De fracaso en fracaso…
- Opinión
De fracaso en fracaso, como dice la canción, parece ir la Cancillería peruana en su actitud ante el proceso bolivariano de Venezuela. Como no entiende ni jota del tema, se ha limitado, a acatar órdenes más hepáticas que políticas de Washington, y que no han tenido más resultado que llevar a Torre Tagle y a sus similares, a un ridículo descomunal. Como consuelo, al ministro Popolizio le podría caer de perillas la frase de Churchill cuando no tuvo éxito en la jornada electoral del 45: “El éxito, es la capacidad de ir de fracaso en fracaso sin perder entusiasmo”. Y claro, el flemático ministro tenía razones para el entusiasmo: había culminado exitosamente la Guerra, y sus enemigos hitlerianos había sido vencidos. Pero los ingleses derrotaron a los Conservadores y el viejo león debió retirarse a sus cuarteles de invierno sin perder ni el humor, ni el entusiasmo. Es claro que nuestro titular de Relaciones Exteriores está situado a millones de leguas de Churchill y no tiene base alguna para ningún entusiasmo. Pero como ambos tienen en común la diplomacia y las derrotas, bien viene el recuerdo,
El trío letal de la política anti venezolana en nuestro continente –Donald Trump, Iván Duque y Juan Guaidó- aseguraron al mundo que el gobierno de Nicolás Maduro no pasaba del 23 de febrero. Que ese día, las “huestes liberadoras” entrarían en hombros a Caracas y ocuparían el Palacio de Miraflores para “restaurar la democracia” en la Patria de Bolívar. Ya tenían todo listo, desde la nómina de los ministros cipayos hasta los decretos transfiriendo el petróleo a las empresas yanquis, y acabando con todos los “programas sociales del chavismo”. Lo mismo que pretendieron hacer en abril del 2002, cuando el Golpe de Carmona.
En esos planes sin duda siniestros, este trío logró embarcar a varios gobiernos, haciendo uso del “grupo de Lima”, monitoreado precisamente por el señor Popolizio, y la cancillería peruana. Por eso, buscaron imponer que, a una voz, todos los gobiernos de la región “desconocieran” el Mandato Constitucional del Presidente de Venezuela y tuvieran la osadía de “reconocer” al auto proclamado Guaidó, como mandatario “interino”. Esa “orden” fracasó en todos los planos. Solo Paraguay –en América del sur- rompió con Venezuela y todos los demás -incluyendo el Perú- no tuvieron más alternativa que escuchar la clara voz de Caracas –a cargo de Samuel Moncada- en la Asamblea de la OEA- porque no hubo allí votos para “expulsar a Maduro”.
El gobierno peruano cometió allí un primer desatino: “reconoció a un “Presidente” que no tiene gobierno; y desconoció al Mandatario que gobierna Venezuela. Y, por si fuera poco, luego “reconoció” al enviado de Guaidó como “embajador” nombrado por ningún Estado
El segundo fracaso monumental ocurrió el mismo 23 de febrero, cuando los vehículos especialmente preparados para “entrar” en territorio venezolano, no pudieron cumplir tan tal propósito porque las fronteras del país fueron defendidas como corresponde. Los mismos que gritaron sus protestas porque la Guardia Nacional Bolivariana impidió el ingreso de los agresores; callan cuando Trump impide mediante la fuerza –con muralla incluida- el acceso de los migrantes procedentes de Centroamérica a territorio USA. Eso, les parece muy bien. ¿Qué hubieran dicho si Maduro hubiese construido un muro, para dividir la frontera con Colombia, como ocurre al sur de Yanquilandia?
Ya se ha podido establecer que los camiones que “!llevaban ayuda humanitaria” no tenían como cargamento, ni víveres ni medicinas, sino armas de fabricación casera, cables y utensilios para ser usadas en el combate callejero por las guarimbas venezolanas. Pero Popolizio y los Cancilleres dijeron que si, que eran alimentos y medicinas. Se equivocaron de medio a medio –no sabían-, o mintieron a sabiendas, porque sí tenían información del tema- Por angas o por mangas, hicieron un ridículo apabullante.
El tercer fracaso se produjo en la reunión de Bogotá, que celebró el “Grupo de Lima”. Ahí, ya no pudieron justificar lo injustificable y debieron dar marcha atrás, Abogaron, entonces, por una “salida pacífica” ellos, que habían batido tambores de guerra 24 horas antes. En el caso, la imposición estuvo a cargo de los militares brasileños –los verdaderos dueños del “poder” de Bolsonaro- que son anticomunistas y anti obreros, pero también son anti yanquis, y no quisieron jugar otra vez el papel de marionetas de Imperio. Dejaron a Mike Pence, agarradito de la brocha,… ¡y le quitaron la escalera…!
Pero el cuarto, más que un fracaso, fue un papelón. El New York Times, luego de una prolija pesquisa y el contraste de pruebas documentales y testimonios, pudo reconstruir lo ocurrido el 23 de febrero con el camión incendiado, y arribó a tres conclusiones inobjetables: a) El hecho se produjo en el lado colombiano de la frontera, de modo que la Guardia Bolivariana no tuvo ni arte ni parte en el suceso b) El camión fue incendiado por un manifestante antichavista que arrojó explosivos al vehículo para hacerlo arder y provocar un conflicto mayor y c) el camión no portaba ni víveres ni medicinas, es decir, no era “ayuda humanitaria” sino implementos para “armas hechizas” que llevaba a territorio bolivariano.
Después de esto ¿no correspondía que el “Grupo de Lima” se rectificase y pidiera disculpas? ¿Y no correspondía también que los Cancilleres que afirmaron oficialmente y en nombre de sus países que Nicolás Maduro había ordenado el incendio de ese camión con ayuda humanitaria, se fueran a su casa, por mentirosos? Quien pudo irse a su casa, fue el Ministro Popolizio, luego de tamaño desbarre. La crisis del Gabinete Villanueva debió dejarlo fuera de gobierno hasta por razones de higiene política. Pero no. Se quedó. ¿Producto de qué? ¿De las presiones de la embajada yanqui, o de la debilidad de Vizcarra, que no se atreve a cambiarlo? Prescindir de Popolizio podría implicar un cambio en política exterior. No se podría esperar que un “nuevo rumbo” en la materia derivara en un accionar de signo contrario. Pero si, que Torre Tagle recupera su dignidad, y recordara, por lo menos, que el Perú es un país independiente y soberano, y no la Mesa de Parte de la Casa Blanca.
Los apagones ocurridos en el 70% del territorio venezolano, que afectaron el control automatizado de regulación de sistemas en la Central Hidroeléctrica Simón Bolívar, -una agresión cibernética que derivó en tres generadores saboteados- no fue un ataque cualquiera. Se trató de un crimen de lesa humanidad, y ante el cual los gobiernos están obligados a pronunciarse. Popolizio entre tanto ¿callará mientras no hable Washington?
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