Prioritario reforzar la seguridad presidencial
- Análisis
------La cifra de desaparecidos en el país tiene que ver con el fracaso de las políticas de seguridad
------Abrir los archivos del Cisen es muy delicado; podría socavar la credibilidad institucional
------México sí está pagando el muro que quiere Trump
Para el politólogo, Emilio Vizarretea, es de primera importancia reforzar la seguridad del presidente Andrés Manuel López Obrador, en aras de su integridad, de la institución que representa y la sociedad que lo rodea en cada uno de sus actos públicos.
En entrevista exclusiva puntualizó que la urgencia del mandatario mexicano por sacar adelante un proyecto de país, “no es sano” para su salud porque el ejercicio del poder desgasta y consume mucha energía. Explicó que en temas de seguridad, la prisa no es la mejor consejera ya que sin un diagnóstico preciso, se pueden tomar decisiones equivocadas y lamentables.
Hace falta, asimismo, que López Obrador tenga una mayor apertura; es decir, “que le haga caso a su gente”.
Vizarretea advirtió que se está gestando una gran concentración del poder en la persona del Ejecutivo federal; dominio que se extiende al Congreso, el partido Morena y obviamente a todo el gabinete. Situación que podría derivar en lo que se concibe como una ‘república imperial’.
Observa también con preocupación el embate presidencial contra los organismos autónomos y las organizaciones de la sociedad civil; ante ello, argumentó que según la experiencia, “las instituciones no fallan, fallamos los hombres. Dañar una institución es más corruptor que robarse el dinero”.
Emilio Vizarretea Rosales es doctor en Teoría Crítica. Se ha especializado en temas de inteligencia, políticas públicas y estudios estratégicos. Entre otros libros, ha publicado Poder y seguridad nacional, donde examina el perfil del paradigma de seguridad global que emerge tras el derribo de la Torres Gemelas de Nueva York. Es profesor en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y del Centro de Estudios Superiores Navales de la Secretaría de Marina-Armada de México (Semar).
– ¿Qué opina de la postura del presidente de México sobre las Fuerzas Armadas?
– López Obrador empieza con una actitud acusatoria, incluso hasta criminalizando a las Fuerzas Armadas. Era una posición muy dura que ha cambiado. Tras la toma de poder, ha pasado de esos señalamientos a un idilio casi amoroso. Ahora ya no puede hacer nada sin las Fuerzas Armadas. Qué bueno, por un lado; pero por otro, hay una agravante: las Fuerzas Armadas tienen funciones específicas, no son todólogas. No pueden andar plantando arbolitos, persiguiendo delincuentes o construyendo autopistas. El presidente ha ido aprendiendo. La falla, si es que la había, estaba de su lado. Tenía una actitud prejuiciosa.
– Es evidente que la propuesta de militarizar la Guardia Nacional ha levantado enorme revuelo.
– El tema no es tan grave como lo diagnosticaba el presidente: el de un país en ruinas. Sí hay problemas, pero no es una crisis nacional, al grado de que no se pueda andar por las calles. Hay regiones y entidades donde parece que la delincuencia organizada ha tomado posesión de las plazas, mas no es en todo el país.
Lo que hay detrás es el estilo personal del Ejecutivo, el cual ha sido atacado, a veces con razón, debido a la concentración excesiva de poder. Por un estilo que parece juez de horca y cuchillo, y en ocasiones como presidente y ejecutor de un tribunal de alzada. Creo que es excesivo e innecesario.
Como contrapeso a ello –parece un estigma mediático–, no hay ninguna persona en la cárcel. Ningún pez gordo. Solo señalamientos delicados y graves, que no deberían venir de un presidente o de cualquier funcionario.
Muchas de las organizaciones de la sociedad civil se han opuesto a la Guardia Nacional y otros temas que el propio mandatario ha generado. Eso tiene que ver con el ‘estilo mañanero’. Todos los días crea un problema, en lugar de una solución. Llega un momento en que se pierde, no informa; sino adoctrina. Eso no funciona.
Esto le ha pegado al tema de la Guardia Nacional. Es un proyecto que quiere mucho. Es de él literalmente. La temporalidad, el mandato civil o militar y la militarización son los puntos nucleares. Es cierto, apelando a la experiencia, la gendarmería, la Policía federal y todas las estructuras, no es que hayan fallado, más bien, no fueron suficientes para resolver el problema. Donde hemos fallado todos, gobierno y sociedad, es en crear policías locales. No las hay. A ello debemos agregar que fueron rebasadas por la delincuencia y el interés de los gobernadores por manejar los recursos federales dirigidos a seguridad pública.
