Duerme ahora en el fuego
Una multipolaridad genuina podría evitar que EE.UU. utilice su fuerza contra los pueblos palestino, yemení, saharaui y otros pueblos del mundo.
- Opinión
Estimados amigos y amigas,
Saludos desde las oficinas del Instituto Tricontinental de Investigación Social.
La gigantesca máquina bélica de Israel sigue atacando el Territorio Palestino Ocupado (TPO) con total desprecio por el derecho internacional. Dado que el TPO es un territorio ocupado, las Naciones Unidas no permiten que el ocupante —Israel— altere el carácter de la tierra bajo ocupación. Sin embargo, esto no ha detenido a Israel, cuyo intento por expulsar a familias del barrio de Sheikh Jarrah en Jerusalén condujo al ingreso de la policía fronteriza israelí a la mezquita al-Aqsa, seguida por oleadas de bombardeos aéreos que han producido una cifra diaria de personas muertas y heridas que solo conoceremos una vez que se asiente el polvo.
Es notable que el pueblo palestino no se haya rendido ante esta violación del derecho internacional. Contraatacaron en Jerusalén y en toda Cisjordania, en Gaza y en las tierras alrededor de Israel. Miles de personas marcharon hacia la frontera entre Jordania y Palestina y la frontera entre el Líbano y Palestina, sin importar que Israel amenazara con dispararles. Desde Gaza, diferentes facciones lanzaron misiles para presionar a Israel para que desista de su violencia en Jerusalén. Los misiles desde Gaza fueron una respuesta a las provocaciones violentas e ilegales de Israel en el TPO, no fueron el primer detonante de los eventos de mayo de 2021.
Durante los últimos quince años, Israel ha bombardeado sistemáticamente Gaza en 2006, 2008, 2009, 2010, 2011, 2014, 2018 y 2019. Además de esta violencia, Israel ha sostenido una política de asfixia no solo contra Gaza sino contra todo el TPO, una política de violencia a sangre fría que busca desmoralizar tanto al pueblo palestino, que abandone el territorio. Israel rechaza la solución de un solo Estado (un Estado democrático de palestinxs y judíxs) y la solución de dos Estados (Israel y Palestina), en cambio, busca una solución de tres Estados (enviando al pueblo palestino a Egipto, Jordania y Líbano). Esto es, por definición, una limpieza étnica. Los bombardeos de 2021 han sido especialmente duros, ya que los objetivos han incluido edificios que albergan a la prensa y campos de refugiadxs. En Shateh (Gaza), el bombardeo del 15 de mayo dejó decenas de muertxs. La familia Abu Hatab perdió a diez miembrxs, de los cuales ocho eran niñxs. Este tipo de violencia grotesca define el proyecto de apartheid de Israel para aniquilar al pueblo palestino. Roger Waters llama a esta violencia “desprecio primario”.
Dadas las claras violaciones al derecho internacional y la violencia asimétrica de los bombardeos israelíes, se esperaba ampliamente que el Consejo de Seguridad de la ONU hiciera un llamado a un cese al fuego. Pero el gobierno estadounidense del presidente Joe Biden informó a los otros miembros del Consejo que no votaría por ninguna resolución semejante. Estados Unidos por sí solo bloqueó la publicación de una declaración del Consejo sobre el empeoramiento de la situación la última semana. EE.UU. también se opuso inicialmente a realizar una sesión abierta el viernes —como propusieron Noruega, Túnez y China—, que finalmente se llevó a cabo el domingo. Por estos motivos, el primer ministro de Israel, Benjamin Netanyahu, agradeció a Estados Unidos y a otros veinticuatro países por apoyar a Israel. Entre esos países estaba Brasil, cuyo presidente, Jair Bolsonaro, respaldó a Israel en su terrible uso de la fuerza contra el pueblo palestino. Esta declaración de Bolsonaro llegó justo unos días después de la operación policial contra la gente de Jacarezinho en Río de Janeiro, que terminó en la masacre de veinticinco personas. La brecha entre Jacarezinho y Gaza es solo de escala, la brutalidad es equivalente.
El 15 de mayo, el Instituto Tricontinental de Investigación Social y No a la Guerra Fría celebraron un seminario llamado “China, EE.UU. y la búsqueda de una política exterior independiente de Brasil”. La expresidenta Dilma Rousseff habló sobre cómo durante su mandato (2011-2016) —y durante la administración de su predecesor Lula da Silva (2003-2011)— el Partido de los Trabajadores lideró un proceso para establecer instituciones de multipolaridad como el G20 ampliado (2008) y el proyecto BRICS (2009). Ciertamente no son sistemas perfectos, pero fueron creados con el objetivo de tener plataformas que no estén subordinadas del todo a Estados Unidos. Ninguna ha sido capaz de estar a la altura de su potencial. “Las relaciones asimétricas no equivalen a multipolaridad”, dijo Dilma. El G20 continúa guiándose por los poderes occidentales y el BRICS se ha debilitado por el giro hacia la derecha en Brasil e India. “La B y la I de BRICS tuvieron problemas” señaló la expresidenta, “la B por culpa de Bolsonaro”. Respecto a la necesidad estratégica de volver a un proyecto multipolar para la recuperación económica, Rousseff explicó que “Nuestra recuperación necesariamente tendrá que ser política”.
