Azuzando el voto del miedo: signo de decadencia de la derecha cavernaria
- Opinión
“Nada está dicho y todo puede suceder”, señaló un titular del Semanario Hildebrandt en sus Trece (Nº 46, 11 de marzo 2011); “Final de infarto” anunciaba otro aun más patético en Perú.21 (edición Nº 3135, 21 de marzo). Sea en titulares o comentarios periodísticos, escritos, radiales o televisivos, se magnificaba exageradamente una campaña electoral caracterizada más bien por la mediocridad, la propensión a la ridiculez y la chabacanería. Los principales aspirantes a la presidencia del país, en lugar de conquistar con ideas y propuestas a sus electores, prefirieron durante buena parte de la contienda el intercambio de ataques personales entre ellos, especialmente entre Toledo (Perú Posible),[1] Castañeda (Solidaridad Nacional) y Kuczynski (Alianza por el Gran Cambio), representantes –junto con Keiko Sofía Fujimori (Fuerza 2011)— del continuismo económico y político neoliberal.[2]
El canibalismo, la mediocridad, hasta la vulgaridad y las “payasadas” de hacer cualquier cosa para caer bien, con tal de ganar puntos en las encuestas, explica buena parte del continuo trasvase de votos potenciales que hubo a favor de un candidato a costa de otro, y explica también la existencia de un bolsón importante (35%) de indecisos y “votos migrantes” de última hora según Giovanna Peñaflor, directora de IMASEN (Hildebrandt en sus Trece, Nº 46, p. 8). Ello se corresponde con la idiosincracia voluble del elector peruano, más aun si es urbano y citadino, sobre todo de las nuevas generaciones.[3] De ahí que no deba extrañarnos que las intenciones de voto se hallen bastante apretadas entre los cinco más opcionados (“pegaditos” como tituló Perú.21 el 25 de marzo).
Empero, el verdadero decantamiento político empezó al día siguiente de conocerse que el candidato presidencial Ollanta Humala, de Gana Perú (alianza electoral entre el nacionalismo y la vieja izquierda)[4], había pasado momentáneamente al primer lugar en los sondeos; en todo caso, metiéndose en la pelea entre los tres primeros opcionados (Toledo, Fujimori hija y Humala). No solamente eso, los mercados también “se asustaron” a manera de reacción refleja: tras varios meses de sostenido descenso, el dólar subió a S/. 2.81 en el mercado interbancario a fines de marzo, y
A fines de marzo la situación de Humala en los sondeos comenzó a hacerse más sostenida, viniendo desde abajo (a principios de año aparecía en el cuarto o quinto lugar entre los candidatos más mencionados). Así, dos encuestas realizadas por CPI e Ipsos-Apoyo, le dieron el primer lugar en intención de voto para la primera vuelta, con el 23.3% y 22.8%, respectivamente. (
El problema para Humala es que, considerando la simulación de segunda vuelta con cédula de sufragio, pierde frente a todos sus rivales neoliberales cualquiera sea la fuente del sondeo.
Ese casi 27% a favor de Humala condicionó la estrategia adoptada en el debate del domingo: ceñirse a un libreto previamente preparado por sus colaboradores y asesores de imagen, afirmando sus propuestas y evitando responder a los cuestionamientos que le lanzaron principalmente Toledo y Kuczynski (en las semanas previas, el primero había perdido el liderazgo en las encuestas y el segundo llegaba de arremetida a los primeros lugares). Humala leía hasta para responder, sin zanjar claramente con las preguntas de sus adversarios. Si esta es la estrategia que piensa reeditar en segunda vuelta, entonces tiene asegurada la derrota frente a un adversario como Kuczynski.[6] Para algunos analistas y comentaristas, el sr. Kuczynski fue el gran ganador del 3 de abril, y las previsiones de César Hildebrandt estuvieron acertadas.[7] En realidad se debatió poco, pese a las sucesivas ruedas de preguntas y réplicas en cada bloque temático (pobreza, empleo, seguridad y narcotráfico) contemplado en el formato de los organizadores y acordado con las fuerzas políticas en competencia.
