Beber en el pozo de los pobres
- Opinión
Los años pasan y uno mira el camino recorrido para ver si ha hecho algo bueno con su vida. Más de 40 años en América Latina me hacen decir que el camino es con los pobres. Nací pobre, hijo de campesinos: es mi mayor orgullo. Mi estadía a América Latina fue dejarme conquistar por los pobres. No soy pobre como los pobres de nuestros suburbios, sólo trato de compartir para crear espacios de igualdad, equidad y fraternidad para llegar a ser parte de ese pueblo de los pobres. Trato de no explotar, porque aquel que explota no es del pueblo de los pobres. Los pobres con los que busco identificarme son ese pueblo de los pobres: los pobres que se sienten pueblo, es decir, clase empobrecida; los pobres son los que siempre comparten, porque es rico aquel que nos comparte; los pobres son los que no explotan, porque los explotadores crean a los pobres. También los pobres creen en Dios porque presienten que Dios está con las víctimas de la injusticia y la maldad y que los ayuda a salir de esta desgracia causada por un sistema organizado para explotar.
Un tal Jesús dijo: “¡Felices los pobres!”, o sea, felices estos pobres o empobrecidos, pueblo fraterno y creyentes, que buscan salir juntos de su miseria. El evangelista Mateo reportó esta expresión de Jesús de una manera un poco diferente: “¡Felices los que tienen el espíritu de los pobres!” Las dos expresiones son ‘Palabra de Dios’: tal vez haya que juntarlas para incluir en la misma felicidad la de los pobres y los de los que optamos por los pobres. Optar por los pobres es asumir las causas de los pobres, aprender a pensar como ellos, actuar desde y con ellos, creer como ellos. El papa Juan Pablo 2° dijo que “considera la solidaridad la Iglesia con los pobres como su misión, su servicio, como verificación de su fidelidad a Cristo, afín de ser verdaderamente la Iglesia de los pobres”. Los pobres y nuestra solidaridad con ellos nos enseñan la manera de ser la Iglesia de los pobres, es decir, la manera de seguir hoy a Jesús pobre que optó por los pobres para cumplir con su misión de hacer acontecer el Reino de Dios desde ellos.
Además, los pobres son según Jesús “los herederos del Reino de Dios”, o sea, los protagonistas de una sociedad fraterna, equitativa, participativa, creativa y abierta a Dios. Por este motivo, me identifico con la frase del poeta cubano José Martí que escribió: “Con los pobres del mundo quiero yo mi suerte echar”. Me llamó también mucho la proclama de un famoso escritor francés, Georges Bernanos, que escribió por los años 1940: “Afirmo que el mundo será salvado por los pobres, o sea, los que la sociedad moderna excluye, ya que no tiene la posibilidad de integrarse a ella ni ella tiene la capacidad de integrarlos. Tarde o temprano, la ingeniosa tenacidad de ellos tendrá razón de ferocidad de ella. Repito que los pobres salvarán al mundo: lo harán tal vez sin darse cuenta, y a lo mejor no recibirán ningún reconocimiento por esta inconmensurable tarea”. Una profecía del mismo Isaías va en el mismo sentido.
Por creer que el dinero nos va a salvar y por optar por tener siempre más y más dinero y bienes, estamos llegando al colapso de nuestro planeta, a guerras feroces por muchas partes, a migraciones forzadas sin precedentes, a engaños vergonzosos por los grandes medios de comunicación, a la corrupción descarada, a hacer, según las palabras de monseñor Leonidas Proaño hace 30 años, “de nuestra tierra una luna muerta”. Por eso el papa Francisco habla y actúa para que cambiemos de rumbo, desde el protagonismo de los pobres organizados. Denuncia un sistema de muerte que nos mata y destruye la naturaleza. Los ricos, las multinacionales, las grandes instituciones internacionales nos llevan al suicidio colectivo. El ladrón vulgar nos roba dinero, el reloj, la cadena, el teléfono… pero estas gentes nos roban la salud, la educación, el trabajo, la recreación, la pensión, hasta la conciencia… y somos multitudes a creer y seguirlos. ¿No será tiempo de cambiar y beber en el pozo de los pobres? porque el pequeño David venció al gigante Goliat. Sumemos fuerzas y fe para construir desde los pobres organizados ‘otro mundo posible, necesario y urgente’.
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