Sudán del Sur o como disimular un genocidio

19/05/2017
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Foto: bajoelfuego.blogspot.com

 

Las preguntas son pocas: ¿cuánto tiempo más la comunidad internacional, las Naciones Unidas, los países centrales y la Unión Europea, pueden tolerar el agravamiento de la situación de Sudán del Sur? ¿Cuánto estómago más puedan tener los funcionarios que deben tomar las decisiones para resolver esta crisis? ¿Cuántos muertos más pueden cargar sus conciencias?

 

La guerra de Sudán del Sur,  a la que Naciones Unidas envió una dotación de 10 mil Cascos Azules, para un conflicto que envuelve a casi 12 millones de personas, ya cumple tres años y medio, y el mundo parece no haberse enterado. El resto es sabido, la guerra, como casi todas las guerras africanas, tienen un detonante en ancestrales luchas tribales, religiosas o étnicas, para encubrir los intereses de los grandes consorcios internacionales que las articulan con los gobernantes, políticos o militares venales, fogoneados por los servicios de inteligencia de las metrópolis interesadas, para posicionarse en la explotación de sus recursos naturales, como siempre: petróleo o minerales como el uranio, coltán, oro y esa larga lista que todos tan bien conocemos.

 

Sudán del Sur no ha escapado de este tópico: la guerra estalló a mediados de diciembre de 2013, a dos años de su independencia, como resultante de los enfrentamientos entre el presidente Salva Kiir y su vice Reik Machar. El primero de la etnia dinka y el segundo de la etnia nuer.

 

Los ingresos por las explotaciones petroleras representaban en 2013 el 98 % del presupuesto gobierno nacional. La producción total se eleva a 250 mil barriles al año, cuota que se mantendría hasta el año 2020, si Dios y la guerra lo permiten.

 

Los principales yacimientos petroleros y de otros minerales son explotados por diferentes compañías internacionales como la CNPC, la compañía nacional china, que ha construido un oleoducto que lleva hasta el Mar Rojo el petróleo extraído en el centro sur del país, y una gran refinería cerca de Jartum, capital de Sudán; la canadiense Talismán, la compañía Nacional India ONGC Videsh, la sueca, Ludin, y el grupo francés Total-Elf-Fina.

 

Se calcula en más de tres millones y medios los desplazados, solo en Uganda hay un millón trecientos mil refugiados, en Sudán el número ronda los 350 mil. Respecto a las bajas la cuenta es incierta, como resultado de la confusión y lo irregular de la guerra los organismos internacionales han dejado de contabilizar a los muertos en 2015.

 

Ya que los bandos en pugna atacan a la población civil saqueando, incendiando, pueblos enteros, los cuerpos pueden ser incinerados, despedazados para regocijo de las fieras y alimañas, abandonados en parajes solitarios, o lanzados a los ríos. En esos asaltos, los hombres son torturados y castrados antes de asesinarlos, incluso existen denuncias de canibalismo. La tropa, ya que no reciben su paga, está autoriza a saquear y robar las pertenecías del enemigo, violar a todas las mujeres, incluso niñas o ancianas, y después hacer con ellas los que les plazca, desde venderlas hasta asesinarlas. Los niños en muchos casos son incorporados como combatientes.

 

En el área de Yei, convertida en uno de los epicentros de la guerra civil, la población aproximada es de 45 mil personas, allí se asienta la etnia Kakwa, ya condenada a desaparecer. Las tropas del gobierno, han quemado casi 20 mil viviendas, según lo constata las imágenes satelitales. En muchas de esas viviendas habían quedado sus habitantes, la cifra de muertos en esa acción nunca podrá conocerse.

 

Debido a los actos de barbarie cometidos por sus tropas, donde el alcohol y la droga corren deliberadamente, los generales del ejército del presidente Salva Kiir, Henry Oyay Nyago y Khalid Ono Loki han renunciado. Y responsabilizaron a Kirr de estar llevando a cabo una verdadera limpieza étnica, en lugares como Malakal y Bentiu, en el norte del país y en Nimule y Yambio, en el sur, lo que sin duda ya tiene categoría de genocidio.

