Las sinuosas y contradictorias relaciones entre China y Estados Unidos
Viaje del presidente chino Hu Jintao a Washington
27/01/2011
- Opinión
El reciente viaje del presidente chino a Estados Unidos dejó la puerta abierta para el mejoramiento de las relaciones. De todos modos, éstas seguirán siendo tensas, sinuosas y contradictorias.
El 2010 fue de tensión en las relaciones sino-estadounidenses por las asperezas habidas en el comercio bilateral y en materia política.
Washington reclamó sistemáticamente que Beijing revaluara su moneda, el Renminbi yuan, a fin de que su balanza comercial tuviera menos déficit. Y no sólo con China sino en general, para que los productos “made in USA” pudieran disputar otros mercados.
Los destinatarios de esa presión no se inmutaron. Dijeron ser un país soberano y que su moneda está bien donde está. Que a lo sumo la moverían 3 por ciento para arriba en los próximos dos años. En EE UU tomaron eso como un No.
Aquella postura del gigante socialista es coherente con su crecimiento económico. El rival siente que eso es parte de la disputa china a nivel mundial, en una puja que muchos analistas predicen terminará con la economía asiática en lo más alto del podio entre 2020-2025.
El 27 de octubre del año pasado, el Partido Comunista de China formuló el proyecto de “XII Plan Quinquenal de Desarrollo Económico y Social de China (2011-2015)”. El mismo deberá ser aprobado por la Asamblea Nacional del Poder Popular y consta de cinco puntos básicos. Según la Agencia Xinhua, uno de éstos plantea: “trabajar para dar un gran paso adelante en el proceso de reestructuración económica, elevar la proporción de consumo familiar, promover el desarrollo coordinado de las regiones rurales y urbanas, reducir significativamente tanto el consumo energético por unidad del Producto Interior Bruto (PIB) como las emisiones de dióxido de carbono y mejorar considerablemente las condiciones medioambientales”.
A propósito de medioambiente, se nota la preocupación china. Su plan y el cumplimiento de sus etapas le reportó elogios de la cumbre de Copenhague y la preparatoria realizada en Buenos Aires.
Si las demandas groseras del imperio sobre el yuan afectaron el vínculo de los dos países, igual resultado o quizás peor tuvieron dos gestos directos en el terreno político.
Uno fue el anuncio de la administración Obama, durante 2010, de que vendería armas a Taiwán por 6.400 millones de dólares. La República Popular China nunca declinó su reclamo de soberanía sobre esa isla donde la VI Flota refugió al dictador Chiang Kai Shek luego de la victoria del Ejército de Mao Zedong.
Por esa venta de armamentos Beijing suspendió los contactos militares con EE UU, que recién se descongelaron con la visita del 9 de enero último del secretario de Defensa, Robert Gates.
El otro desaire estadounidense fue en febrero, con la recepción de Obama en la Casa Blanca al líder separatista del Tíbet, el Dalai Lama. Es otra región especial de China, cuyo gobierno está determinado a que nunca le sea seccionado y convertido en un nuevo Kosovo o protectorado yanqui.
Ciertos puntos de acuerdo
Quedó dicho que 2010 fue negativo en las relaciones entre China y Estados Unidos. Se podría agregar que en octubre la academia de Oslo anunció el Nobel de la Paz para un chino contrarrevolucionario, que las autoridades niegan sea un simple “disidente”. Sea como fuere, el premio fue para un opositor preso por actividades contra el socialismo. Esto fue comentado por André Vltchek, de CEPRID, en una nota titulada “Occidente perfecciona sus técnicas para agredir a China”. Decía Vltchek: “no os hagáis ninguna ilusión: el Premio Nobel de la Paz 2010 concedido a Liu Xiaobo, el redactor principal de la Carta 08, no tiene nada que ver con los derechos humanos. Se trata de una operación directamente dirigida contra el mayor sistema económico y socio-político de fuera de Occidente”.
Pero a pesar de estas controversias, China siguió vendiendo y comprando a EE UU. Y con buena parte del superávit de ese comercio, 370.000 millones de dólares anuales, adquiriendo títulos del Tesoro. De este modo el país oriental apuntalaba la tambaleante economía norteamericana, nunca repuesta del todo del descalabro de 2008.
Por otra parte, a mediados de mayo de 2010 se celebró en la capital china la II ronda del “Diálogo Estratégico y Económico entre EEUU y China”, como continuidad de la realizada en julio de 2009 en Washingon.
