Libia: más sangre que petróleo
- Opinión
La ofensiva, del autodenominado mariscal Khalifa Hafther, lanzada el último 4 de abril sobre Trípoli, para conquistar la última ficha de importancia en el puzle libio, detuvo la respiración no solo del Gobierno del Acuerdo Nacional (GNA), impuesto por las Naciones Unidas y cuya sede se encuentra en la antigua capital, sino de todos los que desde marzo de 2011siguen la tragedia de la patria del Coronel Muhammad Gadaffi.
Muchos creímos que las horas del GNA y su achacoso Primer Ministro, Fayez al-Sarraj, estaban irremediablemente contadas y que las tropas del Ejército Nacional Libio (LNA), liderado por a Hafther, tendrían un corto desfile hasta el centro de Trípoli, donde, como un Cesar, finalmente Khalifa Hafther se coronaria por fin “emperador” de la nueva Libia, lo que ansiaba desde que decidió traicionar a su antiguo amo el coronel Gadaffi y mudarse por 25 años a Langley, Virginia, a pocos kilómetros del cuartel general de la CIA. Pero la ofensiva quedó empantanada y no pudo alcanzar más que algunos suburbios del sur de la capital, mientras que la línea del frente de combate no tuvo cambios durante semanas.
Ahora, con el mismo estupor con que conocimos la ofensiva de abril, supimos que este último miércoles 26 de junio, las fuerzas defensoras del gobierno tripolitano, un cumulo de milicias autónomas que se referencian según la paga o el odio, no solo originarias de Trípoli, sino también de Mistara y Zintán, reunidas bajo el nombre de Operación “Volcán de la Ira”, han logrado expulsar a los hombres de Hafther, de la estratégica ciudad de Gharyan, a unos 90 kilómetros al sur de Trípoli, a la que Hafther había convertido en el centro de logística, comando y control avanzados, desde donde se monitoreaba la ofensiva. Gharyan es, además, un paso clave no solo de acceso a la capital sino también a los campos petroleros y gasíferos de la cordillera de Nafousa al oeste del país.
Tomada bien iniciada la campaña contra Trípoli, Gharyan se convirtió en la principal base de suministro de las fuerzas de Hafther, donde se acumularon grandes cantidades de armas y municiones llegadas desde la ciudad de Benghazi, a unos mil kilómetros al este de Trípoli, además de un número importante de hospitales de campaña y una base de helicópteros muy próximo a la ciudad.
Tras el asalto sorpresa de las milicias aliadas al gobierno del GNA, respaldado por ataques aéreos, el 7 de la artillería de Hafther derribó un avión Mirage F1 cuando intentaba atacar las posiciones en al-Hira, un pueblo al sur de Trípoli. El piloto del mismo Jimmy Reis, de 29 años, en un primer momento aseguró ser de origen portugués, es de nacionalidad norteamericana, y declaró estar en Libia por contrato, para “destruir puentes y carreteras”. Reis permanecería todavía como prisionero aunque hay versiones que dicen pudo ser ejecutado en cualquier momento.
Las fuerzas de Trípoli no solo tomaron la ciudad de unos 200 mil habitantes, sino que también capturaron un número desconocido de efectivos de Hafther y allanaron el edificio del cuartel central, una construcción de dos pisos en el centro de Gharyan. Las fuerzas del mariscal Hafther huyeron dejando tras de sí heridos, un centro de mando, armas, municiones, incluidos misiles antitanques estadounidenses Javelin, tres drones de vigilancia, vehículos, provisiones, y probablemente muchas ilusiones. Por la presencia de los Javelin, autoridades norteamericanas abrieron una investigación para determinar cómo llegaron esas armas a los arsenales de Hafther.
Una muestra de lo contundente y rápida de la acción es que las fuerzas tripolitanas encontraron en la sala de operaciones, una gran mesa, donde todavía estaban extendidos los mapas de la Tripolitana, en los que los límites de las diferentes ciudades y pueblos de la región estaban marcados con gran detalle. En las estanterías ordenadas minuciosamente, estaban las cajas de archivos numerados y clasificados por temas: “Planos y movimientos militares”, “Planos e informes”, “Misiones” o “Reclutamiento de oficiales extranjeros”. En la segunda planta, encontraron un salón y una serie de dormitorios reservados para los oficiales de Hafther, entre ellos el del jefe de operaciones de la región oeste, el general Abdesalam al-Hasi. En la cocina se encontraron utensilios, latas de conserva y comida esparcidas por todos lados e incluso el fuego de las cocinas todavía encendido. Esto demuestra la velocidad en que fue abandonado el lugar. En los hospitales utilizados por las tropas de Hafther la situación era crítica, por el gran número de heridos sin atender confundidos entre los muchos muertos. Para los pobladores de Gharyan la llegada de las tropas tripolitanas puede significar el fin de muchos padecimientos, ya que, según lo denuncian, desde el arribo de las tropas del Este se interrumpió el aprovisionamiento de medicamentos, combustible y productos de primera necesidad.