El sr. Humala, que en el 2006 fungía de candidato “antisistema”, para estas elecciones se había preparado para posicionarse en el centro político, y desde aquí emprender la campaña presidencial. Hacia ese espacio apuntalaron sus propios esfuerzos en términos de discurso, actuación pública y cambio de imagen. El problema es que fuera del círculo de sus partidarios, seguidores y simpatizantes, para el grueso de los ciudadanos y ciudadanas que se ubican en un centro amorfo y flotante, volátil en términos de preferencias electorales, Humala aun despierta muchas dudas, suspicacias y no poca desconfianza,[8] debido también al poder e influencia que ejercen los grandes medios en la formación de opinión. La derecha política, empresarial y mediática le enrostra sus “vínculos de sangre” (la expresión es de diario16, edición del 31 de marzo) con el presidente venezolano Hugo Chávez, exigiendo que aquel llame a este “dictador”.[9] En el intento desesperado de restarle votos y desacreditarlo –por no decir, satanizarlo como en el 2006— la presión sobre el electorado (principalmente el bolsón de indecisos y el “voto migrante”) será enorme y cada vez más asfixiante a medida que se acerque el 10 de abril. Por lo pronto, esta campaña ha empezado llamando la atención sobre el contraste existente entre lo que Humala afirma en declaraciones o discursos electorales, y lo que sostiene el Plan de Gobierno de Gana Perú.[10]
Es indudable la existencia de sutiles mecanismos que se echan a andar, dirigidos a la subjetividad de la gente común (los llamados psicosociales), cuando una candidatura que no es del agrado del establishment aparece –en el caso de Humala digamos que es reaparición— y se va proyectando en el escenario. Lo que pasa con Humala y el nacionalismo podría asimismo ocurrirle a cualquier otro (hombre o mujer) que represente posiciones políticas que anuncien modificaciones en las reglas que los capitalistas hacen para si mismos y sus negocios, con mayor razón si proviniese de una izquierda renovada y cohesionada en torno de un programa común, organizada con genuinos liderazgos populares y enraizada en el pueblo; incluso si tal izquierda fuera mayoritariamente moderada, reformista o de centro-izquierda (es lo mismo), en el marco del juego democrático electoral burgués.[11]
Juan Carlos Tafur ve la confrontación ideológica decisiva en estos términos: “Solo un mensaje de cambio liberal puede tener eficacia frente al cambio que propone el nacionalismo. Un discurso que ponga énfasis en lo mucho que hay por resolver en el Perú, antes que en la defensa de lo avanzado, por mucho o poco que fuera.”[12]
En contraposición a lo sostenido por Tafur, sostenemos que el verdadero leitmotiv de la disputa son los ingentes excedentes acumulados durante 10 años de crecimiento económico, y la elección del 10 de abril implica para todo el país tomar una gran decisión sobre la orientación que se dará, en el quinquenio 2011-
Por cierto, los “buenos negocios” que se hace a costa del Estado se hallan también en otros ámbitos. Mencionamos aquí solamente algunos casos conocidos: la prioridad que se dará para abastecer con el gas de Camisea al norte de Chile, perjudicando el abastecimiento interno; el proyecto de la central hidroeléctrica de Inambari, que ocupará 40,000 has, cuyo impacto ecológico y social (en base a un estudio de evaluación ambiental realizado por la empresa brasileña EGASUR, promotora del proyecto) ha sido calificado de “devastador”, afectando a poblaciones, especies y ecosistemas de Madre de Dios, Puno y Cusco;[15] la concesión del Muelle Norte (Terminal Norte Multipropósito) en el puerto del Callao, entre cuyas irregularidades se ha camuflado convenientemente el propósito real de su efectiva privatización (es decir, de todo el puerto) y la consiguiente “liquidación” de
Y a todo eso los columnistas de opinión que toman partido por el “sistema” tal cual es hoy, llaman desde sus nubes mentales “economía de mercado”, “libertad económica”. Hasta los términos de la disyuntiva que pone el candidato Toledo – (elegir entre) “una economía social de mercado o una economía estatista”—[17] denotan que su pensamiento económico y político se mueve en los niveles de la simplicidad y la falacia. Es una disyuntiva por demás trillada y ha sido harto recurrente en el debate latinoamericano de los 80 y 90 sobre el desarrollo.
