Que se vaya Mubarak, que permanezca el Poder
02/02/2011
- Opinión
Para Estados Unidos la presencia de Israel en la zona del Medio Oriente es importante. Grandes intereses económicos atan a ese país con Washington a quien le deben en gran medida haber subsistido en diversas etapas de su consolidación territorial. Existen además fuertes vínculos culturales, puesto que la dirección del país desde sus inicios y en el transcurso de su desarrollo, estuvo compuesta por personas que vivían en Europa y formaban parte de la cultura europea, y no del modo de vida del Medio Oriente. Los pocos que aún conservaban antecedentes con las etnias de esa región entre los años 100 y 200 DC, fecha en que la religión judía resultara reprimida y prácticamente abolida, recibieron en el año 1948, de manos de los aliados, una extensión de terreno en la zona habitada por palestinos. Dichas tierras pronto se convirtieron en un poderoso Estado, gracias a la identificación de intereses culturales con las potencias que entonces se disputaban la hegemonía del Medio Oriente con el fin de controlar el petróleo y ciertas rutas comerciales. Israel surge como consecuencia de una decisión europea, que durante años lidiaron con presiones de grupos religiosos de origen judío, organizados bajo las ideas del fundador del sionismo moderno, Theodor Herzl.
La decisión de las llamadas potencias occidentales de fundar un nuevo Estado, junto al primitivismo existente en la zona de aquel entonces, los cacicazgos que incentivaban los Estados teocráticos y los enormes sobornos facilitados por la riquezas millonarias obtenidas por quienes controlaron el petróleo se unieron, posibilitando imponer reglas de sumisión a los países circundantes.
La idea de aquel Estado tuvo tres propósitos. Dos de ellos compartidos por la Europa occidental. Uno fue procurar un aliviadero al espíritu antisemita incentivado a extremos tribales, durante los gobiernos fascistas. La mejor solución era buscarles un lugar donde pudiesen habitar. Otro, disponer de un país con rasgos similares al de esas potencias, en medio de una región que la industrialización, con su enorme desarrollo de transportación, debía controlar so pena de evitar chantajes o costosas demandas políticas por quienes aún no se habían integrado a ese mundo de la modernidad industrial y por consiguiente no eran políticamente confiables. Y el tercero, fue la coincidencia con la Rusia comunista del momento, cuyos líderes, alentados por las ideas de corte socialistas de los principales dirigentes judíos, tanto los guerreristas, como los más sinceros y fervientes religiosos, y debido a la proximidad territorial de Israel con la URSS, aspiraban a ser ellos quienes obtuvieran el control.
Los últimos sucesos que están ocurriendo en el mundo árabe, constituyen un estremecimiento sísmico al sistema de las relaciones internacionales.
El derrocamiento de Ben Alí, sucesor de Bourgiba desde 1987 y las protestas egipcias y brotes de manifestaciones en Jordania, han sorprendido a los analistas y han puesto a pensar a las potencias que apostaron por la colonización cultural, política y económica de la milenaria región. Las figuras autoritarias que han gobernado por décadas comienzan a repensar su rol. El gabinete de Jordania ha sido replanteado y el presidente de Yemen, Alií Abdulá Saleh, acaba de anunciar que no aspirará a la presidencia en el año 2013.
En medio de esta situación la Secretaria de Estado Hillary Clinton citó a los embajadores para una reunión inusual.
Egipto constituye un aliando de importancia para Estados Unidos, por su cercanía con Israel y por su compromiso de mantener buenas relaciones con un vecino que sirve de velador de los intereses de Occidente. Desde el punto de vista económico no significa gran cosa, porque por el Canal de Suez y el oleoducto Sumed, transportan solamente unos 2 millones de barriles de petróleo al día, lo cual en caso de interrupciones, puede ser compensado por otras vías de acuerdo con analistas del sector. La problemática para Estados Unidos, de producirse un cambio de Poder en Egipto, que no responda a los intereses actuales, es su repercusión en el conflicto Israelí – Palestino y el incentivo que podría ocasionar, para el estímulo de protestas similares en otras regiones del mundo árabe. La información y el alto nivel cultural alcanzado por ciertos grupos poblacionales en esos países, los inclinan a reaccionar ante la mentira y el mal uso de las administraciones.
La libertad tiene muchas caras. No es una, sino múltiple y relativa. La acumulación informática compartida, sin dudas que ocasiona puntos de comparación que, eventualmente provocan cambio en la reacción de los pueblos. Es cierto que estamos bombardeados con informaciones que tienden a distorsionar las realidades y pueden crear confusiones, pero la fantasía nunca supera los hechos. En el debate inevitable de un mundo con accesos varios a las fuentes de información, no importa con cuánta intensidad sean coartadas, los puntos de realismo se imponen eventualmente a esa distorsiones y prevalecen las reales condiciones en las que vive cada cual. No se trata de cuánto tiempo un Poder lleva constituido, sino del uso que hace de su administración. Por eso, no son válidas las comparaciones basadas en similitudes fotográficas, sino en el desarrollo de los eventos, en su historia.
Desaparecido Saddam Hussein, todo parecía cuestión de tiempo para alcanzar el dominio total de la zona. Irán en solitario no significa un gran problema, pero un cambio sustancial en una región controlada por más de un siglo por las potencias llamadas occidentales, dueña de las grandes reservas petroleras del mundo, en medio de una crisis, y con un nuevo aumento de la actividad industrial estadounidense, así como de su consumo poblacional, especialmente de los sectores acomodados, demandaría una total reconfiguración de la política exterior de Washington.
La actitud ambivalente de Obama, la misma que tuvo con Honduras, manifestando que no Estados Unidos no interferiría en el conflicto pero enviando recados a Mubarak, diciéndole que se vaya, pero que al propio tiempo se quede, no tiene buenos augurios.
Una delegación precedida por el embajador estadounidense en El Cairo, le planteó a Mubarak que no renunciara sino que comunicara su decisión de permanecer en el Poder hasta las elecciones de septiembre. La jugada evidentemente pretende darle tiempo al Poder fáctico, de reorganizarse y buscar una continuidad. El anuncio de la decisión no parece haber tenido buena acogida.
Desde los inicios, en medio de un nerviosismo diplomático, Washington ha abogado por una solución “organizada” de la crisis. Su actitud ha sido de evidente apoyo a un gobierno que por 30 años ha servido de aliado a sus intereses. Las razones acumuladas que desencadenaron la crisis, no interesan a la Casa Blanca.
Para Washington es necesario que permanezca el mismo poder con iguales políticas. Las naciones se alían a los poderes nunca a los rostros, ni a las bondades de las personas.
Mubarak ya comienza a estorbar, pero su Poder establecido y la política en ejercicio mantenida durante sus 30 años de gobierno, deben permanecer en Egipto a toda costa. Esta es la visión que se deduce de la aparente conducta errática de Estados Unidos frente a la explosión egipcia.
Miami, 2 de Febrero del 2011
- Lorenzo Gonzalo, periodista cubano residente en los EEUU y subdirector de Radio Miami (www.radio-miami.com )
https://www.alainet.org/fr/node/147249?language=en
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