1968: Norte de Tamaulipas

03/10/2018
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Al cumplirse 50 años de la consumación –a sangre, fuego y cárcel– de la derrota del movimiento estudiantil y popular de 1968, recupero una de las expresiones, no capitalinas ni estudiantiles, de la solidaridad que suscitó en el norte de Tamaulipas, como en otras regiones del país, no registradas por los protagonistas y estudiosos.

 

Primero una remembranza. Felipe Millán, uno de los dirigentes del Partido Comunista Mexicano en la región, me acompañó el miércoles 2 de octubre a la estación del ferrocarril de Río Bravo para trasladarme a Matamoros. Tras platicar largo y tendido, segundos antes de abordar el tren, me soltó a boca de jarro:

 

–Parece que hubo una matanza de estudiantes en México.

 

–¿Cómo? ¿Cuándo? –fue todo lo que hilvané.

 

–Lo escuché en la radio y la información es muy confusa –alcanzó a decirme el ahora periodista, mientras el tren arrancaba, quizá a las 19 horas, bajo un cielo intensamente azul, nubes blancas y un sol de verano. La nítida imagen quedó registrada como fotografía. La confusión envuelta en preocupación también.

 

La sorda represión posterior del afamado Chacal de Tlatelolco, intensa pero selectiva, se hizo presente por los rumbos de Río Bravo, Matamoros, Valle Hermoso, Reynosa, Miguel Alemán…

 

Pero la Central Campesina Independiente –conducida por Crispín Reyes, Severiano Ponce Sandoval, los hermanos Rosendo y Guadalupe Gaona, Isaías Pineda, Rodolfo Lira y Pantaleón Cedillo–, tomó las calles en varias ocasiones para impulsar el apoyo a los seis puntos del pliego petitorio del Consejo Nacional de Huelga, a la vez que planteaba sus propias reivindicaciones: Mejores precios de garantía para el sorgo y maíz, disminución de las cuotas de riego...

 

En las asambleas de ejidatarios y obreros agrícolas –los que un año antes padecieron a las fuerzas policiales de Agapito González Cavazos que rompieron en El Control, la primera huelga de granjas avícolas de que se tenga memoria–, se informaba y discutía sobre las novedades de la rebelión estudiantil-popular.

 

Los centros de educación media y superior recibían octavillas en Matamoros y Reynosa, distribuidas con mucha precaución, pues la vigilancia policiaca estaba a la orden del día.

 

Por aquellos días visitó Matamoros Romeo Medrano, representante de Ciencias Políticas ante el CNH. Recuerdo que después de realizar una disección de las corrientes políticas que actuaban en el movimiento, en la cafetería que estaba a un costado de la Presidencia Municipal, se abstuvo de auxiliarnos en el riesgoso reparto nocturno de propaganda.

 

Los ejidatarios y obreros agrícolas que marcharon por las calles de Río Bravo, del local de la CCI a la plaza Benito Juárez, y muchos más que recibieron información y deliberaron en sus comunidades, no tenían aquellos pequeños “reparos”, y lo mismo portaban mantas, que cartulinas hechas por sus hijos estudiantes de secundaria o de preparatoria, coreaban consignas y repartían volantes mimeografiados.

 

La solidaridad en el norte de Tamaulipas con el movimiento del 68 no conmovió a los estudiantes de la Universidad Nacional y el Instituto Politécnico como los campesinos de Topilejo, pero seguramente tuvo mayor consistencia, continuidad y alcance. Por cierto, uno de sus municipios se llama ¡“Gustavo Díaz Ordaz”!

 

Una visión centralista del movimiento estudiantil y popular tiende a omitir la diversidad de expresiones universitarias, campesinas y sindicales que, gracias a la izquierda política y social de hace medio siglo, se materializaron por diversos rincones de la nación.

 

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