 

La guerra ha provocado la destrucción de miles de sembradíos por lo que el país está “técnicamente” en Estado de Hambruna desde febrero último, aunque por cuestiones políticas no ha sido decretado oficialmente, ya que los fondos de Naciones Unidas, que tendrían que implementarse para contener la hambruna, fluyen hacía Irak y Siria.

 

 

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Foto: pressenza.com

 

Demasiado parecido a Ruanda

 

Según los expertos, incluidos funcionarios de las Naciones Unidas, el cuadro es demasiado parecido a lo sucedido en Ruanda en 1994, donde en poco más de cien días la etnia Hutu, logró exterminar cerca de un millón de miembros de la etnia Tutsi, por lo que no se comprende la inoperancia de los organismos internacionales, para intervenir de lleno en el conflicto.

 

Los burócratas de la ONU asumen ese anunciado genocidio solo como algo que “podría” suceder, aunque en realidad ya está en pleno desarrollo, por ejemplo en los Centros de Protección de Civiles, simples campos de concentración para desplazados, que en más de una oportunidad fueron reducidos a la nada, como el de Malakal que albergaba 52 mil refugiados, con las consecuentes matanzas sin que los Cascos Azules puedan hacer más que salvar sus propias vidas.

 

Excepto Juba, la capital del país, el resto de las poblaciones ha cambiado de manos varias veces como es el caso de Leer, la segunda ciudad del país que fue tomada y retomada ocho veces, para dejar siempre un mismo panorama: verdaderos campos de muerte, donde quedan multitudes de civiles ejecutados, hechos carroña por la rigurosidad del clima, para beneficio de los buitres.

 

En la ciudad de Leer, Amnistía Internacional ha denunciado que miles de prisioneros  fueron torturados y asesinados, mientras otros murieron asfixiados dentro de contenedores metálicos, hacinados en esos compartimientos de metal a temperaturas exteriores de más de 43 grados.

 

Ya nadie se encarga de recoger los miles de cuerpos que se pudren en caminos, ríos y poblaciones, para evitar que contaminen y generen epidemias.

 

Naciones Unidas, descree que lo que sucede en Sudán del Sur sea un genocidio, ya que para ellos: “No es fácil montar un genocidio, porque requiere una organización para las matanzas que quizá el Gobierno de Sudán del Sur no tiene”.

 

El último tres de abril, la aldea de Pajok, fue atacada al amanecer por miembros de la tropa de elite conocida como Lion Brigade que responden al presidente Kiir. Según el relato de algunos sobrevivientes, entraron al poblado disparado, penetraron a las casas y asesinaron a todo el que encontraron. Cerca de un centenar de personas fueron asesinadas en pocos minutos y el pueblo fue absolutamente saqueado y destruido.

 

Human Rights Watch, ha constatado ejecuciones por aplastamiento bajo las cremalleras de un tanque, torturas, personas quemadas. El informe continúa explicando que existen brigadas del ejército cuya única labor es violar mujeres.

 

Uno de los responsables de estas masacres es el Jefe del ejército, el general Paul Malong, un verdadero fanático dinka que ha sido destituido por el presidente Salva Kiir, lo que podría acarrear un intento de golpe de estado ya que Malong, cuenta con tropa propia.  Lo que podría obligar a Kiir a abandonar la capital del país Juba, y trasladarse a Lankien, en el corazón del territorio dinka.

 

Más allá de los minués políticos o militares, la hambruna está avanzado mucho más rápido de lo que especulaban los técnicos como está sucediendo en el Estado de Aweil, donde la población civil ya está comiendo raíces y las hojas de los árboles. Son más de 5 millones de personas que ya se encuentran en riesgo de morir de hambre.

 

Quizás 5 millones de muertos pueda ser un buen número para que los organismos internacionales puedan atender la crisis, o puedan esperar un poco más, total Sudán del Sur, está lejos y no se nota mucho.

 

Guadi Calvo es escritor y periodista argentino. Analista Internacional especializado en África, Medio Oriente y Asia Central

En Facebook: https://www.facebook.com/lineainternacionalGC.

 

 

https://www.alainet.org/fr/node/185608?language=es
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