Rohingyas empantanados en las excusas
- Análisis
Según las últimas declaraciones del jefe del ejército birmano (Tatmadaw), Min Aung Hlaing, los medios de comunicación han exagerado el número de rohingyas que han debido huir tras las operaciones de limpieza étnica que se ejecutan desde el 25 de agosto último.
Se estima que desde esa fecha 550 mil rohingyas se han visto obligados a abandonar los campos de concentración donde eran obligados a vivir en el estado de Rakhine, fronterizo con la república de Bangladesh.
Según las denuncias de Naciones Unidas, con esta nueva fase de los “progroms” (desde hace años Naypyidaw, con cierta periodicidad, ejecuta operaciones similares) tendría intenciones de practicar la “solución final” sobre la cuestión rohingya, aunque todo se radicalizó mucho más tras los enfrentamientos en 2012 entre budistas y musulmanes, que dejaron algunas docenas de muertos y varios templos y mezquitas destruidas.
Ya se acerca a la mitad de la totalidad del casi millón trecientos mil musulmanes birmanos, que se calculaban vivían en el país antes de esta operación. Mientras que en los caminos que llevan hacía el río Naf, y las playas se pueden observar a miles de rohingyas, que esperan el momento para cruzar la frontera y las playas.
Según se ha denunciado, el Tatmadaw habría sembrado miles de minas antipersonales, para provocar más daños a la etnia musulmana, dejándoles bien claro que no deben volver jamás a Birmania, donde los rohingyas han llegado entre los siglos VII y VIII, aunque para las autoridades birmanas: “estos bengalíes, son inmigrantes ilegales”.
El general Hlaing explicó que: “El lugar nativo de Bengalí es realmente Bengala y que por algo eligieron para refugiarse ese país. Ya que tienen el mismo idioma, la misma raza y la misma cultura que ellos, asumiendo que allí estarían más seguros”. No aclara el general Hlang, que desde la provincia de Rakhine, donde se establecieron los rohingyas, según algunos estudiosos, hace ya más de trece siglos, Bangladesh es el lugar más próximo para huir.
Durante la crisis del año 2015, unos ocho mil lo intentaron hacer por mar, según datos de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), se desconoce la suerte de muchos de ellos, ya que no existen registros de su llegada a algún puerto. Otros tantos, lo hicieron cruzando las espesas selvas rumbo a Tailandia y Malasia, donde son literalmente cazados por bandas de secuestradores a quien deben pagar entre 1500 y 2000 dólares; quizás las muchas tumbas comunes que se han encontrado en esa selva sean de aquellos que no han alcanzado a pagar el rescate. En el sur de Tailandia, existe un campo clandestino en Songkhla, donde se cree todavía cientos de ellos continúan esperando ser liberados.
Se estima que en el interior de esa extensa selva existen alrededor de cuarenta campamentos rohingya, que prefieren no abandonar por precaución.
Por su parte las autoridades de Bangladesh, denuncian que la falta de recursos, para proveer de alimentos, atención sanitaria y refugios seguros, pone a los refugiados al borde de una crisis humanitaria, por lo que el ministro de Finanzas, Ama Muhith reclamará la asistencia del Banco Mundial.
Frente a todo esto, la premio Nobel de la Paz 1991, y de hecho la conductora política del país, Aung San Suu Kyi, quién ha atado su suerte a la complicidad con el ejército, rompió su llamativo silencio diciendo que su gobierno necesitaba más tiempo para investigar el éxodo del grupo minoritario. Además anunció que se investigarían y se castigarían las violaciones a los derechos humanos en el estado de Rakhine, aunque ignoró las acusaciones por parte de Naciones Unidas, a donde se excusó de asistir a la última reunión anual del mes pasado. Suu Kyi prometió relocalizar a “algunos refugiados”, pero nada dijo acerca de detener la operación en curso desde fines de agosto, de las que sobran pruebas de ejecuciones, torturas, violaciones e incineración de cuerpos.
