En vez de Brics ahora sería Trics, pero igual el imperio sufre
- Opinión
El juego de Donald Trump de atraer a Rusia y alejarla de China parece destinado al fracaso. Esos dos países están más cerca que nunca e incluso ahora atraen a Turquía. Por eso en lugar de “Brics” ahora el polo alternativo podría ser “Trics”.
En el nuevo orden multipolar hace varios años que surgió algo que desafiaba el unilateralismo de Washington. Era el Brics, por la suma de Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica. Con el golpe consumado en Brasilia y la destitución de Dilma Rousseff, a ese polo le rebanaron la “B” inicial, del principal país sudamericano.
Esa fue en agosto pasado una buena noticia para Washington, así como que su adversario, Rusia, tuviera que lidiar con la baja persistente de los precios del petróleo, uno de los principales ingresos. Eso se sumaba a las dificultades del gobierno de Vladimir Putin por las sanciones de Estados Unidos y sus aliados europeos como punitivo por haber aceptado la incorporación de Crimea y dado ayuda a los sectores filo-rusos del este de Ucrania.
Pero la decadente superpotencia no pudo festejar. Este mundo no es más el de los '90, el de la implosión de la URSS y la debacle del bloque europeo socialista. En ese entonces y desde algunos años antes, con Ronald Reagan, aquel poder se sintió omnímodo y predijo que el siglo XXI sería (norte) americano.
Para analizar cómo está la correlación de fuerzas internacionales se puede partir de Siria. El imperio y sus aliados occidentales y monarquías árabes, financiando el terrorismo yihadista, desataron en 2011 una guerra contra el gobierno legítimo de Bashar al Assad. Cuando empezaron a perderla, amagaron con invadirla y bombardear como si Damasco fuera la libia Trípoli. Y allí fueron frenados a tiempo por Rusia, China, Irán y el Vaticano, además del pueblo y gobierno sirio.
Desde setiembre de 2015 Putin puso su fuerza aérea y comandos militares en ayuda de Al Assad, junto con los Guardianes de la Revolución de Irán y milicianos de Hizbollah libanés. ¿Resultado? En diciembre de 2016 la contrarrevolución siria tuvo que entregar la última parte de Aleppo que controlaba desde cuatro años atrás. Una gran victoria para el presidente sirio y sus aliados, sobre todo Putin. Una gran derrota para la Casa Blanca, la casa real Al Saúd y los grupos terroristas de Isis y Al Nusra, ahora rebautizado como Jabhat Fateh al Sham.
El fracaso yanqui en Siria tiene también un componente militar. El ministro ruso de Defensa, Serguei Shoigu, declaró que en este año de operaciones experimentaron en Siria 160 armas nuevas con un resultado óptimo. Y algo peor para Washington: ahora el 84 por ciento de los pilotos rusos tiene experiencia de combate, con un saldo de 35.000 yihadistas abatidos. Ese balance exitoso ruso es calamitoso para EE UU por razones obvias.
¿Ahora Trics?
Hasta Clarín, al menos su responsable de Internacionales, Marcelo Cantelmi, ironizó sobre la exigua experiencia política de Donald Trump y predijo que fracasará en su táctica de dividir a Moscú y Beijing. Cantelmi escribió que el magnate “pronto descubrirá que China no sólo se abraza al Kremlin sino que es un socio creciente de Turquía. Lo es a extremo tal que Erdogan negocia la membresía en la llamada Organización de Cooperación de Shanghai”.
Esa Organización es una especie de antagonista con la OTAN y está jugando un rol anti-EE UU, ocupando el lugar vacío que dejó la disolución de la URSS y el Pacto de Varsovia. Es una creación política de China con una integración variada, pues además del anfitrión y su vecino moscovita la componen Kazajistán, Kirguistán, Tayikistán, Uzbekistán, India y Pakistán.
Y la gran novedad es que podría sumarse en el futuro Turquía, que hasta ahora es un miembro destacado de la OTAN y con una fuerza propia que al menos en número, con 411.000 efectivos, está en el segundo lugar de esa entidad, detrás de la que obedece al Pentágono.
Como “la política manda al fusil”, por ahora hay señales políticas. El presidente turco Recep Erdogan, convencido de la necesidad de arreglar con Putin por la crisis siria, mandó a su canciller a Moscú para reunirse con su colega ruso, Serguei Lavrov y el canciller iraní Mohamad Yavad Zarif. Allí acordaron ser garantes de la tregua en Siria, así llamada luego de la victoria de Al Assad en Aleppo. Esas tres cancillerías favorecerán una negociación entre el presidente sirio y algunos opositores alejados del terrorismo yihadista. Con ese soporte internacional y sobre todo por el resultado militar en el terreno, no hace falta ser adivino para saber que Al Assad podrá completar su mandato y no se saldrán con la suya EE UU, Isis, Al Nusra y los monarcas árabes. Tampoco Turquía, que hasta ahora figuró en ese bando fracasado pero hace un tiempo saltó el Mar Negro para tender la mano a Rusia.
