La violencia y cómo tratarla
05/04/2011
- Opinión
El tema de la violencia, incrementada en varios decibeles por el ruido que provoca a nivel nacional, afectando en la práctica a los involucrados en ella, pero también a ciudadanos, jóvenes y niños que poco o nada tienen que ver con ella, no solo cobra miles de víctimas fatales a nivel local y nacional, sino que permea sus reacciones negativas en todo el tejido social de la nación.
Es imposible demostrar que sus evoluciones más violentas, no trastocan actividades productivas, alejando o desapareciendo a diversos agentes promotores de producción y empleo, por casi todos los rumbos del territorio nacional. Secuencia de ello es el incremento en el éxodo de los más audaces ciudadanos, adolescentes y aun niños, enfrentando los peligros del paso por la frontera norte y los maltratos en territorio estadunidense, para obtener recursos que remitir a sus familias.
El asunto pasó, de ser atendido e interpretado mediante estrategias por órganos de gobierno; analizando y proveyendo propuestas por organizaciones ciudadanas, a su examen puntual en la academia. Allí, expertos en múltiples disciplinas se dieron a la tarea de observar el fenómeno, razonar sobre el mismo y formular criterios para coadyuvar al armado de políticas públicas sobre la cuestión. Esto ocurrió recientemente en el campus de la UNAM.
Allí, un connotado grupo interdisciplinario de estudiosos e integrantes de organizaciones no gubernamentales, llevó a cabo el Foro Orígenes Sociales, Económicos y Culturales de la Violencia, en contextos urbanos. Ésta, no sólo es producto de acciones de delincuencia organizada, sino que se escenifica desde el hogar, pasando por la escuela, en todos sus niveles.
Tales situaciones, de alta gravedad, que aún no son objeto de señalada atención, ni por autoridades de salud social, en el caso de la violencia y el acoso familiar y el laboral, mucho menos por las educativas –el famoso bullying o acoso– dejando al juego de las energías negativas de la sociedad, los casos crecientes que se vienen presentando en las escuelas, prácticamente sin legislación precisa sobre tan graves asuntos, que dejan en la indefensión a los actores afectados. Pero esto merece atención especial.
Concentrémonos, por ahora, en la violencia –las violencias en sus diversas acepciones como se precisó en el foro de comento–, hechos graves que ocurren con frecuencia creciente en la sociedad urbana, pero temblón rural.
La que hoy conflictúa al máximo la vida productiva, educativa y de relación es la que proviene de acciones delictivas a la alta escuela, relacionadas con la privación de la libertad y a veces de la vida, de seres humanos que por decisión de bandas, o por estar en el lugar equivocado, a la hora inconveniente, se ven afectados en su existencia y propiedades.
Situación delicada fue considerada la violencia –como concepto genérico– con la afirmación reiterada de que no será por la ruta del uso de las armas que podrá resolverse. Hace falta para ello la participación interesada y activa de la sociedad organizada, con visión de presente y futuro libre de violencia.
Ésta, como principal afectada, podría actuar de tal manera, que impulse en el país un acuerdo –dentro del esquema de la reforma del Estado– de todas las fuerzas políticas que, primero alejen de ese medio el peligro de la cooptación de políticos para fines ilícitos y, en conjunto, definan estrategias para transparentar los procesos políticos cotidianos y los electorales específicos.
Lograr consensos entre los representantes de la sociedad organizada –por estados o regiones– y de éstos, a su vez, con las fuerzas políticas en acción –gobiernos de estados, municipios, congresos locales– llevaría a compromisos sobre una de las demandas más sentidas de la sociedad. Así cundiría el ejemplo de acuerdos, a la alta política, de esos que están siendo urgidos en diversos asuntos de la agenda nacional.
La conformación de estrategias y políticas públicas alternativas, en base a los consensos enunciados –en que participe la academia de manera comprometida– colaboraría a rescatar la calidad de vida de los mexicanos, definiendo el destino mediato e inmediato de la nación, sin la sombra de la violencia, en todas sus formas. Si el fenómeno –según se dijo– tiene raíz social, cultural, económica y demográfica, debe asumirse –de una vez por todas– con la profundidad y responsabilidad necesarias por los involucrados.
Tal involucramiento generalizado podría surgir de una agenda que impulse a universidades, organizaciones sociales, centros de pensamiento y actores políticos diríamos –de todos los poderes y órdenes– a contribuir, de forma activa y sistemática, en la discusión de alternativas de política pública. Tales políticas no pueden ser pensadas e inscritas en la legislación nacional, sólo como un asunto de justicia o seguridad –se afirmó– sino como articuladoras y “uno de los ejes transversales para pensar en todo el entorno social”.
Urgente es avanzar hacia los acuerdos mencionados. La limpieza del aparato político resulta indispensable, lo hicieron italianos y colombianos cambiando funcionarios electorales, entre otros. Evitar la confrontación entre partidos y creando espacios de diálogo que lleven a una cultura de acercamiento de intereses, en aras de los superiores nacionales, es meta insoslayable. La cultura del diálogo, la civilidad y los consensos, puede ser la vía para salir de la ruta de violencia actual y su perspectiva de confrontación hacia el 2012.
Fuente: Forum en línea
https://www.alainet.org/fr/node/148819?language=en
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