El Sahel, una nueva batalla de una vieja guerra
- Análisis
Tras la emboscada del cuatro de octubre, en la región suroccidental de Tillabery, Níger, próximo a la frontera malí, donde una banda terrorista asesinó a cuatro boinas verdes norteamericanos y ocho soldados del ejército nigerino, más allá de la repercusión por las bajas, muy particularmente las norteamericanas, ha quedado en evidencia la carrera del Pentágono por “conquistar” el Sahel (borde).
Esa vasta franja que corre del Mar Rojo al Atlántico y ocupa distintas regiones de ocho países, ha estado históricamente en manos de bandas de contrabandistas de múltiples rubros y mercaderes que desde tiempos remotos la han atravesado en caravanas de camellos y ahora en caravanas de camiones.
En la última década, diferentes sectores de ese “borde” han caído en manos de grupos vinculados a al-Qaeda y desde su irrupción en 2014 también del Daesh.
Un nuevo panorama se abre tras las derrotas sufridas por los califados de al-Bagdadí en Irak y Siria, y pareciera que la marea takfirista, que desde inicio de la Primavera Árabe, y muy particularmente a mediados de 2014, cuando la gran maquinaria del Daesh se puso en marcha, se cierne sobre África.
El Daesh, tras romper el sitio que durante seis meses soportaron en Faluya y Ramani y la inmediata conquista de Mosul, pareció incontenible. Los sueños del Califato se desmoronan en todos los frentes que se habían abierto: Medio Oriente, Sudeste Asiático, Libia y en Afganistán donde no han podido poner pie y debe llevar una guerra a dos bandas, contra el ejército afgano y contra el Talibán, que a pesar de sus coincidencias fundamentalmente religiosas, por principio, la formación fundada por el Mullah Omar no acepta imposiciones de ningún tipo en su territorio. Por esto, en las actuales condiciones a lo que puede aspirar el Daesh es África y se encuentra en el margen occidental del Sahel.
Con la escandalosa emboscada de octubre, el mundo se desayunó que los Estados Unidos estaban mucho más involucrados en la región de lo que oficialmente se conocía y por intuición sospechábamos. Ahora es en el Sahel, donde una nueva batalla de una vieja guerra está por comenzar.
Tanto el comando de operaciones especiales en África (SOFRICA), con sede en Tampa, Florida, y el Mando Combatiente Unificado para África (Africom), con base en Stuttgart, Alemania, han ampliado sus estructuras y operaciones en el terreno: en solo diez años el número de efectivos desplegados en el extranjero aumentó del 1% en 2006 al 17% en 2017.
La información oficial habla aproximadamente 6 mil soldados norteamericanos en todo el continente, unos 4 mil en la base Lemonier (Djibouti), en Níger estarían entre 800 y mil y el resto distribuidos en unos veinte países.
El 26 de octubre el senador republicano, John McCain, quien encabeza el Comité Militar del Senado, manifestó su apoyo a lo enunciado unos días antes por el Jefe de Estado Mayor, el general Joseph Dunford respecto al envió de mayor dotación de efectivos a África, justificada por la creciente actividad de grupos fundamentalistas. McCain afirmó que: “Mientras más exitosos seamos en Medio Oriente, más veremos serpientes que se dirigen a África y tendremos que estar listos para asesorar y ayudar a las naciones que están dispuestas a trabajar con nosotros”.
Como para confirmar la especie, el grupo nigeriano Boko Haram, tributario del Daesh, en franco retroceso tras la asunción del presidente Muhammadu Buhari, viejo aliado de Washington, el miércoles 15 en un cuádruple ataque explosivo asesinó a 18 personas e hirió una treintena en Muna Gari, Konduga, a unos 36 kilómetros de Maiduguri, capital del estado Borno, al noroeste del país.
Mientras tanto la nueva organización conformada en marzo de 2017, Jamaat Nusrat al-Islam wal-Muslimin que responde a al-Qaeda global, (Ver: Sahelistán del Nilo al Atlántico) se ha reposicionado en el norte de Mali, y se asegura que sus comandos fueron quienes atacaron la patrulla en Tillabery.
La batalla por el Sahel
Según fuentes vinculados a servicios de inteligencia occidentales, en agosto último cerca de 2 mil hombres de Daesh seguían resistiendo en Raqqa frente al cerco establecido por fuerzas kurdas e iraquíes, a pesar de que muchos se han rendido tras la derrota, un número indeterminado de muyahidines habría podido sortear el cerco, y había llegado a distintos teatros de operaciones wahabitas en África, filtrándose por la incontrolable frontera egipcia-libia de 1000 kilómetros de extensión.
