Pongamos que alguien pierde!

27/05/2012
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“No hay que asombrarse de que los más profundos
problemas no sean propiamente problemas”.
LUDWIG WITTGENSTEIN: Tractatus Logico-philosophicus, p. 71
 
En las contiendas políticas hay mucho en común con la subcultura del apostador, tal vez un rasgo resalta por su fuerza: saber perder. Se dice rápido pero no crea usted que es senillo. Comenzando por que a nadie le gusta perder. Salvo el síndrome holibudense del “perdedor” estructural, el resto de los mortales gozan un puyero con lo contrario: ganar. En un torneo electoral, en el arranque, la pulsión psico-política de ganar tiene que estar en juego, de lo contrario, la derrota se inscribe perversamente en el propio punto de partida. Claro está, hablamos de contiendas objetivamente emparejadas, donde las posibilidades de unos y de otros son de verdad intercambiables (como es el caso actualísimo de las elecciones en Francia: mientras usted lee este artículo está a punto de despejarse esa incógnita) Sería ridículo que un mini-grupo que participa en elecciones con otros objetivos (los hay en todos lados), se plantee en serio esto de “ganar”. Moraleja: la pulsión ganadora que es tan esencial no funciona en el aire.
 
Los analistas fríos y numéricos le dirán con gran convicción que alguien perderá. Esta “genialidad” de la electorametría lo que quiere decir es que se pierde y se gana, que perder está en la agenda, como también ganar; que usted debe estar preparado para todo. Esa es la psicología típica del apostador: juega siempre a ganar, pero sabe que eso es imposible. Los jugadores compulsivos a veces pelan el pedal y se van al foso (millones de anécdotas se suceden a diario) Otros se hacen ricos en una noche, otros pasan la vida ganando y perdiendo. Habría que hacer una psico-socio-antropología de la lúdica venezolana para rastrear el hilo rojo que conecta al apostador de gallos (en cada pueblo hay una gallera), con el fanático de bingos y casinos, con el jugador de cartas y dados (en cada pueblo hay un lugar secreto—que todos conocen—donde amanecen jugando los “turcos” del lugar), con los jugadores de caballos y animalitos (extendido como arroz en todo el país), con los jugadores de loterías, con los apostadores duros que juegan a toda clase de  eventos. Hay allí una subcultura que se desliza en todos los ambientes de la sociedad. También en el juego electoral.
 
Se complica el asunto cuando el afán propagandístico y la “bulla” que es típica de los tinglados electorales no pueden ya hacer la diferencia entre querer ganar y poder ganar. Como esta línea es muy tenue, siempre será posible una interpretación acomodaticia que deja bien al contendor. El problema es que este esquema mental no puede estar presente en los operadores que están al frente de estos procesos. Alguien tiene que saber—puertas adentro—cuál es la situación real (independientemente de lo que se diga para la calle)
 
He visto por estos días con cierto asombro la banalidad con la que ciertos analistas despachan este asunto. Alguien sostiene con abundosa retórica: "yo no creo en encuestas, el triunfo se respira en la calle”. Esa metafísica de “se respira en la calle” es justamente el dispositivo psico-político que no puede ser contrastado luego con una sencilla derrota electoral. Quien anda por allí propagandeando—demagógica o sinceramente—que el triunfo “se respira en la calle” no puede admitir la derrota, será el primero en cantar fraude, buscará explicaciones telúricas, se esconderá, etc. Este perfil delirante de operadores políticos ya lo hemos visto en experiencias recientes (he escrito al respecto) Si tal psico-patología se apodera de los voceros y decisores de una determinada parcela, ello enreda de un modo impresionante el desenlace normal de una disputa electoral. Que la muchedumbre rechine de fervor por un triunfo que no existe, es algo patético pero entendible. Que los dirigentes se lo crean por que no manejan la información apropiada, porque es muy duro admitirlo, porque se habían hecho la ilusión, porque “se sentía en la calle”, es el colmo de la ridiculez.
 
En la gallera hay una fórmula que funciona: taparse (interesados consultar con un experto)
https://www.alainet.org/fr/node/158328
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