“Presidente encargado de Venezuela”

25/01/2019
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El enorme desaseo con el que actuó la Casa Blanca y el Departamento de Estado en Caracas, como si viviéramos en los tiempos de la Guerra fría (1947-91), al presionar públicamente a Juan Guaidó a que se autoproclamara como “presidente encargado (sic) de Venezuela” y exigir a los integrantes del Grupo de Lima –también conocido en Suramérica como “cártel de Lima”– y que obedeció con puntualidad la directriz estadunidense para “desconocer” al gobierno del presidente Nicolás Maduro y “reconocer” al legislador tan desconocido que ya lo denominan Don Nadie, tendrá un alto costo para Donald Trump, enredado como está en su país, e influirá en el desenlace de lo que para muchos aparece como un intento de golpe de Estado.

 

El decrecimiento del electorado que apoyó al magnate inmobiliario para ocupar la Oficina Oval y las maniobras que pone en juego para reciclarse como candidato presidencial en noviembre 2020, pero sobre todo la fuerza que cobra en la Cámara de Representantes el proyecto para someterlo a juicio político, son factores muy influyentes a la hora de poner en marcha esta nueva cruzada imperial contra un país de América Latina, en una abundante lista después de la invasión a México en 1846-48.

 

Sólo que la súper potencia imperialista más agresiva en la historia de la humanidad, no actúa en el mundo unipolar de los 90, como el que emergió tras la derrota de lo que se denominó campo socialista, sino en una aldea global multipolar, como lo pone en relieve la derrota de las tropas de Estados Unidos en Siria y las negociaciones con Pyongyang.

 

Y justo en todo esto, más otros elementos de política interna estadunidense, como la obsesión por construir el muro fronterizo y el cierre parcial del gobierno para presionar a los demócratas, es que el presidente misógino, racista y nepótico –hasta Ivanka presumió su apoyo al socio de papi–, optó por presionar al máximo al gobierno venezolano, colocando el tema como prioridad de su agenda política y propiciar lo que las izquierdas empatan con propósitos “golpistas”, con la participación subordinada de grupos opositores divididos, practicantes del abstencionismo electoral, sumamente violentos hasta quemar vivos a ciudadanos por vestir de rojo, color que identifica a los chavistas, y con una pronunciada vocación por trabajar junto al gobierno de USA, tanto con Barack Obama como con el sucesor.

 

En el abierto padrinazgo imperial con el “presidente encargado de Venezuela”, radica la principal debilidad de la operación intervencionista. Porque si algo es el imprescindible chavismo –sin él es imposible gobernar Venezuela hoy–, constituye un movimiento con profundas raíces nacionales alrededor de un discurso programático donde lo nacional y la soberanía son columnas vertebrales. Por supuesto que en medio de grandes dificultades generadas por el bloqueo económico, comercial y político de que es objeto, pero también por errores cometidos por la conducción política.

 

De tal manera que la fragmentada oposición que con frecuencia se confronta entre sí y los padrinos al norte del Bravo, marchan por un camino que no tiene futuro inmediato, por más apoyo del exterior que reciban y que no es como el oligopolio mediático mexicano lo pinta, sirviéndole en charola de plata cámaras y micrófonos a los opositores para que impongan la verdad única.

 

E insisto. Venezuela tiene la fortuna y la desgracia de contar con las mayores reservas de petróleo y de oro del orbe. Y está, por ello, en el epicentro de la disputa geopolítica entre EU, China y Rusia en América Latina.

 

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