Resulta entonces obvio que la derecha está haciendo todo lo posible (por el momento, recurriendo a su poder mediático) para impedir que los temas de fondo sean puestos en la agenda política y del desarrollo de los próximos cinco años. Del único tema que parecen estar dispuestos a negociar/hacer concesiones es el de la “inversión social”, con un enfoque –claro está— de “cambio liberal”. Pero sobre el “modelo de crecimiento”, la orientación de la política económica, los TLC, las concesiones y privatizaciones en marcha, los contratos de estabilidad tributaria que goza la gran minería, y otros similares de tamaña envergadura, que le han permitido a la derecha económica experimentar una década de bonanza macro, acompañada de malestar micro, pues “naca la pirinaca”. Estos son temas intocables, para los cuales la derecha económica y política no admite discusión, menos aun si hay voces discrepantes planteando otras alternativas, temas que han sido encerrados con 40 candados en un engranaje de seguridad jurídica.
Tiempo atrás, en los ya lejanos años ochenta, en medio de la crisis económica desatada por el fracaso de la heterodoxia del primer gobierno aprista, y la crisis provocada por la violencia de Sendero Luminoso que remeció hasta los cimientos del Estado, Javier Iguiñiz proporcionó quizá algunas claves para entender las raíces de donde proviene la contraposición entre bienestar macro y malestar micro. Iquiñiz ensayaba esta explicación que nos parece muy actual (las cursivas son nuestras):
“Una visión más compleja, completa y profunda de la sociedad peruana nos llevaría a establecer que la peculiaridad del momento actual del país está determinada por la confluencia de esa crisis [AR: se refiere a la crisis de finales de los 80] y de otra, a la cual ha contribuido el capitalismo pero que es distinta del conflicto de clases [...]. Nos referimos a la destrucción del orden socio-cultural colonial tanto por el efecto integrador del proceso de acumulación hasta mediados de la década pasada [se refiere al régimen militar reformista del Gral. Velasco en los 70] como por su crisis actual. Lo que queremos sugerir es que la crisis social actual es, por ello, más profunda que la crisis de las relaciones sociales de producción capitalista, esto es, que la crisis de la relación entre las clases sociales propias del capitalismo en el Perú. Y ello, no solo ni principalmente porque los asalariados son relativamente pocos en la población laboral peruana sino porque la crisis [AR: hoy el crecimiento] hace que se refuercen la frustración generada por los menores ingresos con una frustración cultural que tiene origen antiguo y que cambia pero sigue vigente en el Perú. Tenemos la impresión de que el propio desarrollo capitalista ha atenuado y alterado esa frustración al despoblar el Ande y desenraizar a las familias, al despersonalizar las relaciones sociales y al desviar las aspiraciones hacia objetivos económicos e individualistas pero, al mismo tiempo, ha convertido esa frustración en masiva al juntar a la población en las ciudades, al extender la educación, al democratizar la sociedad peruana y al generar en las mayorías nacionales una concepción del progreso y de la dignidad en total ruptura con el status humano que el orden colonial sobreviviente todavía otorga a las mayorías nacionales en razón de raza, lengua y, en general, cultura. Este aspecto de la realidad nacional que imprecisamente formulamos pretende sugerir la existencia de una vieja, poderosa y compleja interacción y mutua influencia entre el capitalismo en el Perú y el orden colonial cuestionado en la práctica con la migración, la democracia y la lucha popular.”[18]
