Coalición de gobierno y acuerdo de paz

08/05/2016
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  • Opinión
 juan manuel santos peq
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En los últimos días se han escuchado voces que se refieren a una supuesta ruptura de la coalición de gobierno, que se ha denominado 'Unidad Nacional'. ¿Qué tanto de realidad y de ficción hay en esto?

 

Primero hay que decir que en un régimen presidencialista, como el colombiano y con partidos políticos tan débiles e inorgánicos, hablar de una coalición de gobierno es casi un chiste; porque con seguridad no hubo un acuerdo ni programático (algunos hablan de esto como si vivieran en un mundo ideal), ni tampoco burocrático; de hecho en los presidencialismos, donde el Presidente es, como dijera el maestro Alfredo Vásquez Carrizosa, un especie de 'monarca electo', lo que existen son adhesiones más o menos condicionadas al Presidente y su gobierno. Pero en realidad ni el Presidente se siente con un compromiso real de dar cuotas burocráticas definidas a los partidos políticos y menos de discutir los aspectos programáticos de sus políticas (algunas de ellas determinadas por organismos o espacios transnacionales); los partidos políticos tampoco tienen ni disciplina interna en sus congresistas (para algunos la mejor opción es el sistema anterior en que la curul era personal y por tanto transferible al partido que ofrezca más prebendas), ni lealtad con sus propias directivas, ni solidaridad plena con el gobierno y sus políticas (¿alguien ha escuchado claramente que el segundo de a bordo exprese su apoyo y compromiso con los acuerdos con las insurgencias, así como los directivos de su partido? ¿Algunos opinadores han exigido que esto se haga? ¿acaso no se escucha, en algunos dirigentes “cercanos” al gobierno consignas similares a las de la oposición en relación con los acuerdos de La Habana?). Entonces, mal podemos decir que hay crisis en la coalición de gobierno, que en el mejor de los casos es un acuerdo para distribuirse las mesas directivas del Congreso y sus comisiones; esos son pequeñas escaramuzas de los partidos políticos para expresar sus desacuerdos con las distribuciones burocráticas -que le facilitan a los gobiernos el trámite de sus iniciativas en el Congreso- y para indicar que se comienzan a posicionar para la próxima campaña electoral.

 

Segundo, que sí es preocupante, es el bajo nivel de aceptación, en los sondeos de opinión respecto del Presidente y sus políticas, no por la aprobación del plebiscito refrendatorio, si es que se hace, que será un hecho de segundo nivel, sino porque no hay duda que concertar el fin de un conflicto armado requiere una coalición o un partido de gobierno suficientemente sólidos para garantizar no sólo certeza de lo que se pacte y que culmine exitosamente el cierre de los acuerdos, sino la estabilidad política necesaria para que el siguiente gobierno cumpla los acuerdos pactados. No hay duda de que el trabajo de la oposición para demoler la credibilidad presidencial ha sido exitoso y, por el contrario, la estrategia de comunicación del gobierno es bastante débil. Hoy día parece tener mayor fijación en la opinión consignas como 'paz sin impunidad', cuando es claro que el sistema de justicia acordado es garantía de no impunidad, cuando lo que debería divulgarse es que no queremos más la 'guerra con impunidad' -como plantea Rodrigo Uprymni-.

 

Ojalá el Presidente, quien tiene la decisión política de buscar la salida concertada al conflicto armado y a eso ha jugado su capital político, tenga la habilidad de dar los timonazos que se requieren, que deje de creer que la prioridad es congraciarse con una oposición que no ha cedido un ápice en sus estrategias contra el proceso de paz y demuestre que está gobernando Colombia y no Inglaterra y asuma el liderazgo que los ciudadanos esperan, un líder conectado y accesible a ellos. Si bien debe haber un diálogo fluido con los partidos políticos, no se puede ser preso de ellos, pero sobre todo, un diálogo permanente con la sociedad, sus organizaciones y sus dirigentes, sin creer que lo importante es solo la opinión de unos periodistas localizados en Bogotá, o de unas élites que parecieran creer que la diversidad colombiana se agota en la capital.

 

- Alejo Vargas Velasquez, Profesor Universidad Nacional, Colombia.

 

https://www.alainet.org/fr/node/177286
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