En su larga declaración se cuidó muy bien de pronunciar el término rohingya, de hecho una palabra prácticamente prohibida en el país, por lo que queda a la libre interpretación, si se refiere a este grupo étnico o a la población en general de ese estado. Esto hace muy confuso discernir si cuando habla de “relocalización” se refiere a la población rohingya de Rakhine. Suu Kyi además mencionó que se controlaría la documentación de quienes han huido a Bangladesh en estas últimas semanas, sabiendo que los rohingyas no tienen derecho a tramitar ningún tipo de documentación oficial, más que alguna cartilla de libre tránsito en ciertas ocasiones, y que la mayoría de sus pertenecías han debido ser abandonadas por lo urgente de su huida. A pesar de tanto despropósito, la Premio Nobel no evitó referirse al Ejército de Salvación Arakan (ARSA).
Ser o no ser… birmano
La gran excusa para los proyectos de expulsión de la minoría rohingya, agitada por parte de Naypyidaw, es apenas que son una etnia proveniente de Bangladesh, por lo tanto migrantes ilegales. Aunque la “acusación” fuera verdadera, en estos tiempos de la historia el pretexto es por lo menos aberrante.
A cada teoría o análisis de la historia de los rohingyas en el estado de Rakhine existe otra que se le opone, aunque ninguna posición podría justificar las acciones del Tatmadaw, contra población civil. Una guerra sucia que sin duda será tachada como genocidio, dado el número de muertos exterminados en operaciones coordinadas por fuerzas de seguridad y bandas fundamentalistas como la 969, número que identifica a los nueve atributos de Buda, los seis atributos de sus enseñanzas y los nueve atributos del monacato y el movimiento Ma Ba Tha (Asociación para la Protección de la Raza y la Religión).
Los historiadores que estudian la cuestión desde la perspectiva oficial birmana soslayan la presencia de musulmanes en Rakhine desde antes de la conquista británica en las primeras década del siglo XIX y afirman que la mayoría de ellos llegaron, como ilegales, desde Bangladesh, incluso poco antes de 2012.
Si bien la Birmania que conocemos hoy es producto de un conglomerado de reinos y principados que consiguió unificarse cerca del año 1287, para cuando aquel proto reino consiguió invadir, en 1784, el reino Arakanese (Rakhine) separado por varias cadenas montañosas del resto de Birmania, unos cuarenta años antes de la conquista británica, los musulmanes llevaban ya una larga historia en ese reino.
Según la definición del antropólogo británico Edmund R. Leach (1910-1989) “Birmania precolonial era una región fronteriza imprecisamente entre la India y China, donde los estados existentes no estaban separados por las fronteras definidas ni eran Estados soberanos”, donde la variedad “desconcertante y confusa” de grupos humanos y filiaciones étnicas “eran enormemente fluidas”. Por lo que hoy hablar de razas puras, lo que arguye Naypyidaw, es ridículo, como si en cualquier otro caso no lo fuera.
En su estudio lingüístico publicado en 1799, el británico Francis Buchanan mencionó a los mahometanos, quien llevan establecidos en Arakan durante un largo periodo, y quienes se llaman a sí mismos “Rooinga o nativos de Arakan”, cuya lengua era una mezcla de bengalí, rakhine, urdu y árabe.
A esta versión de Buchanan, se le opone el birmano Aye Chan, que, respecto al término rohingya, dice que fue inventado alrededor de 1950, por inmigrantes bengalíes que comenzaron a llegar a Birmania durante el siglo XIX, durante el dominio británico.
Las aberraciones que se cometieron en estos últimos años contra la minoría rohingya, en un tiempo en que justamente lo musulmán inspirado por Arabia Saudita, está presente desde Nigeria a Filipinas, es muy posible que un grupo armado wahabita, se haya establecido en Rakhine. Según algunos analistas, esta organización, denominada Harakah al-Yaqin (Movimiento por la Fe), habría sido organizada y financiada por Riad y reuniría a muyahidines rohingyas, a las órdenes del pakistaní Ata Ullah, veterano de Afganistán.
Es importante señalar que en el Reino Saudita se han asentado cerca de 300 mil rohingyas de donde habrían salido los primeros combatientes. Esto habilitaría al gobierno birmano a seguir masacrando al pueblo rohingya atropellando, con esta excusa, su derecho a vivir en paz.
Guadi Calvo es escritor y periodista argentino. Analista Internacional especializado en África, Medio Oriente y Asia Central.
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Fotos: http://economiaytecnologiaentrujillo.blogspot.com/2015/05/el-rostro-del-terror-budista-tiene.html
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