La esquiva paz: ¿estamos aproximándonos?
27/08/2011
- Opinión
El último medio siglo colombiano ha estado marcado por la presencia de un conflicto interno armado que ha causado profundos costos a la sociedad colombiana y su búsqueda de solución ha conllevado ensayos de negociación –algunos exitosos y la mayoría fracasados-, así como acudir a grandes esfuerzos militares por parte de diversos gobiernos. Sin embargo, el balance no ha sido muy alentador. Los últimos ocho años del Gobierno anterior significaron un gran esfuerzo militar –fortaleciendo las capacidades de la Fuerza Pública- para tratar de darle una solución al mismo por la vía de la derrota de las organizaciones guerrilleras. El balance, hay que decirlo, si bien permitió al Estado acorralar a las guerrillas y propinarles fuertes golpes, no significaron la derrota definitiva de las mismas. Las guerrillas, igualmente evidenciaron que sus objetivos de tratar de triunfar sobre las fuerzas estatales, no era sino una vana ilusión y por lo tanto la hipótesis de un triunfo militar de ellas, no ha tenido, ni tiene, ninguna posibilidad. Por supuesto, eso no significa que no tengan capacidad de desestabilizar y de darle algunos golpes a la Fuerza Pública, aunque cada vez de manera más marginal.
Lo anterior nos lleva a decir que la enseñanza del gran esfuerzo militar del período anterior, es que el camino de solución militar del conflicto interno armado no dio los resultados definitivos esperados. Ni para las guerrillas, sus intentos de avanzar en sus planes militares, pudieron realizarse. Lo anterior implica que el camino de la solución militar no permite avizorar resultados definitivos en un plazo razonable. Lo cual tampoco significa que se hable, que hay un ‘empate militar negativo’ por cuanto se trata de un Estado claramente mucho más fuerte militarmente y adicionalmente con legalidad y legitimidad y unos grupos guerrilleros debilitados militarmente; aislados política y socialmente.
El debate sobre las posibilidades de una superación negociada del conflicto interno armado ha sido colocado en la agenda en las últimas meses por diversos actores, empezando por el Presidente de la República que se ha referido al mismo en varios momentos, señalando como deseo que en su Gobierno pudiera cerrarse este crónico enfrentamiento armado, pero al tiempo planteando claramente que esa posibilidad se abriría si hay hechos de paz y no declaraciones de buenas intenciones; también en pronunciamientos en videos de los jefes guerrilleros e igualmente ha sido el tema en el ir y venir de cartas entre ciudadanos y jefes de las guerrillas y por supuesto, también en el Encuentro campesino, indígena y de afrodescendientes realizado en días pasados en Barrancabermeja.
No tengo duda en que la inmensa mayoría de colombianos desearíamos la terminación pronta de este largo enfrentamiento armado que ha producido tanto dolor y heridas en la sociedad colombiana. Pero una cosa son los deseos y otra muy distinta las realidades y no ayuda mucho que se confundan estas dos dimensiones. Son los hechos asociados al conflicto armado los que pueden generar ventanas de oportunidad para que una negociación final del mismo sea exitosa. Por ello actuar de manera cautelosa es una buena contribución a crear condiciones.
Pero, debemos decir que hay algunos elementos que permiten tener un muy moderado optimismo acerca de las posibilidades que pueda concretarse una negociación para terminar definitivamente con el conflicto interno armado. En primer lugar, las personas que están en la cabeza del Gobierno y de la insurgencia guerrillera tienen conocimiento de la problemática y han estado en escenarios de negociación en el pasado, lo cual les da elementos de experiencia que serán sin duda un elemento favorable. El presidente Santos, conoce bien el tema, él estuvo a mediados de los 90s haciendo gestiones como ciudadano con los diferentes actores del conflicto armado y con el apoyo de personalidades internacionales, para construir propuestas de salida; luego fue uno de los colombianos que participó en el ‘Encuentro de Puerta del Cielo’ con el ELN en Alemania; posteriormente estuvo como parte de una Comisión que buscaba verificar la zona del despeje en el Caguán, en fin, no es un neófito en el tema. Igual sucede con el Vicepresidente que ayudó en distintas iniciativas ciudadanas a buscar acercamientos con las organizaciones guerrilleras y como uno de los llamados ‘gobernantes alternativos’ contribuyó a la experiencia de conversaciones con el ELN en el Gobierno Uribe, tanto en Casa de Paz en Medellín como en La Habana. Recuerdo esto para decir que no estamos en manos inexpertas, que tenemos en la dirección del Gobierno conocedores del problema y además personas partidarias de encontrar una salida negociada. Pero para negociar se requieren dos partes y no hay claridad sobre la posición de la guerrilla.