Esta nueva situación hace que si Hafther no puede volver retomar rápidamente Gharyan, lo que para muchos es improbable, las unidades estacionadas próximas a Tarhouna (un pueblo de 14 mil habitantes y su segunda posición en importancia en la campaña que comenzó en abril) correrán un serio peligro ya que quedarán aisladas, sin posibilidad de ser abastecidas con armamento y víveres, lo que podría provocar el derrumbe de toda la operación comenzada en abril.
Hafther no baila solo
La ofensiva de abril fue una hecatombe para los planes que Naciones Unidas tenía para estabilizar Libia, como una manera desesperada de detener la sangría y controlar de una vez la producción petrolera, por la que libran una dura batalla Francia e Italia, y desactivar el flujo ilegal de los refugiados que desde puertos libios salen rumbo a diferentes puntos del sur europeo.
Este golpe a Khalifa Hafther vuelve a alejar la posibilidad de negociaciones, ya que mientras alguna de los dos bandos con posibilidades de unificar Libia: Fayez al-Sarraj, como cabeza de Trípoli, y Khalifa Hafther, como representante del Este del país cuyo poder se asienta en Tobruk y Benghazi, seguirán luchando, por lo que el revés de Gharyan prolongará la guerra.
Existen también múltiples jugadores externos en este conflicto, que sin duda tienen mucho para decir. Los aliados exteriores de Hafther son, hasta ahora, Arabia Saudita, Egipto y Emiratos Árabes Unidos (EAU), y un confuso etcétera de los que no están exentos Francia, Rusia, y hasta hace pocas horas también los Estados Unidos. Por su parte, Reino Unido, Italia, Turquía y Qatar, pueden considera un triunfo el contrapié de Hafther, quien había ignorado las señales de los europeos, por considerar que contaba con el apoyo discreto de Donald Trump.
Hasta hace algunas semanas la postura de Washington era pro-Hafther, reafirmada en una charla telefónica entre Trump y Hafther, lo que hizo parece que iba mucho más allá de algún formalismo. Aunque la Casa Blanca argumentó que la llamada responde a una cortesía hacia el presidente egipcio Abdul Fattah al-Sisi, quien durante su visita a Washington, se lo había pedido personalmente a Trump, por lo que para el Departamento de Estado esa llamada no significó ninguna otra cosa, a pesar de que una de las figuras más gravitantes del gabinete de Trump, el Consejero de Seguridad Nacional, John Bolton, habían apoyado explícitamente la ofensiva de Hafther, quien se jactó públicamente ante los altos funcionarios de la ONU, de que Bolton le había dado luz verde para el asalto, a condición de que actuara rápidamente. Por otra parte, la misión estadounidense en la ONU, siguiendo instrucciones de la Casa Blanca, se unió a la delegación rusa para bloquear una resolución respaldada por el Reino Unido que pedía el fin de la ofensiva de Hafther. Ahora, el secretario de estado Mike Pompeo, después de consultar a sus asesores sobre Libia, está considerando una serie de posibilidades, que incluyen exigir a ambos bandos un alto el fuego.
Por su lado Turquía en la Cumbre de Líderes del G20, en la ciudad de Osaka (Japón), ha exigiendo la inmediata liberación de varios de sus ciudadanos detenidos por las fuerzas de Hafther amenazando con una intervención militar de no cumplir con lo pedido.
Después de la caída de Gharyan, Hafther prometió una “dura respuesta” y bombardeó la base donde se almacenaba gran parte de las municiones que le fueran incautadas, antes de que pudieran ser trasladadas a otros frentes del GNA.
Sin una política coherente por parte de los Estados Unidos y la Unión Europea estas acciones pueden prolongarse en el tiempo y continuar la devastación hasta que la patria de Gadaffi se convierta absolutamente en un mar de sangre.
-Guadi Calvo es escritor y periodista argentino. Analista Internacional especializado en África, Medio Oriente y Asia Central. En Facebook: https://www.facebook.com/lineainternacionalGC
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