La sociedad no quiere que los militares estén metidos en tareas de seguridad pública, pero en la práctica quién lo va a hacer. Las universidades, los partidos o los gobiernos, no pueden. Los únicos que tienen capacidad, competencia, formación, estructura, sin alterar sus actividades, son las Fuerzas Armadas y, en particular, la Defensa.
La discusión que se generó fue de doctrina. Ya se contempla que no solo sean juzgados por tribunales militares, sino también por tribunales civiles. Es una doble vertiente. Esto no es muy sano, a veces, pero en términos de eficiencia, los tribunales militares tienen un nivel de entre el 95 y el 97% para juzgar los delitos de sus elementos. Mientras que en los civiles es al revés: tienen como un 5% y lo demás no funciona.
Creo que el modelo de militarización no cuaja porque el presidente es civil y al mismo tiempo comandante supremo de las Fuerzas Armadas. En el fondo, el mando es civil. Además se consideró la adscripción de un mando civil encabezado por el secretario de Seguridad Pública, Alfonso Durazo, el encargado de la política, y la entidad responsable de su ejecución sería la Secretaría de la Defensa.
Se quiere además que los militares capaciten a los que serán los miembros de la Guardia y después se los entreguen a un mando civil. Es un riesgo grave porque estaríamos creando cuadros para la delincuencia organizada, como sucedió con el Grupo Aeromóvil de Fuerzas Especiales (Gafes). Sí representó un problema que fueran 200, con preparación suficiente, generaron conflictos en más de la mitad del territorio; imagínese con este reclutamiento de 50 mil, o con solo un 10%; es decir, 5 mil efectivos que pudieran quedar al garete o sujetos a la codicia de los grupos criminales; no le puedo decir en qué va a terminar esto. Este panorama no lo han visualizado.
En lo personal, no creo que sea conveniente dejar la operación de los trabajos militares en manos de un civil. La tentación es muy grande, la falta de preparación es nula. No hay muchos civiles capacitados para ejercer un mando. Aunque tampoco se podría decir que no se pudiera hacer. Lo que hay que entender es que no sería muy racional la operación. No estamos acostumbrados al mando híbrido. Incluso comparado con otros países, como el modelo francés, español, italiano y chileno, los más sensibles al caso mexicano, han tomado de modo pragmático lo que consideran que les va a funcionar.
–¿Realmente es muy riesgoso otorgar tanto poder al Ejército?
–De manera institucional, las Fuerzas Armadas responden al comandante supremo, en cualquier circunstancia. Se han institucionalizado ciertas responsabilidades, como atención a desastres, con protocolos muy precisos, y ya casi el combate a la delincuencia organizada por la capacidad de fuego o letalidad, donde son altamente eficaces.
Históricamente, nuestro Ejército salió del proceso político y evitó la contaminación. Pero la tentación siempre va a estar porque el poder de fuego podría convertirse en poder político e indudablemente puede tener repercusiones. No lo veo aún. Tampoco veo un golpe de Estado por el grado de institucionalidad; sin embargo, la influencia de ahora y la cercanía con la sociedad, le van a dar un peso que, sin duda alguna, antes no tenía.
–No pocas voces señalan que este proceso (de creación de la Guardia Nacional) ha sido muy apresurado.
–Así empezó este sexenio. Dijeron que el 1º de diciembre iba a desaparecer la inseguridad y que México se volvería un país honesto en automático. El presidente ha aprendido que eso va a tardar un poco. Hace unas semanas pidió tranquilidad para que fuera esto a seis meses. Recientemente hablaba que el gobierno, un ‘elefante reumático’, estaría operando del todo casi a finales de año.
El presidente trae sus tiempos, sus intereses, necesidades y deseos. A veces da la impresión de que lleva demasiada prisa. Y la prisa en temas de seguridad, no es la mejor consejera porque si se carece de un diagnóstico preciso, se pueden generar errores graves que pueden dar paso a una catástrofe con muchas muertes. Esto hay que decírselo al Ejecutivo. En el tema, por ejemplo, del huachicol, el secretario de la Defensa, ha mostrado, en las charlas mañaneras, que la valoración presidencial era errada. Por otro lado, los datos brindados por analistas han evidenciado que no debimos tener crisis por escasez de gasolina en diversos estados del país.
