Elecciones en México: MORENA, el quinto elemento

29/06/2012
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Si este pueblo se organiza, no nos gana Televisa…
Canción oficial del Movimiento Regeneración Nacional
 
Cuando el pueblo se organiza, no lo engaña Televisa
Pancarta en una manifestación del movimiento #YoSoy132
 
Es la víspera del día de votación en México para elegir presidente de la república y renovar los poderes legislativos federal y locales, además de ayuntamientos y los gobiernos de siete entidades federativas. El escenario electoral exhibe las fisuras de la confrontación entre el proyecto neoliberal capitaneado por el ex presidente Carlos Salinas de Gortari, en alianza con el oligopolio mediático, y el proyecto alternativo de nación representado por el candidato de la coalición de izquierda, Andrés Manuel López Obrador (AMLO).
 
Mediante la confabulación de la élite política y los poderes fácticos, el régimen intentó controlar el proceso electoral mediante un libreto que definía prolijamente cada una de las escenas, personajes y desenlace de una trama mezcla de telenovela y reality show. El guión incluyó la fabricación de un candidato como producto comercial —Enrique Peña Nieto—, su posicionamiento a fuerza de sobreexposición mediática ilegal en las preferencias de los votantes y la implantación de la creencia de su triunfo inevitable.
 
“De la mano de asesores de Televisa y decenas de consultorías, el modelo Peña Nieto logró que la trayectoria política fuera sustituida por el marketing. Los ciudadanos se convirtieron en audiencias. El programa, heredado del modelo económico del salinismo, no varió en lo sustancial. Lo distinto fue el adorno y la fábula”, escribió Jenaro Villamil.[1]
 
Desde antes del inicio formal del proceso electoral, los medios de mayor peso, —principalmente el duopolio televisivo, Televisa y TV Azteca, y algunos diarios de la capital del país, como Milenio y El Universal— y las casas encuestadoras se aplicaron con denuedo en hacer pasar ante la sociedad como algo normal que el ganador de la contienda por la presidencia fuera decidido de antemano.
 
La estrategia machacona logró convertir en figura popular a Peña Nieto, el novato político ex gobernador del Estado de México, miembro del Partido Revolucionario Institucional (PRI). Pero a la postre acentuó la crisis de credibilidad del sistema y los consorcios mediáticos expresada, por ejemplo, en las altas tasas de rechazo a las casas encuestadoras hasta del 70 por ciento, por la evidente utilización de sus sondeos como herramientas de propaganda. O en la escasa confianza que merece un árbitro electoral partidizado y pusilánime, al grado de que casi tres cuartas partes de la población mexicana consideran posible un fraude electoral.
 
La utilización de encuestas cuchareadas como instrumento de propaganda pretendió desmoralizar e inmovilizar a los oponentes y sus simpatizantes. Y lo consiguió con una parte y por un tiempo. Pero Andrés Manuel no dejó de trabajar. A un ritmo increíble recorrió por enésima vez las capitales de los estados y las ciudades más importantes del país. Mientras tanto, encuestadores y opinócratas, siguieron con el libreto al poner a disputar el segundo sitio de las preferencias electorales a López Obrador y Josefina Vázquez Mota, candidata del Partido Acción Nacional, lejos del supuesto puntero, pretendiendo con eso inhibir el voto útil a favor de cualquiera de éstos. No es especulación temeraria. Hay testimonios de la escandalosa compraventa al mejor postor de las casas encuestadoras y existe evidencia de los beneficios obtenidos de sus tratos con los políticos.[2]
 
Cuando parecía que la realidad se ajustaría al guión y la jornada comicial sería como un día de campo, tras una campaña sin sobresaltos, súbitamente aparecieron grietas en la pared que ya no fue posible seguir ocultando. Vino la irrupción juvenil del #YoSoy132, movimiento estudiantil con carácter de insurrección cívica por el voto libre, por la democratización de los medios informativos y contra la imposición del candidato de Televisa y el aparato oligárquico.
 
