Charlie Hebdo
17/01/2015
- Opinión
1
¿Quiénes masacraron a los humoristas de Charlie Hebdo? Los medios del fundamentalismo eurocentrista culpan de manera instantánea al fundamentalismo musulmán. En un automóvil abandonado cerca de la escena del crimen aparece convenientemente olvidado el documento de identidad de uno de los hermanos sospechosos del delito de islamismo. En forma todavía más oportuna, el identificado y su fraterno cómplice son exterminados a las pocas horas, de modo que no puedan confesar ni defenderse, no sin que se sepa que eran colaboradores de los servicios de seguridad francesa. Y para colmo de la conveniencia, poco después se suicida el encargado de la investigación, Helric Fredou. El viernes 9 de enero un anónimo clérigo de la milicia terrorista Estado Islámico (EI) aseguraría que el grupo está detrás del atentado y anuncia que seguirán otros. El 16 la rama yemenita de Al Qaeda reivindica la responsabilidad por la masacre a través de su dirigente sunita, Nasr al-Ansi, diciendo que el asalto se produjo en venganza por la publicación de caricaturas del profeta Mahoma, consideradas un insulto al Islam, y promete más ataques contra Occidente. Son demasiados autores. Uno o ambos mienten. Las dos organizaciones fueron creadas y financiadas por Estados Unidos; Al Qaeda ha sido sindicada de culpable de otro célebre ataque sospechoso, el de las Torres Gemelas. Todo es posible, pero demasiado usual se han hecho los atentados de falsa bandera como para que creamos de buenas a primeras en la versión de las autoridades.
2
Pocas ventajas podía reportar al Islam el asesinato de una decena de infieles más o menos irreverentes y de los policías que los cuidaban. Quien insulta mi inteligencia no puede esperar que yo respete su ignorancia. Décadas lleva en suspenso una amenaza contra Salman Rushdie, nunca ejecutada a pesar de que éste hace apariciones públicas más o menos anunciadas. En cambio, la masacre de los humoristas reporta ventajas a la derecha francesa, que al mismo tiempo que ve desaparecer la flor y nata de sus más encarnizados críticos, aprovecha el crimen para atizar el fuego de la islamofobia, promover leyes de control de la población y la inmigración musulmana y quizá desatar nuevas guerras de saqueo. Para demostrar su tolerancia, el presidente Hollande ordena destacar un portaaviones a Medio Oriente para reforzar su la coalición con Estados Unidos en el bombardeo de sitios de Irak supuestamente ocupados por el Estado Islámico (EI).
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A su vez, Marine le Pen, líder del derechista partido Frente Nacional, apoya reinstaurar la pena de muerte. El ministro del Interior Bernard Cazeneuve convoca una reunión de sus homólogos de la UE y EEUU, y el presidente de la Comisión Europea, Jean Claude Juncker, propone en Riga un nuevo programa de “lucha contra el terrorismo”. No contra el terrorismo de la UE que desencadenó 20.000 misiones de bombardeo contra Libia o permitió el genocidio de Gaza o la agresión contra Siria, no. Se trata de colecta e intercambio de informaciones en toda la UE, prevista en inocentes reuniones con el fiscal general estadounidense, Eric Holder. No sería improbable una Ley Patriota Europea que permitiera la pena de muerte, la tortura y la detención indefinida sin acusación ni juicio de sospechosos, o sea, de musulmanes. Por lo pronto, el gobierno francés ha ordenado a sus fiscales aplicar “mano dura” contra todo lo que consideren antisemitismo, discursos de odio o apología del terrorismo. Ya van 54 personas encarceladas por esos delitos de opinión.
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Se rasgan las vestiduras en público quienes seguramente descorcharon champaña en privado al enterarse de la hecatombe, como los conservadores diarios Le Monde, Süddeutsche Zeitung, La Stampa, Gazeta Wyborcza y El País, los políticos Obama, Sarkozy, el Consejo de Seguridad de la ONU, la directora gerente del FMI Christine Lagarde, o Michel Houellebecq, quien había merecido varias viñetas de los humoristas por su novela Soumission, que alerta contra una supuesta toma del poder en Francia por los musulmanes en 2022.
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Una manifestación de dos millones de personas y cuarenta estadistas cubre París con la consigna “Je suis Charlie”. Se pretende deslindar campos entre un Islam supuestamente fanático y un Occidente autoproclamado como tolerante. Si Charlie hubiera tenido dos millones de lectores y cuatro decenas de estadistas amigos, no hubiera sido prohibido cuatro veces por las autoridades francesas en 1961, 1966, 1970 y 1992 cuando circulaba con el nombre de Harakiri, ni hubiera tenido que cambiar su nombre al de Charlie para burlar esa prohibición, ni hubiera sido demandado en 2007 por ejercer la libertad de pensamiento.
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Quizá la más lúcida opinión sobre esta tragedia sea la del caricaturista sobreviviente Bernardo Holtrop (Willem) quien expresa que “los nuevos amigos de Charlie Hebdo me hacen vomitar. Nos hacen vomitar todas esas personas que de repente dicen que son nuestros amigos y encabezan la manifestación en París”.
- Luis Britto:
https://www.alainet.org/fr/node/166874?language=en
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