El cierre del conflicto interno armado: posibilidad cierta que debe valorarse con realismo
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Nunca como ahora hemos estado tan cerca de llegar a acuerdos con las insurgencias que nos permitan visualizar en el horizonte una opción de cierre del conflicto interno armado y abrir la posibilidad para iniciar un proceso de construcción de paz que conlleve cambios democratizadores en la sociedad colombiana. Pero esto debe valorarse con realismo; no significa que se vayan a firmar los Acuerdos en los próximos tres meses, pero sí que se avizora una posibilidad real de llegar al final por varias razones, que expondremos a continuación y claro queda un camino por recorrer que no es para nada fácil, pero un gobierno como el del Presidente Santos, que ha evidenciado una decisión de jugársela por terminar este conflicto armado de manera concertada, lo puede hacer, lo que no significa que el Presidente Santos sea el que vaya a liderar las grandes transformaciones democratizadoras que soñamos, pero si consigue que se llegue a la firma de los Acuerdos Finales con las insurgencias, habrá hecho honor al mandato que le dimos los colombianos para su reelección.
Primero, la insurgencia de mayor tradición, antigüedad y capacidad militar ha liderado esta búsqueda de construcción de los Acuerdos y esto es un importante elemento que ayuda a construir un sendero y a generar la confianza en la sociedad, especialmente en los sectores de izquierda; también en los sectores populares, tradicionalmente descreídos y esto crea una opinión favorable. Pero con las FARC-EP, como sabemos, queda un camino por recorrer en cuanto a la construcción de Acuerdos: 1) llegar a una fórmula de justicia que permita darle una salida político-jurídica a todos los actores involucrados en la confrontación armada y sabiendo que no se trata de capitulaciones de unos derrotados frente a unos vencedores; 2) encontrar las fórmulas adecuadas para llegar a la dejación de armas y a un cese bilateral definitivo, que no es una tarea sencilla y que afortunadamente ya la están abocando la Subcomisión Militar con la participación de oficiales de alto nivel de la Fuerza Pública y comandantes de las FARC, es decir los que conocen del tema a profundidad; 3) está sin tratar el tema del o los mecanismos de refrendación de los Acuerdos, que como sabemos se han movido en el debate público entre Referendo y Asamblea Nacional Constituyente, pero las dos delegaciones deben llegar a consensos al respecto; 4) lo relativo a la implementación de los Acuerdos, de tal manera que se garantice que habrá una ejecución prioritaria de los mismos –no olvidemos la tradición colombiana de firmar acuerdos que luego se incumplen- y por lo tanto se requieren mecanismos de acompañamiento y verificación importantes que las dos delegaciones deben definir; 5) llegar a consensos sobre los temas pendientes de los tres primeros puntos de la agenda, que sin duda son sustanciales.
Segundo, no es muy probable que las FARC-EP vaya a firmar en solitario los Acuerdos con el Gobierno Nacional, ellos saben que re-editar la historia de una paz a destajo no es nada conveniente para el objetivo de terminar al conflicto interno armado, hay que hacer el esfuerzo para que se sumen el ELN y los sectores del EPL que se mantienen en alzamiento armado, por ello es fundamental que haya avances en esa dirección. Ojalá en esto no se equivoquen los estrategas gubernamentales.
Tercero, en relación con el ELN, es sabido que se vienen haciendo acercamientos reservados desde hace varios meses para lograr construir un documento-marco para una Mesa Formal de Conversaciones; pero al respecto es necesario entender las particularidades de cada una de las insurgencias, no se trata de la simpleza de medir el tema en términos de ‘hombres-armas’. El ELN es una guerrilla mucho más societal, con unos acumulados histórico-político muy relevante, por sus filas han pasado dirigentes de influencia universal como el sacerdote Camilo Torres Restrepo con todo lo que él significó para la iglesia católica y para las relaciones de la iglesia con sectores laicos de la sociedad, o el Grupo de Sacerdotes de Golconda y su impacto político-ideológico, para sólo mencionar algunos. Por lo tanto en la valoración del ELN todo esto debe ser tenido en consideración y donde el componente miliciano y sus influencias político-regionales y sectoriales son fundamentales. Sería equivocado de parte de los estrategas del Gobierno suponer que como hubo un modelo que ha funcionado con las FARC esa misma regla se le debe aplicar al ELN. Crasa equivocación. Ojala el Presidente Santos que conoce el tema del ELN no vaya a caer en la falsa idea que se podrá firmar una paz con las FARC y terminar militarmente con las otras insurgencias, eso ni va a suceder, ni tiene posibilidades de realizarse. Hay que ser audaces, hemos dicho, para entender que el tema de participación de la sociedad para el ELN es central y que para los elenos es más importante el cómo participa la sociedad en la construcción de los acuerdos, que la temática de los mismos. Probablemente para ciertas miradas tecnocráticas –y aún para quienes fungen de veteranos negociadores-, los elenos enredan mucho la búsqueda de la paz, pero justamente se trata de salirse de esquemas preconcebidos y entender la especificidad de cada insurgencia para poder llegar a un diseño que reconozca esas particularidades, de otra manera se corre el riesgo de que ‘se queme el pan en la puerta del horno’.
Cuarto, aunque no esté en la agenda pública todavía, el Gobierno debería estarse preparando para analizar como asumir el tema del EPL; se trata de mirar la realidad de esta otra insurgencia, más allá de los estereotipos construidos por los medios de comunicación y ver la realidad de un sector político de tradición marxista-leninista con ciertas influencias políticas en sectores sociales, que sin duda va a presionar para ser involucrado en el cierre concertado del conflicto armado y seguramente las otras insurgencias van a respaldar estas demandas.
Quinto, estamos en un camino promisorio, pero al que le falta un trecho importante por recorrer y confiamos en que la capacidad de conducción política del Presidente Santos le va a permitir tener en consideración las distintas variables en juego y los distintos actores y de esa manera lograr que su gran propósito de cerrar de manera concertada el conflicto interno armado sea una realidad en este mandato presidencial. Ahí puede mostrar su talante como estadista y no simplemente aparecer como alguien que se contenta con la ilusión de lo inmediato.
Como lo señaló con lucidez el General Jorge Enrique Mora Rangel en el Comunicado del 7 de Abril de 2015. “En la historia encontramos que ningún conflicto es eterno. Todos, sin excepción, tarde o temprano llegan a su fin y la inmensa mayoría de ellos lo hacen mediante un proceso de conversaciones, son muy escasos los que terminan con la desaparición total o el sometimiento absoluto del enemigo. Es la historia de las guerras.”
Alejo Vargas Velásquez
Profesor Titular Universidad Nacional
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