Resulta que en su visita a la Universidad Iberoamericana, a Peña Nieto se le empezó a hacer bolas el engrudo. La población estudiantil de clase media alta se enardeció ante el desplante autoritario díazordacista del candidato sobre la represión en San Salvador Atenco, ocurrida bajo su mandato en el Estado de México. Los jóvenes, después de abuchearlo y obligarlo a salir por la puerta trasera, fueron descalificados por la dirigencia nacional del PRI, poniendo en duda su pertenencia a la universidad. De reflejos ágiles, 131 jóvenes hicieron circular inmediatamente por las redes sociales un video en el que demostraban, credencial en mano, ser parte de la casa de estudios. Era 11 de mayo y la mecha ya estaba encendida. Ahora todos somos 132.
 
Antes había ocurrido el desliz de Peña en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara donde mostró sus limitadas dotes para la improvisación y sus exiguos pertrechos culturales: no pudo nombrar correctamente tres libros que hubiesen influido en su vida. Las burlas más acres se desataron en su contra en las redes sociales y surgieron listas ingeniosas de la Librería de Peña: Ya ni me llamas, de Juan Rufles, La insoportable levedad del gel, y El copetes sí tiene quién le escriba, en referencia a su estilo de peinado old fashion, entre muchas otras. Carlos Fuentes sentenció que Peña Nieto no tenía derecho a gobernar una nación como México desde la plataforma de la ignorancia.
 
Las limitaciones del priista y su dependencia del teleprompter determinaron la negociación de un formato encorsetado, con preguntas conocidas de antemano, para los dos encuentros entre contendientes organizados por el Instituto Federal Electoral (IFE), que no les permitió polemizar ni mostrar su desempeño en un verdadero debate.
 
El país llega así al final del proceso con una elección polarizada, en medio de un alto grado de incertidumbre, aunque las encuestas propagandísticas —fieles a la maquinación— insisten en un candidato puntero con margen inalcanzable, otras muestran empate técnico o rebase de AMLO, pero casi ninguna deja de registrar el crecimiento sostenido del candidato de izquierda y la caída constante de Peña y de Vázquez Mota, abanderada del partido que ostenta el gobierno de la república. El contraste entre los cierres de campaña de las tres candidaturas principales, con el Zócalo de la Ciudad de México y largos tramos de sus calles aledañas rebosando de simpatizantes obradoristas, jóvenes en proporción sin precedente, refuerza este ambiente de desasosiego e incrementa el nerviosismo entre los operadores políticos de Peña Nieto.
 
Un elemento oculto, opuesto a la trama oficial, ha sido el sustrato que permitió que el movimiento juvenil, la indignación ciudadana y el nuevo protagonismo electoral de las redes sociales cayeran en terreno abonado. Se trata del Movimiento Regeneración Nacional (MORENA), colosal esfuerzo de organización y trabajo de López Obrador y su equipo que hará posible que por primera vez la totalidad de las 143 mil 146 casillas electorales cuenten con representación y vigilancia de la izquierda. Hace seis años las redes ciudadanas y partidos que apoyaban el primer intento de López Obrador por alcanzar la presidencia cubrieron menos del 75 por ciento de las casillas.
 
Esa falta que sería menor en un sistema democrático, aquí habría de salir muy cara. El fraude electoral de 2006 no es un mito genial, no es una opinión personal ni una percepción subjetiva “de quien no sabe perder” sino un hecho documentado. Se trató de un fraude multidimensional con acciones a la antigüita (robo y relleno de urnas, carruseles, etc.), errores y claras manipulaciones en el sistema de cómputo del IFE que reportó el PREP (Programa de Resultados Electorales Preliminares), detectados y denunciados por un equipo de científicos encabezado por el físico Luis Mochán, de la Universidad Nacional Autónoma de México. El conjunto de anomalías abarcó miles de casillas y millones de votos que superaron la presunta diferencia entre el ganador oficial y el segundo. A conclusiones idénticas llegó el investigador José Antonio Crespo después de analizar minuciosamente la mitad de las actas de casilla de la elección presidencial.[3]
 
AMLO ha dicho que es Peje —como se le conoce popularmente— pero no lagarto, en alusión a una especie de apariencia combinada de pez y reptil, el pejelagarto, característica de Tabasco, su estado natal. Pero si de símiles de la fauna acuática se tratara, Andrés Manuel sería más bien un salmón, acostumbrado durante años a nadar contra corriente.
 