Cabe añadir que el orden colonial sobreviviente aun anida en muchas cabezas de las elites del país, lo que se manifiesta tanto en el ejercicio del poder como en su comprensión de los problemas y desafíos.[19] Es como un chip mental que condiciona todas las reacciones y reflejos de esas elites, sean políticas, empresariales o intelectuales. Allí tenéis al grandilocuente Alan García y sus políticas que en nombre del combate ideológico contra los perros del hortelano, tuvo como desenlace el “baguazo”. Allí tenéis a Mario Vargas Llosa (MVLL) diciendo recientemente: “Me preocupa que se vaya a destruir estos 10 años de muy buena racha que tiene el Perú, de muy buena orientación. El Perú ha optado por una modernidad, por una democracia, por una apertura al mundo, por un aliento a la inversión, y todo eso nos está trayendo muy buenos resultados, creo que eso es una cosa innegable, sería una gran desgracia para el Perú que eso se cortara.” (Perú.21, 1 de abril, p. 5). Anticipar cual oráculo griego resultados que aun no se han producido, y que ni el mismo MVLL puede demostrar que ocurrirán, es la forma más efectiva que tiene la derecha –porque carecen de argumentos consistentes— para influir sobre la decisión que tomen electores y electoras que todavía andan (como el APRA en este momento, deshojando margaritas por alguno de los candidatos) en total desconcierto. En el Perú de hoy, la modernidad, la democracia, la apertura y la inversión, que sin fundamentos reales MVLL cree que serán “destruidos” por un eventual gobierno nacionalista o fujimorista (meses atrás sostuvo que representan el cáncer y el sida, respectivamente), son conceptos que en su dimensión histórica –no la metafísica que maneja el escritor— adquieren una real significación si son entendidos en el marco de la colonialidad del poder, categoría pensada por Aníbal Quijano para la comprensión del actual sistema mundo colonial/moderno.
El desconcierto y la confusión reinantes provienen de este nudo gordiano: la mayoría de la población peruana desea el crecimiento económico, tener empleo e ingresos que les permita una vida decorosa, satisfacer necesidades de educación y salud, que el Estado (central, regional, local) resuelva o disminuya significativamente la pobreza, les provea de infraestructura (agua, luz, caminos y carreteras), brinde atención preferente a los sectores más vulnerables de la población (niñ@s, adolescentes, mujeres, tercera edad), y así podríamos extender la lista hasta donde queramos. La cuestión consiste en saber si todo eso puede hacerse con un Estado como el actual, que está controlado y ha sido secuestrado por los capitalistas y sus operadores políticos, porque para ellos lo primero de lo primero son los “negocios” (en buen romance: generar ganancias) y después verán qué quedan de los “recursos escasos” para distribuir entre los hambrientos, necesitados, desempleados/subempleados, “pobres” en general.
¿Cuáles son los fundamentos sobre los que descansa el crecimiento? Consiste en el aporte que hace la sociedad, la nación y los recursos que esta posee a la economía mediante el trabajo social, la consiguiente generación de valores mercancías y el trabajo excedente que estas contienen. Una economía como la peruana, fragmentada y desarticulada, desterritorializada, con diversos modos de producción pero donde uno es hegemónico (el capitalista) y tiene además un perfil nítidamente transnacional; una economía que ha sido y continúa siendo desnacionalizada, donde los excedentes sociales y toda modalidad de plus trabajo son apropiados por los capitalistas a través de sus inversiones (con independencia de su procedencia), y el Estado a través de los impuestos y otros cobros fiscales. Por consiguiente, el problema principal no es como lo pone –y quisiera que así sea visto— el sr. Alejandro Toledo: entre el “salto al vacío” (¡¿?!) y el “crecimiento con rostro social”, o la seudo disyuntiva (la otra cara de su mismo argumento) entre “estatismo” y “libertad económica”.
El futuro de la mayoría de los peruanos y peruanas no se va a resolver con una elección. Es más bien un largo camino de lucha y organización social para conquistar una real democratización de las relaciones económicas y de poder, porque con este Estado y esta economía que tenemos nos seguirán vendiendo ilusiones estadísticas, “cebo de culebra” (i.e. promesas y siempre más promesas), bonanzas ficticias que en realidad las viven unos pocos privilegiados. Apuntad si queréis hacia un Estado nacional-popular, pero él mismo en proceso de transformación, como transición histórica hacia una sociedad de productores y de trabajadores libres, mejor organizada y superior a la actual, mucho mejor de lo que somos hoy en día.
