Una derrota más para los enemigos de América Latina

14/04/2015
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Tal y como se había anunciado, los días 10 y 11 de abril, se llevó a cabo en la ciudad de Panamá la Séptima Cumbre de las Américas, la cual se distinguió de las anteriores, debido, entre otros aspectos, a la presencia de Cuba en la misma.

 

Unos días antes del comienzo de la Séptima Cumbre, se inició la actividad en varios foros y reuniones paralelas, incluyendo lo que fue denominado como Cumbre de los Pueblos, un evento organizado por la OEA.

 

Esta Cumbre de los Pueblos tenía como objetivo, que los representantes de la sociedad civil de los países de América Latina, plantearan en ella los problemas que los mismos padecen y que sus demandas se llevaran al foro de los presidentes.

 

La llamada Cumbre de los Pueblos fue un elemento totalmente manipulado por un grupo de personas, que se abrogaron el derecho a determinar quiénes podían participar en la misma, lo que trajo como consecuencia que lo peor de América Latina tuviera garantizada la asistencia, mientras que los verdaderos representantes de las  organizaciones populares, sindicales, indígenas, estudiantiles, femeninas y otras, vieran limitada su participación.

 

 En el caso de Cuba, Venezuela y Ecuador, los organizadores permitieron la participación a elementos terroristas, asalariados de Estados Unidos y criminales, dentro de estos al asesino del Che.   El propósito fundamental de esta maniobra  era desacreditar a los actuales gobiernos de dichos países, sembrar la división y crear problemas en los eventos anteriores a la Cumbre.

 

Los verdaderos representantes de la Sociedad Civil de Cuba, Venezuela y Ecuador, apoyados por los de otros países y por organizaciones de la izquierda panameña, tuvieron una actitud digna y valiente ante los lacayos de imperio y en definitiva, la verdad y la justicia triunfaron.

 

Desde que se inició la Séptima Cumbre, Cuba, Fidel y Raúl se mencionaron en innumerables oportunidades.  En todas las referencias se habló con respeto, destacando la actitud que siempre ha mantenido nuestro país, celebrando su presencia en el evento y mencionando, de forma positiva, el proceso en que la isla está involucrada con Estados Unidos, en función del restablecimiento de relaciones diplomáticas.

 

La situación entre Estados Unidos y Venezuela también fue un tema priorizado por los presidentes.  La repulsa latinoamericana a la acción estadounidense fue casi unánime, donde se destacó lo ridículo y mal intencionado, que resultó el haber denominado a la hermana república bolivariana como “un peligro para la seguridad nacional”, del imperio más potente del mundo.

 

Obama, que pronunció  un discurso en defensa de la política exterior hegemónica y prepotente que su país desarrolla, trató de  mostrar una imagen comprensiva y comedida, pero la forma no modificó el contenido.

 

Siguió defendiendo el derecho, que nadie le ha dado a Estados Unidos, para juzgar al resto de los pueblos, sancionarlos, imponer su criterio, e inmiscuirse en los asuntos internos de las otras naciones, para que prevalezcan las ideas, valores y modo de vida estadounidense. Esto resultó en definitiva, la versión moderna de la Doctrina del Destino Manifiesto.

 

Terminaron los tiempos en que Estados Unidos imponía su criterio en América Latina.  El mejor ejemplo de esto fueron los discursos de Maduro, Correa, Cristina, Dilma, Daniel, Evo y otros presidentes de la región, que con firmeza y determinación se unieron a la denuncia contra las actividades estadounidenses tendientes a mantener el yugo imperial en la garganta de los pueblos.

 

 El discurso de nuestro presidente, Raúl Castro, ofreció una panorámica resumida de las agresiones  e intervenciones de las que ha sido víctima nuestro país, desde que se inició la lucha por la independencia del mismo, durante la llamada república y con posterioridad al triunfo de la revolución, etapa esta última, donde se ha utilizado todo el arsenal agresivo del imperio, para tratar de sojuzgarnos y destruirnos. Además, en el mismo se incluyeron los principios de nuestra política exterior, de apoyo a Venezuela, a la lucha de distintos países por su soberanía y por la independencia de Puerto Rico, para que no quedara duda al respecto.

 

 Como bien planteó el compañero Raúl, cada acción agresiva contra nuestro país, generó una fuerza mayor para seguir adelante y mantener nuestros principios, avanzar en nuestro sistema y perfeccionarlo, como estamos haciendo en estos años.

 

En varias oportunidades se encontró nuestro presidente con el de Estados Unidos, algunas veces en actividades  informales y otra  en una reunión para conversar sobre el proceso de restablecimiento de relaciones, en el cual se encuentran enfrascados ambos países.

 

Las palabras de Raúl en dicha reunión fijaron la tónica del proceso por parte de Cuba.  Reconoció la valentía del presidente Obama al dar estos pasos y  planteó que estábamos dispuestos  a discutir sobre cualquier asunto, siempre analizando la situación del mismo en Cuba y en Estados Unidos, que todo diálogo debía realizarse dentro del mayor respeto y sin apuros, tomándose el tiempo que fuera necesario.

 

Posteriormente, nuestro Canciller, el compañero Bruno Rodríguez también habló del asunto.    En sus palabras planteó, bien claro, que el restablecimiento de relaciones diplomáticas y la apertura de Embajadas, continua sujeto a que Cuba  sea  eliminada  de la lista de países patrocinadores del terrorismo, que nuestra oficina en Washington cuente con servicios bancarios y se acuerden los aspectos fundamentales para el funcionamiento de ambas embajadas, lo cual incluye el respeto de los diplomáticos asignados a las leyes del país donde están acreditados,  acorde a la convencion de Derecho Diplomático aprobada internacionalmente.

 

Según sus propias palabras, la apertura de las Embajadas estará sujeta a que “se avance suficientemente, haya un contexto propicio, haya incluso un contexto regional apropiado, con una atmósfera de armonía, avenencias y avances en las relaciones de EEUU con todo y cada uno de los países de América Latina y el Caribe”.

 

Puede decirse, sin lugar a dudas, que la Séptima Cumbre ha sido histórica.  Eso lo determinan varios factores:

 

 La presencia de Cuba, después de tantos años de injusta ausencia.

 

El movimiento a favor de Venezuela, provocado por los propios Estados Unidos con su insólita designación de que esta representa “un peligro para su seguridad nacional”.

 

 La asistencia de un considerable número de presidentes, que en sus valientes discursos, destacaron la política agresiva e injerencista que Estados Unidos ha desarrollado contra América Latina y en especial contra los países que ellos representan.

 

La primera reunión, después del triunfo de la revolución cubana, de los presidentes de Cuba y Estados Unidos.

 

El fortalecimiento en América Latina y en especial en Panamá, del movimiento que lucha por los derechos de los pueblos y su total emancipación.

 

Sobre el restablecimiento de las relaciones diplomáticas entre Cuba y Estados Unidos, las palabras de Bruno Rodríguez fueron lo suficientemente claras, si a ellas le agregamos lo dicho por Raúl, de que debemos trabajar sin apuro, podemos decir que estamos involucrados en un proceso, donde caminaremos con paso firme, sin pausa, pero sin prisa.

 

13 de abril 2015

 

 - Dr. Néstor García Iturbe es editor del boletín electrónico El Heraldo (Cuba) sarahnes@cubarte.cult.cu

 

https://www.alainet.org/fr/node/168956
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