Elecciones en Argentina. El rol de la economía y la política en la victoria PRO

27/10/2017
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Foto: CELAG
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Es poco motivador que alguien lo invite a subir el Everest para cansarse. Es preferible que le cuenten la inmensa satisfacción que se siente coronar una montaña de esa magnitud (Duran Barba y Nieto, 2017: 174).

 

El macrismo aumentó su caudal de votos en 8 p.p. desde la elección de 2015 (primera vuelta) a la elección legislativa en 2017. Pasó de ser la fuerza más votada en 5 provincias a ganar en 13. Por primera vez desde el retorno a la democracia un partido político ganó en los cinco distritos más importantes del país: Buenos Aires, Capital Federal, Córdoba, Santa Fre y Mendoza. Difícil encontrar atenuantes a semejante resultado y por lo tanto es deseable buscar sus causas y las perspectivas que se abren.

 

Una pregunta que surge a partir de este resultado es ¿cómo a pesar del ajuste económico el gobierno logró semejante avance? ¿La política se impuso a la economía o el ajuste no fue tan brutal?

 

La política del siglo XXI

 

En líneas generales se pueden destacar cuatro ejes en la política comunicacional del PRO que se plasmaron con fuerza en estas elecciones: (1) instalar su interpretación de la realidad económica, (2) apelar a la polarización con la corrupción como bandera, (3) la utilización de nuevas formas políticas y comunicacionales y (4) la difusión de una ideología basada en el individualismo y la cultura del esfuerzo.

 

(1) Jaime Durán Barba, el asesor estrella de Macri, destaca que “en muchos años el único gobierno que tomó medidas de ajuste sin sufrir una crisis de popularidad – como ocurrió con todos los gobiernos del continente – fue el de Mauricio Macri en 2016[1]. Efectivamente el año pasado fue el de los tarifazos, crecimiento del desempleo, aumento de la pobreza, caída de la actividad económica… pero efectivamente la popularidad del presidente apenas bajó.

 

El asesor plantea que el secreto del éxito es que “la comunicación no puede centrarse en la necesidad de hacer sacrificios, sino en la posibilidad de conseguir metas.”[2] Esa norma marcó la estrategia comunicacional gubernamental y se difundió por altoparlantes gracias a la alianza que mantiene el gobierno con los principales grupos mediáticos del país. De manera complementaria se atribuyó la razón de los males al gobierno anterior. Uno de los éxitos centrales de la estrategia política del PRO fue dotar a la realidad material de su propia interpretación.[3]

 

(2) Un pilar de la campaña electoral fue la polarización con la figura de Cristina Kirchner. En esta disputa el gobierno plantó su bandera como la de “la lucha contra la corrupción”. Durante la campaña electoral afloraron decenas de denuncias de corrupción y detenciones a ex funcionarios del gobierno kirchnerista. El broche de oro fue el pedido de detención del ex Ministro de Planificación Julio De Vido en la semana de las elecciones. Semejante fecha no parece ser coincidencia y da cuenta de la tercera pata del trípode: el poder judicial. Más allá de la culpabilidad o no de De Vido, y del resto de los funcionarios del sector público, resulta al menos llamativo que no haya ningún imputado proveniente del sector privado. Si existió ilícito en la obra pública tienen que haber habido dos partes. Del otro lado del mostrador se encuentran aliados, allegados y hasta familiares del presidente.

 

En esta misma línea se observa cómo mientras las denuncias de corrupción al gobierno anterior afloraron en la justicia y los canales de televisión, las denuncias que involucraban a la familia Macri -como las cuentas offshore del presidente reveladas por los Panama Papers, la condonación de la deuda del Correo Argentino (a pagar por el Grupo Macri), el caso Avianca o el importante blanqueo de capitales realizado por el hermano del presidente – no tuvieron en absoluto la misma atención.

 

Quienes eligieron alejarse de la polarización y transitar la “ancha avenida del medio” sufrieron fuertes retrocesos. Este fue el caso de candidatos como Urtubey en Salta, Massa  en Provincia de Buenos Aires o Lousteau en Ciudad de Buenos Aires. La elección de 2017 mostró una paradoja: los sectores de la oposición que más polarizaron fueron los que obtuvieron los mejores resultados pero el principal beneficiado de la polarización parece haber sido el gobierno.

 

(3) Otro aspecto que destaca a Cambiemos es la apelación a un nuevo ideario político que se aleja de los cánones de la política tradicional. Esto se puede ver en el lenguaje, basado en palabras como “felicidad”, “esperanza”, “cambio”, “sí se puede”, “coraje”, entre otras. O en la búsqueda de referenciarse como gente común que escucha los problemas de la gente. La mayor  ilustración de esto es el “timbreo” (recorridas por barrios y diálogo con vecinos en sus casas) que busca crear la imagen de un político de nuevo tipo, que baja a la calle y se preocupa por los problemas inmediatos y cotidianos de las personas[4].