Desde 2003, cuando su popularidad como jefe de gobierno de la Ciudad de México se disparó gracias a sus políticas de bienestar social y el PRD ganó 13 de las 16 delegaciones y la mayoría de la Asamblea Legislativa, la “mafia del poder” decidió que había que pararlo.
 
Así que subieron al ring —además del presidente Vicente Fox, que ya estaba arriba— personajes como Carlos Salinas de Gortari, Diego Fernández de Cevallos, Emilio Azcárraga Jean, el abogado Ignacio Morales Lechuga y el empresario argentino Carlos Ahumada.[4]
 
Ellos trataron de ligar a López Obrador a hechos de corrupción mediante videos emitidos por Televisa en canales de alcance nacional que mostraban a algunos de sus colaboradores recibiendo dinero de Carlos Ahumada y apostando en un casino de La Vegas. El gobierno de la ciudad procesó y encarceló a los funcionarios implicados y el jefe de gobierno salió indemne de la acometida.
 
La desesperación tuvo que haber sido mayúscula para que se les ocurriera la barrabasada de desaforarlo y tratar de meterlo a la cárcel acusado de construir una calle de 100 metros para comunicar un hospital privado. Ganó esa batalla y salió más fortalecido. A esas alturas, la idea era no dejarlo llegar a la candidatura por la presidencia de la república.
 
En 2006, siendo candidato a la presidencia de la república por primera vez, vinieron las vicisitudes del proceso electoral fraudulento, la reedición de la guerra sucia y la lucha poselectoral. Entonces, la élite del poder se fijó la tarea de no permitir la llegada de López Obrador otra vez a la antesala de la presidencia. En ese tenor, era fundamental despojarlo de su partido y evitar que pudiera crear otro. La reforma electoral de 2007 tuvo dedicatoria: no permite el registro de nuevos partidos políticos antes de 2013. Lo demás era más fácil: coptar a la corriente de los Chuchos o Nueva Izquierda (NI) e instalarla en la dirección del Partido de la Revolución Democrática. Después de un “cochinero” de elección interna por la presidencia del partido, el Tribunal Electoral decidió el triunfo de Jesús Ortega, jefe de la NI. Entonces el Peje fundó MORENA.
 
Según Pedro Miguel, editorialista del diario La Jornada, la estrategia del PRI para esta elección se basó en cuatro elementos. El primero era que este 2012 la disputa por la presidencia podría plantearse como un referendo a los dos sexenios trágicos del panismo. El segundo planteaba que el partido en el gobierno no podría salir bien librado debido a los pésimos saldos del foxismo que traicionó la voluntad democrática del pueblo y de Calderón que acabó cubierto por la sangre de más de 60 mil personas, además de las mediocres administraciones de ambos. El tercero, que el PRI estaba suficientemente posicionado, con su maquinaria corporativa y de defraudación electoral bien aceitada y la alianza restaurada con el poder mediático. El cuarto: dieron por muertas a las izquierdas que después del desgaste por la lucha contra el fraude electoral de 2006 y por sus propias contradicciones serían incapaces de salir de la marginalidad del voto duro.
 
Quizás los estrategas del régimen no advirtieron un quinto elemento que constituyó la creación del Movimiento Regeneración Nacional por Andrés Manuel López Obrador, con el cual mantuvo y extendió su presencia en todo el territorio nacional y pudo llegar en condiciones competitivas para disputar por segunda ocasión la presidencia de la república.
 