Como la economía más grande de Latinoamérica, Brasil tendría que jugar un rol clave en la construcción de instituciones multipolares y en abrir la posibilidad de que el derecho internacional deje de lado las vicisitudes imperiales de Estados Unidos y sus aliados. Para que Brasil juegue ese papel, debe fortalecerse el bloque político que está contra Bolsonaro y la derecha, y debe convertirse en una coalición electoral capaz de ganar las elecciones presidenciales de 2022. Solo si la izquierda vuelve al poder en el Palacio do Planalto, Brasil podrá volver a desempeñar un rol en la construcción de un orden mundial multipolar.
Nuestro dossier de mayo, Los desafíos de la izquierda en Brasil, de la oficina de São Paulo del Instituto Tricontinental de Investigación Social, analiza todo este asunto en profundidad. Para comprender mejor los problemas y las posibilidades de la izquierda brasileña, el equipo de esta oficina entrevistó a líderes de diferentes sectores de la izquierda del país: Gleisi Hoffmann, presidenta del Partido de los Trabajadores; Kelli Mafort, de la dirección nacional del Movimiento de Trabajadores Rurales Sin Tierra (MST); Élida Elena, vicepresidenta de la Unión Nacional de Estudiantes (UNE) e integrante del Levante Popular de la Juventud; Jandyra Uehara, de la comisión ejecutiva nacional de la Central Única de los Trabajadores (CUT); Juliano Medeiros, presidente nacional del Partido Socialismo y Libertad (PSOL); y Valerio Arcary, profesor del Instituto Federal de São Paulo (IFSP) y de la dirección nacional del PSOL. A través de conversaciones con dichos líderes, el dossier dibuja el camino que ha seguido la izquierda brasileña, examinando los instrumentos usados para construir la unidad de los sectores organizados de izquierda y de las personas que apoyan a estos sectores. También explora el debate sobre si construir un frente amplio contra Bolsonaro o un frente de izquierda más estrecho, así como el impacto de la reciente absolución de Lula de los falsos cargos que se le imputaban y su recuperada elegibilidad para postularse a las próximas elecciones presidenciales.
Las encuestas recientemente publicadas muestran que Lula supera a Bolsonaro en la primera vuelta con un 41% contra un 23%; mientras que en el escenario de una segunda vuelta Lula vencería a sus oponentes (con un 55% contra el 32% de Bolsonaro, por ejemplo). Kelli Mafort, líder del MST, dice que “El factor Lula ejerce mucha influencia sobre la izquierda brasileña, y la urgencia de la situación actual exige que él continúe ejerciendo su liderazgo para la solución de los problemas brasileños, pero también que ayude a convocar a la militancia a hacer trabajo de base, ampliar las acciones de solidaridad y enfrentar al bolsonarismo fascista entre las masas populares”. Para erradicar el bolsonarismo Brasil tendría que saldar cuentas con el comportamiento criminal que tuvo Bolsonaro durante la pandemia, que ya se ha puesto en marcha con la presentación de cargos por delitos de lesa humanidad en la Corte Penal Internacional de La Haya. La evidencia de las políticas genocidas de Bolsonaro fue puesta de manifiesto en junio de 2020 por el jefe Raoni Metuktire del pueblo Kayapó, quien señaló que “El presidente Bolsonaro se aprovecha del virus, está diciendo que los indios tienen que morir”.
El punto de Mafort sobre la necesidad de hacer trabajo de base en la clase trabajadora y el campesinado es compartido por las demás personas entrevistadas en el dossier. Sostienen que ganar las elecciones es sumamente importante, pero que, para poder asegurar no solo la presidencia sino realmente un nuevo proyecto para Brasil, es esencial construir fuerza en la clase trabajadora y el campesinado. Los contornos de este nuevo proyecto contendrán un programa para el escenario postpandemia en Brasil, en el que destacará la importancia de que el país sostenga una política exterior independiente e internacionalista.
Desde el último año, Estados Unidos ha usado su posición de preeminencia política para lograr que varias monarquías árabes (Marruecos y los Emiratos Árabes) reconozcan al Estado de Israel, lo que significa que dejen de lado las legítimas aspiraciones del pueblo palestino. Este proceso de debilitamiento de los derechos palestinos continuará si Estados Unidos no tiene oposición en el escenario mundial. Una multipolaridad genuina podría evitar que EE.UU. utilice su fuerza contra los pueblos palestino, yemení, saharaui y otros. La derrota de las clases dominantes en países como Brasil e India —subordinados a los intereses estadounidenses— es esencial para avanzar en los intereses de los pueblos del mundo, desde Palestina hasta Colombia.
En 2014, la última vez que Israel bombardeó Gaza con este nivel extremo de brutalidad, el poeta iraquí Sinan Antoon observó a las familias huir de sus hogares destruidos hacia escuelas de las Naciones Unidas, que también fueron bombardeadas. Se imaginó el peligro en una conversación entre un niñx y su abuelo (sidu). Están conversando sobre Jaffa (ahora dentro de Israel) y se preguntan por el derecho de lxs palestinxs a regresar, garantizado por la resolución 194 del Consejo de Seguridad de la ONU (1948).
¿Vamos a volver a Jaffa, sidu?
No podemos
¿Por qué?
Estamos muertos
¿Entonces estamos en el cielo, sidu?
Estamos en Palestina, habibi
y Palestina es el cielo
y el infierno
¿Qué haremos ahora?
Esperaremos
¿Esperar qué?
A los demás
…
a que regresen.
Cordialmente,
Vijay.
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