Escuché atentamente el discurso inaugural del líder de MORENA, aquel partido cuya fundación anunciara en el Zócalo de la Ciudad de México el 9 de septiembre de 2012.

Manuel Andrés es el mismo que hace algunos años afirmara que "los grandes cambios en México nunca se han producido a través de la política convencional, sino en las calles". En su discurso, que en su primera media hora fue claro y en el resto solo demagogia –populismo lo llaman hoy- lo ratificó produciendo largos aplausos de los congresales y de sus partidarios en todos los rincones del país que así reafirmaban la confianza que tienen en este Presidente, que en las elecciones obtuvo más de 30 millones de votos, un respaldo del 53% de los mexicanos.

El neoliberalismo y la corrupción fueron temas principales de su discurso, “El distintivo del neoliberalismo es la corrupción, suena fuerte, pero privatización ha sido en México sinónimo de corrupción, desgraciadamente casi siempre ha existido este mal en nuestro país, pero lo sucedido en el periodo neoliberal no tiene precedente”, dijo. Pero también aseguro López Obrador “no perseguir a los responsables de los crímenes del pasado por dos razones: para no someter al país a una dinámica de fractura, conflicto y confrontación; y segundo, para no consumir tiempo y recursos necesarios para emprender la construcción del país”. Aseguró que “Esta nueva etapa la vamos a iniciar sin perseguir a nadie, porque no apostamos al circo ni a la simulación”

El nuevo Presidente de México confirmó que durante su mandato de seis años cumplirá sus promesas de la campaña con un Gobierno honesto y severo y aprovechó a ser demagogo anunciando la venta del avión presidencial y la rebaja del precio de la gasolina cuando empiecen a funcionar las nuevas refinarías que hay que construir.

Otro aspecto destacable de su discurso, en que hizo gala de su profundo conocimiento de la realidad mexicana y de los reclamos populares o sectoriales, fue su reiteración de la creación de la Guardia Nacional para velar por la seguridad de la comunidad, quizás una de las aspiraciones más sentidas del pueblo de ese país. Insistió que esa responsabilidad se la entregara al Ejercito, sin medir la gravedad que hay en entregar esa tarea a una fuerza adoctrinada para la guerra y entrenada apara matar al enemigo y no para realizar tares policiales, cuyo objetivo es el mantener el orden público mediante la prevención, eliminando los factores o hechos que lo puedan alterar, lo que ahonda en la militarización del país.

Dijo que se dará marcha atrás a la reforma educativa y exigencias académicas del magisterio, lo que se entiende como una concesión a quienes apoyan a Elba Esther Gordillo Morales, la ex dirigente del profesorado, encarcelada y ya liberada, que es considerada por FORBES, una de las 10 personas más corruptas de México.

Lo que si despertó en todos gran entusiasmo, porque es algo que podemos decir que todos los mexicanos quieren, fue cuando anuncio la creación de una Comisión de la Verdad con el objeto de hacer justicia por los estudiantes de Ayotzinapa.

Todo lo expresado más arriba son algunos conceptos referidos al discurso inaugural del líder de MORENA al asumir como Presidente de México, pero lo que despierta la curiosidad o la inquietud de muchos en el mundo es esa combinación de pragmatismo y absolutismo que se da en la persona de Manuel Andrés. Siempre han sido importantes los recelos que él proyecta por sus características personales, que casi siempre lo muestran tendiente al mesianismo, y unas formas autocráticas de actuar que han sido definitorias en su carrera política.

Este hombre que ha afirmado que se creará el cuarto México, después del de Hidalgo, Juárez y Madero, es quien quizás mejor conoce su país, al que ha recorrido pueblo a pueblo hasta sus últimos rincones más de una vez y por lo tanto ha abrazado, conversado o estrechado la mano de millones de compatriotas que hoy esperan que él traiga en nuevo camino para su país.