 

Como dijo Iñigo Errejón en una reciente visita a Argentina: “la gente no los vota porque son todos oligarcas o están todos engañados, hay una parte de verdad en el adversario que le permitió generar una mayoría y es indispensable entender eso[5]. El macrismo supo construir un relato apuntalado en el cansancio de la política tradicional y, a partir de los anhelos de la sociedad, apela a nuevas formas políticas. La clave para lograrlo: conocer las aspiraciones racionales de los argentinos. El comportamiento y las reacciones de la población son estudiados minuciosa y constantemente a través de la utilización de técnicas de vanguardia a nivel internacional (big data, focus groups y distintas herramientas de análisis).

 

Desarticular esta construcción contraponiéndole un sentido distinto es una tarea fundamental de esta época.

 

 (4) Un aspecto novedoso de esta elección es que a diferencia de 2015, cuando el gobierno ganó con propuestas falsas que nunca cumplió, esta vez sí comenzó a avizorar las reformas que se vienen y empezó a mostrar su verdadera ideología. En este sentido el aspecto ideológico más notorio en el discurso del gobierno es la apelación al individualismo y la “cultura del esfuerzo.” Este discurso logra hacer mella en un sector de la sociedad. La visión del trabajador meritocrático encarna con la cultura argentina del inmigrante de quienes llegaron al país escapando de las penurias y logaron el ascenso social,[6] además empalma con el individualismo pregonado por la ideología neoliberal dominante en el mundo. Lo más paradójico del caso es que esta idea sea proclamada por quienes obtuvieron su fortunas de herencias y conocen bien como en la sociedad la cancha esta inclinada y no todos tienen las mismas oportunidades.

 

“Las fuerzas de derechas han instalado un discurso basado en ilusiones y expectativas de ascenso social apelando al sentido común de la desigualdad y la competencia contra el otro, relegando a un segundo plano el sentido popular de la distribución del ingreso y los derechos”. CELAG, 23/10/17

 

Pero… ¿hasta qué punto la comunicación política y el favor de los medios de comunicación pueden contra la realidad? La hipótesis que rige esta nota es que la centralidad de la política es posible dentro de cierto umbral en las condiciones económica. Por fuera de los límites del mismo su margen de acción se reduce significativamente.

 

El umbral económico de maniobrabilidad política

 

Llegó el momento de ponerle algunos números a la cuestión económica para ubicar en qué punto del umbral nos ubicamos. El desempeño macroeconómico a mitad de mandato de Macri es realmente pobre. El PIB aún no superó el nivel heredado (cayó 2,6% en 2016 y acumula un crecimiento de 2,7% en 2017) y la inflación se encuentra en el mismo ratio que en noviembre de 2015 (24,2% vs 24,5% i.a. después de haber estado por encima del 40% en 2016). Todo esto en el marco de un profundo deterioro de las cuentas externas, financiado por un endeudamiento externo masivo, y de un mayor déficit fiscal. Ninguno de los problemas macroeconómicos que Cambiemos planteó venir a resolver fueron solucionados sino que por el contrario se profundizaron.

 

Al observar las variables del mercado laboral, que son las que más impactan en las condiciones de vida materiales de la mayoría de la población, no se registra ninguna mejoría pero el deterioro no parece haber sido tan drástico. Los datos del Ministerio de Trabajo dan cuenta de la pérdida de 15.000 puestos de trabajo asalariados registrado que fue contrarrestado con la creación de 54.000 empleos en el sector público. Está estadística es parcial ya que no da cuenta de la pérdida de puestos de trabajo en el sector informal que, por la falta de regulaciones legales, tiende a superar al privado registrado en contextos de caída. En cuanto a la composición del empleo privado se asistió a un cambio marcado por la elevada pérdida de puestos de trabajo en la industria (-60.443) y un crecimiento del empleo en servicios (+46.736). Los primeros se caracterizan por una mayor estabilidad y salarios que los segundos. Por otro lado, los salarios reales (privado registrado) se encuentran por debajo del pico máximo de 2015 pero en torno a la media de ese año, no así el salario del sector público que se contrajo de manera sostenida.

 

En términos fiscales el ajuste en obra pública de 2016 fue compensado con un fuerte incremento en 2017 y el gasto en prestaciones sociales se mantuvo estable durante los dos años de gobierno.

