Birmania: Los rohingyas en espera de los monzones
- Análisis
A casi siete meses de iniciada la última crisis de los rohingyas y a pesar de las innumerables recomendaciones y pedidos de diferentes organizaciones internacionales, el gobierno de Birmania insiste en que no existe tal crisis y niega todas las acusaciones acerca de las matanzas, los desplazamientos forzosos y la destrucción de sus campamentos.
Algunas informaciones indican que en diferentes sitios donde aún quedaban aldeas rohingyas de pie y donde se cree existían fosas comunes, como en Maung Nu, municipio de Buthidaung, en el estado de Rakhine, donde hay datos fehacientes de que se han producido matanzas, el Tatmadaw (ejército birmano) está destruyendo todo lo que ha quedado en pie y con retroexcavadoras removiendo dichas tumbas.
A pesar de que los refugiados, desde agosto pasado, no han dejado de llegar a los campos de acogida levantados al apuro por el gobierno bangledí y distintas organizaciones internacionales en las cercanías de Cox Bazar, el número tiende a decrecer ya que del casi millón de rohingyas que vivían en Birmania, unos 800 mil ya han cruzado la frontera hacia Bangladesh desde el estado birmano de Rakhine, donde se asentó históricamente esta etnia musulmana, huyendo de la operación del gobierno birmano que a todas luces se puede catalogar como limpieza étnica. Estas últimas oleadas de refugiados elevan el número a más de un millón de personas, ya que desde antes de la crisis de agosto, vivían unos 400 mil refugiados rohingyas, llegados tras otras olas represivas pergeñadas por las autoridades birmanas. Del total de estos exiliados, el 60% son menores.
La etnia musulmana sunní rohingyas ha sufrido históricamente diferentes operaciones tanto de parte de la dictadura militar que gobernó Birmania desde 1948, con algún interregno democrático, hasta 2016 en que se constituyó un gobierno “democrático”, dirigido de hecho por la Premio Nobel de la Paz Aung San Suu Kyi y tutelado por el poderoso Tatmadaw, que controla el 25% del parlamento y ministerios claves como los de Defensa, Interior y Fronteras. Los sistemáticos pogroms contra las aldeas rohingyas no se ha detenido nunca e incluso han alcanzado proporciones de genocidio como el iniciado el 25 de agosto último.
La actitud por lo menos pasiva, sino cómplice, de Suu Kyi, ha hecho que otros premios nobel de la paz, la iraní Shirin Ebadi, la yemení Tawakkol Karman y la norirlandesa Mairead Maguire, exijan públicamente a Suu Kyi, que detenga el genocidio, a la vez que han solicitado al Tribunal Penal Internacional una investigación profunda de los crímenes cometidos desde el pasado agosto.
Hemos desarrollado en estas páginas las razones históricas, económicas y religiosas del inusitado odio a los rohingyas tanto de los gobiernos militares y civiles que se han sucedido en Birmania como de, por lo menos la cúpula, de la religión mayoritaria en el país con más de un 95% de practicantes, el budismo de la escuela Theravāda.
De la situación que se vive en los campos de refugiados de Bangladesh se infiere que se aproxima rápidamente un colapso humanitario, que pone en riesgo de vida a ciento de miles de personas. El crítico contexto de estos campamentos somete a sus pobladores a un estrés que repercute en la salud tanto fisca como sicológica, elevando el número de enfermedades y suicidios.
Tras la violencia vivida en su país, los rohingyas han vivido abusos, la experiencia de haber visto sus campamentos saqueados y arrasados, la muerte de seres queridos, han sufrido torturas y heridas, y los padecimientos en la huida, donde incluso han sido ametrallados y obligados a transitar campos minados.
A la llegada a Bangladesh, las cosas para los refugiados no han mejorado demasiado, los refugiados sufren el maltrato de muchos pobladores de la zona, las constantes esquilmas por comerciantes inescrupulosos, la falta de víveres y viviendas, todo ello hace que las diferencias entre uno y otro lado de la frontera sea pocos notables.
Los traumas generados hacen que la mayoría de los niños padezcan miedos constantes que les impide siquiera salir de sus carpas para buscar leña, agua y la ayuda que reparten distintas organizaciones humanitarias, incluso temer ir hasta las letrinas, donde se han producidos asaltos, violaciones y desapariciones. Los refugiados, especialmente los niños, sufren una importante variedad de problemas de salud, entre ellas: diarreas, fiebres, resfríos, tos, dificultades respiratorias, oculares y enfermedades de piel.