[1] De Toledo se comentó: “Aceptar las reglas de juego de sus adversarios fue como dispararse en el pie. Y hablar, como quería [Alan] García, de los Whiskies que no tomó en Palacio fue todavía peor. Muchos vieron a un Toledo que derrapaba en el sucio aceite que habían derramado sus enemigos. Quien contesta porquerías, por más solemnidad que le ponga, pierde puntos. Y, además, su gran problema, el mayor de todos, fue caer en el juego de PPK [Pedro Pablo Kuczynski]. De los puntos que ha ganado el lobista estadounidense, por lo menos cinco se los debe a Toledo, quien, de puro acomplejado, lo trató como a un igual cuando PPK era un montoncito que no llegaba al 4%.” (Hildebrandt en sus Trece, Nº 48, 25 de marzo 2011, p. 6).
[2] “[...] en un escenario donde hay cuatro candidatos (Keiko, Toledo, Castañeda y PPK) con visiones de desarrollo más o menos parecidas, y donde se necesitaba con urgencia propuestas claras que los diferencien, lo que ha primado han sido ideas pobres y erráticas.” (Patricia del Río, “Va pa’ la peña”, Perú.21, 26 de marzo, p. 8).
[3] “[...] la volatilidad del voto es culpa del peruano irresponsable que se deja llevar por la payasada y la promesa fácil.” (Patricia del Río, ibíd). «Lo de Pedro Pablo Kuczynski confirma que para cierta juventud desangelada, ilusionarse con una mezcla de Pizarro con Bush es la fantasía perfecta de estos días. Mejor si viene con doble ciudadanía. Así, su mundo ideal estaría a la vuelta de la esquina. Hay que recordar que en el año 2001 muchos votaron por Toledo porque vieron en él al “cholo” que triunfó en el extranjero. Hoy tal vez quieren al extranjero en persona. Y si el extranjero tiene un toque de zafiedad y vomitivo “criollismo”, pues entonces mejor.» (Ismael León, “¿De qué diablos se ríen?”, Hildebrandt en sus Trece, Nº 48, op. cit., p. 11).
[4] Vieja izquierda que se alió a Humala: Partido Comunista Peruano “reconstituido”, Partido Comunista del Perú “Patria Roja”, Partido Socialista, Izquierda Unida, Movimiento Nueva Izquierda. También son parte de esta alianza el Partido Pueblo Unido, Bloque Popular, organizaciones de izquierda en las regiones y algunos colectivos. Con relación a la generación de dirigentes que conducen con destino incierto a la izquierda desde hace más de 3 décadas (años 70 en adelante), estas elecciones representan posiblemente el último ciclo de su participación en la escena política oficial. Como sostuvo autocríticamente uno de sus intelectuales, «[...] es bueno preguntarse qué herencia quiere dejarnos esta dirigencia que ya tiene varias décadas "conduciendo" a la izquierda. Por eso creo que ha llegado el momento de debatir públicamente... el futuro de la izquierda peruana.» (Alberto Adrianzén, “La crisis de la izquierda”, www.albertoadrianzen.org, 17 de mayo 2008).
[5]www.elcomercio.com.pe/noticia/259505/lourdes-flores-encabeza-encuesta-presidencial-al-2011-pucp
[6] «PPK: ‘Yo le gano a Humala’», Perú.21, 29 de marzo, p. 7, y en el titular del mismo diario el 3 de abril: “Humala sería nefasto”.
[7] “De sus adversarios dependerá que los televidentes se enteren de que PPK es tan viejo como el jazz o el tap y tan recorrido como un jeep de Patton. Sirve en el Estado y se sirve de él desde 1966 nada menos. Y eso de que es un hombre preparado, nadie lo duda. Lo que no se sabe es quiénes se beneficiarán de su sapiencia si es que gana. El Perú es un país disfuncional. Necesita de alguien que cree consensos básicos y no alguien que imponga la polarización rematando cerros, bosques, puertos. Pero PPK es, sin duda, el favorito de la noche del domingo
[8] “En lugar de encabezar una fuerza de izquierda inteligente, centrada, con ideas claras, digeribles, modernas, y mucho más moderadas que las que exhibió en el 2006,... [Humala] siguió mostrándose como lo que nunca dejó de ser. Un híbrido. Un Frankenstein ideológico, al que le han cosido remiendos velasquistas con posturas radicales, al que le han zurcido pedazos de discursos a favor de las inversiones con soflamas antitelecé, al que le han pegado retazos chavistas con fragmentos de la barba de Lula.” (Pedro Salinas, “Oh, llanta”, Perú.21, 20 de febrero, p. 10).