Alfonso Cano presidió la delegación de la Coordinadora Guerrillera Simón Bolívar en las conversaciones de Caracas y Tlaxcala y allí también participaron otros miembros del Secretariado de las FARC como Iván Márquez y Pablo Catatumbo. Igual podemos decir de Pablo Beltrán que presidió la delegación del ELN en Maguncia y en La Habana, Antonio García igualmente estuvo en las conversaciones de Tlaxcala y de La Habana, así como también Ramiro Vargas y el jefe del ELN, Gabino. Tenemos, entonces, unos jefes guerrilleros con experiencia de negociación y eso podría ayudar a mirar con realismo una eventual negociación.
En segundo lugar es necesario referenciar que el Gobierno Santos haya tramitado y logrado la aprobación en el Congreso de la Ley de Víctimas y de reparación, en la medida en que esto coloca en el centro de la acción del Gobierno y como uno de sus desafíos, la necesidad de reparar a las víctimas de este largo enfrentamiento armado.
Igualmente debemos señalar el nuevo ambiente existente en las relaciones con los países suramericanos –varios de ellos con gobiernos de centroizquierda admirados por las guerrillas- y muy especialmente con nuestros vecinos, Ecuador y Venezuela, así como el nuevo ambiente en UNASUR y el que Colombia esté dándole prioridad al proceso integracionista regional.
Ahora bien, una negociación con posibilidades de éxito se debe construir sobre bases reales y algunas de ellas serían: 1) tener claro las dos partes que se trata de un conflicto asimétrico entre un Estado que tiene legitimidad y legalidad y unas organizaciones alzadas en armas, con apoyos marginales y con prácticas altamente criminalizadas; 2) la experiencia de negociaciones exitosas –nacional e internacional- muestra que los actores irregulares deben tomar la decisión de utilizar la negociación para una conclusión definitiva de los enfrentamientos armados y por lo tanto ese es el principal horizonte de una negociación; 3) las organizaciones guerrilleras deben dar muestras claras de su decisión en esta dirección, lo que se denomina crear ‘hechos de paz’; 4) debe haber un cese de actividades armadas por parte de estas organizaciones alzadas contra el Estado, porque la experiencia muestra que sólo una negociación con cese de hostilidades puede ser exitosa y tener apoyo de la sociedad; 5) con las restricciones jurídicas internacionales, el Estado debe construir marcos jurídicos que viabilicen las salidas en este campo; 6) la mesa de negociación debe ser de carácter bilateral entre las partes enfrentadas y allí se construirá la agenda de la misma. Esto no significa que la negociación bilateral debe estar aislada, por el contrario requiere un importante apoyo y acompañamiento social y especialmente de la comunidad internacional, pero cuyo alcance debe ser definido por las partes.
Las organizaciones sociales –campesinas, indígenas, de afrodescendientes, de mujeres, etc.- que tienen sus demandas legítimas frente al Estado deberían construir escenarios de diálogo social con el Estado y allí tramitar sus agendas, con la seguridad que si estos escenarios funcionan –si hay acuerdos y éstos comienzan a desarrollarse-, eso se vuelve una contribución positiva a un clima social favorable a la negociación del conflicto armado.
Debemos concluir anotando que si bien hay rumores de acercamientos entre el Gobierno y la guerrilla, todo indicaría que por ahora no son sino eso, pero que se puede tener una moderada esperanza que pasado el debate electoral –que afecta la agenda política nacional-, podrían las partes llegar a aproximaciones o por lo menos adelantar unos encuentros exploratorios de tipo reservado para ir precisando y definiendo si el momento de la paz está llegando. Porque lo que si debemos evitar a toda costa es una nueva frustración en este campo.
- Alejo Vargas Velásquez es profesor titular de la Universidad Nacional de Colombia y
coordinador del Grupo de Investigación en Seguridad y Defensa.
Fuente: Semanario Virtual Caja de Herramientas Nº 269, Semana del 26 de agosto al 1 de septiembre de 2011. Corporación Viva la Ciudadanía. http://www.viva.org.co/
https://www.alainet.org/fr/node/152154
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