Colombia Vs Venezuela, mano siniestra de EUA

07/09/2015
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*Los conflictos limítrofes entre vecinos son reducto del coloniaje

 

*Urge la negociación de Maduro-Santos, pero sin Washington

 

Es el limbo. Como los paraísos fiscales en donde se suceden todo tipo de transacciones financieras sin restricción alguna. Se vale de todo. Y en las zonas de conflicto, de vacíos legales entre países, el problema es real porque se aprovechan las circunstancias para lo que sea: traficar, conspirar y hasta asesinar. La historia muestra que, como a quien no vende se le arrebata, se invade también tratándose de países colonialistas.

 

El conflicto entre Venezuela y Colombia es el saldo de una zona limítrofe con vacíos legales. Sucede porque no aplica la ley en un territorio en disputa ni de un país ni del otro. Es donde los vivales se aprovechan; cuando las manos negras se aparecen para hacer negocio con lo que sea: secuestro de personas o de aviones, ataque de puestos fronterizos, robo y contrabando de armas o tráfico de drogas, etcétera. Súmense las conspiraciones con fondo real; es decir, intentos desestabilizadores —curiosamente en este caso ahí está la clave— contra uno de los dos estados.

 

El problema de este trance entre Venezuela y Colombia tiene historia. Ahí radica ya lo conflictivo, pues como resabio colonial no son asuntos entre dos países nada más. Hay presencia extranjera dirigida hacia ambos países pero con intereses ambivalentes. El imperio entrometido. Se trata de los intereses geopolíticos de Washington.

 

Antecedentes sobran. Por el coloniaje que dejó herencias perversas, como las limítrofes territoriales que han motivado conflictos entre países posteriormente “independientes”. Es el caso de excolonias de imperios como el español, el británico o el portugués. Conflictos en Latinoamérica (para no abrir el abanico) que comparten ese origen están en: Chile-Bolivia data desde 1879, Guerra del Pacífico, el segundo reclama una salida al mar; Chile-Perú, Lima demanda a Santiago una extensión de 37,000 km2 del “triángulo exterior”. En ambos casos Chile se muestra reacio a negociar.

 

Los dos de Venezuela: entre Guyana y Colombia; de Guyana con Surinam. En Centroamérica están: Belice-Nicaragua, Costa Rica-Nicaragua, Nicaragua-Colombia, no de fronteras sino por un archipiélago del Caribe este último. El reducto del imperio británico en Sudamérica, Las Malvinas, que se ha militarizado para amedrentar a la Argentina y tapar el reclamo.

 

Intereses limítrofes o coloniales vigentes, el caso es que los propios países Latinoamericanos vecinos se comportan reacios entre sí, como los imperios en la historia contra todos. Ninguno quiere ceder y se resiste siquiera admitir la posibilidad del diálogo. Porque se trata de intereses económicos, o hay cerrazón a la cordura o de plano se niega la verdad histórica. Hay cerrazón a la cooperación o anteponer la vecindad, hasta negar la hermandad entre los pueblos. Bien se imponen los intereses de unos cuantos, o son las mafias enquistadas que defienden los limbos territoriales.

 

Dicta el refrán que para que haya pleito hacen falta dos. Igual para encontrar la solución. Y vale comenzar por platicar los problemas, si se quiere sin señalar culpables, para luego encaminarlos rumbo a una salida pacífica. Como en las parejas, así con los países. Pero tiene que haber voluntad para sacar, de entrada, tercero en discordia o verdadero extraño. En este caso expulsar a los estadounidenses que son parte del problema.