A Beijing llegaron la canciller Hillary Clinton y el secretario del Tesoro, Timothy Geithner, con unos 40 funcionarios de alto nivel. Los aguardaron el presidente Hu y una comitiva de similares características.
Los yanquis volvieron a reclamar la reevaluación de la moneda china. Se les ofertó que para nivelar el comercio bilateral lo mejor era que EE UU accediera a vender productos de alta tecnología, más caros, que le son retaceados a China (porque pueden copiar y crear, o por temor a su utilización militar).
Clinton prometió que “EEUU eliminará las restricciones a la exportación de alta tecnología a China, o por lo menos, las suavizará, y los detalles se revelarán el próximo verano”, según la agencia rusa Ria Novosti. Pues en el próximo verano, veremos, pensaron los pacientes orientales.
La mayor concesión que hizo el gobierno de Hu fue votar en junio pasado en el Consejo de Seguridad a favor de la cuarta ronda de sanciones contra Irán. El proyecto de dos aliados del imperio, Francia y Reino Unido, pretextaba el pacífico plan atómico iraní. Hasta Brasil y Turquía votaron en contra.
La visita de Hu
En ese marco contradictorio, el presidente chino realizó una visita a EE UU entre el 19 y 24 de enero último. Desde el protocolo, debe haber sido la visita que recibió más pompa y ceremonia de todas las que haya organizado Barack Obama en los dos años que lleva en la Casa Blanca. Dos cenas de gala, conferencia de prensa conjunta, reuniones con el presidente y líderes del Capitolio, que en la Cámara de Representantes tienen liderazgo republicano luego de las elecciones de noviembre pasado, etc.
Como el vínculo bilateral tiene un componente decisivo que es económico, de una parte de las reuniones de los dos jefes de Estado participaron empresarios de la parte china y de consorcios como Goldman Sachs, JP Morgan-Chase, Microsoft, Motorola, General Electric, Boeing y Carlyle Group.
Estos grupos concentrados (léase monopolios) han ganado buena plata con sus inversiones en China, desde donde han vendido al mundo. Los chinos también consideran haber salido ganando de esas inversiones extranjeras, aunque como las licencias no son suyas su porción fue pequeña en algunos casos (4 centavos de cada dólar exportado por Nike de China, motivo por el cual el Estado recepcionista ahora está comprando licencias para vender por su cuenta).
Boeing es la firma más partidaria de que las relaciones con China sigan esta ruta de amistad y rivalidad pero sin que la sangre llegue al Pacífico. ¿Su razón? Un contrato firmado por Beijing para adquirir 200 aviones por 19.000 millones de dólares, que permitirá a Boeing ampliar su posición dominante en el mercado aéreo.
Los 70 acuerdos suscriptos en este viaje suponen en total compras chinas por 45.000 millones de dólares de distintos productos, lo que redundará en la creación de 235.000 empleos en EE UU. Esta puede ser una buena medicina para la economía yanqui y también para el debilitado Obama con vistas a su intento de reelección.
¿Estas compras no endeudarán demasiado al país socialista? No parece. Hasta hoy venden por 400.000 millones de dólares a EE UU y le compran el diez por ciento de esa cifra. En Beijing cuentan con reservas de divisas por 2.3 billones de dólares. Su economía ha desplazado a Japón como segunda potencia mundial y se plantea arribar a 2020 con un nivel de prosperidad para la mayoría de sus casi 1.400 millones de habitantes. Muchos de aquellos 70 acuerdos servirán para poner más en acción a la industria china.
En medio de los convenios comerciales, el presidente Obama, el líder republicano de los Representantes, John Boehner, y el de la mayoría demócrata en el Senado, Harry Reid, apremiaron al visitante chino con el sempiterno reclamo del yuan y los derechos humanos.
Hu jintao se defendió bien. Sobre lo primero, dijo que los productos chinos baratos habían favorecido al público estadounidense en 600.000 millones de dólares. Sobre lo segundo, argumentó que los temas de derechos humanos eran algo interno de China, donde habían avanzado mucho pero había todavía bastante por hacer.
En su interior, Hu habrá pensado que en marzo próximo, como en los doce años anteriores, Beijing publicará el “Expediente de Derechos Humanos en EE UU”, documentando las violaciones a esos derechos cometidas en el imperio. El de 2010 está en: http://cambiosencuba.blogspot.com/2010/03/pekin-replica-washington-con-un-informe.html
Fuente:
https://www.alainet.org/fr/node/147092
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