Los bigotes de Margaret Thatcher

08/04/2013
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La muerte de Margaret Thatcher deja muchos viudos en el mundo y también en Chile. Su triunfo militar en la guerra de las Malvinas, con el decidido apoyo de la dictadura de Augusto Pinochet y su posterior apoyo y defensa del sátrapa, preso en Londres, reclamado por la justicia internacional por crímenes de lesa humanidad, le granjearon la gratitud y admiración de la extrema derecha chilena. Desde un punto de vista político, su nombre es inseparable de aquel de Ronald Reagan, ex presidente de los Estados Unidos, junto al cual protagonizó a nivel mundial el triunfo del neoliberalismo en el mundo occidental.
 
Para las nuevas generaciones que habitan hoy un planeta “indignado” y que viene de vuelta de los excesos abusivos de la corriente neoliberal y conservadora de los años ochenta del siglo pasado, su nombre ya no les dice mucho. Se trata más bien de una dulce anciana conocida como la “Dama de Hierro”, la misma que dejó morir huelguistas de hambre del IRA, la misma que dobló la mano a los trabajadores de la minería en Inglaterra, la misma que privatizó los servicios básicos en su país, la misma que le dio la espalda a Europa y que inspira a los conservadores del mundo entero.
 
Para los latinoamericanos no se trata de una figura amable sino más bien al contrario, ella lideró una agresión colonial contra la soberanía argentina con la complicidad estadounidense en pleno siglo XX. Ella defendió a Pinochet, uno de los más cruentos dictadores de esta región. Para muchos británicos desempleados tampoco se trata de un personaje admirable, su gobierno impuso un capitalismo salvaje cuyas consecuencias están todavía lejos de terminar.
 
Al igual que Marcel Duchamp quien, en un gesto iconoclasta, le dibujara bigotes a una estampa de la Monalisa en 1919, el único homenaje al “mejor hombre de Inglaterra”, como la llamara Reagan, sea simplemente dibujarle unos bigotes a la Thatcher. Unos grandes y gruesos bigotes que nos recuerden a aquellos severos militares colonialistas del siglo XIX que diezmaban países enteros en nombre de su Majestad y del Imperio.
 
Finalmente, como tantas figuras en la historia, su nombre quedará registrado como una figura opaca y polémica que suscita muy malos recuerdos dentro y fuera de su país. El resto es silencio y muchas cruces dispersas bajo un sempiterno cielo gris azotado en una lejana isla del Atlántico Sur azotada por el gélido viento polar, sempiterno como la muerte.
 
- Álvaro Cuadraes investigador y docente de la Escuela Latinoamericana de Postgrados. ELAP. ARENA PÚBLICA. Plataforma de Opinión. Universidad de Arte y Ciencias Sociales. ARCIS. Autor de La deserción de las masas (http://alainet.org/active/59339&lang=es)
 
https://www.alainet.org/fr/node/75157
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