Pederastia, doble cara de la iglesia
23/11/2010
- Opinión
“El arte de agradar es el arte de engañar”: Marqués de Vauvenargues (1715-1747).
Como en tantas tropelías escenificadas o toleradas desde la llamada santa sede romana, la Iglesia católica ahora trató de componer las cosas aventando la basura debajo de la alfombra con el asunto de la pederastia, pero sin ofrecer soluciones reales ni al problema ni a las víctimas de semejante delito de los curas de poca monta que lo han cometido durante décadas.
Ni siquiera la invitación papal, de Benedicto XVI, a reunirse el viernes pasado con los 150 cardenales del mundo en “jornada de oración y reflexión” para discutir el asunto en el Vaticano, convence de que ahora sí se hará lo conducente para enjuiciar aquellos curas que como el extinto Marcial Maciel, son más hijos de la descompuesta institución que castigados por las leyes “humanas” que proceden como viles delincuentes y una doble moral conductual.
Es más, tan se espera poco, que ni siquiera fue el único tema tratado, porque se habló también de “la situación religiosa del mundo y los nuevos desafíos” y de “el retorno de los anglicanos al catolicismo del Vaticano”. Que lo ameritaba, porque el de la pederastia no es un asunto de menor importancia y tiene que ver, justamente, con la situación de la religión católica en este mundo lleno de contradicciones pero donde la Iglesia debería ser al menos una tabla de salvación. Y no lo que resulta: una burla para aquellos jóvenes que fueron violados por los mismos pregoneros del templo, siendo que su aspiración era preparase como voceros de la institución. Tamaño error el de sus vidas; tamaña encrucijada porque las leyes humanas no les hacen justicia terrenal ni vaticana.
¿Pero quién le cree a Joseph Ratzinger que la iglesia llegó tarde “con mucha lentitud y atraso a abordar esas cuestiones”, a la confrontación del problema de la pederastia al interior de la iglesia? Él ahora se disculpa y alega que como “estaban muy bien ocultas” apenas en el año 2000 se enteraron de los escándalos de Maciel y “contaron con asideros concretos”. Pero el escándalo Maciel no es el único, puesto que el problema está vivo en muchos países de Latinoamérica, Europa y los propios Estados Unidos.
El problema es que la Iglesia, como las demás instituciones de esta mundanal organización estructurada del poder y de la política, se mueve por ambiciones e intereses más que por reglas estrictas de funcionamiento a su interior, por la aplicación de una moral auténticamente cristiana, por el cuidado de la vida en general y de los niños en particular, como parte de la llamada congregación y la atención inmediata de cualquier tipo de problema similar a este. De ahí su crisis actual.
Porque eso sí, la moralina está a la orden del día —vigente desde todos los púlpitos en las iglesias católicas del mundo— en temas como el del uso del condón para el control de enfermedades infecciosas y de contagio, el del aborto sin considerar situaciones extraordinarias como la violación de la mujer [y su propio derecho a decidir], los matrimonios entre personas del mismo sexo [cuando es una decisión personal de cada cual], y el trato parcial del asunto de la pederastia que es más común de lo que parece porque hay demasiadas demandas.
Así, lo único que hará el Vaticano se emitir una carta circular dirigida a los obispos del mundo “con instrucciones concretas y homologadas sobre cómo afrontar los casos de abusos a menores por parte de sacerdotes católicos”. Es decir, “una guía para elaborar un programa eficaz al respecto”, según el prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, William Joseph Levada.
No obstante, como declaró el cardenal de Monterrey asistente a la cumbre, Francisco Robles Ortega, “como Benedicto XVI todos los obispos deben asumir la seriedad del problema para afrontarlo con mucha verdad, con mucha caridad y con mucho dolor”, un motivo más para purificar la iglesia. Porque, reconoció el mexicano, en el pasado los jerarcas eclesiásticos gestionaron las denuncias como mejor entendían tratando de evitar el escándalo cosa que “se daba mucho”. Pero, agregó: “Ahora las cosas han cambiado”. Pero de eso todavía no hay nada más que promesas.
Todavía más. En las notas correspondientes al libro de próxima aparición de Ratzinger, declara entre otras cosas que, además del retraso para atender las denuncias de abuso sexual de menores contra el fundador de los legionarios de Cristo, Marcial Maciel Degollado, éste personaje de la congregación mexicana es “un falso profeta” que condujo una “vida disipada y extraviada”. Y calificó la figura del falso profeta de “enigmática”, porque “por un lado vivió fuera de la moralidad e inmerso en aventuras y, por el otro, construyó con dinamismo y fuerza la comunidad de la Legión”.
En esas mismas reflexiones papales, se dice que de la pedofilia ejercida por sacerdotes, “el Vaticano debió pedir a los obispos de las demás naciones que investigaran casos similares, pero no lo hizo”. Y esa es también su responsabilidad como jerarca mayor de la Iglesia de los católicos. Esa es la salida falsa del pedir perdón y sin remediar el delito. A ver si es cierto que se atenderá a los jóvenes deñados no sólo por el falso profeta sino por los curas de otros países que igualmente delinquen contra jóvenes.
Así, ante un problema tan grave de pederastia, con todo y que esta es la primera vez que se reúne un número tan elevado de cardenales, los escándalos desatados por los informes “Ryan” y “Murphy” de los cientos de niños irlandeses que padecieron el abuso sexual de sacerdotes, en la arquidiócesis de Dublín entre 1975 y 2004 [¿tantos años y ningún jerarca superior se enteró para tomar cartas en el asunto?], los abusos de clérigos en Estados Unidos, en Alemania, Australia, Holanda, Bélgica, Reino Unido e Italia, ¿no son síndrome de la descomposición y las creencias desde el interior de la Iglesia católica que hoy encabeza Benedicto XVI?
Ante tamaña crueldad no basta la doble moral. Y las víctimas siguen espetando la justicia terrenal porque la “divina” no les devuelve la integridad moral y la calidad humana y personal. Los hijos de Maciel todavía andan en juicio espetando que los Legionarios, por lo menos, les den no la indemnización que les corresponde sino la herencia de un padre violador. Del tamaño del problema es la desintegración.
https://www.alainet.org/fr/node/145694
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