La prisa del presidente la podemos entender por el compromiso que trae. Incluso, yo diría que no es sano para su salud. Se ha dicho que tiene problemas en la rodilla, en el corazón y tal vez de próstata. Entonces, sin querer caer en el amarillismo, el presidente debe administrar sus tiempos. Si considera que es poco el tiempo que le queda en el gobierno, es contraproducente la manera en que lo está haciendo. A la larga el ejercicio del poder absorbe, desgasta, consume mucha energía. Llega el momento en que proporciona datos que no coinciden con la realidad. Hace unos días decía que solo mandaba sobre 20 mil policías. Eso, dicho con todo respeto, no es cierto. Él es el comandante supremo. Puede decidir. No lo puede hacer arbitrariamente. Puede mover una guardia de más de 300 mil personas, por ejemplo. Y donde quiera que se presenta, las policías locales o estatales quedan bajo su mando. Antes lo hacía el Estado Mayor Presidencial en automático.
– ¿Qué otras características resaltan en el estilo personal de gobernar del presidente López Obrador?
–Lo que veo es la gran concentración del poder en una sola persona, en este caso, del presidente. Un dominio incluso sobre su partido y todas las consecuencias que ello tiene. Realmente creo que en Morena no se hace nada sin su autorización. Él controla el Poder Ejecutivo. Nos ha dado muestras de ello y de que lo disfruta. Lo mismo que el ejercicio de los legisladores. En términos teóricos se le llama ‘la república imperial’.
Es decir, la concentración del poder es muy fuerte. Todas las decisiones son tomadas y consultadas con el propio Andrés Manuel López Obrador. Existe la supeditación de sus allegados, dirigentes de partidos, parlamentarios y obviamente en la estructura de gobierno.
Esto provocará, de continuar así, un problema a la larga: a la hora de las sucesiones no va a tener los suficientes cuadros con la competitividad y capacidad que posiblemente él mismo demande. Entonces, aunque esto le favorece para seguir tomando decisiones de manera unipersonal, a la larga afectará el desarrollo de las instituciones y de la propia sociedad.
Hace falta que el presidente tenga una mayor apertura. Que le haga caso a su gente. El modelo que trae no es venezolano, es de un marxismo ya superado. Lo digo con respeto y preocupación: está tomando sus clases de economía política con ideas de los años 70. En la vieja guardia. El problema es que las consecuencias se le reviertan, no a él, sino a la sociedad.
– ¿Cómo valora el papel de los partidos opositores?
–Todos los partidos de oposición, PRI, PAN y PRD, están muy desfigurados y deteriorados. No creo que vayan a desaparecer, pero están en una etapa de mucho desgaste. Vemos diásporas todos los días. Son organismos que representan apenas una posición testimonial. Y todo tiene que ver con el impacto de la candidatura de López Obrador. Nos ha dejado el problema de una especie de caudillismo o caciquismo muy fuerte. Son formas primitivas de organizar el poder. Lo que a la larga, la historia lo ha demostrado en todos los sentidos, es contraproducente.
Ahora bien, tampoco el propio López Obrador puede fortalecer a su oposición. Quizá el único que hizo tal cosa fue el PRI, al inventar las oposiciones. Sin embargo, en este momento, al político tabasqueño, en mi opinión, le encantaría desaparecer a los demás partidos. Lamento decirlo así, es una manera antidemocrática; pero por sus actitudes y señalamientos, creo que el presidente no estaría en desacuerdo que esto ocurriera.
– ¿El presidente parece no ver con buenos ojos a las organizaciones de la sociedad civil?
–Si se pudiera fortalecer el imaginario social y se le diera el vigor de conciencia social o moral, el presidente no tendría por qué andar recurriendo a los artificios de una Cartilla o Constitución moral. En la sociedad civil hay una fuerza de lucha, de trabajo, de esfuerzo que podría canalizar. Sería más productivo para todos los mexicanos. En lugar de ese discurso –que no comparto- de división, odio y confrontación.
El tema es que muchas organizaciones de la sociedad civil, que no le gustan al presidente, son una mediación, entre la estructura de una sociedad global y las distintas estructuras de poder.
El presidente tiene que saber juntar la fuerza de cada sector y llevarla a la construcción progresiva. Donde él sea una fortaleza, alimente y nutra lo que falta. No me agrada la idea de una confrontación abierta. Ese tiempo ya pasó. Ni siquiera en China. El discurso de confrontación suena a resabios intransigentes. El presidente tiene que rectificar y reevaluar eso.
