángela Merkel, nada tienen que ver con el keynesianismo cuanto con las políticas restrictivas de los Banco Mundial (BM) y del Fondo Monetario Internacional (FMI). Alemania a la cabeza del viejo continente, bajo esas medidas arrastrará y obligará a los demás países a adoptar medidas similares.
Luego entonces, la cantaleta de avanzar juntos en asuntos como la adopción de liberalizar los mercados, como parte de los acuerdos del G-8 solo trata de meter en el aro a los países del G-20, para que con el desarrollo de éstos aquellos puedan sanear sus economías lo antes posible. Recordemos que una de las tesis que proliferan en estos días aciagos de la devastadora crisis estilo de los años 30 del siglo XX—pero incluso más profunda—, es que los países en desarrollo ejemplares, como China y la India, son los que están poniendo el ejemplo. Y son ellos los que apoyarán la recuperación de los desarrollados en crisis.
Por eso, aparte de los países mencionados del G-8 (o G-7 —Estados Unidos, Canadá, Reino Unido, Francia, Alemania, Japón e Italia— más Rusia como gustan en llamarse), están en el grupo de los 20: China, Corea del Sur, India, Indonesia, Turquía, Arabia Saudita, Argentina, Brasil, México; Sudáfrica, Australia. Algunas economías pujantes que salvarán al mundo. Pero ¿hasta dónde? El saldo será hasta en tanto estos países sigan las instrucciones de los ricos del G-8.
Pero los del G-8 jalan todos por su lado. No siquiera en bloques. Por un lado Alemania pone el ejemplo en Europa con la adopción de sus medidas restrictivas, pero porque sabe que lleva la delantera al resto de países de la eurozona. Y eso la ayudará a salir más pronto de la crisis que los demás. Por eso en algún momento hemos dicho en este espacio de reflexión que las mediadas de Merkel son individuales sin importar el resto de países.
Estados Unidos, por su parte, está tratando de arremeter en contra de su sistema financiero adoptando medidas de control. Porque eso sí: el mercado financiero en donde se mueven los más grandes capitales de un país a otro con las ganancias en algunos casos más excelsas, es la cereza del pastel de las finanzas de los países ricos. Y a ver hasta dónde llegan los EU con sus medidas restrictivas.
No obstante, algún criterio presume que las recientes medidas avaladas por el Congreso de EU para regular la especulación son de tal avanzada para proteger a los inversionistas ciudadanos, que alcanza para calificarla como la mayor desde los años 30, los años de la Gran Depresión. Con una Ley sobre restricciones financieras llegó Obama a la Cumbre canadiense del pasado fin de semana.
Presume que limita la impunidad de los bancos, y la da a los ciudadanos más poder y control. En el siguiente sentido: la “medida Volcker, prohíbe por completo a los bancos invertir su propio capital, no el de sus clientes, en operaciones especulativas, fondos de alto riesgo o firmas de capital riesgo”. Este punto fue de rechazo de los bancos. Sin embargo, “no la prohíbe en su totalidad”, lo limita al 3 por ciento de su capital reconocido. La otra medida tiene que ver con el mercado de derivados. Obliga a los bancos que quieren acceder a los derivados a crear entidades paralelas con capitalización separada y aprobación de los reguladores.
La reforma gringa de presenta de tal alcance, que o bien se trata de un rediseño de Wall Street, o bien se trata de redefinir el “nuevo orden financiero mundial”. Ya se verá. Porque no sólo es el G-8. Como tampoco sólo el G-20. Porque el mundo neoliberal está en crisis global (con sus honrosas excepciones; su trabajo les ha costado a India, China, Turquía, Brasil). Pero, ¿y qué hay para el resto de países? ¿Someterse a los designios de los ricos?
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