A partir de 2007, fueron años intensos de incansables recorridos por todo el país para establecer un comité de MORENA en cada uno de los más de 2 mil 400 municipios; un comité por cada una de las 65 mil secciones electorales, lo cual representa un enorme esfuerzo organizativo sin parangón en la historia de México. Una organización red basada en ciudadanos más que en militantes políticos, que trabaja de modo silencioso y penetra como la humedad en tareas de promoción y defensa del voto. La edición de un periódico tabloide mensual de tiraje millonario. La promoción de círculos de estudio de la problemática política, social y económica de la localidad y del país. La cooperación solidaria de pequeñas sumas de dinero por persona depositadas en la cuenta “honestidad valiente” de las finanzas del movimiento.
 
Los medios nunca se ocuparon del MORENA sino hasta el 10 de junio, día del último debate del IFE, cuando el tema saltó a la palestra por las denuncias del PRI que lo comparó con la organización Amigos de Fox.
 
No por nada, otra vez, en 2012 como en 2006, toda la maquinaria política y mediática se ha lanzado contra el candidato de las izquierdas que, no sin forcejeos, consiguió formar una coalición entre el PRD, el Partido del Trabajo y Movimiento Ciudadano.
 
Nuevamente se ha venido configurando el escenario del fraude electoral porque, contra todos los pronósticos, el aparato oligárquico no pudo desaparecer a AMLO de la arena político electoral, la continuación implacable de la guerra sucia y su cauda de triquiñuelas simplemente no alcanzó para acabar o anular la opción representada por el tabasqueño.
 
Desde movimientos como el #YoSoy132, que aún la noche anterior a los comicios se habrán movilizado, e iniciativas como contamos.org.mx, la sociedad se apresta para acudir a las urnas y defender el voto. Los intelectuales más renombrados se han pronunciado por el voto útil y razonado por AMLO, y más de 600 agrupaciones civiles han resuelto salir a las calles si se intenta consumar el fraude porque ésta “podría ser la última oportunidad para un cambio mediante las urnas”.
 
El panismo en el poder no hizo el menor intento por democratizar el régimen. Por el contrario, mantuvo los pactos corporativos con sindicatos y cúpulas empresariales, se alió a los poderes fácticos a quienes ha otorgado las mayores concesiones de la historia, especialmente a Televisa;[5] reprodujo las prácticas autoritarias, acentuó la dependencia del extranjero y continuó el modelo de desarrollo implantado por el salinismo que ahonda las diferencias sociales y produce más pobreza y hambre.
 
La llegada del PAN a la presidencia de la república no representó un cambio, por lo tanto el retorno del PRI tampoco lo sería. Lo que está en juego este 1º de julio es la continuidad del modelo neoliberal que tanto daño ha causado al país —cero crecimiento económico, desempleo, pobreza, hambre, violencia, etc., todo eso representado por Peña Nieto, además de corrupción y represión—, o el inicio de un nuevo camino al lado de López Obrador y del Movimiento Regeneración Nacional, hacia la soberanía alimentaria, el combate a la corrupción, el fin de la guerra y justicia social.


[1] Villamil, Jenaro. Si yo fuera presidente. Peña Nieto: el candidato de Televisa. Proceso/Grijalbo, 2012. Pág. 9
[2] Avilés, Jaime. AMLO: vida privada de un hombre público. Caso GEA-ISA/Calderón. Grijalbo, 2012. Pág. 190
[3] Díaz-Polanco, Héctor. La cocina del diablo. El fraude de 2006 y los intelectuales. Planeta, 2012. Págs. 77-79
[4] Avilés, Jaime. Ibídem. Pág. 157
[5] Villamil, Jenaro. El sexenio de Televisa. Conjuras del poder mediático. Grijalbo, 2010 Págs. 19-44
https://www.alainet.org/fr/node/159158?language=en
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