Creo que las instituciones no fallan, fallamos los hombres. Dañar una institución es más corruptor que robarse el dinero. Cuidado con el presidente porque está afectando muchas instituciones en aras de combatir una supuesta corrupción, pero él las está corrompiendo. Por ejemplo, primero se nombran personas para diversos cargos [Paco Ignacio Taibo II…] y luego modificamos la ley. Estamos haciendo de la Constitución y las leyes ‘trajes sastre a mano’. ¡Aguas con eso! Es cierto, las generaciones venideras dirán que ‘eso ya está en la Constitución’. Lo que significa que es legal. Pero en este momento no es “moralmente legítimo”. Hemos violentado la Carta Magna. Debemos ser cuidadosos. En esta parte, no me atrevo a decir que el presidente esté actuando bien. Puede no tener formación jurídica y en el pasado pudo haber mandado ‘al diablo las instituciones’, pero ahora las instituciones lo están soportando. Si el Instituto Nacional Electoral (INE), no hubiese impulsado este proceso de democratización, con todo respeto, no estaría siendo presidente.
Ahora, los ataques dirigidos contra el Sistema Nacional Anticorrupción –no concluido en el sexenio pasado, pero perfectamente apuntalado con diagnósticos serios–, el Instituto Nacional de Evaluación para la Educación (INEE) y el Instituto Nacional de Transparencia, Acceso a la Información y Protección de Datos Personales (INAI) son preocupantes. No estoy exponiendo una farsa. La idea fue planteada por Jesús Reyes Heroles cuando en Puebla acusaban de corrupto a un gobernador. En aquel momento cuestionó: “¿Qué es más corrupto, robarse uno o muchos pesos, o prostituir la institución?
– ¿Cuál es su evaluación sobre las conferencias de prensa ‘mañaneras’?
–Las conferencias mañaneras tienen el valor pedagógico de explicar lo que está pasando. Todavía no hemos sabido rescatar ese sentimiento psicopedagógico. Sin embargo, el presidente no da la oportunidad de investigar, él aporta la nota. Éste es un ejercicio que cansa.
–Pese a que diversos actores le han sugerido reforzar su seguridad, el presidente parece no darle la debida importancia al asunto con el argumento de que “el pueblo lo cuida”. ¿Cuál es su punto de vista al respecto?
–La seguridad del presidente no tiene que ver con el hecho de si el pueblo lo quiere o no, sino con la integridad del propio presidente, porque además encarna una institución o representación social.
El detalle es que pone en riesgo a los que están a su lado. Y no me refiero a sus colaboradores, sino a la sociedad que se encuentra allí reunida. Imagínese que sufre un atentado cuando se acercan a saludarlo estudiantes, madres de familia, jóvenes, ancianos; gente que le quiere y le tiene respeto.
En este tema, el presidente tiene que ser más responsable. No ha escuchado, pero ha mejorado. Uno no sabe. Puede sufrir un accidente en carretera o en un vehículo no protegido. Vamos a tener un accidente que costará mucho como país.
Veo el tema Luis Donaldo Colosio que me sigue resonando todavía fuerte. Me preocupa este asunto. Entiendo que no viaje en avión por problemas del corazón. Eso es normal. Ya lo entendimos. Es un tema de salud. No tiene la juventud del expresidente Enrique Peña. Debe ser más cuidadoso. Nadie le desea nada malo.
Hay que aprovechar la coraza que le da la legitimidad. Eso se debe usar para bien. Habría que reconocer: si el pueblo lo cuidara no habría vallas en cualquier evento. En todos los mítines hay barreras. Lo cual no está mal, es una medida preventiva. Si la gente se alborota, él la libra; pero no lo niños y ancianos, que podrían acabar aplastados. El tema es fuerte.
– ¿Cuál es su opinión sobre los desaparecidos que en el país ya suman alrededor de 40 mil, conforme a cifras de la Secretaría de Gobernación?
–Sin menoscabo de la relevancia que el hecho tiene en términos de una tragedia, no todos los desaparecidos han sido por motivos políticos. Aunque a veces hay una tendencia de generar una politización innecesaria. Así como se victimizan a delincuentes, a veces se politizan luchadores sociales. Incluso hemos abusado de la idea de luchador social generando una industria de consumo que lo único que hace es prostituir los verdaderos movimientos sociales.
Aunque debo decirlo: la muerte de una persona es suficiente como para elevar la voz. Esto no debe ocurrir. Parece que los números se incrementaron a partir de la guerra contra el narcotráfico decretada por el expresidente Felipe Calderón. Pero lo mismo está ocurriendo durante el gobierno de López Obrador. En 80 días ya estamos hablando de unos 4 mil muertos. Y no creo que sea por temas políticos. Se dice que es producto de la lucha entre sí de los grupos de la delincuencia organizada. Puede ser, pero no es permisible. Finalmente son muertos. En el fondo, esas cosas duelen. La tragedia de Tlahuelilpan (Hidalgo), se está convirtiendo en lo que fue la Guardería ABC para Calderón y la desaparición de los 43 para el régimen de Peña Nieto.