[9] “Humala se resiste a llamar dictador a Hugo Chávez”, Perú.21, 30 de marzo, p. 5.
[10] «La campaña que busca el asesinato moral de Humala recién ha empezado y tendrá cumbres de mugre tales que lo del 2006 va a parecer agua de victorias regias. Si Humala no denuncia la concertación conservadora que aspira a crear el terror de su candidatura le habrá hecho caso a las mismas palomas que le aconsejan “no pisar callos”. Una campaña de temor no se combate administrando el miedo.» (“Nuevos giros en la campaña”, Hildebrandt en sus Trece, Nº 48, p. 7).
[11] “Desde el régimen de los siameses Fujimori y Montesinos, 1990-2000, han ganado tanto dinero las multinacionales y sus socios y funcionarios en el país –así como muchas de las empresas peruanas, principalmente mineras— que les aterra la idea de un gobierno que con algo de dignidad los obligue a ganar menos y redistribuir más, a cambiar
[12] Juan Carlos Tafur, “El cambio se lo están regalando a Humala”, diario16, 31 de marzo, p. 4.
[13] De los años 90 al 2010 el Estado peruano suscribió contratos de estabilidad tributaria con grandes empresas mineras, que en conjunto totalizan US$ 6,039 millones. En virtud de dichos contratos el Estado en los últimos cinco años (2005-2010) dejó de percibir por concepto de regalías mineras (derechos que se cobran por permitir a terceros la explotación de recursos naturales mediante concesión) cerca de S/. 2,500 millones que representan casi la mitad (48.2%) de toda la regalía posible. En el 2007 el presidente García acordó con las mineras un aporte voluntario llamado óbolo minero, pero de los S/. 2,500 millones que se esperaban recaudar por este concepto, a julio del 2010, el Estado recibió el equivalente al 71.5%, mientras que los gobiernos regionales solamente ejecutaron 48% de lo recaudado. En el mismo quinquenio 2005-2010 las utilidades netas incluyendo a la gran minería estuvieron entre US$ 24,000 y US$ 32,000 millones, situación favorecida por el alza extraordinaria en los precios de las materias primas que el país exporta. (Cf. Vanesa Ochoa, “Millonarias pérdidas para el fisco”,
[14] «[S]e llama bonapartismo al régimen autoritario que surge en circunstancias de desorden social y de pugna de poderes entre el parlamento y el ejecutivo y en que aquél finalmente queda subordinado a éste, cuyo jefe asume facultades extraordinarias para imponer el orden y promueve después la “legitimación” de todo lo actuado a través de alguna forma de participación popular; como hizo Luis Napoleón con su plebiscito de los días 20 y 21 de diciembre de 1851.» (Rodrigo Borja, Enciclopedia de
[15] Ramiro Escobar (corresponsal del diario madrileño El País), “
[16] El tema de la privatización del Callao y otros similares está tratado en el libro de Manuel Dammert,
[17] “Toledo advierte peligro estatista con Gana Perú”, Perú.21, 30 de marzo, p. 6. Los términos con los que inició su intervención en el debate del 3 de abril fueron prácticamente los mismos.
[18] Javier Iguiñiz, «Visiones del capitalismo y consecuencias de política», en El Perú en una encrucijada. Lima, CEPES, 1988, p. 28-29.
[19] “Sería maravilloso que en el momento de su mayor gloria económica, la derecha sea políticamente derrotada y ojalá termine por entender que nunca fue capaz de ofrecerle un horizonte al país y que su inteligencia apenas le sirve para defender sus bolsillos.” (Rodrigo Montoya, op. cit.)
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