Algunos de aquellos veteranos de la guerra en Medio Oriente habrían participado en el enfrentamiento del 20 de octubre en el oasis del Desierto Negro de Bahariya, a unos 390 kilómetros de la frontera libia, enfrentamiento que dejó 58 policías egipcios muertos. Se produjo en el mismo sector donde en septiembre de 2015, un ataque aéreo del ejército egipcio, mató accidentalmente a ocho turistas mexicanos y sus cuatro guías egipcios.
El enfrentamiento del último octubre último no se lo adjudicado ninguna organización, aunque se sabe que en ese sector opera el Harakat Sawa’d Misr (Brazo del Movimiento de Egipto) también conocido como Hasm (decisión), que desde su creación en 2016 ha permanecido muy activo en proximidades de El Cairo y el desierto occidental. En el oriente egipcio opera en la Península del Sinaí, Wilāyat Saynā’ (Provincia del Sinaí), que realizó el bayaat (juramente de lealtad) al Califa Ibrahim a fines de 2014.
Se cree que también han sido los combatientes provenientes de Irak que participaron en el enfrentamiento, en el que murieron por lo menos dos hombres del general Khaliffa Haftar, el más poderoso de los tantos señores de la guerra que intentan ocupar el lugar del coronel Gadaffi. El ataque, que se ha adjudicado el Daesh, se produjo en proximidades de Ajdabya, a unos 350 kilómetros de la frontera con Egipto.
Si es correcta la información del general Dunford, en vastos sectores del Magreb, en Argelia, Túnez, Libia y Egipto y en el Sahel, fundamentalmente en Mali, desde el 2012 y como consecuencia inmediata de la desaparición del Coronel Gadaffi, se vienen produciendo permanentes acciones de bandas fundamentalistas hoy integradas en el Jamaat Nusrat.
Estas acciones podrían extenderse desde Costa de Marfil al Chad involucrando países muy debilitados en lo político y económico, con grandes bolsones de miseria que hacen que el ingresar a una de esas organizaciones terroristas se convierta en una verdadera salida laboral para los miles de jóvenes que solo poseen otra posibilidad marcharse a Europa, en un viaje tan peligroso como la misma guerra.
Es importante señalar el rápido proceso de islamización de esta región, solo por tomar el caso de Costa de Marfil, de mayoría católica, se ha multiplicado la construcción de mezquitas y madrassas financiadas por Arabia Saudita, que practica la más rigorista de la versiones del Corán, el wahabismo, basamento filosófico de todos los grupos terroristas vinculados a la “causa” del Islam.
Esto hace que para el Pentágono sea una prioridad el comenzar a accionar abiertamente en el continente y mucho más, tras el notorio fracaso de la operación militar francesa en Barkhane, que sucedió a la operación Serval en 2013. Francia interviene en toda la región sahelo-sahariana de Malí, Níger, Chad, Burkina Faso y Mauritania, donde no solo ha fracasado militarmente, sino que sus pobladores se han vuelto hostiles a ellos, debido a los múltiples abusos a que son sometidos por los militares franceses.
En el Sahel, solo Chad y Níger cuentan con ejércitos suficientemente preparados como para resistir los embates del terrorismo, que, por lo visto en la emboscada de octubre, no solo están altamente preparados, sino que poseen armamento de última generación, vehículos adecuados y un “caballería” compuestas de centenares de motos aptas para el tránsito en geografías tan complicadas como el Sahel.
Vista la gravedad de la seguridad y los renovados intereses de Estado Unidos por el continente africano, donde China se está imponiendo económicamente, es que Washington ha desestimado la sugerencia de Macron de crear una fuerza multinacional destinada a convertirse en “la Guardia Pretoriana de los países soberanos de África”, según anunció su Ministra de la Defens, Florence Parly, fuerza autónoma africana llamada G5 Sahel (Malí, Níger, Chad, Mauritania, Burkina Faso) que contaría con un presupuesto de 423 millones de euros.
A fines de octubre, la representante de Estados Unidos en la ONU, Nikki Haley, se negó a votar la resolución presentada por Francia desdeñando la capacidad del G5-Sahel, para poder llevar a cabo semejante tarea y dando a entender que tantos fondos serían una tentación para gobiernos donde la corrupción es pandemia.
Sin duda, Trump terminará de expulsar a Macron de la controversia, porque en África, la guerra es entre grandes y Washington sabe que el gran peligro para ellos no es el terrorismo, sino la locomotora comercial China, que desde hace décadas incrementa su presencia comercial en el continente.
Guadi Calvo es escritor y periodista argentino. Analista Internacional especializado en África, Medio Oriente y Asia Central.
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