No sé si Andrés Manuel estaba preparado para recibir el parte matutino de todo lo que ocurre. Lo ha ido aprendiendo porque ya no habla tan directamente de los muertos de cada día. Eso duele, cansa, agota y desgasta. Son errores. Consecuencias de decisiones políticas que se van cargando a una cuenta bastante real de la propia administración.
Por otro lado, tenemos desconfianza en los registros institucionales. La cultura de la denuncia no existe. Se vuelve luego en un clamor social en la medida en que empezamos a construir comités de víctimas; quizá, con justa razón porque es la forma en la que el gobierno hace caso.
Hablar de 40 mil desaparecidos claro que pesa. Pero al ritmo que vamos podríamos llegar a una cantidad similar en este sexenio. No lo quisiera. Por un solo mexicano vale la pena dar la batalla. Y no debemos acostumbrarnos.
El tema está muy mezclado. Tiene que ver con problemas entre grupos delincuenciales; pero también, me apena decirlo, con el fracaso de las políticas de seguridad. Ninguna de las estrategias implementadas ha dado los resultados deseados. Mientras tengamos este número de víctimas, no me agrada calificar, pero quiere decir que estamos fallando. Si al final de este sexenio no se reduce la pobreza, la desigualdad, el desempleo, no quiero saber lo que va a pasar. Las expectativas en términos de calidad de vida de unos 60 millones de personas quedarían sepultadas. El tamaño de responsabilidad es mayor.
–Puesto en evidencia incluso por organismos internacionales, México se ha convertido en uno de los países más peligrosos para ejercer el periodismo. ¿Cuál es su examen de esta realidad?
–El tema de las agresiones a periodistas es muy delicado. El oficio del periodista es de trabajo de campo directo, que lleva a tocar, sin querer, intereses muy fuertes. La gente no lo valora de esa manera. Cree que se están metiendo con su vida privada. Piensan que se actúa por consigna. Y se van contra el periodista. Así está ocurriendo en muchos casos, sobre todo, los que tienen que ver con delincuencia organizada o corrupción.
–El presidente se ha mostrado dispuesto a que se abran los archivos secretos del Centro de Investigación y Seguridad Nacional (Cisen), ¿Cómo juzga esta posición?
–Abrir los archivos del Cisen es muy delicado porque no solo participa esa entidad, sino muchas áreas administrativas, nacionales e internacionales. Si hace eso, dicho órgano será visto como un ‘soplón’ por las agencias internacionales. Esto podría socavar la credibilidad institucional. No quiero pensar que el presidente siga con la idea de ‘mandar al diablo las instituciones’. No lo creo porque él mismo dice estar informado, le reportan todos los días; es decir, ya se está dando cuenta para qué sirven esas instituciones, que tienen su utilidad y nadie más puede hacer ese trabajo. Hablo del procesamiento de la información, no de otra actividad ilícita. Es un trabajo necesario para la toma de decisiones.
– ¿Qué le parece el manejo de las relaciones de México con Estados Unidos?
–Se observa que el presidente ha querido ganar tiempo en la relación con Estados Unidos. Con todo respeto, el Ejecutivo no tiene mucha experiencia de la geopolítica internacional. Lo bueno es que acudió a un profesional, que es el caso de Marcelo Ebrard. Esperemos que avance en sus proyectos de gran calado social y no solo en distractores, porque generarían dificultades, como el tema de la reforma en la frontera norte, que provocó problemas.
Cuando Trump dijo que México pagaría por el muro, la realidad es que casi le hemos construido tres: el tema de la franja fronteriza, el corredor Salina Cruz-Coatzacoalcos y las medidas en la frontera sur; porosa y como sea, pero frontera. Además, le acabamos de obsequiar 30 mil millones de dólares destinados a América Central para contener a migrantes. Es una interpretación quizá de mala fe, pero también es una lectura de acuerdo al interés norteamericano. Es decir, México sí está pagando el muro.
– ¿Qué enseñanzas ha dejado el juicio contra Joaquín El Chapo Guzmán?
–El juicio del Chapo nos ilustró en varios aspectos, entre ellos, los señalamientos de corrupción, sobornos, cochupos o como quieran llamarlos, que involucran a los más altos niveles de la clase política. Hay memoria de ello. Además de que está escrito y se ha difundido. Ahora que se ha puesto en marcha la inteligencia financiera se deberían de revisar todos esos casos. Lo cual debería ser parejo, tabula rasa, incluyendo al actual gabinete para que no aparezcan casas aquí y departamentos allá.
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