 

En líneas generales el gobierno tiene pocos logros en materia económica para mostrar y no son pocos los que sufrieron sus políticas económicas, especialmente los sectores más postergados. Por caso cabe destacar el impacto asimétrico de la inflación ya que la aceleración inflacionaria de 2016 (con picos superiores al 40% como consecuencia de la devaluación, quita de retenciones y aumentos tarifarios) se concentró en alimentos y tarifas, componentes del gasto que impactan en mayor medida en los sectores de menores ingresos que son quienes destinan mayor proporción de su presupuesto a estos rubros[7]. En este sentido políticas como la ampliación de la tarifa social o la garrafa social no impidieron que 600.000 argentinos se sumergieran por debajo de la línea de pobreza.

 

Sin embargo, si bien estamos en presencia de un deterioro socio-económico, a juzgar por los datos fiscales, de empleo y de ingresos no pareciera que estemos en presencia de un ajuste brutal como se hizo énfasis desde la oposición[8]. Dentro de este umbral económico la política tiene margen para actuar y alcanza (y sobra) para ganar elecciones.

 

El “imperceptible” largo plazo

 

Una consideración aparte merece el escenario económico de largo plazo que se está delineando. Preocupa, y mucho, el nivel de endeudamiento externo cuando la deuda no genera capacidad de repago sino que es utilizada para financiar una fuga de capitales creciente (tras la eliminación de regulaciones financieras) y un déficit comercial récord (por el abandono de instrumentos de protección comercial). Estas medidas fueron tomadas bajo el argumento de atraer inversiones pero lo cierto es que las empresas extranjeras remitieron en este periodo más dólares al exterior de los que ingresaron en concepto de inversión. Intranquiliza el desfinanciamiento del Estado vía reducción o eliminación de impuestos a sectores concentrados (impuesto a los bienes personales y retenciones a la exportación) al mismo tiempo que crece el peso de los intereses en el gasto público. Inquieta la destrucción gradual del tejido industrial y el ahogo presupuestario a la ciencia y tecnología. Asusta el plan de reforma laboral en línea con lo que fue la reforma brasilera, la reforma del sistema de salud en curso que limita la prestaciones públicas, la reforma previsional de un sistema que en los últimos años había sido autosustentable y sumamente inclusivo. También encienden la alarma los acuerdos bilaterales y multilaterales que se están negociando a espaldas de la sociedad y esconden normas que van a limitar la soberanía de la política económica.

 

Sin embargo, en cualquier caso estos no parecen ser factores con un efecto explosivo en el corto plazo, y por el contrario vía endeudamiento Cambiemos parece tener margen para llevar adelante sus medidas sin perforar el límite inferior del umbral económico de maniobrabilidad política. Mauricio Macri empezó su discurso tras la victoria legislativa diciendo que el cambio “es un largo camino donde nadie nos va a regalar nada” y “lo vamos a hacer porque aspiramos a vivir mejor”[9]. Otra vez el juego entre un presente difícil y un futuro prometedor. Lo que está claro es que la disputa hay que darla en el presente porque el futuro puede ser demasiado tarde.

 

@p_wahren

 

Notas

 

[1] Duran Barba, J. y Nieto, S. (2017). La política en el siglo XXI. Debate, Buenos Aires.

 

[2] Duran Barba, J. y Nieto, S. (2017). La política en el siglo XXI. Debate, Buenos Aires.

 

[3] https://hegemoniapop.com/2017/06/30/la-fuerza-de-macri/

 

[4] https://www.pagina12.com.ar/56997-el-macrismo-no-es-un-golpe-de-suerte

 

[5] https://www.youtube.com/watch?v=z0HMrFvKqgo&t=2123s

 

[6] https://www.pagina12.com.ar/56997-el-macrismo-no-es-un-golpe-de-suerte

 

[7] http://eppa.com.ar/wp-content/uploads/2016/03/EL-IMPACTO-ASIME%CC%81TRICO-DE-LA-ACELERACIO%CC%81N-INFLACIONARIA-EN-ARGENTINA-FINAL.pdf

 

[8] Las explicaciones de por qué se adaptó la estrategia gradualista en materia de ajuste no son motivo de debate de este artículo, pero pueden asociarse a factores electorales o a la movilización social masiva que se desencadenó ante ciertas medidas o problemas. Ejemplos de cambios en la política a partir de reclamos son  la moderación relativa de los aumentos tarifarios y el lanzamiento del salario social complementario para el sector de la economía popular.

 

[9] https://www.youtube.com/watch?v=BjrqCpa3xCc&t=94s

 

 

Fuente: http://www.celag.org/elecciones-argentina-rol-la-economia-la-politica-la-victoria-pro/

 

 

 

 

https://www.alainet.org/fr/node/188916?language=en
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