2019: Elijamos nuestro campo de batalla
- Opinión
El mundo es un campo de batalla para lo mejor y lo peor: lo mejor es la fraternidad, lo peor es la ambición, “fuente de todos los males” según san Pablo. Todos estamos implicados en un campo o en el otro. A veces estamos en el uno; otras veces en el otro. ¿Somos conscientes de eso o indiferentes a todo? Si somos indiferentes, nos dejamos llevar como la gran masa en el carro de la ambición ajena, como tontos útiles manipulados y manipuladores.
Esta batalla tiene dimensión mundial: ¿Quién va a llevar la hegemonía del mundo? Al final del siglo pasado era Estados Unidos con su dicha civilización occidental. Pero reaparecieron, de un lado, Rusia y, del otro, China que terminaron aliándose. A China y Rusia se unieron India, Brasil y África del Sur: los ‘BRICS’ por sus respectivas iniciales. Ahora Rusia ha llegado a ser la primera potencia militar mundial y China la primera potencia comercial, a pesar de los 700 bases militares norteamericanas repartidas en todos el planeta y su gasto militar astronómico. La batalla es por el control energético: la ‘tierras raras’ para los celulares, el petróleo que no encuentra sustituto, el oro como símbolo económico mayor… América Latina es el continente con mayores reservas energéticas: la pelea mundial es por el control de América Latina. Venezuela tiene las mayoras reservas planetarias de petróleo y Estados Unidos no logra doblegarla porque tiene el apoyo militar de Rusia y el apoyo comercial de China.
Al comienzo del segundo milenio, con presidentes progresistas, América Latina eligió la integración, la independencia y nuevas alianzas: resurgió el sueño de Simón Bolívar de una Patria grande, libre y soberana. Cuba había entrado en esa dinámica. Chile la quiso tomar. Lo logró Venezuela. También lo emprendieron Honduras, Paraguay, Argentina, Brasil, Bolivia, Nicaragua, Ecuador… En una década, en esos países millones de pobres salieron de la pobreza, la salud y la educación mejoraron, las riquezas nacionales se repartieron más equitativamente, los ricos pagaron impuestos, volvió la autoestima. Se había salido del capitalismo salvaje de los años ’90 para un capitalismo social. Una puerta de libertad, dignidad y soberanía se había abierto… Eso fue el intento en Ecuador durante 10 años y las elecciones del año pasado confirmaron este camino. Pero éramos un peligro para la rancia oligarquía nacional y para la voracidad mortífera del imperio norteamericano.
Los estrategas de la CIA (Central de Inteligencia -norte- Americana) diseñaron la puesta en marcha de la ‘guerra de baja intensidad’ en América Latina, ya que los norteamericanos no quieren más guerras donde se enfermen y mueran sus hijos. Comenzaron los golpes jurídicos y parlamentarios: los presidentes progresistas comenzaron a caer, Honduras el primero, Brasil el último y Ecuador el año pasado, utilizando el fantasma de la corrupción, la compra de conciencia y la gorda billetera. Actualmente además de Cuba resisten Venezuela, Bolivia y Nicaragua. Mientras tanto los corruptos, traidores y vende-patrias de siempre, banqueros, empresarios, traficantes, exportadores, importadores y mafiosos de toda calaña siguen campantes en sus paraísos fiscales y vuelven a gobernarnos. En Ecuador eso es cada vez más evidente con el presidente actual y su Consejo Transitorio de Participación Ciudadana: “¡Sí, siete veces sí!”, gracias la complicidad de los izquierdistas cobardes, los indígenas perdidos y los sindicatos vendidos.
En este comienzo de año 2019, ¿dónde estás ubicado, compañerito? porque ya todos estamos ubicados: o con Moreno y el imperio del norte a quien se le abre en grande su ‘patio trasero’ o por un Ecuador independiente y solidario y una América libre, grande, digna y soberana. O estamos con aquellos o luchamos por lo otro: no hay más alternativa, no hay neutralidad.
Los medios de comunicación comerciales nos seguirán haciendo creer que estamos bien y que “lo mejor está por venir”. Las Iglesias nos dirán que nos encontramos “en un proceso de transición”… Luchan a contracorriente unos pocos medios virtuales, algunos grupos que ‘no se rinden ni se venden’ y los que podemos encontrar resistencia en la ‘fanesca’ de las redes sociales.
¿Qué país estamos heredando a nuestros hijos? Actualmente: un país de desesperanza y vida indigna. Despertemos, optemos y luchemos por un presente latinoamericano para asegurar un futuro de libertad y fraternidad, o pasaremos a la historia por una generación de cobardes inconscientes y cómodos, “cuyos nombres se perderán para siempre como si no hubiéramos existido jamás”, como dice el libro bíblico del Sirácides.
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