 

Luego entonces, voluntad política es lo primero entre los dos gobiernos, el que representa Nicolás Maduro y el de Juan Manuel Santos por ambos países. ¿Están dispuestos a tomar cartas en el asunto? EUA no tiene nada qué hacer, ni como aval, entre los dos. Esa puede ser la primera condición. Para platicar primero y luego para negociar. Lo contrario es viciar el proceso o exponerlo al peligro. ¿Quién tiene la razón, Maduro o Santos? Sin reproches, poner las evidencias en la mesa ayuda. Urge clarificar los temas, definir la ruta. La prolongación de la confrontación no beneficia a nadie. Sería el reinado del interés externo. Al coloniaje imperial le interesa el caos: Washington-Uribe-Santos lo alimentan empleando el paramilitarismo para entrometerse con fines desestabilizadores contra Venezuela.

 

Nicolás Maduro emprendió acciones inesperadas, porque la gravedad de la situación lo amerita, pero decretar el cierre de la frontera entre los dos países el pasado 19 de agosto salió de los pronósticos. Sí, el “estado de excepción constitucional” sorprendió a los operadores de los varios negocios que fluyen por el limbo; desde el cruce de mercancías hasta las acciones mercenarias. La reacción de Maduro fue por el ataque contra los tres militares y un civil que resultaron heridos, perpetrado por desconocidos en el lugar.

 

Hace dos domingos el vicepresidente venezolano denunció lo encontrado en el estado fronterizo de Táchira: una casa donde se fabricaban explosivos, dinero venezolano en efectivo y vestimenta de paramilitares colombianos. ¿Solo eso? También una “casa de citas” y una cárcel subterránea clandestina donde metían a personas víctimas de secuestro. Una situación compleja y complicada en materia de derechos humanos en la frontera entre ambos países.

 

Es decir, lo que por décadas ha representado para muchos colombianos una salida hacia territorio venezolano, por los efectos de la guerra interna de Colombia, se complica todavía más ahora porque ciertamente muchos migrantes son catalogados o confundidos guerrilleros por las frecuentes incursiones de estos grupos a territorio de Venezuela no pocas veces de extracción paramilitar. En 1994 se decretó una suspensión de garantías, por la crisis económica, mas eso permitió un uso excesivo de fuerza, violación de derechos a la libertad, la integridad y el libre tránsito. Pese a que la restitución de garantías se hizo un año después, permanecieron suspendidas en los hechos hasta 1999. La situación de ahora puede resultar similar.

 

Esto es, que el tipo de conflictos de esta naturaleza no son nuevos, en la frontera vecinal colombo-venezolana. El problema es que, sin las medidas decretadas desde Venezuela y sin sentar a Santos con Maduro la situación se presta para acelerar acciones desestabilizadoras, no contra Colombia porque los gobiernos son “amigous” de Washington, sino en contra precisamente de Venezuela. Por eso decimos que se trata de un conflicto entre dos países pero en donde uno la lleva de perder por el injerencismo del exterior.

 

Ya lo describía Maduro en abril de 2014, en un artículo publicado por The New York Times, con motivo de las denuncias desestabilizadoras contra la revolución bolivariana: “En EEUU les describen a los manifestantes como pacíficos, mientras que se dice que el Gobierno de Venezuela está reprimiendo. De acuerdo con esta narrativa el Gobierno estadounidense está apoyando al pueblo venezolano, pero en realidad se está alineando con el 1% del total de la población que quiere arrastrar a nuestra nación a la época en la que el otro 99% no tenía cabida en la vida política y solo unos cuantos —la empresas estadounidenses— se beneficiaban del petróleo venezolano”.

 

Esos mismos intereses están vigentes y empujando la desestabilización interna de Venezuela. En su momento Álvaro Uribe no lo hizo, pero ahora Santos deberá enfrentar la situación. Pero sin la injerencia estadounidense. Desde los tiempos de Uribe hay paramilitares en la zona con fines desestabilizadores contra Venezuela; eso hasta Chávez lo sabía. ¿Y Santos? No puede permitir la mano negra de Washington.

 

Correo: sgonzalez@reportemexico.com.mx

 

Twitter: @sal_briceo.

https://www.alainet.org/fr/node/172224?language=en
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