Las grandes potencias tenían a Turquía como muchacho de los mandados, de los peores mandados, para agredir a vecinos molestos. Por eso la tenían conchabada como ancla sur de la OTAN. El Cuartel General del Mando Terrestre de la entidad está ubicado en la ciudad portuaria de Izmir.
En cambio a Turquía nunca le dieron los papeles de ciudadanía como miembro pleno de la Unión Europea, que seguía con el tratamiento de “país de segunda”.
El fracaso en Siria, más el trato igualitario ofrecido por Moscú-Beijing, el intento de golpe de estado aparentemente yihadista en julio pasado en Ankara y Estambul, y el peligro que Erdogan debe sentir por su enfrentamiento con los kurdos dentro del país, pueden ser algunos motivos de este realineamiento turco. Eso sin olvidar una razón de mucho peso y dólares: quiere asociarse con Putin para construir un gasoducto que pase por Turquía y abastezca al sur de Europa.
Los principios de Erdogan son parecidos a los de Groucho Marx y aún puede tener cambios de posición, según lo que ofrezca el imperio en tiempos de Trump. Pero sus pasos hoy van en dirección a negocios con Rusia y China. De allí la referencia a que el viejo “Brics”, sin Brasil, pueda convertirse en el “Trics”, con Turquía.
Armas y economía
Barack Obama creía estar ganándole la partida a Putin en lo económico-financiero, con las sanciones y la baja del precio del crudo. El ruso le llevó la delantera en política internacional, sobre todo en Medio Oriente y Asia. Y también descontó parte de la ventaja que EE UU tenía en lo militar.
En 2015 Rusia cumplió el objetivo de sumar 40 armas balísticas intercontinentales a su arsenal, que ahora tiene menos munición pero mucho más moderna y con mayor poder de destrucción. Esto no fue resultado de un afán militarista sino la adecuada respuesta a los planes norteamericanos de instalar bases propias en las fronteras rusas, en países que habían pertenecido a la URSS.
Si aquella modernización preocupaba a la administración norteamericana, las noticias de Navidad deben haberla puesto más nerviosa. Rusia probó exitosamente un misil antisatélite (ASAR) para neutralizar proyectiles balísticos norteamericanos y destruir satélites de comunicaciones e inteligencia. “Esa prueba creó una profunda inquietud entre los estrategas de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN)”, escribió en “La Nación” su corresponsal en París, Luisa Corradini, el 26/12. Ella citó como fuente al ex general Vincent Desportes, quien despotricaba: “Putin experimenta un satélite killer (asesino de satélites) que pone en peligro todo el dispositivo espacial norteamericano”. ¿Acaso ese dispositivo espacial era neutro o pacífico? Obvio que no. Es parte de la estrategia atlantista contra Moscú, que Trump lejos de eliminar quiere que los socios europeos paguen su cuota-parte.
Tales conflictos entre EE UU y Rusia difícilmente desaparezcan. En la medida que se mantengan, indicarían que la táctica del futuro presidente yanqui, de meter una cuña entre Moscú y Beijing, va a fracasar.
China es otro tremendo dolor de cabeza para EE UU en tiempos de Obama y puede serlo en mayor medida para Trump, si profundiza sus ataques antichinos. A días de su sonada victoria de noviembre comenzó con declaraciones beligerantes contra el país socialista, rematadas con su diálogo telefónico con Tsai Ing-wen, mandataria de Taiwán, una provincia china. Así rompió con el principio de una sola China, que Washington tuvo que respetar desde 1979.
Beijing culmina 2016 con un crecimiento del 6 por ciento de su Producto Bruto Interno; aunque inferior a otras marcas suyas es superior a la performance de EE UU y del resto del mundo. Así la economía china sigue su rumbo hacia la “pole position” mundial, desplazando a la yanqui, algo que ya ha conseguido según determinadas maneras de contabilizar el Producto. Pero para 2020 puede que ya no queden dudas de cuál es la primera. El presidente Xi Jinping y el PC de China están insistiendo en crecer al 7 por ciento anual de modo de duplicar en 2020 el PBI de 2010.
China también tiene novedades de Defensa. En noviembre pasado las Fuerzas Aéreas mostraron en la XI Feria Internacional de la Aviación de Zhuhai el J-20, el caza furtivo de quinta generación, su modelo más avanzado de avión invisible al radar. Un nuevo caza, el FC-31, realizó días atrás su primer ensayo de vuelo. Y el primer portaaviones, Liaoning, ya navega por el Mar de China, metiéndose en un Pacífico que EE UU creía suyo para siempre con la III y la VII Flota.
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