Quieren arruinar al país
22/07/2012
- Opinión
El pasado 19 de julio, Madrid fue una ciudad ocupada por centenares de miles de ciudadanos, en el sector que va desde Atocha, pasa por la fuente de Neptuno, llega a Cibeles, sube por la Gran Vía y desemboca en Puerta del Sol, donde los manifestantes también llenaron las calles aledañas. La consigna “Quieren arruinar al país. Somos más. Hay que impedirlo”, convocó a hombres, mujeres, ancianos, jóvenes, profesionales, estudiantes, empleados y hasta niños y turistas asombrados.
Algo parecido ocurría en por lo menos 80 ciudades españolas. Los medios de comunicación han presentado imágenes, informaciones y reportajes de lo ocurrido en todo el país. Pero ni ellos han podido reflejar el espíritu que llenó las calles madrileñas.
A Puerta del Sol llegaron policías que se unieron a los manifestantes. Los enviados a vigilar la marcha se sacaron los cascos en señal de solidaridad con los ciudadanos. Los bomberos fueron aplaudidos cuando se unieron a todos y en aquellos momentos en los que lanzaban agua y espuma, como signo de solidaridad, calmando el calor de los convocados a una reunión ciudadana impresionante e inédita en décadas.
Los gritos y consignas de la multitud fueron variados. No faltaron los coreados “h-de-p” contra políticos claramente nombrados. Hubo pancartas, cornetas y pitos. Los discursos de varios dirigentes laborales y sociales. Y el canto masivo de “La Internacional”, junto a banderas republicanas en alto, confundidas con las sindicales, de las organizaciones sociales más variadas o de los partidos de izquierda.
Todo ello en rechazo a los recortes del gobierno, cuyos voceros defienden como medidas “dolorosas” pero “inevitables”, por ser las exigidas por la Unión Europea (particularmente Alemania), con el fin de salvar a los bancos y las empresas. Y todavía faltan más. Aquí, en Madrid, todo el mundo dice que lo que menos importa es la gente.
En España se ha prendido un incendio que América Latina ya vivió en los ochentas y noventas y que solo ha podido superarse con los gobiernos de la nueva izquierda.
Hay tres lecciones históricas. Una, que las derechas solo esperan el momento de llegar al poder para revertir los logros sociales generados desde el Estado. Dos, que quienes solo confían en un “modelo empresarial” de desarrollo, nunca pensarán económicamente en medidas alternativas para el beneficio social. Tres, que se requiere de voluntad política para afectar a los ricos y promover los cambios sociales radicales.
- Juan J. Paz y Miño Cepeda, historiador ecuatoriano, es coordinador del Taller de Historia Económica. http://puce.the.pazymino.com
Publicado en “El Telégrafo” – Ecuador, 23/07/2012
https://www.alainet.org/fr/node/159850?language=es
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