La ubicación de Bangladesh, al norte de la bahía de Bengala, hace que el país sea particularmente propicio a sufrir graves daños en época de monzones: en 1970 estas tormentas mataron a medio millón de personas.
Se presume que varias contingencias pueden producirse con la llegada de los monzones, que suelen extenderse de marzo a septiembre. Estudios de Naciones Unidas y departamentos de la Universidad de Dhaka han anticipado que se podría llegar a perder hasta un tercio de los asentamientos, se podrían perder sus carpas, hechas de plástico y bambú. Cerca de unas 35 mil personas viven en pendientes empinadas, muy poco firmes, por lo que podrían llegar a producirse desplazamientos y derrumbes con las predecibles pérdidas de vidas. El territorio donde se asentaron los campos de refugiados, era, hasta su llegada, una extensa reserva natural formada por un tupido y rico bosque. Hoy, esa área forestal ha desaparecido dejando un terreno yermo, cada vez más inhabitable. Esos bosques solían ser el hogar de docenas de elefantes salvajes, tras la pérdida de su hábitat no todos han inmigrado. Muchos de ellos permanecen en esa áreas y en varias oportunidades los elefantes han pisoteado las carpas produciendo muertos y heridos.
Los refugiados carecen de ropa, mantas y carpas aptas para afrontar las largas semanas de los inminentes monzones que traen lluvias torrenciales y marcadas bajas de temperaturas. Los suministros alimentarios también pasan un momento crítico, por lo que están obligados a una dieta solo de arroz, lentejas y aceite.
Extranjeros a cada lado de la línea
Naciones Unidad ha confirmado que Birmania continúa la limpieza étnica contra la los rohingya, ya no solo destruyendo sus hogares, asesinándolos y obligándolos a huir hacia Bangladesh, sino que también implementan la “privación forzada de alimentos”. Un alto funcionario de Amnistía Internacional para el Sudeste Asiático y Oceanía, ha declarado: “Lamentablemente, las conclusiones de la ONU reflejan las nuestras: no hay duda de que continúa la cruel campaña de limpieza étnica de las autoridades de Birmania contra la población rohingya, a quienes se les sigue privando de alimentos para obligarlos a huir del país”.
Mientras tanto, la actual Primer Ministra de Bangladesh Sheikh Hasina, quien a fin de año deberá poner en juego su reelección, está enfrentando severas críticas de su base electoral, por haber permitido el ingreso de los rohingyas, a pesar de que se ha cuidado muy bien de otorgarles el estatus legal de refugiados. Incluso el gobierno insiste en que los campamentos no se convertirán en una presencia permanente, lo complicado seriamente el plan de contingencia diseñado por los técnicos para hacer frente a los inminentes monzones, prácticamente a horas de su llegada.
Algunas agencias de asistencia internacional, que habían comenzado la construcción de veredas de ladrillos, puentes de bambú, desagües de concreto, y la repartija de bolsa de arenas para la construcción de defensas frente a las inundaciones en los campamentos, debieron detener esas operaciones ya que el gobierno ha prohibido la continuidad de esas tareas.
Por su parte, otra medida por lo menos discriminatoria ha tomado el gobierno de Hasina, prohibido a los niños rohingyas aprender bengalí, para impedir una posible integración con la comunidad. Por lo que en vez de construir escuelas, las organizaciones de ayuda tienen permitido crear “espacios amigables para los niños”, donde, por ejemplo, los niños solo pueden aprender a escribir en su lengua materna.
El 23 de noviembre último, las autoridades de Dhaka y Naypyidaw firmaron un acuerdo en el que se estipula que el pasado mes de enero los refugiados comenzarían a volver a sus lugares, a ya casi dos meses de esa fecha, ese proceso de reubicación todavía no ha mostrado señales de vida, todo lo contrario ya que el Tatmadaw están destruyendo todos los enclaves rohingyas que aún se mantenían en pie.
En esa dirección apunta la denuncia de Bangladesh, acerca de que tropas birmanas se han instalado en el sector fronterizo de Tambru, para forzar a los rohingya ubicados en esa zona, considerada tierra de nadie, a abandonar el país de forma definitiva. Sin soluciones políticas a la vista, sin intervención internacional y una asistencia que no escapa de la buena voluntad de unos pocos, quizás el pueblo rohingyas deba enfrentar solo los próximos monzones, tan solo como siempre.
Guadi Calvo es escritor y periodista argentino. Analista Internacional especializado en África, Medio Oriente y Asia Central.
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